Algunos pleitos entre la
Villa de
Meneses y sus
señores tras la guerra
civil que sufrió el reino de
Castilla a mediados del
Siglo XIV enfrentando al rey
Pedro el Cruel con su hermanastro Enrique de Trastamara y que termina con la victoria de éste, se termina con los descendientes del
Tello en el señorío de Meneses, así como en los otros señoríos que habían logrado unir a la herencia, Señorío de Albuquerque, en la actual provincia de
Badajoz.
El rey Enrique II concede a su hermano el infante Don Sancho las posesiones tanto del señorío de Albuquerque como del de Meneses. Muerto Don Sancho en
Burgos, 1374, hereda el señorío su hijo Don Fernando, el cual muere en la derrota que sufre Castilla frente a
Portugal en Aljubarrota donde desaparece la
flor de los caba-lleros de Castilla. Como consecuencia de la muerte de Don Fernando hereda el señorío su hermana Doña Leonor, conocida como la rica hembra de Castilla, casada con el infante Don Fernando de Antequera, hermano del rey Juan I de Castilla, que llegará a ocupar el trono de
Aragón.
A mediados del Siglo XV Enrique IV concede el señorío de Meneses a Doña
María Manuel y a su hijo Gonzalo Suárez de Figueroa, conde de
Feria.
En
Tiempos de los
Reyes Católicos el Señorío de Meneses, junto con el de
Montealegre recae en Don Ramiro de
Guzmán y Osorio, siendo su primer
Señor Don
Martín de Guzmán y Quiñones que contrajo matrimonio con Ana de Jambour, dama de la emperatriz
Reina de
Hungría
A Don Martín de Guzmán sucede como segundo Señor de Meneses Don Ramiro Nuñez de Guzmán y Jambour, que a su vez era comendador de la Hinojos y Gentilhombre de cámara de Maximiliano II. Tanto éste como su hijo, Martín de Guzmán y Rojas, a quien Felipe IV concede el título de
Marqués de Montealegre, van a tener una serie de pleitos debido a que pretendían ejercer un dominio absoluto en el
pueblo, yendo, en muchos casos contra las
costumbres y privilegios de los
vecinos de la Villa de Meneses.
El 22 de
Junio de 1580, el cabildo de clérigos, cura y beneficiados, de la
iglesia de Nuestra Señora del
Tovar da poderes al Bachiller
Alonso Blanco de Salcedo, beneficiado de Meneses y canónigo de
Orense a donde le había colocado su tío el Arzobispo de
Santiago,
Francisco Blanco, para que los representase ante su Majestad Felipe II, los Oidores del Real Sitio y ante Su Santidad y su Nuncio.
Los clérigos alegaban contra el bueno de Don Ramiro que siendo éste Patrono in Solidum de la iglesia y percibiendo 50.000 maravedís de diezmos al año estaba obligado, según las Constituciones del Obispado de
Palencia, a pagar a cada uno de los sacerdotes 150 ducados al años, lo cual no cumplía.
Don Ramiro, en su defensa, alegaba que los clérigos no eran beneficiados sino simples capellanes que tenían congrua suficiente en el Pie de
Altar, Capellanía, derechos y menudencia, y que por ello no le pagaban diezmos, por lo cual él no se sentía obligado a darles nada en justicia, sino únicamente las tercias de
fábrica, las cuales nunca se le habían pedido.
Ante la defensa del Señor, los clérigos de la
parroquia de Meneses probaron que eran beneficiados, para lo cual presentaron cita del
Libro de Becerro donde están inscritos todos los beneficios de la diócesis. En dicho libro se dice que la
iglesia de Meneses debe haber tres prestes, un subdiácono, tres graderos que son con la media ración, del Cura cuatro raciones y cuarta y los diezmos. Igualmente en su defensa presentaron en la Chancillería la documentación de cada uno consistente en los siguientes documentos: la presentación para el beneficiado, muchas de las cuales estaban firmadas por Don Ramiro o por su padre Don Martín; el Decreto del
Obispo por el que se les nombraba beneficiados y la Colación solemne y toma de posesión.
Se hace una evaluación de los ingresos que solían tener aquellos sacerdotes por los distintos conceptos que alegaba el Patrono, y se calculó que serían de unos 13.000 maravedís, por lo que se decreta que el Patrono debía completar la Congrua con 12.000 maravedís al año por cada uno de los beneficiados.
Después de tanto ni Don Ramiro, ni los clérigos quedaron contentos con la sentencia. Don Ramiro sostenía que no debía nada, los clérigos defendían que era poco lo que alcanzaban. La sentencia no varió y se les cobró de costas 51.000 maravedís a Don Ramiro y 42.000 a los clérigos.
Los problemas van a continuar con el hijo y sucesor de Don Ramiro, Don Martín de Guzmán y Rojas, muy apreciado tanto por el Rey Felipe IV que le concede el título de Marqués de Montealegre, como por el Obispo de Palencia, el cual hizo todo lo que pudo por favorecerle en sus pretensiones contra los clérigos de Meneses.
Los vecinos de la Villa de Meneses van a defender sus derechos contra el Señor. Corría el año 1609 cuando Don Martín, alegó que no le habían pagado un arrendamiento, por lo cual manda a su Corregidor para que lo cobrase haciendo ejecución en la
panera de un
vecino. Ante este hecho se interpuso el Procurador de la Villa, el Doctor Blanco salcedo, el cual alega que era
costumbre inmemorial que a la Villa de Meneses, en la ejecución de alcabalas no se le debían cobrar más de 150 maravedís, mientras que en aquella ocasión se estaba excediendo de forma escandalosa. Al no hacer caso el Corregidor del argumento presentado por el Procurador de la Villa, ésta apela a la Audiencia, la cual determina que se respetase la costumbre de la Villa de Meneses.
No de acuerdo con la sentencia Don Martín presenta ante el Doctor Castañeda,
Alcalde Mayor del Adelantamiento de
Campos otra petición de Remate contra Meneses. El Doctor Castañeda mandó hacer los pregones y el Concejo se opuso a la Ejecución, por lo cual se acudió nuevamente a la Chancillería que el 27 de Febrero de 1615 decreta que se respetase la costumbre de Meneses bajo pena de 20.000 maravedís para la Cámara del Rey.
El bueno de Don Martín vuelve a la carga y pretende que nadie, salvo él y su
familia, recibiese sepultaren la Iglesia, manda que debían sacar los bancos del pueblo y que sólo él podía poner
rejas, mausoleo y sitiales y
escudos. Vamos que actuaba como si la iglesia fuese suya.
Los clérigos de la iglesia, como no podía ser de otra forma, se opusieron a las pretensiones de Don Martín, al cual le negaron incluso el derecho de patronato, que fue lo que ellos alegaron en el pleito contra su padre Don Remiro.
Entablado el pleito en el obispado de Palencia, el tribunal eclesiástico condena al clero de Meneses a que reconozca que Don Martín tenía derecho de patronato, pero negaba a éste el ir contra la costumbre de la parroquia de dar sepultura en la Iglesia, siempre que no fuese en propiedad, así como el quitar los bancos del pueblo. A Don Martín se le reconocía el derecho de ser enterrado en la
capilla mayor, pero no el hacer
monumento,
arco ni rejas, sino poner solamente una losa. Igualmente se pedía a Don Martín que respetase los
blasones y figuras que al
presente están puestos en la capilla mayor de los Tellos, so pena de 50.000 maravedís para la guerra contra los infieles.
Al bueno de Don Martín, que debía ser duro de mollera, no le gustó la sentencia a pesar de que se recomendaba a los clérigos que lo tratasen honradamente pues es tan gran
caballero y Señor natural, con quien mucho que se haga no será demasiado, y se les daba instrucciones de sobre el modo de recibir a los Señores cuando fueses a tomar posesión. Apeló la sentencia y en un segundo juicio se le reconoce el derecho de impedir las sepulturas en el cuerpo de la Iglesia. Esto indigna a los clérigos y ahora van a ser ellos los que apelen a la Nunciatura.
El pleito va a prolongarse mucho
tiempo, con lo cual los gastos de ambas partes se disparaban, por ello muchos recomendaban a los clérigos que cediesen porque, si así lo hacían, Don Martín prometía terminar la Iglesia, así como hacer nuevas fundaciones a costa de su Mayorazgo y trasladar a su capilla mayor los
restos del Doctor Meneses a quien por su santidad y letras se le debe muy bien respeto. Los clérigos no dieron su brazo a torcer y buscaron defender lo que ellos creían era un derecho del pueblo, poder enterrarse en el
interior de la Iglesia.
En
Medio de esta discusión tiene lugar la muerte de Don Martín, por lo cual el 2 de Septiembre de 1627 se presenta el Procurador de su hijo Don Luis Francisco Nuñez de Sandoval, que era menor de edad, a tomar solemnemente posesión del señorío. Después de recibir a las
puertas de la Villa las llave de plata, a continuación la
comitiva se dirige a la
puerta de la iglesia que está bajo la
torre, donde eran esperados por el cura y beneficiados. El procurador les requirió a que le diesen posesión del patronazgo de la Iglesia y de la Presentación y Provisión de los Beneficios. El cura Don Juan Burgos contestó que en cuanto Patrono había un juicio
pendiente en la Nunciatura, y por lo mismo protestaba que no le reconocía más derechos que los que hasta la fecha se le habían reconocido. Tras larga discusión y protesta de una y otra parte, se dio la posesión con las reservas antedichas. El acto de posesión consistía en darle el
agua bendita y llevarle de la mano paseando por la Iglesia hasta la Capilla Mayor, donde el procurador se sentó en el sitial del Señor. El cura ante este hecho volvió a protestar hasta tres veces que no le reconocía más derechos y preeminencias que las que hasta entonces habían tenido los señores.