Hace algunos años, antes de comenzar la diáspora de los torrijanos hacia la ciudad, todos los domingos los mozos se subían a merendar a la
bodega con sus vueltas de chorizos y sus cachos de jamón y al anocher bajaban al
pueblo, al
baile, un poco calentitos con el buen tintorro que tenían guadado para ellos y los
amigos. Algunos también perdían la cabeza como
San Félix y
Santa Régula, únque la llevaran sobre los hombros. A las mujeres nos sabía mal. Si fuese ahora seguro que subiríamos con ellos
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