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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: «El glorioso titulo de católicos con que los Reyes...

«El glorioso titulo de católicos con que los Reyes de España se distinguieron entre los otros príncipes cristianos por no tolerar en el reino a ninguno que profese otra religión que la católica, apostólica romana, ha movido poderosamente mi corazón a que emplee para hacerme digno de él cuantos medios ha puesto Dios en mis manos. Las turbulencias pasadas y la guerra que afligió por espacio de seis años todas las provincias del reino: la estancia en él por todo este tiempo de tropas extranjeras de muchas sectas, casi todas inficcionadas de aborrecimiento y odio a la religión católica, y el desorden que traen siempre tras sí estos males, juntamente con el poco cuidado que se tuvo en algún tiempo en proveer lo que tocaba a las cosas de la religión, dio a los malos suelta licencia de vivir a su libre voluntad, y en ocasión a que se introdujesen en el reino y asentasen en él muchas opiniones perniciosas por los mismos medios con que en otros países se propagaron. Deseando, pues, proveer de remedio a tan grave mal, y conservar en mis dominios la Santa Religión de Jesucristo que aman, y en que han vivido y viven dichosamente mis pueblos, así por la obligación que las leyes fundamentales del Reino imponen al príncipe que ha de reinar en él, y yo tengo jurado guardar y cumplir, como por ser ella el medio más a propósito para preservar a mis súbditos de disensiones intestinas, y mantenerlos en sosiego y tranquilidad, he creído que seria muy conveniente en las actuales circunstancias volviese al ejercicio de su jurisdicción el Tribunal del Santo Oficio. Sobre lo cual me han representado prelados sabios y virtuosos, y muchos cuerpos y personas graves, así eclesiásticos como seculares, que a este Tribunal debió España no haberse contaminado en el siglo XVI de los errores que causaron tanta aflicción a otros reinos, floreciendo la nación al mismo tiempo en todo género de letras, en grandes hombres, y en santidad y virtud. y que uno de los principales medios de que el opresor de Europa se valió para sembrar la corrupción y discordia de que sacó tantas ventajas, fue el de destruirle, so color de no sufrir las luces del día de su permanencia por más tiempo, y que después las llamadas Cortes generales y extraordinarias con el mismo pretexto y el de la Constitución, que hicieron tumultuariamente, con pesadumbre de la nación, le anularon. Por lo cual, muy ahincadamente me han pedido el restablecimiento de aquel Tribunal: y accediendo Yo a sus ruegos y a los deseos de los pueblos, que en desahogo de su amor a la religión de sus padres, han restituido de sí mismos algunos Tribunales subalternos a sus funciones, he resuelto que vuelvan y continúen por ahora el Consejo de la Inquisición y los demás tribunales del Santo Oficio al ejercicio de su jurisdicción, así la eclesiástica, que a ruego de mis augustos predecesores le dieron los pontifices, juntamente con la que por su ministerio los prelados locales tienen, como la de la Real que los reyes le otorgaron, guardando en el uso de una y otra las ordenanzas con que se gobernaba en 1808, y las leyes y providencias que para evitar ciertos abusos y moderar algunos privilegios convino tomar en distintos tiempos. Pero como, además de estas providencias, acaso pueda convenir tomar otras, y mi intención sea mejorar este restablecimiento, de manera que venga de él la mayor utilidad a mis súbditos, quiero que luego se reúna el Consejo de la Inquisición, dos de sus individuos, con otros dos de mi Consejo Real, unos y otros los que nombrase, examinen la forma y modo de proceder en las causas que se tienen en el Santo Oficio, y el método establecido para la censura y prohibición de los libros: y si en ello hallara cosa que sea contra el bien de mis vasallos y la recta administración de justicia, o que se deba varias, me lo propongan y consulten para que acuerde Yo lo que convenga.»


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