Poco se sabe sobre el origen del
nombre de
Redueña. La mayoría opina que proviene de una
señora que era "dueña y redueña".
Los primeros indicios de presencia humana datan del Paleolítico Inferior, según consta en la Carta Arqueológica del
pueblo. También ha aparecido algún resto del
Neolítico.
De la época celta queda algún resto en la zona del
río y en la
dehesa. Indicios
romanos se pueden encontrar en el
casco del pueblo y en la
Iglesia se han hallado
restos visigóticos.
Del Bajo
Medievo, también se pueden encontrar restos, sobre todo en ambas márgenes del río, así como la casi desaparecida
Ermita de
Santa Lucía.
Los vecinos hubieron de pechar dos veces para recuperar el dominio del lugar ante las sucesivas ventas reales a personajes principales. La primera fue en el
siglo XVI, cuando el pueblo fue vendido por Felipe II. Poco
tiempo después, los habitantes consiguieron recuperarlo pagando una elevada cantidad de maravedíes.
En el primer cuarto del siglo XVIII, ocurrió algo similar, el pueblo fue vendido al Oidor de
Valladolid, don Baltasar Gilimón de la Mota, durando la venta hasta 1738. En el 39, el rey le concedió al pueblo el privilegio de villazgo.
De sus
canteras salió la
piedra que permitió dar forma a la
Fuente de Cibeles y la de Apolo, en el madrileño
Paseo del
Prado, en los años 1739-1740.