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UJUE: En este número de La Avalancha leemos la siguiente...

En este número de La Avalancha leemos la siguiente descripción, escrita por el Padre Clavería Arangua:

En este número de LA AVALANCHA encontramos la siguiente descripción de Ujué.

LA VILLA DE UJUE

Su descripción, origen e importancia histórica en Navarra

A un extremo de la hermosa y feraz ribera, colocada por la mano de Dios como enorme mojón que demarca los límites de la llanura, y cual grandiosa fortaleza puesta para defensa de las ciudades y villas que a sus pies se recuestan, severa, misteriosa, magnífica se yergue hacia el cielo la célebre montaña de Ujué. Sobre su altiva cumbre se describe la silueta de un edificio cuyos torreones nos dicen que aquello es un castillo. Sí, un castillo y un templo en el que se venera una de las imágenes más célebres de Navarra, y cuya historia va unida con la de esta provincia, con la de sus reyes y la de algunas ilustres ciudades y villas comarcanas.

Arremolinadas cabe el santuario se ven muchas viviendas y aparecen como precipitadas montaña abajo. Son oscuras, están coloreadas con ese tinte negruzco que estampa la mano del tiempo, y por tanto son de mal aspecto.

Cualquiera diría que allí hacen el oficio de viejos floreros junto a un altar de la Virgen. Si estuvieran encaladas, digo yo que parecería una bandada de palomas volando hacia el templo de Santa María. Madrazo las compara a una hueste de sitiadores que sube al asalto de una fortaleza.

Esa fortaleza es el santuario que a manera de castillo medieval elévase sombrío y silencioso sobre su inmenso pedestal de roca, como un gran monumento de la vida que preside todos los monumentos de la muerte, como un monumento inmortal dominando todos los monumentos perecederos.
El terreno que rodea a este pueblo es montuoso, y al parecer, árido; tiene ese carácter austero de una soledad que pone espanto y que tan reñida está con el espíritu de comunicación, de actividad, de ruido, que reina hoy en la sociedad.

He aquí cómo lo describe D. Juan Iturralde: "Su aspecto triste, con la tristeza de la ruina, está impregnado, como ella, de la poesía del recuerdo, existiendo entre pueblo y campiña notable analogía; colinas peladas en su mayor parte y casi exhaustas de vegetación arbórea; barrancos donde quizá serpearon riachuelos cuando aquello fue selva, y en los que hoy sólo se encuentran piedras; jarales bravos donde se, oculta abundantísima caza; yerba finísima y aromática, pero de matices polvorientos como una alfombra raída; arbustos retorcidos por el huracán: todo es allí rudo, melancólico, severo.„'

Antiguamente debieron de estar todos esos montes cubiertos de verdor, poblados, desde las faldas hasta las cimas de árboles gigantescos, y entonces ofrecería un aspecto y dejaría en el alma una impresión en todo semejantes a las de nuestras montañas de Larráun o del Baztán. Pero así como entonces sería gratísima su estancia, lo es hoy desagradable, y la riqueza pasada de sus montes se ha convertido en esterilidad y pobreza. Por lo que parece, la buena y abundante yerba que en esos lugares se criaba, servía de pasto a algunos rebaños que conducían allí frecuentemente sencillos pastores, quienes con su presencia y sus canciones alegraban tan tristes soledades.

Una de las más visitadas debía de ser la conocida hoy en día con el nombre de Ujué, que se señalaba entre las demás no solo por su grandeza y altura considerables, sino también por rematar en una enorme roca cuya inmutabilidad contrastaba admirablemente con el movimiento de las copas de los árboles que bajo sí tenía, y cuyo silencio y severidad estaba en pugna manifiesta con el ruido de las hojas y los cantos de las aves.

En ella fue donde tuvo lugar el maravilloso hallazgo de una imagen de Ntra. Sra. mediante un pastorcillo, de cuyo hecho data la fundación del pueblo que aun hoy allí existe.

Según refiere la tradición, tan pronto como el zagal se recobró del asombro que le causara tan inesperado encuentro, luego que rodilla en tierra adoró a María, dándole gracias por el favor dispensado, y después de recrearse por largo rato contemplando el rostro de aquella imagen bellísima que delante de sí tenía, bajó del peñasco en cuya concavidad se ocultaba, y deseoso de que sus hermanos gozasen de la misma felicidad que él, corrió al pueblo más cercano, que se hallaba en el término donde hoy existe una ermita dedicada a Ntra. Sra. de la Blanca, bastante próxima al río Aragón y la villa de Murillo el Fruto. Muchos cristianos acudieron a la montaña de Ujué para contemplar la imagen, y se quedaron a su lado, levantando al efecto casas en donde pudieran vivir con más tranquilidad que en los pueblos de la Ribera, visitados con harta frecuencia por los agarenos que hacían en ellos robos, atropellos y muertes.

A su pronta población contribuyó la fama de los muchos milagros que por mediación de la imagen obraba Dios.
La primera vez que se habla de Ujué en los Anales de Navarra, es en el reinado de Iñigo Arista, en la antigua crónica de Val-de-Ilzarbe, donde se dice que pobló y fortificó las villas de Aibar, Cáseda, Gallipienzo, San Martín de Unx y Santa María de Usúa (hoy Ujué).

Este pueblo, por hallarse fronterizo a las tierras que retenían los árabes en aquella época, y por su proximidad a Aragón, era de gran importancia y sufrió frecuentemente los efectos tristísimos de la guerra.

Estaba amurallado, y junto al templo se elevaba un gran castillo, de cuyos alcaides se hace mención en los documentos del Archivo de Navarra.

El rey D. Sancho Ramírez le dio fueros, y entre otros concedía que si el castillo del lugar se cayese no estarían sus naturales obligados a repararlo, sino el Rey. Y la razón parece ser porque fueron ellos los primeros que le reconocieron y le entregaron su fortaleza, pro bona voluntate que vos me habuistis et pro magno servitio que me fecistis et quia vos primos me cognovistis per seniorem et per Regem ad-illa intrata de Pampilona (se entiende, en Navarra) et reddidistis mihi illo castello etc. (Archivo de Navarra; Cartulario Magno, folio 73.—Facta carta in Santa María era M. C. XIIH in mense Julio—1075)
Fue también de gran importancia por el número de sus habitantes.

En un documento que existía en el Archivo de Ujué, del cual habla el Padre Moret en sus Apuntes manuscritos se dice que esta villa había decaído tanto, que de mil hombres de armas que "ni solia auer no hay sino acia 350".

Acaso el contingente de todos estos hombres de armas no los daría solamente la villa de Ujué, sino los 21 o más lugares que había en sus términos, que después de las guerras fueron desolados, como consta en otro instrumento existente en el Archivo del Ayuntamiento, siendo el más importante de todos ellos el pueblo de Pitillas, que eran aldeanos de Ujué, como se les llama en un documento, y con los cuales tuvieron por mucho tiempo cuestiones sobre propiedad de terrenos.

Sin embargo, la mayor importancia que tuvo y tiene aun la villa es debido a la Virgen que allí se venera y por cuya devoción le otorgaron los reyes muchos privilegios, de los cuales, por no alargarme demasiado, trataré en otro artículo.

* * * J. CLAVERIA DE ARANGUA, C. M. F.