Un estudiante de zen, se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo permitían. Habló de esto con su maestro diciéndole: “Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza. No puedo meditar. No me dejan en paz”. El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa.... Hacer lo que te gusta es libertad; que te guste lo que haces es felicidad. A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo. La sonrisa y alegría es el mejor medicamento que existe sin receta médica. Es tan bueno saber a donde ir, como saber a donde No regresar..