Situación:
En el municipio de Caravaca, en la sierra, no muy lejos.
El río Quípar nace en los faldones de la sierra de la Zarza, recibe los aportes de arroyos y barrancos, riega huertos familiares y las sementeras de las pedanías de Almudema, Pinilla y Prados, y a la altura de La Encarnación abre una profunda garganta conocida por el Estrecho de las Cuevas, paraje de una singular belleza habitado desde la cultura del Argar (1700 antes de Cristo).
Aunque celebra sus fiestas más lúdicas el día 3 de Febrero, en honor a San Blas, mantiene la antiquísima costumbre de realizar una romería el Domingo de Pascua, en la que se traslada a la Virgen de la Encarnación desde la pedanía hasta su ermita, en el monte, elevando loas y alabanzas para que llueva, en este dia se realizan paellas al lado de la ermita.
El hecho de ser atravesada por los ríos Argos y Quípar, que han propiciado la presencia de valiosos recursos agropecuarios, permitió que la amplia zona de Caravaca fuera interesante para el asentamiento de culturas y pueblos desde muy antiguo. Los primeros vestigios de población humana los encontramos en el Paleolítico, concretamente en la Cueva Negra, en un paraje de gran riqueza arqueológica, siendo considerable la presencia de pobladores pertenecientes a la Cultura Argarica; en el que también se instalaron iberos y romanos, como lo atestiguan diversos yacimientos del complejo arqueológico de La Encarnación. Se piensa que de allí procede una lápida del siglo I que refleja una curiosa inscripción acerca del encuentro de los habitantes de Asso –poblado ibero– con un mandatario romano que pasó por la zona. Se sabe que hubo paso del hombre neandertal.