Dakar, Senegal, 2019.
A las cinco de la mañana, antes de que el calor subiera de la arena, una mujer abría una pequeña nevera frente al hospital. Vendía yogures caseros y pan dulce. No gritaba. No regateaba. Solo colocaba todo con una calma casi ceremonial.
Se llamaba Aïssatou. Tenía 38 años.
Un residente le preguntó una vez:
— ¿Por qué vienes tan temprano?
Aïssatou respondió sin levantar la vista.
—Porque a esta hora llegan los que no pueden pagar el miedo.
El médico no entendió.
Hasta el ... (ver texto completo)
A las cinco de la mañana, antes de que el calor subiera de la arena, una mujer abría una pequeña nevera frente al hospital. Vendía yogures caseros y pan dulce. No gritaba. No regateaba. Solo colocaba todo con una calma casi ceremonial.
Se llamaba Aïssatou. Tenía 38 años.
Un residente le preguntó una vez:
— ¿Por qué vienes tan temprano?
Aïssatou respondió sin levantar la vista.
—Porque a esta hora llegan los que no pueden pagar el miedo.
El médico no entendió.
Hasta el ... (ver texto completo)