ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

La crecida del Río Záncara
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

George Orson Welles (Kenosha, Wisconsin, Estados Unidos, 6 de mayo de 1915 - † Hollywood, Los Ángeles, Estados Unidos, 10 de octubre de 1985) fue un actor, director, guionista y productor de cine estadounidense.

Es considerado uno de los artistas más versátiles del siglo XX en el campo del teatro, la radio y el cine, en los que tuvo excelentes resultados. Alcanzó el éxito a los veintitrés años gracias a la obra radiofónica The War of the Worlds, que causó conmoción en los Estados Unidos cuando ... (ver texto completo)
Yo no estaba allí, pero... ¡Menuda creo que lió! Se ve que la gente, no sabía dónde meterse, y veía hombres bajitos y verdes por todos sitios... ¡Jolines la que montó!
George Orson Welles (Kenosha, Wisconsin, Estados Unidos, 6 de mayo de 1915 - † Hollywood, Los Ángeles, Estados Unidos, 10 de octubre de 1985) fue un actor, director, guionista y productor de cine estadounidense.

Es considerado uno de los artistas más versátiles del siglo XX en el campo del teatro, la radio y el cine, en los que tuvo excelentes resultados. Alcanzó el éxito a los veintitrés años gracias a la obra radiofónica The War of the Worlds, que causó conmoción en los Estados Unidos cuando ... (ver texto completo)
Rosaaaaaaaaaaaaa, ¿está lloviendo por ahí? No te preocupes, si hay desbordamientos lo dices, y te iremos a buscar en un barquito de papel. Tú sabes que nuestra imaginación no tiene fronteras. Jajajajajajjaaa
¡Mucho bochorno hacía esta mañana por Barcelona! Tanto, tanto que, finalment els núvols han petat, y ahora está cayendo un chirimiri, plujim en Catalá, que no sé cómo acabará. Dejemos, dejemos que las aguas corran... ¡Ya pararán! Amén
Madre miá, madre miaaaaaaaaaaaa, la que está cayendo, como siga así la crecida del río Záncara se vá a quedar en mantillas, jejejjejje.
Espero que vengan a rescatarme aunque sea en canoa, jejejje.
Rosaaaaaaaaaaaaa, ¿está lloviendo por ahí? No te preocupes, si hay desbordamientos lo dices, y te iremos a buscar en un barquito de papel. Tú sabes que nuestra imaginación no tiene fronteras. Jajajajajajjaaa
Madre miá, madre miaaaaaaaaaaaa, la que está cayendo, como siga así la crecida del río Záncara se vá a quedar en mantillas, jejejjejje.
Espero que vengan a rescatarme aunque sea en canoa, jejejje.
MUCHAS VECES ponemos en las personas espectativas que no cubren y al final nos desalentamos.
«Sólo me falta deciros que para la realización de este divino ideal, de lo que llamaríamos política de Dios y gobierno de Cristo, hemos de establecer la estricta unidad de sentimientos religiosos, hemos conseguir que en toda la nación no exista una sola alma que discrepa del sacrosanto dogma. ¿Qué necesitamos para este fin indispensable? Pues necesitamos un órgano, un instrumento de limpieza, un salutífero purificador de las conciencias. ¿y cuál es este órgano, este instrumento en que se combinan ... (ver texto completo)
in y legado de la Inquisición

En julio de 1834, el ministerio de Martínez de la Rosa abolía definitivamente la Inquisición. «El antes poderoso y temido tribunal se desvaneció sin un murmullo, tragado por los feroces conflictos del siglo XIX sin que le prestara ayuda la clase que había presidido su institución, y abandonada por el clero y el pueblo, para los cuales su existencia había sido una vez sinónimo de la existencia de la propia Cristiandad.» Con tales palabras acaba una de las mejores ... (ver texto completo)
Las Juntas de Fe, un sucedáneo

Cerrado el paréntesis constitucional y emprendida la última etapa del gobierno fernandino, considerables núcleos eclesiásticos volvieron a recaer en la actitud del sexenio. Púlpitos y confesionarios se transformaban a veces en cajas de resonancia, desde las que se exhortaban a la violencia y a la venganza. La publicistica de aquellos meses, en su casi totalidad de origen eclesiástico, insistió hasta el aturdimiento en la inseparabilidad de la monarquía y la Iglesia, ... (ver texto completo)
La Inquisición en el Trienio

El valor de símbolo de la Inquisición explica que su supresión fuera una de las medidas iniciales del restablecimiento del sistema constitucional en 1820. La «hidra infernal» volvía a ser decapitada.
Un extenso sector vio, en ello, sin embargo, la ruina religiosa de la nación. Abatidas las compuertas inquisitoriales que la preservaban de la riada de la impiedad, sus aguas acabarían inexorablemente por anegarla. No obstante, la tregua acordada tácitamente entre la ... (ver texto completo)
Ponderado con detenimiento, como habrá hecho el lector, el documento transcrito anuncia claramente el carácter absolutamente temporal y el bastardeamiento consiguiente que daría tono al despliegue final de la Inquisición. Identificadas las causas del Altar y el Trono y del Sacerdocio y el Imperio con mayor fuerza que en ningún otro momento anterior, el sexenio fernandino presenció la madurez de la confusión de los planos temporal y espiritual. Proceso puesto en marcha tiempos atrás, según ya vimos, ... (ver texto completo)
«El glorioso titulo de católicos con que los Reyes de España se distinguieron entre los otros príncipes cristianos por no tolerar en el reino a ninguno que profese otra religión que la católica, apostólica romana, ha movido poderosamente mi corazón a que emplee para hacerme digno de él cuantos medios ha puesto Dios en mis manos. Las turbulencias pasadas y la guerra que afligió por espacio de seis años todas las provincias del reino: la estancia en él por todo este tiempo de tropas extranjeras de ... (ver texto completo)
Instrumentalización del Santo Oficio por Femando VII

Decretada su extinción -90 votos a favor, 60 en contra- uno de sus más fogosos defensores -el futuro cardenal Pedro de Inguanzo- entonaría un emocionado réquiem del Santo Oficio. En última instancia, pese a todos sus indisimulables fallos, fue beneficioso para la nación. El espíritu altamente religioso de la comunidad hispana, que sentía la necesidad de los principios católicos como vertebradores de la nacionalidad, trajo como natural consecuencia ... (ver texto completo)
La Inquisición en las Cortes de Cádiz

Estudiosos de la máxima solvencia han sostenido en fechas recientes que la controversia inquisitorial en las Cortes generales y extraordinarias respondió, en esencia, a motivos políticos y coyunturales, por cuanto a más de extinguida en la España de José I, el Tribunal se hallaba desairado y escarnecido por su condena del levantamiento popular de mayo de 1808 y la incardinación de su jerarca supremo, el ya mencionado Arce, en la órbita afrancesada. Sin intención ... (ver texto completo)
El testimonio del abate afrancesado no es único. Sin esfuerzo pueden espigarse muchos otros en las memorias y diarios de la época, a la manera de los Recuerdos de Jovellanos, Godoy o Alcalá Galiano. Todos testifican de la descomposición que minaba su cuerpo, desde sus estratos dirigentes hasta sus mermados recursos financieros, sin olvidar los fundamentos ideológicos de su existencia. «Policía intelectual» del establishment, éste le asestó un duro golpe cuando, tras los fallidos intentos de reforma emprendidos por Jovellanos y Urquijo, el Príncipe de la Paz designó inquisidor general al arzobispo Arce, dimitido anteriormente de sus funciones a raíz mismo de su nombramiento. Acéfala, la institución navegó a la deriva en la segunda etapa de la dictadura godoyesca, sin pautas de comportamiento general. Un libro sañudamente perseguido por el tribunal de Logroño se vendía sin excesivas cautelas por los libreros sevillanos. Un grabado considerado pecaminoso en Valladolid se exhibía en los escaparates valencianos. A menudo, tal discrecionalidad guardaba conexión directa con las relaciones entre los ministros del tribunal y las autoridades locales y el mayor o menor grado con que éstas se encontraban imbuidas de su poder. Entre otros muchos, los dos episodios que a continuación vamos a narrar así lo prueban. En 1796, el corregidor de Murcia mandó exornar la Alameda del Carmen con dos estatuas estimadas por el presbítero denunciador de turno como gravemente procaces y libidinosas. La acusación no siguió el curso habitual ante el temor de la reacción del arrogante corregidor, Vicente Cano y Altares de Almazán. Veinte años más tarde, observa Defourneaux cómo la denuncia presentada ante la Suprema por una pintura francesa colocada en la Villa y Corte fue inmediatamente aceptada por los poderes locales, que secuestraron el cuadro considerado atentatorio a la moral católica.
No obstante este desconcierto normativo, sería erróneo deducir la inoperatividad o formulismo de la actividad inquisitorial. En pos de Llorente, los historiadores posteriores han tendido quizás con exceso a subrayar la templanza o inefectividad de su actuación. Pero si es cierto que sus condenas en la etapa final de su recorrido histórico fueron en general muy moderadas y, a las veces, simbólicas, no lo es menos que su mera existencia entrañaba un potencial enemigo de cualquier corriente política e intelectual que discurriese fuera de los caminos del «Altar y el Trono». Con cierta exageración, pero indudable exactitud, el conde de Toreno denunciaría en las Cortes de Cádiz: «En mi concepto es infundado afirmar que las luces del siglo hayan influido en la Inquisición para hacerla más ilustrada y menos perseguidora. Siempre ha continuado en observar y pesquisar la conducta de los sabios y literatos, Con dificultad se podrá mencionar uno en estos últimos tiempos que no haya sido encerrado o sindicado por la Inquisición... Yo apenas he conocido persona alguna adornada de luces que no haya tenido que ver con la Inquisición».
La crítica del entonces diputado asturiano descubre cuando menos cómo la Inquisición, sin fe en los propios destinos y envilecida en su esencia más genuina por el poder, se convertiría en el trapo rojo que catalizó el sentimiento anticonformista con la realidad de la España de Carlos IV. En la polarización antiinquisitorial de la mayor parte del ideario de la juventud educada cara al horizonte delimitado por el gran movimiento revolucionario de fines del XVIII se encuentra un elocuente ejemplo -y ello más que una crítica es simple constatación- del saldo siempre negativo que para la Iglesia entraña su alianza con el «imperio». De ahí que no sea de extrañar la aceptación calurosa de los afrancesados ante la erradicación del Santo Oficio decretada por Napoleón en el territorio bajo su soberanía a comienzos de diciembre de 1808.
A su vez, las minorías que poco más tarde de dicha supresión intentaron sentar en Cádiz las bases del futuro ordenamiento jurídico del país y de la convivencia entre sus habitantes, mostraron también -en número considerable- una indisimulable hostilidad hacia la Inquisición. Subyacente en gran parte de las intervenciones de los diputados liberales anteriores a la proclamación de la Constitución, sus convicciones afloraron sin encubrimiento alguno una vez consagrada aquélla. ... (ver texto completo)


Llama al 654 409 325, ofertas especiales para Pueblos de España