LA PRINCESA Y EL CONDENADO
El día de su
boda, un príncipe entró con su carroza en la ciudad con su esposa. En la
plaza, frente al
castillo, había un palco con una horca para ajusticiar a un malhechor. La princesa, dándose cuenta de lo que sucedía, rompió a llorar y el príncipe hizo parar el cortejo para dirigirse a los magistrados. «Señores, mi esposa pide que liberen a este hombre».
—Alteza —respondieron los jueces—, la ley ordena que muera.
— ¿Y no se le puede perdonar? —preguntó la princesa
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