Recuerdo que tendría dos años y medio cuando mis padres me llevaron con mi abuela para quitarse una boca de encima. Cuando volví al
pueblo, los chavales de mi edad nos ibamos a
comer higos en bernizo, brevas,
cerezas, albaricoques y peros en la cuesta del
Olivar, para mí era lo más maravilloso de quella miinfancia, ya que, en aquel entonces no existían ni neveras, lavabos, ni ducha ni nada por el estilo ya que para fregar los cubiertos tenían que recorrer dos o tres kilómetros para llegar al
río.
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