Como creo ya dejamos dicho por aquí, en Soria el olivo es una rara especie. De hecho, sólo hemos conocido el de la plaza que lleva su nombre, junto al antiguo Banco de España y el del patio del instituto Antonio Machado, donde, hace cien años, dio clases de francés el poeta andaluz.
En Tierras Altas hubo algunos olivos, en Villarijo, ahora despoblado como tantos pueblos de la provincia.
En Tierras Altas hubo algunos olivos, en Villarijo, ahora despoblado como tantos pueblos de la provincia.
VILLARIJO
Villarijo es un despoblado, otro más, que pertenece a la cuenca del Alto Linares, al norte de la provincia de Soria, en Tierras de San Pedro Manrique. Esta comarca es sinónimo de despoblación. Sólo se encuentran aldeas abandonadas como Peñazcurna (900 m.) Vea (899) o Villarijo (785) que con Buimanco, Armejún y Valdemoro formaron el llamado Sexmo de Vea.
En Villarijo estaba situado el trujal, hoy en ruinas, donde se molía el aceite.
Según datos recogidos de la página de soria-goig, de las 2.817 yugadas de tierras que componían Villarijo, 1500 eran “monte que todo él es riscos muy incumbrados y la mayor parte de él sin suelo, carrascal y un poco de roble matorral; 50 del río que baja cruzando todo el término; 40 del barranco que llaman Layasa; 90 de barrancos que de la sierra y eminencia bajan”. A pesar de que sólo quedaban libres para cultivar unas mil doscientas yugadas, en ellas se arraigaban 1462 olivos y 366 estacas (1), ocupando 45 yugadas y produciendo al año/yugada 64 libras de aceite cada olivo y 32 libras/yugada/año las estacas “por el daño que la mosquilla hace más de 20 años”.
(1) Se llama estaca, a la rama o palo “que se planta y cultiva para que de fruto con el tiempo y regularmente en Andalucía se entiende de la de los olivares”. (Diccionario de Autoridades)
Villarijo es un despoblado, otro más, que pertenece a la cuenca del Alto Linares, al norte de la provincia de Soria, en Tierras de San Pedro Manrique. Esta comarca es sinónimo de despoblación. Sólo se encuentran aldeas abandonadas como Peñazcurna (900 m.) Vea (899) o Villarijo (785) que con Buimanco, Armejún y Valdemoro formaron el llamado Sexmo de Vea.
En Villarijo estaba situado el trujal, hoy en ruinas, donde se molía el aceite.
Según datos recogidos de la página de soria-goig, de las 2.817 yugadas de tierras que componían Villarijo, 1500 eran “monte que todo él es riscos muy incumbrados y la mayor parte de él sin suelo, carrascal y un poco de roble matorral; 50 del río que baja cruzando todo el término; 40 del barranco que llaman Layasa; 90 de barrancos que de la sierra y eminencia bajan”. A pesar de que sólo quedaban libres para cultivar unas mil doscientas yugadas, en ellas se arraigaban 1462 olivos y 366 estacas (1), ocupando 45 yugadas y produciendo al año/yugada 64 libras de aceite cada olivo y 32 libras/yugada/año las estacas “por el daño que la mosquilla hace más de 20 años”.
(1) Se llama estaca, a la rama o palo “que se planta y cultiva para que de fruto con el tiempo y regularmente en Andalucía se entiende de la de los olivares”. (Diccionario de Autoridades)
SILENCIO Y SOLEDAD
Fue en los primeros setenta del siglo pasado cuando al régimen anterior no se le ocurrió mejor idea que repoblar de pinos una parte de la comarca de la antigua Tierra de San Pedro, en el norte provincial, con la intención de mantener y asentar la población de una de las zonas más deprimidas de la provincia. Para ello se expropiaron los términos municipales de algo más de diez pueblos y en los años siguientes se roturaron en forma de bancales y se repoblaron con pinos.
Quien suscribe recuerda un día soleado de invierno, víspera de las navidades, cuando un grupo de jóvenes estudiantes desplazados desde Soria capital colaboramos en la repoblación aprovechando un concurso de televisión, “Un millón para el mejor”, creo que así se llamaba, por el que el concursante se comprometía a plantar un determinado número de pinos, contribuyendo así a los planes estatales. Ni que decir que la repoblación constituyó un fracaso total en algunas zonas y relativo en otras y, aunque se pensaba que se asentaría la población suficiente para efectuar estas tareas y, posteriormente, la necesaria para mantener este tipo de repoblación, tuvo un efecto contrario. Los vecinos, forzados a abandonar sus ocupaciones tradicionales, emigraron a zonas limítrofes (especialmente Navarra y La Rioja) y en pocos años todos los pueblos quedaron deshabitados. Esto sucedía ya a mediados de los setenta.
Los pueblos se han ido hundiendo poco a poco, cubriéndose de vegetación y sólo queda el abandono y la soledad. Lugar para todo lo bellos y románticos paseos de viajeros que se quiera, pero esto no da vida a nuestros pueblos.
Fue en los primeros setenta del siglo pasado cuando al régimen anterior no se le ocurrió mejor idea que repoblar de pinos una parte de la comarca de la antigua Tierra de San Pedro, en el norte provincial, con la intención de mantener y asentar la población de una de las zonas más deprimidas de la provincia. Para ello se expropiaron los términos municipales de algo más de diez pueblos y en los años siguientes se roturaron en forma de bancales y se repoblaron con pinos.
Quien suscribe recuerda un día soleado de invierno, víspera de las navidades, cuando un grupo de jóvenes estudiantes desplazados desde Soria capital colaboramos en la repoblación aprovechando un concurso de televisión, “Un millón para el mejor”, creo que así se llamaba, por el que el concursante se comprometía a plantar un determinado número de pinos, contribuyendo así a los planes estatales. Ni que decir que la repoblación constituyó un fracaso total en algunas zonas y relativo en otras y, aunque se pensaba que se asentaría la población suficiente para efectuar estas tareas y, posteriormente, la necesaria para mantener este tipo de repoblación, tuvo un efecto contrario. Los vecinos, forzados a abandonar sus ocupaciones tradicionales, emigraron a zonas limítrofes (especialmente Navarra y La Rioja) y en pocos años todos los pueblos quedaron deshabitados. Esto sucedía ya a mediados de los setenta.
Los pueblos se han ido hundiendo poco a poco, cubriéndose de vegetación y sólo queda el abandono y la soledad. Lugar para todo lo bellos y románticos paseos de viajeros que se quiera, pero esto no da vida a nuestros pueblos.
