Compramos energía a futuro

TURON: ..... al instante de la oralidad convertido en rito,...

Nunca pude soportar que pegaran a una mujer y fue por este recuerdo de mi hermana maltratada y herida debajo del escaño de la cocina. Mi madre jamas la defendia porque decia que los hombres tenian derechos incuestionables y que que mas quisiera ella que tener a su Jacinto vivo a su lado aunque fuera para que la abofeteara de vez en cuando, ademas, tu Julian es un santo que te lleva al cinematografo y te da caprichos, eso decia mi madre. Mi abuelo no decia nada, porque otra vez habia optado por el silencio para protestar contra el mundo y mi abuela iba y venia en un trajin enfermizo recitando refranes y jaculatorias.

Lo cierto es que en aquellos tiempos los amos o los patronos castigaban a los criados o a los obreros con la fusta de los caballos por un quitame de aqui esas pajas, y esos mismos hombres hostigados por los dueños de su futuro pegaban a las mujeres con igual facilidad y con el mismo fundamento con que apaleaban a las mulas, y las mujeres golpeaban a sus hijos con la misma insistencia y naturalidad con la que ahuyentaban a los gatos o les hacian aspavientos a las gallinas, y los niños terminabamos aquella extraña secuencia de la violencia consentida maltratando a los animales, gatos y perros preferentemente, aunque tambien patos, cerdos y conejos, y hasta sapos y murcielagos, a estos ultimos les dabamos de fumar hasta verlos reventar en el aire como si fueran globos de sangre. Tal vez la razon de todos para maltratar fuera la misma, pero no la conocia nadie y a ninguno parecia preocuparnos, tan solo Alipio se atrevia de vez en cuando a hacer alguna extraña reflexion que no lograbamos entender, y decia el que era una pena malgastar tanta violencia en seres tan inocentes. Lo cierto es que mi hermana se fue quedando sorda, y es probable que esto ocurriera a consecuencia de las bofetadas de su marido, aunque mi madre siempre decia que aquella sordera se la habia producido ella misma de tanto apretarse los oidos debajo del escaño, y yo pensaba que aquello mi madre lo decia por decirlo, porque a ella le gustaba usar las palabras como si fueran una herramienta de ataque, y a veces disparaba una palabra tras otra como si en la boca tuviera un fusil.

Poe ejemplo, si mi hermana Lucia un domingo por la tarde se ponia elegante y guapa y se pintaba los labios de rojo para irse con sus amigas a pasear arriba y abajo por el camino del rio, mi madre no le decia, que hermosa eres o que guapa vas, orgullosa de su hija, sino que se ponia a disparar palabras que no se correspondian con sentimientos de madre, los cuales guardaba enterrados muy por debajo del lugar superficial donde nacen las palabras, y le decia que indecencia, que que poca verguenza salir asi a pasear por el pueblo, vestida como una cualquiera, como una actriz de teatro. La abuela si que hablaba de verdad, sin enterrar nada debajo de lo que expresaba, y le decia a la nieta, que guapa erse Lucia, aunque luego remataba con uno de sus susurros inexplicables, una cara hermosa lleva en si secreta recomendacion, siempre lo hacia asi, y el abuelo la miraba, a la abuela, con gesto de indulgencia y apuraba un trago largo de anis de la botella labrada para llenar su silencio, que no era un silencio tranquilo y perfecto porque estaba como ansioso y vacio de toda esperanza.

En aquellos años eran muchos los sucesos que yo no sabia explicar. El caso es que mi madre decia que la sordera de Lucia se la producia ella misma de tanto apretarse los oidos y Lucia decia que total para lo que habia que oir en esta vida, y en parte tenia razon porque a ella lo que de verdad le gustaba era la poesia. Por fin los albañiles terminaron de arreglar la casa que a Julian le quedo en herencia, una vivienda pequeña pero con dos plantas y una galeria diminuta que daba a la fuente, y entonces Julian y mi hermana se fueron a vivir a ella, asi que nunca mas la vi apretarse los oidos debajo del escaño de la cocina, aunque yo sabia que Julian la seguia golpeando cuando volvia cansado y borracho.

Yo iba a menudo a visitarla, al atardecer, y ella me daba siempre una rosquilla de anis o un trozo de chocolate y me enseñaba anuncios de una revista que se llamaba Blanco y Negro y que ella compraba aquellos sabados gratificanres que bajaba a la ciudad, reclamos de asuntos novedosos, como un cepillo para limpiarse la boca despues de las comidas y una pasta para echar en ese misno cepillo que era capaz de matar los germenes en treinta segundos y que se llamaba Kolynos, asi como el cantinero de la estacion, que se llamaba Colino, y me enseño tambien un reclamo con dibujos muy graciosos de un enderezador que se colocaba en la espalda, debajo de la ropa, para respirar bien y caminar derecho, y en esa revista habia muchos reclamos que ofrecian la felicidad en frascos, y tambien habia fotografias de los veraneos de la gente rica, y asuntos de modas y labores, y actualidades teatrales, que por eso sabia ella los nombres de las actrices y de los teatros, y mirar aquellas revistas era como viajar por el mundo soñando, y tambien habia poemas, pero mi hermana decia que eran mediocres y de peor calidad que los que venian en los libros de poesia porque se veia a las claras que estaban escritos por encargo y con precipitacion, y un dia mi hermana pidio por encargo unas Sales Timoladas de Medina de Aragon para sus desarreglos propios como mujer y un frasco de Colonia Añeja que disipaba la pesadez cerebral y entonaba los nervios y otro de Humo de Sandalo para tener los ojos mas grandes y de paso pidio para mi unas pastillas de cafe con leche que sabian a achicoria.

A ella le gustaba mucho mirar aquellas revistas, pero siempre terminaba llorando porque se sentia atada a una vida que no era como las vidas que reflejaban las revista y las tiraba con rabia contra el escaño y su corazon debia de girar entonces a mucha velocidad porque ella recorria la cocina atras y adelante y tambien en circulo gesticulando, como si las imagenes de las revistas se hubieran convertido de pronto en un enjambre de moscas que la estubieran atormentando, y a veces me decia que el aire se le ponia muy dificil para respirar y otras veces que aquella vida mediocre le estaba dejando la conciencia en carne viva.

Un dia, a finales del mes de agosto del año veintisiete, lo recuerdo bien porque fue una semana antes de que yo entrara a trabajar en el palacio azul de los ingenieros belgas, me dijo que era muy desgraciada y que cualquier dia se iba a cortar las venas, mira Nalo que te lo digo en seriio, pero yo no le di mayor importancia pensando que aquella era una forma poetica que tenia ella de mostrar su disgusto y su insatisfaccion por las borracheras y las brutalidades de Julian, un reproche mas contra su vida mediocre, y ademas me lo dijo un lunes, y los lunes eran para ella los peores dias de la semana, porque aun le dolia en el cuerpo la paliza del domingo y, ademas, el primer sabado del mes siguiente le quedaba aun tan lejos como una eternidad.

Mi hermana Lucia se corto las venas esa misma tarde, pero lo hizo delante de mi madre, como para echarselo en cara, con lo cual no tuvo tiempo de desangrarse y lo que si consiguio fue varios golpes en las piernas con el gancho de la cocina.

Mi madre cuando vio correr la sangre no se altero, se limito a sacar del arcon unos paños limpios, la cogio por los pelos, le metio la cabeza entre sus piernas y le ato con fuerza las dos muñecas, pero una vez solucionado el problema de la sangre la empujo contra el aparador y comenzo a atizarle en las piernas con el gancho que siempre teniamos colgado de la barra de laton para poner y quitar las chapas de la cocina.

A mi me dijo Lucia llorando que la proxima vez no iba a cometer la torpeza de suicidarse delante de nadie, pero que lo habia hecho asi para ver la cara que ponia nuestra madre cuando ella se fuera muriendo. Por suerte no tuvo que suicidarse porque Julian, al volver borracho de la cantina de la estacion, se cayo por el barranco de Peñamera, justo el dia mas frio de aquel mes de enero.

Aquella noche mi hermana no estaba en su casa. Lo supe porque despues de cenar fui a llevarle un libro de poemas de los que de vez en cuando robaba para ella en la biblioteca del palacio azul cuando los ingenieros andaban por las minas o las fabricas y el mayordomo Felix y el jardinero Eneka platicaban con la señorita Juli. Como digo, llegue aquel dia con el libro a casa de mi hermana y llame varias vedes y entre, pero no habia nadie.

El fuego estaba agonizando, lo atice porque, como digo, hacia mucho frio aquella noche, y me puse a leer algunos de aquellos poemas mientras esperaba, pero con el calor y aquellas palabras que no entendia me quede dormido. Cuando desperte eran mas de las dos y mi hermana me miraba desde su silla de mimbre.

Tenia los ojos grandes y brillanres como los de las gatas en celo y me dijo que gracias por los poemas y que si queria un poco de pan de maiz, y me lo dijo muy tranquila y muy natural, como si en los caminos no hiciera una noche de perros, me lo dijo como si fuera mediodia y un sol radiante entrara por las ventanas, pero le dije que no, que tenia mucho sueño y que me iba, y entonces ella me ofrecio una copita de marrasquino, pero tambien a eso le dije que no, que no queria nada porque era muy tarde y debia de levantarme temprano para ir al palacio azul de los ingenieros belgas, pero abri la puerta y tome la calleja oscura que bordeaba las fuentes en direccion a mi casa.

Al dia siguiente la señora Elvira me dio en el jardin del palacio la noticia de la muerte de Julian. En aquel momento no supe lo que de verdad habia ocurrido aquella noche, pero tampoco me importo demasiado. A Julian hubo que construirle una caja especial por lo grande que era. Cuando vi a Lucia detras de aquel feretro descomunal me acorde del entierro de mi padre.

Ella llevaba un vestido negro, muy negro, y un pañuelo blanco para las lagrimas, igual que cuando mi padre, pero esta vez no hubo ninguna lagrima.

Cuando el enterrador cubrio la fosa con la ultima palada de tierra, mi hermana dio a todos las gracias por la asistencia y me cogio a mi de la mano y me llevo aparte de todos y me dijo que el libro de poemas que le habia llevado la otra noche era extraordinario, un verdadero prodigio, sobre todo cuando hablaba de la fragilidad de las barandas que separan la vida de la muerte y de la resurreccion de los besos y del llanto de los jardines y de la paz del cielo y de muchas cosas mas que ella me fue describiendo, y me decia todo esto con anhelo, con necesidad en los ojos, como quien tiene hambre y esta describiendo un manjar, y entonces ocurrio alli en el cementerio, cerca de las tumbas, lo que ya otras veces me habia ocurrido junto a ella, que un momento no era solo eso, un momento, un instante en el que ocurre algo concreto, sino muchos momentos a la vez que se confunden y se complican y que te roban toda certeza, hasta la certeza misma de que tu exustes, en medio de todos esos momentos.

La escuchaba alli, en aquel espacio de muerte y en aquel momento tanbien de muerte, y su hambre de poesia, su necesidad de que la vida fuera un poema, era tan aguda como el deseo que yo habia sentido por ella dos años atras cuando me mostro las aberturas de su cuerpo desnudo en el cuarto de la paja, como si todas las cosas, incluida la muerte de Julian, quedaran reducidas instantaneamente a cenizas por la sola presencia de una imagen poetica, y le dije, hermana, calmate, que estamos en medio de las tumbas, que la gente te espera para ofrecerte los pesames, y entonces quedo paralizada y me acerque a tocarla en la cintura y note en los dedos su sangre calida a traves de la gasa negra, una sangre apurada y caliente tirando de ella hacia otro espacio y hacia otro tiempo que no fuera de muerte, y me dijo que de acuerdo, que iria a recibir los pesames, pero que le prometiera que siempre iba a traerle libros tan maravillosos como el de la otra noche, y le dije que si, que claro, que en el palacio azul de los ingenieros habia una muchedumbre de libros como aquel que nadie echaria de menos, y me dijo que me amaba, que me amaba tanto como amaba a su nueva vida y me beso en la boca.

Aquella tarde mi hermana me parecio muy hermosa, tenia esa plenitud que a veces tiene el cielo de septiembre y tenia tambien ademas la pasion del mar brotandole por la piel y todo su cuerpo resonaba como el puente metalico de la fabrica cuando pasaba sobre el la hilera interminable de vagones del carbon.

Cuando llegamos a casa, mi madre la miro con desaprobacion y descaro y le dijo que qué diria la gente, que no habia derramado por su marido ni una sola lagrima, que no habia manifestado la menor muestra de dolor, pero Lucia sonrio y le dijo que desde luego ella no iba a tirarse de los pelos como una posesa ni iba a comerse la tierra de los geranios, lo cual entendio mi madre como un reproche, porque claramente lo era, y entonces las dos gritaron y se insultaron igual que dos mujeres enemigas, como las que yo veia a veces pelear y tirarse de los pelos en el lavadero por un rincon de agua limpia donde aclarar la ropa, hasta que mi abuelo hubo de romper una vez mas su silencio, aunque solo por un momento, y se levanto de la silla labrada, tomo el litro de anis que siempre tenia cerca y lo estampo contra la mesa de marmol a la vez que les gritaba, si no os callais os rajo la garganta con lo que queda de esta botella, y remato su amenaza con una blasfemia, la mas solida y rotunda de todas las que existen contra Dios, y volvio a sentarse en la silla labrada y le dijo a la abuela Angustias que le trejera otro litro de anis de la despensa, y ella fue a por el diciendo que mas apaga la buena palabra que la caldera de agua, y el se acomodo sobre los cojines y una vez mas guardo silencio.

Ni que decir tiene que mi madre se retiro a su habitacion llorando y que mi hermana volvio a su casa, altiva y con paso firme. Ayude a recoger los cristales de la botella a mi abuela Angustias, quien repetia entre sollozos que pelean los toros y mal para las ranas, y tambien dijo mi abuela, una vez mas, aquello de que una cosa son dos cosas, lo cual me dio que pensar, porque era la forma que tenia ella de expresar lo que a mi me ocurria cuando estaba con mi hermana, que un momento eran dos o mas momentos. A los pocos dias Lucia puso en venta todas las pertenencias de Julian, incluidas las herramientas y las mulas y las cuadras y las tierras y los prados y la mata de castaño y la madera ya cortada que esperaba un comprador en los Pontones y hasta la huerta que le tenian arrendada al señor Pascual, el castellano y pinto de color de rosa todos los cuartos de la casa y la fachada la pinto de un color que a mi me parecia el de los endrinos o el de los arandanos, pero que ella decia que era el color de la mandragora, para darle al color tambien algo de poesia, y se compro una nueva mecedora de mimbre y una historia de varios tomos de poesia universal, y, poco a poco se fue quedando sorda.

En el pueblo pensaron que se habia vuelto loca, unos decian que por las palizas que habia recibido de Julian, que mucho ir al cinematografo y al teatro y muchos pasteles de milhojas los primeros sabados de cada mes, pero bien que le zurraba, y otros decian que habia salido al abuelo Cosmen, considerado un hombre lunatico entre la vecindad por sus prolomgados silencios y por otras ocurrencias que a mi aun no me habian sido reveladas, y a Lucia comenzaron a hablarle por señas los de mas confianza o a cerrarle la puerta los mas aprensivos cuando aparecia por la calle de la iglesia o por el camino del puente con su vestido de crespon y encajes con cintas de colores vivos y su sombrilla malva y rosa con orquideas de seda o mariposas de terciopelo.

Entre estos ultimos, los aprensivos o los suspicaces, estaba Regina Romano, la hermana del cura don Belio, quien solicitaba de su hermano la excomunion para aquella sacrilega, que no guardaba el luto de rigor por el marido muerto, pero la edad avanzada y una ceguera ya casi completa hacia tiempo que habian incapacitado al parroco para cualquier gesto externo. Este descontento de doña Regina y otros atufos por el estilo que recorrian el pueblo, del lavadero a la iglesia y de la iglesia al lavadero los supe por doña Elvira, la del palacio, que sabia todo lo que habia que saber sin perderse un detalle.

Doña Regina y sus contemporaneas malmetieron a Ciria, la hermana de Julian, y a poco hay una desgracia en el pueblo y en nuestra familia, porque Ciria intento matar a Lucia, no solo por el asunto del luto que mi hermana no respetaba, lo cual, al fin y al cabo solo era un detalle convencional que con el pretesto de la excentricidad de la viuda podia haberse pasado por alto, sino por lo de la venta de todos los bienes, que Julian no habia dejado hijos, pero Ciria tenia cinco y un marido medio inutil que tosia mucho y escupia contra un pañuelo grande y oscuro porque padecia tuberculosis.

La agraviada espero a mi hermana al atardecer detras del muro que separaba la fuente del lavadero. Llevaba bajo el mandil el cuchillo de coral a los cerdos. Lucia llego de su paseo diario con un sombrero de fieltro negro con ala de paja y golpeando con la sombrilla en los barandales del puente. Ciria salio a su encuentro con el cuchillo en alto y lo que ocurrio despues debio de ser muy desagradable para las dos, porque Ciria tropezo y cayo contra las piedras y se abrio una brecha en la frente.

Mi hermana la metio en casa y le mando aviso al practicante, el señor Patricio, porque las heridas no dejaban de sangrar. No diremos nada de lo del cuchillo, le dijo mi hermana a Ciria, pero en los pueblos pequeños ni las ocurrencias ni las palabras ni siquiera los malos pensamientos se pierden sino que flotan y hierven y se propagan de puerta en puerta y como el olor del romero o la reverberacion de los grillos, como el polvo del carbon o el recuerdo de los muertos, y mi hermana perdono a Ciria y le entrego parte del dinero obtenido con la venta de la madera de Los Pontones, y Ciria perdono a mi hermana y cogio el dinero y a sus cinco hijos y al marido medio inutil y se fue con ellos a vivir a otro lugar.

Yo sabia que mi hermana no estaba loca y que su vida era como una de aquellas metaforas de las que estaban llenos los libros de poesia que ocupaban su vida. A mi hermana la quise mucho porque fue quien me enseño a leer y a escribir y tambien me enseño a usar las cuatro reglas para resolver los problemas de aritmetica, lo cual me evito algunos golpes del maestro Silvano, quien era gallego y tenia un mandilon azul y una vara de avellano con la que nos atizaba en las orejas y en las uñas.

Tambien ella me explico todo lo referente al sexo y al amor. Del sexo decia que era como una cascada de luz que de pronto te iluminaba el cuerpo, y del amor que era como tender los brazos hacia la puerta entreabierta sin saber lo que podriamos encontrar al otro lado. Ella hablaba asi, era su manera de expresarse, y, como ya dije, un momento con ella no era solo un momento, eran muchos momentos al mismo tiempo. Cada dia decia palabras nuevas y el gusto suyo por las cosas hermosas se fue transformando en un poema grande. Pasaba horas leyendo y emergia luego chorreando luz y agua de mar, como una sirena. Unos dias antes de casarse con Julian se desnudo para mi. Sientate Nalo, me dijo y observame bien, vas a aprender como es el cuerpo de una mujer.

Fue en la nave que usabamos de granja, en el cuarto donde guadabamos la paja para los caballos. Tenia el cuerpo fragil y blanco, como un jarron de porcelana, y un triangulo de pelo rizoso y negro alla donde nacen juntas las dos piernas. La vision de sus pechos me provoco un calor sofocante. Empece a notar que el pantalon se me quedaba pequeño y ella me lo quito y me dejo desnudo, con el miembro erecto, grande, tan crecido que yo mismo me asuste al verlo. Ella me explico de que forma debia yo introducir aquella parte insolente de mi cuerpo en el hueco humedo del cuerpo de la mujer, y abrio su sexo despacio con sus dedos y me mostro la parte sangrante, viva, profunda, como el fondo de un pozo ardiendo, y me explico todo aquello que hacia felices a las mujeres y tambien las cosas que jamas debian hacersele a una mujer en circustancias semejantes.

Luego se quedo quieta y me pidio que la explorara con mis manos, y empece a trazar lineas en su superficie con las yemas de mis dedos, que parecian babosas deslizandose lentamente, y cada pliegue y cada curva de su piel y el olor que desprendia y la forma como se estremecia cuando la tocaba me quedaron grabados para siempre en la memoria. Ya ves, Nalo, que no me muevo, me dijo, porque solo quiero que aprendas, pero yo escuchaba el zumbido de su cuerpo, el correr acelerado de la sangre, sentia su aliento caliente, las curvas de sus caderas y de sus perones y de sus muñecas y de su craneo, la hinchazon de sus pezones casi negros, palpaba el desfiladero de sus costillas, bebia de su piel tan azucarada como la mermelada de arandanos, y empezaron a dolerme todos los musculos y abri sus piernas para entrar en ella de la forma que me habia enseñado, pero me detuvo y me dijo, asi Nalo, asi debe ser, asi debes hacerlo, pero no conmigo, conmigo no puede ser porque soy tu hermana, y tu y yo no necesitamos juntar nuestras carnes porque ya tenemos la misma carne y la misma sangre, y a mi se me aceleraba la respiracion, alli estaba, a punto de cruzar alguna frontera, quiza la frontera de la infancia, sintiendo el cabello de mi hermana rizandome la piel como una brocha de fuego, y ella entonces tomo aquel miembro independiente, aquel trozo de musculo que ya jamas seria mio, y lo apreto fuerte entre sus manos, como estrujandolo, y broto de él una sangre distinta a todas las sangres una sangre espesa y de color blanco que salpico mi cuerpo y el cuerpo de ella y los montones de paja.

Es para aliviarte, me dijo, y me limpio suavemente y me beso y todo volvio de pronto a su sitiio y los momentos que existian a la vez se desvanecieron y me quede quieto y apretado en un unico momento. Siguieron despues unos meses que fueron para mi de mucha violencia interior y de mucho sufrimiento, y asi llegue al palacio de los ingenieros belgas.

Tiempo despues, en la caseta donde el jardinero Eneka guardaba las herramientas, aun peleaba yo contra la violencia de la imagen del cuerpo de mi hermana desnudo, e intentaba imaginarme como seria el cuerpo de la señorita Julia sin ropa, y yo se la iba quitando y ella se reia con su risa de gorrion y movia sus grandes caderas y sus ampulosos pechos con mucha facilidad y con una especie de ritmo musical, como sino fueran caderas ni fueran pechos sino cimbadillos repicando a fiesta, pero el cuerpo desnudo de mi hermana siempre podia mas que el de la señoria Julia y terminaba imponiendose, y yo me frotaba aquel pedazo de carne atrevido, independiente de mi voluntad, asquerosamente procaz, solido como una roca, ajeno a los esfuerzos que yo hacia por disminuirlo, por destrozarlo, pues su descaro me perseguia como una pesadilla y en mas de una ocasion pense en cortarmelo con las tijeras de podar los rosales, pero no tuve valor, y lo frotaba y lo frotaba, y lo machacaba con el puño contra el borde de la carretilla hasta que aquella sangre diabolica y blanca volaba contra los sacos de fertilizante. Un dia el liquido me salto a los ojos y durante unos minutos una nube blanca me impidio la vision, y empece a preocuparme, hasta las tripas se me removieron, porque recorde las predicas del anciano cura Belio en la catequesis, cuando iba por la escuela los primeros viernes de cada mes, aquellas intimidaciones con el indice siempre apuntando en solitario al cielo, bravatas sobre la ceguera inminente de aquellos de nosotros que nos refocilaramos en los tocamientos impuros, él lo decia asi porque tambien debia de ser algo poeta, aunque la poesia de don Belio no era como la de mi hermana, la de él era rigida y rancia y olia a venganza y a incienso, y era negra como su sotana y como la hierba de sus orejas, en cambio la de mi hermana era como una caricia grande que te ocupaba todo el cuerpo, por fuera y por dentro.

Lo cierto es que al asociar aquella perdida de vision repentina con las palabras del cura Belio me entro el panico y no volvi a encerrarme en la caseta del jardinero para estrujar aquel miembro aturdido e imprudente que no era mio, que ya no me pertenecia, pero que a partir de aquella arremetida de terror volvio a someterse a mi voluntad.

Le pedi a mi hermana que se desnudara otra vez para mi, que habia otras partes de su cuerpo que no las recordaba bien, algunos rincomes que no entendia, pero ella me abrazo para explicarme, golondrina mia de mis entrañas, no debemos caer en el incesto, y le pregunte por aquella palabra nueva cuyo sentido me recordaba, no sabia el porque, al momento de acarrear al hombro el carbon desde la tolva hasta la carbonera de casa, y ella me dijo que no era bueno para la conciencia ni siquiera para la misma conservacion de la especie que carnes de la misma sangre se confundieran, aunque por otro lado, a ella no le importaria que yacieramos juntos cada noche si sobre la tierra, o sin ir mas lejos, en nuestra region, no hubiera mas hombres y mujeres que nosotros dos, pero que afortunadamente tanto de uno como de otro estaban los dias llenos, asi que, Nalo, me dijo tomandome de las orejas, borra de tu cabeza ese pensamiento, y le pregunte si con eso del incesto tambien uno podia quedarse ciego como con los frotamientos, y ella se puso furiosa y maldijo a los curas, en especial al parroco Belio a quien llamo perfido y boca negra y de quien dijo que hablaba asi porque el tenia ahora la carne seca de tanto haberla tocado en otros tiempos, pero tambien blasfemo contra los obispos y contra el papa Pio XI, de quien decia que se llamaba Aquiles, que no sabia yo de que le conocia ella y renego de todas las iglesias en general y de la de nuestro pueblo en particular por estar tan pesimamente representada.

Le dije que tampoco era para tanto, y ella me dijo que no me preocupara, pues me iba a buscar ella una mujer para que descargara en ella la implacabilidad de la sangre. Aquellas palabras de Lucia me parecieron un secreto y como tal anidaron durante muchos dias en mi cerebro, y tambien en mi carazon, que ya empece a descubrir entonces que se trataba de dos compartimientos que habia dentro de cada uno que tenian naturaleza diferente, pero los secretos asediaban las dos estancias, una rigida e implacable como el tiempo de los relojes, otra blanda y sumisa como la masa de las rosquillas de anis que cocinaba la abuela, en una los secretos encontraban el sigilo y en la otra se manchaban de misterio, y aquella afirmacion de intenciones que habia hecho mi hermana acecho todos mis pensamientos del dia y de la noche porque no dejaba de imaginarme irremediablemente inmerso en un territorio prohibido y desconocido, y me fui infestando de angustia y de miedo, y como veia que el tiempo de mis pensamientos se iba alargando a la vez que me iba quedando sin tiempo, y como sentia que un momento a solas con aquella imagen no era ya ni siquiera un momento, fui a ver a mi hermana y le dije que no, que no queria, y ella pregunto, que es lo que no quieres, porque ella ya no recordaba el asunto que a mi me habia ocpado los dias y las noches, y le respondi que no queria que me buscara una mujer para lo del furor de la sangre, que ya me iria arreglando, y ella exclmo, ah, lo de la mujer, y comprendi que aquel pensamiento que ella habia tenido no le habia llegado a las arenas movedizas del corazon y que unicamente habia sido un reflejo fugaz en los espejos que tenemos en el cerebro, y le dije, si, lo de la mujer, y ella me acaricio riendose, y tanto su risa como sus caricias estaban llenas de ternura. Aquel espacio y aquel tiempo de la infancia se quedaron para siempre en el desvan de la memoria alimentando otros sufrimientos que llegarian luego.

Mi hermana Lucia me dijo que de momento aplazabamos lo de la mujer hasta que yo quisiera, y la vi radiante con aquel sombrero de paja calada y una cinta verde almendra, y le dije, que guapa eres, Lucia, y me hizo un guiño con el sabor del amor en los ojos y en la boca, y le dije que cuando fuera rico le compraria pulseras de oro y capas de seda y vestidos con cintas de coral y plumas de cisne, como los que llevaban las mujeres de los hermanos belgas, que tambien eran hermanas entre ellas y tambien eran belgas y vivian lujosamente en el palacio azul del otro lado del rio, donde yo servia como ayudante del jardinero Eneka, y Lucia me dijo que yo ya era rico, el mas rico de todos los hombres de la tierra, y que ella ya tenia cuanto necesitaba, y que la felicidad ya estaba dispuesta para los dos, que solo faltaba que llegara la primavera.

Y llego la primavera al jardin del palacio azul antes que a ningun otro lugar del pueblo. Lo hizo a eso del mediodia, cuando el señor Eneka descansaba sobre el poyo del invernadero liandose un cigarro y yo afilaba las tijeras de podar. Todo estaba cubierto de un silencio y una soledad de cementerio. Entoces una nube se desplazo, aparecio el sol y llego la primavera.

El señor Eneka fue quien primero se dio cuenta, algo normal porque el tenia mucha experiencia y habia visto llegar muchas primaveras, asi que me dijo, mira, Nalo, ya esta aqui la primavera, y mire y la vi posandose sobre todo, sobre la copa espigada de los abetos, sobre las flores amarillas del tejo, sobre los nenufares del estanque, sobre las hojas de los alamos blancos que parecian de plata, sobre los racimos del tilo, sobre las cortezas de los abedules de la ronda, la vi posarse suavemente sobre las flores de loa arriates que se estremecieron y sobre la hierba que se abarroto de margaritas y sobre el lomo brillante de los patos y tambien se poso la primavera sobre los picos de todos los pajaros cantores, que cantaron a la vez en el aire caliente del mediodia del palacio azul de los ingenieros belgas, y los fui reconociendo a todos por sus musicas, como el señor Eneka me habia enseñado, tarabillas, herrerillos, carboneros, zorzales, jilgueros, petirrojos, verdecillos, escribanos, mirlos y luganos, y tambien la primavera se poso sobre la señora Elvira que estaba recogiendo las sabanas del tendal y que parecia mas joven y mas blanca y que al vernos nos dijo, ya esta aqui, este año viene a tiempo, y el señor Eneka asintio y luego me pregunto a mi cuanto tiempo llavaba en el palacio azul y le respondi que siete meses habia hecho hacia unos dias, y el dijo, pasandose la palma de la mano por la frente, hay que ver como transcurre el tiempo.

El primer dia de mi trabajo para los ingenieros belgas llegue al palacio azul con la impresion de que por las venas me corria un liquido frio y espeso, y lo sentia ir y venir helandome el cuerpo. El sol lucia por primera vez despues de varias semanas de lluvias intensas y me picaba en la piel la lana de la camisa. Por dentro sentia frio y por fuera sentia calor, como si mi cuerpo fuera dos cosas al mismo tiempo. Comenzaba el mes de septiembre del año veintisiete. En uno de los periodicos del abuelo se anunciaba la ejecucion en Boston de los anarquistas Nicolas Sacco y Bartolome Vanzetti. La abuela dijo, quien mal hiciere, bien no espere, que Dios los perdone, y el abuelo rompio el silencio para decirle a la abuela, guarda la ignorancia para tus rezos, este es un asunto sucio de mala conciencia capitalista, y le pregunte si conocia a aquellos hombres y me dijo que no, que no los conocia, pero que le hubiera gustado conocerlos, y bajo los ojos y se quedo encorvado y oculto en aquel tiempo callado y oscuro de su existencia. Yo sabia del anarquismo del abuelo por Alipio y por Lucia, aunque el nunca me habia hablado de sus preferencias politicas y tardaria mucho tiempo en hacerlo. Aquel dia en que yo me dirigia a iniciar mi primer trabajo como ayudante de jardinero, me dijo, procura estar siempre al lado de los inocentes, aunque te cueste la vida. Abrazando el periodico se hundio en la silla, que era el callejon sin salida del mundo del silencio, el rincon postrero en el que el ensayaba sus busquedas postreras.

La hiedra invadia los muros y, el jardinero, el señor Eneka, peleaba contra ella con las tijeras de podar empinado en una escalera de hierro. Desde alla arriba me dio la bienvenida y me dijo, falta me estaba haciendo un ayudante, y alargo el brazo con las tijeras para señalarme la puerta principal. La señorita Julia, contratada desde joven por la señora Sakia para cuidar de sus hijas mas pequeñas y de sus nietas, limpiaba el barro de los columpios. No era del pueblo, ni tampoco de los pueblos de alrededor. Habia nacido cerca del mar, en un lugar donde las casas, pintadas de los mismos colores que los barcos, se apretaban y empinaban como si quisieran huir de las olas.

Mi hermana Lucia le tenia mania a la señorita Julia y decia de ella que, aunque quisiera disimularlo con sus ridiculos andares de gorrion, se le notaba que era natural de un pueblo de calles pindias, si tiene las caderas hiperbolicas y el culo se le queda siempre atras y parece que lo va perdiendo sin darse cuenta, esto decia mi hermana de la señorita Julia, y yo le preguntaba por la palabra hiperbolicas, que para mi era una palabra nueva, y ella me contestaba en su acostumbrado idioma poetico y me decia que el cuerpo de la tal Julia estaba compuesto de dos salientes perpendiculares y desproporcionado con respecto al eje central, esto en la parte de arriba, y, mas abajo de la cintura, de dos porciones abiertas dirigidas en opuesto sentido que parecian orientarse a las asintotas que buscaban el horizonte y que estas porciones hiperbolicas interseccionaban por todos sus vertices con la superficie cronica colgante, que no era otra cosa que el culo, en el cual se encontraban todas las generatrices que trazaban sus andares de gorrion y trasformaban la energia de los pasos en falsa electricidad, y le pregunte a mi hermana por las palabras asintotas, conica y generatrices, que tambien eran para mi palabras nuevas, y ella me las explico de la misma manera, generando a su vez en las sucesivas explicaciones otras palabras desconocidas, y entonces pense que el cuerpo de la señorita Julia, que a mi primo Alipio le parecia el mas prodigioso y natural y arrebatador de los cuerpos femeninos conocidos, que ese cuerpo, descrito por mi hermana, mas bien parecia una figura geometrica de las que el maestro Silvano trazaba con la regla en el encerado y que ninguno conseguia entender, y yo sabia que no, que no podia ser asi de ninguna manera y que Lucia hablaba de esa forma porque en lo referente al lenguaje estaba cada dia mas trastornada de tanto leer poesias y aprenderse el diccionario y porque ademas, yo no sabia el porque, mi hermana le tenia mania a la señorita Julia.

Aquel dia que llegue al palacio azul de los ingenieros belgas la señorita Julia se alegro con mi presencia, o al menos eso fue lo que a mi me parecio por la sonrisa descarada y larga que no tuvo reparos en dedicarme. Yo tambien la mire largo y con descaro (carajo lo que leo y escribo), (¿pasara algo?), y definitivamente pense que mi hermana no tenia razon y que la señorita Julia se parecia mas a una central electrica o a la nueva factoria de la fabrica, que escupia fuego por sus chimeneas, que a una de aquellas frias figuras geometricas que trazaba don Silvano en la pizarra de la escuela.

A mi me parecia muy guapa la señorita Julia y me gustaba observar como caminaba con una especie de balanceo y pasitos cortos, como si temiera tropezar con algo o no quisiera estropear la hierba del jardin del señor Eneka. Aqui es donde se entretienen ellas cuando hace sol, me dijo la señorita Julia señalando los columpios, y me estrecho la mano y me sonrio mirandome a los ojos.

Mi madre me habia obligado a ponerme un chaleco azul encima de la camisa blanca y unos pantalones largos, y me dijo que no fuera yo a creer que a ella se le habia olvidado que aquellos dos ingenieros extranjeros eran los culpables de la muerte de mi padre, que no, que no se le habia olvidado ni se le olvidaria jamas, como tampoco se le olvidaria que habian sido ellos quienes habian arruinado la vida del abuelo, pero que una cosa no quitaba la otra, y que hambre y frio entregan al hombre al enemigo y que la hogaza no embaraza, y no se cuantos refranes mas me dijo, que todos los aprendia de la abuela Angustias, y tambien me dijo cuando se le agotaron los refranes que, ademas, donde estuviera el oficio de jardinero que se quitara la esclavitud de la mina, ni punto de comparacion, que con un muerto en la familia ya teniamos bastante, y le pregunte que porque iba yo a trabajar con los ingenieros belgas si a ella le parecian tan indeseables, y me dijo que porque eran los unicos que daban trabajo de jardinero debido a que no habia mas jardin que el de ellos en toda la cuenca, y me lo dijo con mucha tristeza, con una tristeza tan grande que casi podia tocarse, no porque no hubiera mas jardines que aquel en la comarca sino porque el unico que habia era propiedad de los ingenieros belgas, que todo lo poseen, que todo lo dominan, que son los dueños absolutos del trabajo y de la vida, y debes de saber hijo mio que no crecec el rico con agua limpia, y entonces puso sus manos calientes en mi espalda y me dsijo con una voz desfallecida, que no parecia la suya, que el dolor necesitaba mucho tiempo para quedar convertido en recuerdo, y le pregunte que cuanto me iban a pagar los ingenieros belgas, y me contesto que quince pesetas al mes y la comida del mediodia, y le replique que era poco, que mi primo Alipio en la mina ganaba veinticinco, pero ella me explico que eso era normal porque en la mina no solo se pagaba el trabajo sino la vida, escuchalo bien, la vida, o no recuerdas lo que le paso a tu padre, y tu primo Alipio con diecisiete años ya anda tosiendo carbon, y ya no dijo nada mas porque la voz de ella ya no era debil como hacia un instante sino bronca y dificil como cuando discutia con mi hermana, y solo asenti con la cabeza y entonces se calmo y me explico que los ingenieros habian accedido a contratarme por medio del abuelo, si, del abuelo Cosme, que algun favor importante le debian los belgas de cuando habia trabajado para ellos como capataz, porque tu abuelo fue un hombre muy capaz que al principio aprovecho la oportunidad de estudiar que le dieron los patronos, y lo hizo bien y se hizo capataz y consiguio esta casa, que habia pertenecido al marques de Comillas... (creo recordar que fueron los primeros propietarios de la Hullera Española, o sea de las minas de Aller, propietaria del edificio que ya os señale)..., (esto no viene en la novela, es de mi cosecha personal)... y una posicion que ya quisieramos ahora, mira como andamos, pero lo echo todo a perder, las razones nunca las supimos, las sabra el, su locura, eso seria, acabaria trastorenado, porque tu abuelo esta loco a ver sino como se explica tanto disparate. Quede sorprendido. De pronto comprendi que mi abuelo no siempre habia sido viejo y no siempre habia permanecido sentado en aquel rincon de la cocina. Mi madre me explico que la semana anterior se habia levantado de la silla y habia desaparecido y que habia vuelto al atardecer con la noticia, Nalo tiene trabajo en el palacio como ayudante de jardinero, eso fue lo unico que dijo y se sento de nuevo en la silla labrada de la cocina.

Asi que alli me presente a comenzar el trabajo que me habia conseguido el abuelo Cosme, justo el dia en que dejaron las lluvias de atormentar al pueblo, lo recuerdo bien, que ya andaba creciendo el monte por los caminos y los tejados se estaban llenando de hierbas. Subi las escaleras de piedra hasta la puerta principal y salio a recibirme la señora Elvira que era la encargada de las tareas domesticas.

Vas a ser tan grande como tu padre, me dijo, y me paso a una especie de recibidor pintado del color de la tierra arcillosa y con grandes columnas de alabastro, y me dijo que me recibiria el señor Hendrik, porque el otro, el señor Jacob, que era quien habitualmente se ocupaba de la servidumbre masculina, estaba de viaje. Mas adelante supe que los nombres de los belgas se escribian de manera diferente a como se pronuncian y pense que su lengua debia de ser muy dificil de hablar y de escribir porque Hendrik se decia Gendri y Jacob se decia Yaco o al menos asi lo pronunciaban todos.

Espera aqui, me dijo Elvira, y al instante llego Felix, el mayordomo, que era pequeño y tenia la cara negra y arrugada como el cuero curtido y hablaba con la voz nerviosa y metalica, la misma voz que tenia el cura don Belio cuando cantaba los responsorios, con esa voz me pidio que me sentara, me puso la mano en el hombro y me aconsejo largamente.

Con el dedo indice extendido hacia mi nariz me advirtio que al señor Hendrik, al igual que al señor Jacob que estaba de viaje, y al igual que a las señoras Sakia, que se decia mas o menos igual, y Geertghe, a quien unos les decian Gerge y otros Guergui, pero que de cualquier manera a mi me parecia un nombre hermoso y que descansaban en sus respectivas alcobas, al igual que cualquiera de las señoritas, que a ninguno de ellos se me ocurriera replicarles jamas, ni suplicarles nada, ni mostrarme confundido ante sus deseos o necesidades, habla solo cuando te lo pidan, me dijo, y hazlo pronto y con mucha brevedad en un tono medio, ni demasiado bajo para no obligarles a repetir la pregunta, ni demasiado alto para que no sufran incomodos sus oidos, y no los mires nunca a los ojos para que no puedan ver tu alma, y responde siempre si o no señor, si o no señora, si o no señorita, y asi siguio el mayordomo Felix con su voz vibrante durante un buen rato explicandome al detalle las instrucciones de comportamiento que era necesareo seguir en el palacio azul de los ingenieros belgas, y entonces senti que el tiempo de fuera, el que fluia por las paredes y los suelos brillantes del palacio, el que se perdia por las vidrieras azules con los temblores de la voz del mayordomo Felix, ese tiempo, no era el mismo que el que yo sentia dentro, sujetandome las tripas y el cerebro, porque este se me habia quedado quieto, colgado en un minuto eterno, indicandome los puntos debiles de mi cuerpo por donde se me podrian colar los desconsuelos, como si las palabras del mayordomo Felix y el tiempo que señalaban no me estuvieran dejando crecer por dentro en aquel momento que yo intentaba sin conseguirlo que fuera mas momentos.

El se rasco el cuero de su frente y me dijo que me quitara aquel chaleco clramente inapropiado para la ocasion y me abrocho el ultimo boton de la camisa debajo de la garganta y me dijo, adelante, empujandome contra una gran puerta entreabierta que a mi en aquel indivisible momento me estaba pareciendo talmente la puerta del infierno

Mi madre me habia dicho que las dependencias del palacio estaban repletas de muebles, recuerdos de paises extranjeros, cuadros inmensos, estantes abarrotados de libros, animales disecados y otros enseres diversos y desconocidos, ella no lo habia visto jamas, pero se lo habia contado el abuelo Cosme, aunque mi hermana Lucia me hizo una advertencia, lo que vas a ver alli dentro no son casas sino circustancias, y ella tenia mucha razon porque al entrar yo en aquella habitacion enorme donde me aguardaba el ingeniero Hendrik me vi rodeado de accidentes que alteraron el orden natural de lo que yo habia visto y conocido hasta aquel dia segundo de aquel mes de septiembre del año veintisiete, accidentes de tiempo porque el minuto que antes de traspasar la puerta se me habia hecho eterno entre la voz del mayordomo Feliz y la luz azul de las vidrieras se desbarato de pronto en muchos minutos y en muchos tiempos y se fue como si yo hubiera envejecido de golpe, como si aquella vision imposible hubiera añadido de subito unos cuantos años mas a la cuenta de mi vida, y recorde las sensaciones que mi primo Alipio me habia trasmitido cuando bajo por primera vez a la mina, y recorde tambien aquello que mi hermana me habia explicado en su primera noche despues de la boda con el finado Julian, y pense que aquellas sensaciones que yo sentia eran las mismas que habian sentido ellos en la mina y en la cama y las mismas que sentiria cualquiera que se viera inmerso de pronto en una situacion inedita y por consiguiente, de alguna manera amenazante.

Como digo, fue como si el tiempo se desbocara por encima de todas las cosas, que no eran cosas sino circustancias, y por encima de mi y del ingeniero Hendrik, quien aun permanecia inmovil sobre el asiento sin levantar la cabeza de los papeles. Y no solo sucedieron accidentes de tiempo, tambien ocurrieron accidentes de lugar porque en realidad yo no estaba donde antes habia creido que iba a estar y ni siquiera estaba donde mis sentidos me decian que debia estar porque cuando el ingeniero Hendrik levanto la cabeza y me miro por encima de los anteojos y me dijo, acercate mas muchacho, yo soy el ingeniero Hendrik, mi hermano Jacob esta de viaje, entonces, yo confundi aquella habitacion inmensa llena de circunstancias con los desiertos de Palestina de los que nos hablaba el cura don Belio con su voz de alambre en las clases de Historia Sagrada, y que el decia que eran las tierras esteriles del ideal perdido donde todo estaba y donde nada existia, las arenas calientes del exodo donde los alientos del sol eran demonios y los arbustos machos cabrios, pues exodo era aquella circunstancia mia y la mesa del ingeniero Hendrik se mostraba ante mi como aquek Sinai de la Biblia de don Belio, que no recordaba muy bien si era una montaña o un desierto o era las dos cosas al mismo tiempo, y la voz del ingeniero Hendrik, quien no se habia ido de viaje con su hermano Jacob, se me antojaba a mi como la voz de Yahvé cuando le dijo a Moises, yo soy el que soy, y tambien ocurrieron aquella vez, en aquel desierto lleno de circunstancias, accidentes de modo, porque la forma en que entraba la luz por las vidrieras de aquella sala no era la forma normal que tenia la luz de entrar en las casas que yo habia conocido hasta entonces, aquella era una luz blanca y azul distribuida en haces amenazantes que se clavaban en el tablaje como cuchillos, una luz rodeada de remolinos de puntos danzarines que brillaban demasiado para ser de polvo, una luz que parecia la luz de otro sol o de otro cielo o de otro pueblo remoto y diferente, y tambien era un accidente el modo como yo percibia al ingeniero Hendrik, alli quieto, repasando los papeles con aquellos anteojos que se parecian mucho a las antiparras que se colocaba el abuelo Cosme cuando queria ilustrar su silencio, alli subido al altar de los inciensos y diciendome, acercate mas muchacho, con una voz cada vez mas potente, porque no lo veia como un hombre paciente y respetable que le decia a un joven temeroso palabras de aliento, no, no lo veia asi, mas bien lo veia como a uno de los dragones de los cuentos del abuelo, cuando al abuelo le daba por hablar, que no era muy a menudo, un dragon arrojando fuego por la baca y humo por las narices y emitiendo rugidos como temblores de tierra y envuelto en una penumbra profunda y espesa, tan profunda y tan espesa como el fondo de la mina o como el fondo del mar o como la noche de los desiertos, y la muchedumbre de libros que abarrotaba los estantes por encima de esa penumbra parecia querer desplomarse sobre las espaldas del ingeniero y sobre la oscuridad espesa que rodeaba al ingeniero, y parecia estar sujeto al entramado de los estantes unicamente por dos de los haces de luz extranjera que los cruzaban de parte a parte, y yo retrocedi ante aquel nuevo accidente.

El señor Hendrik volvio a levantar la cabeza y asomo los ojos por encima de la penumbra y volvio a decirme con voz de trompeta, acercate muchacho, acercate mas que te vea bien, y avance tres pasos hacia delante, y el modo de caminar tambien era otro accidente porque fueron pasos en falso y parecian llevarme en contra de mi voluntad al mismo abismo sin fondo de donde emergia con sus anteojos y su bigote encrespado y sus ojos pobremente iluminados el ingeniero Hendrik, y me dijo, mas, mas, acercate mas, y entonces la penumbra retrocedio y vi dos grandes colmillos que debian de ser de elefante, uno a cada lado de la mesa, y senti mucho calor, tanto como si estubiera de verdad en uno de aquelloe desiertos de Palestina de los que nos hablaba el cura Belio, y todos estos accidentes de tiempo y de lugar y de modo que ocurrieron alli, estaban unidos a todas las cosas con sus formas y sus colores y a todas las luces y sombras que habia en la sala y a todos los espacios, y tambien estaban unidos a mi y a todos mis temores, y el señor Hendrik, quien volvio a repetirme, que te digo que te acerques, que no tengas miedo, y su voz ya no era de trompeta sino de trueno, y por eso todos estos accidentes de los que hablo, en realidad podrian llamarse circustancias, y supe que tenia razon mi hermana Lucia en aquelo, que me habia dicho. El ingeniero se levanto y a mi lado lo vi como un ser insignificante que apenas me llegaba a la mitad del brazo, un hombre pequeño de huesos pronunciados, y demasiado arrugado para no haber cumplido aun los sesenta y cinco años, que necesitaba inclinar la cabeza hacia atras para mirarme, y pense en lo pequeños que se quedan algunos dioses cuando les quitan los altares donde les ofrecen los holocaustos, cuando los bajan de los montes donde ellos fabrican los mandamientos, pues soplar y sorber no puede ser, y no se puede temer a Dios y empequeñecerlo al mismo tiempo, y el poder mas que estaturas necesita gestos, y eso fue lo que hizo ante mi el diminuto ingeniero Hendrik, un gesto, un movimiento exagerado de su rostro de azafran que se contorsiono en varias arrugas profundas que discurrieron todas a la vez hacia el bigote, y me dijo, dibujando sus palabras en el aire con el dedo indice, eres alto muchacho, muy alto para tu edad, pero ten en cuenta que hay alturas que no se miden en palmos, y aquello que me dijo el ingeniero Hendrik, a mi, ademas de gesto de poderio y arbritio me sono a refran, como los que acostumbraba a decir mi abuela Angustias, y me pregunte si los ricos y los poderosos tendrian los mismos refranes que los pobres, y, si asi fuera, si los dirian por las mismas razones y en las mismas circunstancias y tratando de que significaran lo mismo, porque haber a que altura se referia el ingeniero Hendrik y andaba yo con este pensamiento a vueltas cuando el belga me dijo, tu abuelo era un gran hombre, pero dificil de comprender y a mi me extraño la contundencia de aquel preterito indefinido, y continuo diciendome, no quiso hacerme caso, podria haber hecho una fortuna de haber continuado trabajando para nosotros y aunque no entendimos sus razones debo decir que fueron las de un hombre integro al que estare siempre muy agradecido. No entendi lo que quiso decirme, aunque supe que la pregunta que crecia dentro de mi nadie mas que el abuelo iba a poder responderla, pero no dije nada, ni siquiera hice movimientos con la cabaza que pudieran interpretarse como gestos, pues recordaba las explicaciones del mayordomo Felix, y el señor Hendrik se llevo las manos atras, a su espalda, y las junto y comenzo a dar vueltas a mi alrededor, pareces muy fuerte, me dijo, y me senti como aquellas bestias que llevaban a vender al mercado de los domingos y al ingeniero lo vi como a uno de los tratantes que merodeaban alrededor del animal en venta y le miraban las nalgas y le tocaban la ubre si era una vaca o le abrian la boca para determinar su edad por el estado de los dientes si era una caballeria, y el ingeniero Hendrik, que era muy pequeño y amarillo y no se habia ido de viaje con su hermao Jacob, a mi no me tocaba las nalgas ni me abria la boca para examinarme los dientes, pero puedo jurar que por la forma como me miraba, con una expresion de predominio y una mueca evidente de poder explicarlo todo, me senti como una de aquellas bestias que llevaban al mercado, y al ingeniero lo vi como a uno de aquellos tratantes que, con un palillo en la boca y el fuego del aguardiente en los pomulos, daban vueltas alrededor del animal en venta, y al final, yendose de nuevo hacia la penumbra de la mesa, dijo que yo, le parecia interesante, y no supe lo que quiso decirme porque yo aun no habia dicho nada. El se sento y yo segui inmovil, sin poder controlar ya tantos accidentes.

Me explico que la jardineria era una ciencia muy noble a pesar de que la hubieran inventado los arabes, eso decia él, y temi que me hiciera algunas preguntas al respecto porque nada sabia entonces de las flores y las plantas, y me pregunto, porque el tenia el derecho de las preguntas por ser ingeniero de minas y de fabricas y por vivir en un palacio azul con muchos sirvientes, pero no me pregunto sobre aquello de lo que estaba hablando, sino sobre algo muy distinto, qie quieres ser tu el dia de mañana, eso me pregunto, y no entendi su pregunta, la cual no se referia al martes, porque estabamos en lunes, sino a cuando yo no viviera ya con mi madre y mis abuelos y tuviera mi propia familia, y respondi, si señor, y el me dijo, como que si señor, lo que te pregunto es lo que te gustaria ser de mayor, como si fuera cosa de gustos, y respondi no señor, y el solto una carcajada tambien amarilla como su rostro, y me hizo por tercera vez la misma pregunta, y entendi que no servian las respuestas que me habia enseñado el mayordomo Felix, y pense en decirle que queria ser jardinero, para salir bien de aquel nuevo accidente, pero me acorde del refran de la abuela que decia que quien pregunta lo que no debe oye lo que no quiere, y me acorde tambien de uno de aquellos reportajes de mi hermana Lucia y le dije al ingeniero que, puestos a elegir, asi como querer, pues que queria ser capitan de un barco, y entonces hubo de nuevo dos momentos en un momento,......

...... porque el ingeniero permanecio unos segundos indeciso, colgado de un instante irresoluto, igual que se quedaba el abuelo mirando el cielo raso cuando mi madre lo ofendia con sus preguntas defectuosas, y usted que hizo en la vida, a ver, que es lo que hizo usted mas que planearlo todo al reves y jodernos vivos a todos, que ya dije que mi madre utilizaba el lenguaje con amargura y nunca decia aquello que en realidad queria decir, pues asi se quedo el ingeniero Hendrik ante mi respuesta, y se recosto en la silla y la silla la inclino contra la penumbra, porque el no sabia la verdadera intencion de mis palabras, por mas que el mayordomo Felix creyera que aquella clase de personas a la que pertenecian las gentes del palacio azul podian leernos por dentro y leernos el alma, a nosotros, a los de la clse de personas que no poseiamos minas de carbon ni fabricas metalurgicas ni palacios azules con jardines y columpios ni grandes bibliotecas ahogadas en ilustradas penumbras, y aquel fue para mi un momento doble, muy indeterminado, pero de mucho provecho, y el ingeniero al fin debio de encontrar una respuesta a su indecision en algun lugar remoto de su pensamiento pues solto una carcajada violenta sobre los papeles, que volaron por encima de la mesa, hicieron un quiebro sobre las carpetas de color teja y acuchillaron en mil pedazos aquellos haces de luz blanca y azul que parecia llegar de algun lugar extranjero,......

,..... y el estruendo desproporcionado de la risotada de aquel ser diminuto hizo temblar los estantes y a mi me parecio que la sombras de los arboles que entraban por las ventanas se alargaban hasta tocarme los pies, de forma que me senti muy inestable, flotando en un caldo sin aire, y las rodillas se me aflojaron y los parpados debieron de extraviarseme porque el señor Hendrik salto del asiento y me sujeto abrazandome por la cintura para que no me desplomara, pero no sois vos el intrepito capitan del barco y como es entonces que os mareais si tenemos la mar en calma, eso fue lo que me dijo ese ser amarillo y apretado contra si mismo, constreñido entre la penumbra y la luz, la penumbra de una conciencia construida con los jirones de otras muchas conciencias y la luz robada y fraudolenta que no era mas que el resplandor del poder, la aureola que investia a quienes eran dueños de nuestro tiempo, de nuestras guerras y de todas nuestras necesidades, y pude tocar su aliento con mis labios desnudos por aquel nuevo accidente y era espeso y sabia a agua del manantial de la mina de hierro abandonada donde mi primo Alipio y yo nos metiamos con los candiles para escuchar el rumor corrosivo de la tierra y ponerle señales al camino del infierno, y el ingeniero Hencrik me sento en uno de los sillones y me dijo que yo era igual que mi abuelo Cosme y que le parecia bien lo de la capitania pero que de momento yo iba a trabajar de ayudante del jardinero Eneka y que no queria retrasos ni holgazanerias ni neglicencias y que no le gustaria tener que darle la razon a su hermano Jacob, que aqui deberia estar ahora hablando contigo pero esta de viaje, que dice que nuevo sirviente siempre es una nueva molestia, y me dio una palmada en la espalde, venga muchacho, a que te de el aire y a lo que te ordene Eneka, y me levante y el me empujo suavemente hacia la puerta y me dijo, suerte muchacho, y pense decirle, gracias señor, pero las palabras se me agrietaron en los labios secos y solo pude mirarle a los ojos, en contra de lo que me habia indicado el mayordomo Felix, y de una sola mirada me apropie de todo su diminuto cuerpo y tambien con aquella mirada retuve en la memoria la imagen del poder, como una lengua viscosa en la boca lamiendote e infectandote las heridas, como un confuso revoltijo de advertencias y cejos fruncidos y retos divinos y parabolas de deducciones perfidas e importantes mentiras, como un momento del conocimiento que se altera y trastoca en otros muchos podridos momentos, como una tristeza ajena inevitablemente larga.
Me cruce con el cuerpo envolvente y poderoso de la señorita Julia, pero aquel era otro tipo de poder, o al menos eso pensaba yo en aquellos momentos, y ella me sonrio atravesandome e hizo como un geroglifico en el aire con sus poderosas cadetas y me dijo, fijate que algarabia tienen momtada las golondrinas en el jardin, ya estan preparando la huida, y esto ultimo lo dijo con tristeza y con envidia, como si ella estuviera necesitando ser golondrina para saltar del alambre de la luz opresiva al vacio y dejarse llevar a otros lugares por el viento que todo lo movia o por el instinto que lo sabia todo o sencillamente por la fuerza de los latidos del corazom, y no sabia que decirle a la señorita Julia y entonces se me ocurrio uno de los refranes de la abuela Angustias, que no venia a cuento de nada, pero lo dije, una golondrina no hace verano, y ella se acerco a mi y me mostro los pechos y una lengua brillante que movio en circulo y despacio, recorriendo la parte interior de los labios, y me dijo que con un hombre como yo ella seria capaz de conjugar de una sola vez las cuatro estaciones, y yo no sabia muy bien lo que queria decirme, pero me sentia bien mirandola y escuchandola.

Fui en busca del jardinero, quien me esperaba fumando debajo de la morera. Con el estaba el ruso Basilio, quien se habia acercado al palacio a llevar cuchillos nuevos a las cocinas y unas horquillas que le habia encargado Eneka para los trasplantes. Eneka me dio una vez mas la bienvenida, ya lo habia hecho antes desde lo alto de la escalera, y el ruso, que era un buen amigo del abuelo Cosme, extendio su mano grande y callosa para estrechar con ella la mia y ofrecerme su mas sincera enhoabuena.

A Vasili Kolesnikov casi todos lo llamaban Basilio, por esa inclinacion natural del lenguaje que industrializa las palabras para hacerlas mas cercanas y reducirlas con la materia de la elementalidad, o lo que es lo mismo, por aplicar lo anteriormente expuesto tambien al discurso de este relato, por pronta providencia, y a el no le parecia mal porque lo consideraba una muestra mas del afecto con el que se le habia acogido en las cuencas del carbon, tierras de hospitalidad, segun el mismo decia, y ademas añadia, por ponernos en antecedentes, que tal virtud, la de la hospitalidad, tambien lo era en los pueblos de las margenes del Volga, y nos hablaba de su ciudad, Iaroslav, segun el, la mas hermosa del mundo, por ella fluia el Volga, un rio que a mi, ya desde los años de la escuela, se me habia antojado muy importante porque estaba dibujado con un trazo mas que evidente en el mapa de don Silvano, y el tal ringorrongo de color azul tenia la longitud de la regla con la que nos atizaba en las uñas el maestro cuando los aires no le eran favorables,.....

...... mas que un rio parecia el Volga un mar que hubiera decidido preñar la tierra con su caudal, por el decia Basilio que navegaban los buques, los rios de los valles del carbon a su lado serian regatos sin importancia, y junto a ese rio que era mas que un rio habia nacido el ruso, alli habia aprendido el oficio de fabricar cuchillos y cerrojos y rastrillos y paletas para el carbom, lo habia aprendido de sun padre, que se llamaba Milciades porque tenia ascendencia griega, en una herreria de Iaroslav que durante generaciones habia pertenecido a su familia y que la revolucion habia transformado en escuela taller del pueblo, y al ruso Vasili Kolesnikov se le humedecian sus ojos azules cuando pronunciaba el nombre de su padre, hablanos de el Basilio, le decia Eneka porque sabia que le servia de terapeutica los desahogos, y entonces el ruso se quitaba el gorro de piel de raposo que siempre llevaba sobre la cabaza y lo colocaba sobre las rodillas y tosia y se acariciaba la barba de profeta y comenzaba a hablar como si estuviera rezando o recitando versos, palabras hermosas que yo sentia como algo fisico que me ataba a la vida, palabras que le crecian al ruso en el cuerpo como una enredadera y que se iban apoderando del azul de sus ojos y de todos sus sentidos, como le ocurria a mi hermana Lucia cuando trataba de explicarme el fundamento de sus sueños,.....

..... al instante de la oralidad convertido en rito, palabras lentas demorandose en el recuerdo que resonaban en mis oidos como ecos de la conciencia, asi era como estaba hablando el ruso debajo de la morera, hablaba para Eneka y para mi, pero hablaba sobre todo para si mismo, y asi decia, acudimos a Moscu a enterrar a un pariente, los relumbres de los fogonazos parecian relampagos, el acorazado Aurora disparaba contra el Palacio de Invierno, las calles se habian llenado de barricadas, mi padre escuchaba a unos soldados del frente del general Krasnov, le comentaban que Kerenski habia huido disfrazado de marinero, estaba sucia la noche por el humo de la polvora, los guardias rojos surgieron como fantasmas, tropezaban, se caian, se levantaban, proseguian con su avance inalterable hacia el Palacio, la muchedumbre llenaba las calles, al frente de cada grupo iban marinos o soldados, hubo hurras y gritos de victoria detras de las barricadas, todo el poder a los soviets, pregonaban algunos, y de pronto crepitaron unas ametralladoras y sus disparos barrieron la calle de lado a lado, nos arrojamos al suelo, ladee la cabeza para recoger la gorra y vi a mi padre doblado contra el pie de un farol, fui hacia el, una rafaga lo habia acribillado, la sangre le brotaba por todas partes y en unos segundos expiro, ni siquiera pudo mirarme, no tuvo tiempo ni de decir mi nombre, es Milciades, dijo un soldado, lo alcanzaron, y de rodillas, sujetando su cabeza, ya inutil en mis manos, vi a la muchedumbre ascendiendo por la escalinata del Palacio,......
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
....... eran las dos de la madrugada, el pueblo habia ganado una nueva batalla y yo habia perdido a mi padre, Rusia miraba de frente la eternidad sin pestañear y yo tenia lo efimero entre mis manos y me aterraba lo irreversible de todo lo que habia sucedido aquella madrugada, colocamos el cadaver de mi padre en unas parihuelas y cuando ya saliamos de la plaza escuche a un hombre con barba de chivo y gafas diminutas hablando a la muchedunbre bajo un farol, era el bolchevique Leon Trotski, quien hablaba ... (ver texto completo)