ARTE: El
principal monumento de esta
villa es la
parroquia de San Pedro apóstol,
edificio gótico renacentista construido tardíamente entre
finales del
siglo XVI y comienzos del XVII, ya que la tasación de sus
obras no se efectúa hasta 1606. De él se encargaron los canteros Joanes de Elizalde y
Miguel de Celaya. Siguiendo una tipología normal en la época, erigieron una
iglesia de
cruz latina con
crucero bien marcado en
planta y cabecera poligonal. El
recinto se cubre por
bóvedas de terceletes con nervios mixtilíneos y otras de diseño estrellado, correspondiendo estas últimas al tramo
central del crucero y los pies de la nave, mientras que la cabecera recibe una
bóveda gallonada reforzada por terceletes. Todas estas cubiertas arrancan de ménsulas cilíndricas o poligonales con rosetas. En 1906 se amplió la
fábrica con un cuarto tramo bajo la
dirección de Florencio de Ansoleaga y
Ángel Goicoechea, arquitectos que en su
construcción se ajustaron al estilo imperante en el resto del edificio. Los
exteriores de esta parroquia presentan sólidos
muros de sillería que definen unos volúmenes limpios, surcados tan sólo por los contrafuertes diagonales que se adosan a las
esquinas. De este bloque emerge una
torre de severidad herreriana compuesta de
cuatro cuerpos también de sillería, el último de los cuales se abre en medios puntos para las
campanas. Según los documentos, esta torre fue levantada en
torno a 1680 por el cantero Gabriel Barreneche, que se ocupó igualmente de labrar la
hermosa portada del muro de la Epístola. De inspiración manierista, presenta amplio
arco de medio punto con motivos geométricos, acompañado de dos
columnas dóricas que se elevan sobre pedestales de parecida decoración. Un friso clasicista de triglifos y discos sirve de asiento a un
frontón triangular, interrumpido por una
hornacina que luce en su culminación otro frontón recto. Guillen de Urrizola erigió en 1739 el
pórtico barroco que cobija dicha portada.
Preside el
interior del templo un
retablo mayor de estilo barroco, realizado entre 1708 y 1711 por el
maestro arquitecto Juan Zapater. Su traza, de marcada verticalidad, comprende un alto
banco, cuerpo único de tres
calles formado por columnas salomónicas y ático curvo con soportes también salomónicos. El retablo resulta original por una abigarrada decoración de gran efecto, compuesta fundamentalmente por unos envolutados follajes que se adaptan a todos los elementos arquitectónicos y a las complejas
placas geométricas que penden de las cornisas. Especialmente caprichosas son las ménsulas del banco, que incorporan unos
niños atlantes de difíciles posturas, a los que se suman las figuras monstruosas de unos delfines con colas de
dragón. Otros niños aparecen también en las columnas salomónicas, adaptados a sus espiras, y en las veneras que coronan las calles
laterales. Este conjunto se completa con una cuidada imaginería, presidida por la talla de San Pedro en cátedra. A ambos lados de ella se localizan las tallas de San Bartolomé y un
santo dominico, ambas de composiciones dinámicas. El
Calvario centra el ático, entre
San Miguel y el Ángel de la Guarda, tallas de una factura muy adecuada al remate del conjunto. El banco, por su parte, incluye dos hermosos
relieves con la
Anunciación y la Huida a
Egipto, escenas que se desarrollan en sendos escenarios bajo cortinajes. El propio Juan Zapater se ocupó por las mismas fechas del retablo del Santo
Cristo, obra también de gran capricho
ornamental. Alberga un Crucificado
románico, fechable en el
siglo XIII. Estilo parecido al de estos
retablos tienen los de
San Ramón Nonato y
Santa Ana, que datan igualmente de comienzos del siglo
XVIII. El primero de ellos incorpora un lienzo barroco de su titular de gran tamaño, mientras que el segundo luce un
grupo de Santa Ana, la
Virgen y el Niño perteneciente al segundo tercio del siglo XVI. De la misma época son otras
imágenes que se conservan en la
casa parroquial, todas ellas procedentes del retablo mayor que tuvo la
ermita de Santa Ana. También se veneraba en este lugar la talla
gótica de la Virgen sedente con el Niño, de comienzos del siglo XIV, que hoy aparece en el
presbiterio. El tesoro parroquial incluye
diversas piezas de orfebrería, sobresaliendo una cruz procesional rococó, labrada en torno a 1758 por el platero de Pamplona Joseph Yávar.
En las
inmediaciones del pueblo se encuentra la ermita de Santa Ana, edificio del siglo XVI que tiene nave única jalonada por potentes
arcos apuntados en los que descansa la cubierta con vigas de madera. Hoy se halla en
estado ruinoso. Disposición semejante ofrece la
ermita de Santo Domingo, construcción de tipo
rural localizada en un
monte lejano de la
población. Su interior conserva un retablo barroco de comienzos del siglo XVIII.
En el casco
urbano de esta villa se conservan abundantes
edificios barrocos ennoblecidos con
escudos. De ellos
destaca un
monumental edificio de sillería emplazado en la
calle José
Antonio Elola, cuyas obras se documentan en 1651 y 1720. En las afueras existe un crucero fechado en 1568. JRC. Bibliografía: M. C.
García Gainza, M. C. Heredia Moreno, J. Rivas Carmona, y M. Orbe Sivatte, Catálogo Monumental de
Navarra III. Merindad de
Olite. (Pamplona, 1985). T.
López Selles,
Contribución a un catálogo de
ermitas de Navarra. Merindad de
Tafalla. «CEEN», 1974.
En su conjunto urbano destacan varias
casas del siglo XVII con
blasones barrocos y rococós, un
palacio con sllería del siglo XVII y el
ayuntamiento, del siglo XVII.