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Mensajes enviados por José Mel Z..L.:

No conseguía adormecer la imagen de aquellos huérfanos azules, enfermizos, con los dientes siempre castañeteando y en la mirada el pánico de los indigentes. Se veía alli, acurrucado, en un cuarto sin muebles, soñando formas calientes entre la escarcha de los cristales.
A Juan Damasceno (que así se llamaba por capricho del cura Lubencio, que fue quien lo sacó de la Casa de Expósitos para entregarselo en adopción al indulgente Frutos y a su esposa Úrsula) lo apesaraba en exceso su infancia hospiciana.
¿Sabes, Maria?, se me acerca el recuerdo de la monja cillerera afeitandose el bigote, frente a los cristales de la galería del refectorio, alla en el Hospicio
Espanta las culpas, si es que las hay, y los aleteos de los murciélagos y hasta puede que el Santo nos alargue la noche.
Parece que hiciéramos el amor en algun santuario.
Se amaron sobre la mecedora de mimbre, en las noches luminosas de verano, bajo el platear fantasma de la luna. Se amaron sobre la alfombre de vellorín, sintiendo el crepitar de las llamas, mientras afuera se desperezaba la niebla sobre el arroyo. Se amaron casi siempre en silencio, saboreando el revolotear rumorosa de la brisa entre la hiedra, sintiendo en la desnudez de sus cuerpos el ensueño de la noche. Se amaron con sutileza, bajo el flamear remiso de un pábilo de algodón que sobre un grueso ... (ver texto completo)
No necesitaron explicarse nada. Ni siquiera la necesidad de mantener la relación en secreto. Lázaro Alonso hacía sólo dos meses que habia muerto.
Fue un amor espeso, como las frondas de Cueto Morán, y furtivo, como los rayos de plata sobre los riscos blancos, en las noches de luna entera.
Flotaba aquel día en el aire el sopor del verano. Juan, allí subido, con el torso desnudo, hundiendo en la viuda sus ojos de carbón. Ella, serena, aguantando la mirada, apoyada en el tilo. Él saltó del tejado. Se acercó a ella. El sudor le nublaba las imágenes. Ella le limpió el sudor.
Retejando el caserón de Lazaro Alonso fue como conoció a la viuda Dulce.
Juan reparaba tejados, hacia escaños, herraba caballerías, escribia cartas y hasta podia traducir latin. Todo en los ratos libres que le dejaba la mina.
Mi estrella se nurió antes de que yo pudiera distinguirla. Por eso nunca pudo enseñarme nada.
-Tienes los besos azucarasdos, Mria Dulce, como los arandanos que brotan por el camino de Riofarta.
A Juan Damasceno Carralón Antayo no siempre se le entendía cuando hablaba, y eso que lo hacia despacio, como masticando cada palabra.
A la hermosa Dulce, que guardaba encerrada en sus ojos toda el agua del mar de su infancia, cuando se le entritecía el pensamiento, le apetecia mucho una copita de jerez quina La Enfermera, que guardaba en los anaqueles de fresno, en la alacena de la cocina.
-Tienes los besos azucarasdos, Mria Dulce, como los arandanos que brotan por el camino de Riofarta.
A la hermosa Dulce, que guardaba encerrada en sus ojos toda el agua del mar de su infancia, cuando se le entritecía el pensamiento, le apetecia mucho una copita de jerez quina La Enfermera, que guardaba en los anaqueles de fresno, en la alacena de la cocina.
La viuda se sirvio una copita de jerez que saboreo despacio.
En la cocina de Dulce Nombre, desde que muriera Lázaro Alonso, siempre olia a infusiones de milenrama y romero. Antes, el olor era a grasa de escopeta o al formol de las disecaciones.
Se levantó de la mecedora y se fue, bordeando la casa, hasta la puerta lateral que daba directamente a la cocina.
Allá, sobre las fuentes, al amparo de la Peña, las matas de castaños extienden sus raíces, que van royendo la tierra, mientras tú, ligustro inerte, contemplas, inmovil y solitario, cómo las tuyas se pudren, faltas de ánimo y con la savia muerta.
Cayó sobre ella el recuerdo de su padre, arremolinado entre los flecos de la luz cansina del farol.
-La culebra te mordió en el calcañu mientras se reparaban las redes y tú jugabas a la cocha-peza, no murió a los sietes días, como era menester, sino que se escabulló entre los cascajales y no conseguimos tocarla en la cabeza con la rama de avellano.
María Dulce, que así la nombraba Juan Damasceno, tenía la sesación de poseer alguna incurable enfermedad del alma.
Encima del pueblo, sobre la cuesta blanquecina de la Peña Grande, enhiesta y acechante, los cuervos endrinos alborotan el rocío de la tarde mortecina con sus roncas carcajadas de azufre.
Se me escabulló el hombre al que deseaba sin que apenas me diewra cuenta.
Ya casi no había luz y la viuda sintió la impotencia en los huesos cuando cuando se levantó a encender bel farol.
Faltaban muy pocas horas para que Juan Damasceno se desposara con Clara Luz, la hija de Rufo Fernández, que tenia la mirada verde y caliente y el cuerpo frágil. como una golondrina.
Hola y buenas tardes.
Victoria y Rosas, que esteis pasando un buen dia y un abrazo.
-Te deseo, Dulce, de una manera extraña, como desean las fuentes la alborada de San Juan.
Entre cúmulos grisaceos, la serena viuda, adivinaba el rostro de Juan Damasceno, con las cejas revueltas, los ojos perdidos en una lejania de carbon y la tragedia siempre asomando tras su fachada de pana.
Buscaba rostros en las nubes, mientras se oscurecia el patio y arreciaba el canto de los grillos en torno a las tapias de hiedra.
La viuda Dulce Nombre de Maria seguia esperando, sentada sobre la tarde incierta, que definitivamente, en su vida, algo tuviera realmente importancia.
No importaba la sombra del tilo en las tardes de calina, ni el azul esplendente del cielo en las mañanas de duendes, ni el olor sagrado de la hiebabuena, ni el salado recuerdo del mar, ni siquiera importaba esa aurora que cada mañana seguia encontrando en el fondo de sus ojos a traves del espejo, no importaba nada de lo que pudiera ver ni, por supuesto, esas engañosas caricias del tonto. Nasa tenia importancia. Nada merecia ni siquiera el esfuerzo de un pensamiento.
Ahora, en medio de la tarde que se iba, sentada sobre la mecedora de mimbre, bajo el tilo ingente bendecido por el tiempo, a la viuda Dulce, se le escurria la hermosura entre los dedos.
Sabia que era hermosa quiza desde el mismo dia en que comprendio que desgranar el maiz y rezar el rosario eran la misma cosa, o quizá desde aquel atardecer en el puerto, cuando esperando la barca de su padre, una brisa marina acaricio su mirada y sintio deseos de beberse toda el agua del mar de golpe.
Dulce Nombre de Maria sabia que era hermosa desde mucho antes de que su madre la mandara sola, con el cantaro bajo el brazo, camino de la fuente.
Pues Orestes, ya sabes, tantos años esperando compañera para luego dejarse morir a lo tonto de un colico miserere, dejandome recien preñada, con los retales de etamina aun sin sacar de las alforjas y con esa maldita promesa que pesa sobre mi alma como una losa de cementerio.
Las dos estaban viudas y se daban masajes mutuamente con leche de Islandia (a base de miel de tilo de almendras) que pedian por correo a una tal Madame Vasconcel, a la calle Peligros de Madrid. Tambien se untaban con jugo de limon, cuando lo habia, y con pure de algas y de margaritas. Y mientras lo hacian, se contaban sus pensamientos y en el patio se alborotaban las hojas de los castaños, las hormigas perdian la fila y las golondrinas se estrellaban contra las ramas del tilo, lo cual, todo junto, ... (ver texto completo)
Mi difunto marido Lazaro, que en paz descanse (si es que puede), se murio una tarde de mayo en que las pegas volaban revueltas, hincado en el mimbre, debajo del tilo, cansado ya de numerar tanta hora vacia, mientras yo le preparaba en la cocina una compote de pera mosqueruela con canela en rama y vino de moscatel. Desde que lo tirara el caballo, por los castañedos del cementerio, paso su invalidez masticando las horas, entre sonadas de grillos, y comiendose las uñas hasta las mismisimas lúnulas. ... (ver texto completo)
Habia nacido junto al mar y junto a él habia crecido hasta que una mañana fria de noviembre, con las olas estallando en el malecon, su padre la puso en manos del señor Alonso para que este la hiciera su esposa.
Las dos estaban viudas y se daban masajes mutuamente con leche de Islandia (a base de miel de tilo de almendras) que pedian por correo a una tal Madame Vasconcel, a la calle Peligros de Madrid. Tambien se untaban con jugo de limon, cuando lo habia, y con pure de algas y de margaritas. Y mientras lo hacian, se contaban sus pensamientos y en el patio se alborotaban las hojas de los castaños, las hormigas perdian la fila y las golondrinas se estrellaban contra las ramas del tilo, lo cual, todo junto, ... (ver texto completo)
Habia nacido junto al mar y junto a él habia crecido hasta que una mañana fria de noviembre, con las olas estallando en el malecon, su padre la puso en manos del señor Alonso para que este la hiciera su esposa.
Tampoco Dulce Nombre de Maria era de Peñafonte.
Habian pasado diez años desde aquello y sus contornos estaban ahora mas deseables que entonces y su mirada saltaba en el aire preñada de febriles intenciones.
Trajo consigo la fama de ser la moza de mas buen ver desde los Montes del Infierno hasta el Pico de Maria Santinos.
Mauricia Costales llgo al pueblo a casarse con Orestes Tablon una Pascua de Pentecostes, cuando Peñafonte chorreaba luz y los caminos se abarrotaban de árnicas y oregano.
Dice Maria Perpetua, la partera, que la milenrama evita los desarreglos y mantiene los pechos bruñidos y firmes.
Al oriente de Peñafonte, en el patio florido de un caseron antiguo de dinteles historiados y galerias relucientes, tendida sobre una mecedora de mimbre, la viuda Dulce Nombre de Maria se dejaba acariciar por un halito sueve que, saltando las tapias, soltaba en el aire el frescor de las cumbres.
La hemosa viuda Dulce, bien observaba las hileras de hormigas trenzando de rojo los arriates del patio o bien elevaba los ojos al cielo desbaratando en el aire remolinos de sueños.
La tarde se escurria lenta ... (ver texto completo)
Lazaro Alonso, amante de dipteros y miriápodos, nunca tuvo tiempo de acariciarle los pechos a la joven Dulce. (Y bien que le pesaria a su alma allá por donde anduviera reposando).
Sé que se ahoga su alma de coraje en el infierno al ver como el tonto Alarico me acaricia los pechos, aunque estoy segura de que aun lleva peor lo de Juan Damasceno.
¿Y no temes, Dulce, que aparezca una tarde en forma de ventolera y te agriete la piel para siempre?
No, Maura. ¿No ves que fue suya la falta? El esta pagando ... (ver texto completo)
UNO.

Peñafonte calentaba sus alientos.
Densos remolinos de humo extraviaban las formas de los tejados.
Se extinguian los ultimos restos de luz sobre los maizales.
Horreos, casas y establos se arropaban en el trino de los zarzales y en el perfume de la mejorana, bajo el amparo de la Peña del Cuervo, que se levantaba al Norte, sobre el brotar de las fuentes, atalayando, impasible, el monotono alentar de un pueblo fatigado.
Al Sur, a la izquierda del camino de entrada, los minusculos duendes ... (ver texto completo)
Al oriente de Peñafonte, en el patio florido de un caseron antiguo de dinteles historiados y galerias relucientes, tendida sobre una mecedora de mimbre, la viuda Dulce Nombre de Maria se dejaba acariciar por un halito sueve que, saltando las tapias, soltaba en el aire el frescor de las cumbres.
La hemosa viuda Dulce, bien observaba las hileras de hormigas trenzando de rojo los arriates del patio o bien elevaba los ojos al cielo desbaratando en el aire remolinos de sueños.
La tarde se escurria lenta ... (ver texto completo)
UNO.

Peñafonte calentaba sus alientos.
Densos remolinos de humo extraviaban las formas de los tejados.
Se extinguian los ultimos restos de luz sobre los maizales.
Horreos, casas y establos se arropaban en el trino de los zarzales y en el perfume de la mejorana, bajo el amparo de la Peña del Cuervo, que se levantaba al Norte, sobre el brotar de las fuentes, atalayando, impasible, el monotono alentar de un pueblo fatigado.
Al Sur, a la izquierda del camino de entrada, los minusculos duendes ... (ver texto completo)
Hola y buenas tardes José Mel.. Gracias por avisarme, no puedo faltar para inaugurar el libro de Letania de Lluvia. Ya me gusta como empieza.
Es un honor que uses esa foto, es la casa de una de mis hermanas, bueno enfrente de la mimosa tiene la casa, esa es la entrada. Ya sabrás que la mimosa es el árbol de los sabios.
Gaviota te dire que las mimosas tambien me gustan mucho, pues ademas de la flor en si, su aroma me encanta.
No, no sabia eso de los sabios y me estraña un poco pues a mi como te digo me gusta mucho y yo de sabio no tengo nada.
¿Sabias tu que la raiz crece el doble que el arbol?
Te dire que por aqui por donde yo vivo hay algunas, pues hoy por la mañana cuando sali a dar un paseo me fije en ellas y ya estan todas floridas, muy guapas.
Ya conocia que eso es de una de tus hermanas.
Me recuerda a la reina Mercedes, esposa de Alfonso XII... seguro que meto la pata.
Hola y buenas tardes.
Bueno pues te dire que Mª de las Mercedes es uno de los personajes historicos al que le tengo mucho cariño, pero no, no me referia a ella. Me referia a otra persona.
Pero te contare esa pequeña historia de que te hable.
Pues el dia que nacio esta hija mia le pregunte a su madre si le poniamos su mismo nombre, a lo que me respondio que no, entonces le ponemos como a tu madre, le dije, no, me contesto, ponle como a la tuya, al final las contentamos a las dos. ¿Como nos arreglamos ... (ver texto completo)
PEQUEÑO RESUMEN.

Bajo cada uno de los tejados de Peñafonte, una aldea minera de la montaña asturiana, hay vidas de personajes que estrujan sus memorias, retuercen sus historias, componen sus leyendas y enredan sus sentimientos en la implacable rueda del tedio. Sobre todos ellos llueve con arrogancia y la fiebre del verdin recubre sus corazones. Las penas y los contentos discurren por el relato como si fueran almas en pena. Solo el amor es capaz de llenar los espacios y alargar la vida. Las escenas ... (ver texto completo)