Ahora que la luz pliega sus alas y el sol perezoso apenas levanta la cabeza de su lecho.
Ahora que las mañanas son la patria del rocío y la escarcha, y las tardes fugitivas se entregan prontas a la vorágine
nocturna.
Ahora que parece que todo se nos va rápido de al lado como
agua entre las manos, como abrazos al aire.
Ahora es tiempo de volverse corteza, y de sentir el discurrir lento de la sangre como la savia
otoñal de los
árboles.
De tintar los sueños de amarillo y dejarles al vaivén
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