El
reloj de Quevedo
Sabedoras de que no usaba reloj, dos señoras pararon a Quevedo en la
calle y le preguntaron la hora. Quevedo, entendiendo que querían burlarse de él, les contestó:
“Eché mano a mi reloj, hallé las pesas colgando,
y el minutero apuntando, señoras, hacia las dos”
Con lo cual, Quevedo vino a decir que eran las dos de la tarde.