![La casa de los duendes](/fotos_reducidas/4/8/8/00651488.jpg)
Nunca pude soportar que pegaran a una mujer y fue por este recuerdo de mi hermana maltratada y herida debajo del escaño de la cocina. Mi madre jamas la defendia porque decia que los hombres tenian derechos incuestionables y que que mas quisiera ella que tener a su Jacinto vivo a su lado aunque fuera para que la abofeteara de vez en cuando, ademas, tu Julian es un santo que te lleva al cinematografo y te da caprichos, eso decia mi madre. Mi abuelo no decia nada, porque otra vez habia optado por el silencio para protestar contra el mundo y mi abuela iba y venia en un trajin enfermizo recitando refranes y jaculatorias.
Lo cierto es que en aquellos tiempos los amos o los patronos castigaban a los criados o a los obreros con la fusta de los caballos por un quitame de aqui esas pajas, y esos mismos hombres hostigados por los dueños de su futuro pegaban a las mujeres con igual facilidad y con el mismo fundamento con que apaleaban a las mulas, y las mujeres golpeaban a sus hijos con la misma insistencia y naturalidad con la que ahuyentaban a los gatos o les hacian aspavientos a las gallinas, y los niños terminabamos aquella extraña secuencia de la violencia consentida maltratando a los animales, gatos y perros preferentemente, aunque tambien patos, cerdos y conejos, y hasta sapos y murcielagos, a estos ultimos les dabamos de fumar hasta verlos reventar en el aire como si fueran globos de sangre. Tal vez la razon de todos para maltratar fuera la misma, pero no la conocia nadie y a ninguno parecia preocuparnos, tan solo Alipio se atrevia de vez en cuando a hacer alguna extraña reflexion que no lograbamos entender, y decia el que era una pena malgastar tanta violencia en seres tan inocentes. Lo cierto es que mi hermana se fue quedando sorda, y es probable que esto ocurriera a consecuencia de las bofetadas de su marido, aunque mi madre siempre decia que aquella sordera se la habia producido ella misma de tanto apretarse los oidos debajo del escaño, y yo pensaba que aquello mi madre lo decia por decirlo, porque a ella le gustaba usar las palabras como si fueran una herramienta de ataque, y a veces disparaba una palabra tras otra como si en la boca tuviera un fusil.