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Mensajes enviados por José Mel Z..L.:

Dulce Nombre tomó otro trago de jerez, esta vez directamente de la botella. Pensaba en como a veces la soledad construye historias demasiado insoportables.
-No me conozco más que de una manera y sin embargo, cada vez que me ocurre algo especial, siento que alguna vez, en alguna otra parte, he sido indudablemente otra.
La niebla se despejaba por momentos y la luna, parecía tejer sobre la noche retales de algodón.
La viuda levantó el aldabón de la puerta del patio.
-Estaré encantada.
-Estoy seguro de que seréis amigas. Ella necesitará de alguien que le enseñe las cosas del mundo después de tantos años encerrada tras los muros de ese maldito Convento.
-Vaya con Dios.
-Voy a llevar la noticia a mi prima Felicia. Es su madrina y debe saberlo. Luego me iré a la posada de Maura a celebrarlo.
La estulticia de la luna colocó, a través del aljimez de la sala (que de todo tenía aquella vetusta casa) una sonrisa amilanada sobre el rostro, lívido, de la viuda Dulce Nombre de María.
-Que sea para bien y que el Dios que un día te la quitó la retenga ahora junto a tu lado para siempre.
Dulce Nombre sentía deseos de gritarle a aquel hombre bueno su angustia, que seguro entenderia, de suplicarle que aplacara su alegranza por la vuelta de su hija pródiga, pues bajo la soledad de aquellos muros historiados habia una pena propia que podía más que todas las alegrías ajenas, pero no fue capaz de ello y brindó con Tomás por la vuelta de Amelia, a quien imaginaba, pues jamás la habia visto, con ojos de mermelada y mirada atónita, siempre acomodando mantos de imágenes santas (cosas de la ... (ver texto completo)
En realidad Dulce Nombre no esperaba un hijo, simplemente lo llevaba dentro, pues la espera suele ser resignación y la esperanza consuelo y su ánimo andaba amotinado y sus ahogos conmovían sus cimientos. La preñez descubierta le aumentó las arrugas del alma, que ya eran muchas desde que la luna comenzara a cambiar de postura sin motivo aparente.
Tomás Chanzaina, con buenaventurados aires, apuraba la copa de jerez quina, mientras Dulce imaginaba en las alharacas del viejo a su añorado padre, marinero que lo fue desde que se trazara la línea azul y verde del orizonte (para ella su padre y el mar habian nacido al mismo tiempo) y que ahora reposaría sus reumas acurrucado junto a un fogón, con la salitre preservándole los recuerdos, lejos de las moliendas de su hija.
En realidad Dulce Nombre no esperaba un hijo, simplemente lo llevaba dentro, pues la espera suele ser resignación y la esperanza consuelo y su ánimo andaba amotinado y sus ahogos conmovían sus cimientos. La preñez descubierta le aumentó las arrugas del alma, que ya eran muchas desde que la luna comenzara a cambiar de postura sin motivo aparente.
La viuda de Lázaro Alonso, Dulce Nombre de María, esperaba un hijo de Juan Damasceno, fresco aún el casamiento de éste con Clara Luz (postrada en cama con pulmonia desde el mismo día que siguió a la boda, nadie en el pueblo sabia el porqué, pues nadie, excepto su marido, conoció el llanto pertinaz del cielo cayendo sobre ella sin misericordia en su noche de boda y desaliento).
A la viuda Dulce le gustaba charlar con el viejo Tomás cuando éste venia a traerle las compotas, los tarros de mermelada de pernigón o los cuencos de sidra dulce. La viuda le sacaba a Tomás la botella de jerez quina La Enfermera, esa que a ella le endulzaba las penas y hacia que a Juan le parecieran sus besos demasiado almibarados. Pero ahora no se trataba de endulzar penas sino de resaltar alegrias, pues alegria, y grande, era lo que aquel hombre venia a compartir precisamente en una noche que el ... (ver texto completo)
-Hoy Dulce, ha cambiado el rumbo de mis afanes. Llegó la carta de Amelia que durante tantos años estuve esperando. Deja el Convento y se viene al pueblo, de donde nunca debió salir, pero el cielo a veces nos engaña y, con la ayuda de algunos clerigos sin corazon, nos ofusca los pensamientos, como le pasó a ella, que se cegó de credulidad y me dejó aquí solo, con las almorranas sangrandome sin otro fundamento que el de la soledad y la desesperanza, pues a medida que uno envejece se le van relacionando ... (ver texto completo)
Sobre el patio se dilataban los contornos del tilo.
No dejaba la niebla de embadurnarlo todo de falso blanco.
Caminaba ligero, sin arrastrar las madreñas que le hiciera en vida el padre de Julia Odalisco, Fidel Odalisco (que su castigo tenga por su acción vituperable). Presto llegó ante el portón del patio de Lázaro Alonso, abierto o cerrado ahora por capricho o necesidad de su viuda Dulce, muerto él de una manera tonta, en un descuido del cielo, o suyo propio, por no sujetar bien las bridas de su caballo por el camino pedregoso del cementerio (que la desgracia es juez que no admite regalos ni rectifica ... (ver texto completo)
Irreconocible, en fin, iba el viejo Tomás con la carta de su hija entre las manos, radiante, con el brillo de la exaltación luciendo en sus ojos incoloros.
Por el camino que iba desde la fuente hasta el caserón de la viuda Dulce Nombre de Maria, no caminaba la Huestia sino el viejo Tomás Chanzaina, que si de Huestia siempre tuvo aspecto (por sus barbas y su mirada inescrutable, sobre todo desde la muerte de su esposa Emelinda, en el incendio de la Peña del Cuervo, y aún más desde que su hija Amelia se encerrara en el Convento) no era ése ahora su coranvobis, sino que más bien el matiz de su figura semejaba el de un hombre emocionado y feliz.
Allá por el extremo oriente del pueblo, sobre los carrascos del cementerio, crujía ya la noche. Por los resquicios de los alares se colaban las leyendas. Los duendes (siempre hay duendes en las noches de los pueblos húmedos) se remejían con el musgo de los riscos o arrastraban melancolías por venajes y fontanales. Sudaban conformidad los pegollos de los hórreos y decia la abuela Angustias que la Huestia (a quien ya nadie prestaba atención) merodeaba acechante por los senderos deshabitados.
Se acercaba el día de San Juan (ya se esfumaba el día de Santa Marina) y el mundo del encanto y las quimeras se extendía por labrados, fuentes y helechales, y sus murmullos rugían en la oscuridad perturbando la gelidez de la brisa y el calor de los alientos, abochornando el ordinario discurrir de las cosas y obligando a Peñafonte a encogerse sobre sí mismo.
Tampoco madie escuchaba los gritos en latín del cura Lubencio, que andaba con el hisopo espantando los espectros del huerto rectoral. Nadie, salvo se hermana Blandina (perita coelestiun prodigiorun mulier), que ya andaba poniendo candelas a San Egido, intercesor en casos de locura y temores nocturnos.
CUATRO...

Resbalaba la tarde por los cantizales del arroyo. Una brisa fresca alborotaba la niebla que huía de los callejones humedeciendo las piedras y los poyales, brillantes unos por el uso diario (como el de la beata Maria Felicia que se pasaba la tarde sentada a la puerta esfoyando letanias al lado de los geranios o compartiendo murrias propias o dislates ajenos con su contemporánea Blandina San Juan) y desamparados otros cercados de árnicas y ortigas (como el de la casa de Julia Odalisca, ... (ver texto completo)
No hay cuesta, por pedregosa que sea, que no puedan subirla dos juntos.

HENRIK JOHAN IBSEN.
El matrimonio, como los injertos, prende bien o prende mal.

VICTOR HUGO.
El amor abre el parentesis, el matrimonio lo cierra.

VICTOR HUGO.
El que se casa hace bien, y el que no se casa hace mejor.

JAMES HOWELL.
¿Para que sirve en el matrimonio la inteligencia de una mujer? Para hacer pasar a su marido por necio.

ALFRED D´ HOUDETOT.
Todo hombre sabio ama a la esposa que ha elegido.

HOMERO.
Los maridos que no tienen mujer gruñona, viven en la gloria.

JOHN HEYWOOD.
Procura cuando puedas casarte con una mujer que viva cercana a tu casa.

HESFODO.
El matrimonio es una serie de argumentos desesperados de gente que se siente con pasion.

KATHERINE HEPBURN.
Una mujer debe dar gracias a Dios de que su marido tenga algunos defectos. Un marido intachable es un peligroso observador.

LORD HALIFAX.
Si alguno os quiere robar la esposa, la mejor forma de vengarse de el es dejar que se la lleve.

SACHA GUTTRY.
Si la mujer fuera buena, Dios tendria una.

SACHA GUTTRY.
El secreto de un matrimonio feliz es perdonarse mutuamente el haberse casado.

SACHA GUTTRY.
El matrimonio es una gran institucion para quienes admiran las instituciones.

GRAHAM GREENE.
El matrimonio, como el dinero, todavia esta con nosotros, y, como el dinero, se devalua progresivamente.

ROBERT GRAVES.
El amor es algo ideal; el matrimonio, una cosa real; la confusion de lo real con lo ideal jamas queda impune.

JOHANN WOLFGANG VON GOETHE.
Lo mas proximo a la felicidad de no tener mujer, el tener una mujer buena.

THOMAS FULLER.
En el matrimonio feliz no hay lugar para la neurosis.

SIGNUND FREUD.
Donde se celebra un matrimonio sin amor, habra amor sin matrimonio.

BENJAMIN FRANKLIN.
Ten tus ojos bien abiertos antes del matrimonio.

BEMJAMIN FRANKLIN.
En todo matrimonio hay, por lo menos, un necio.

HENRY FIELDING.
La felicedad se encuentra del lado de las buenas mujeres. Lo importante es saber dar con ella y en ser al mismo tiempo un hombre de bien. Doble y temerosa condicion.

GUSTAVE FLAUBERT.
Tampoco madie escuchaba los gritos en latín del cura Lubencio, que andaba con el hisopo espantando los espectros del huerto rectoral. Nadie, salvo se hermana Blandina (perita coelestiun prodigiorun mulier), que ya andaba poniendo candelas a San Egido, intercesor en casos de locura y temores nocturnos.
Nadie escuchaba, ahogada entre la lluvia, la musica de violín del sobrino del maestro, Juan Jacobo Varela Caparina, que dibujaba en el aire una melodia rusa. Nadie, salvo su prima Felícitas, que se abrasaba en su febril deseo, perdida en un mundo de imágenes inconfesables.
Afuera, bajo los blandos fangales, se iban enterrando las leyendas y, tras las tapias de hiedra, se ejecutaban a sí mismos, sin piedad, una multitud innúmera de sentimientos.
Juan y Clara se acariciaron despacio, casi sin querer, en silencio, ahogados en un instante vacío y sin apenas reconocerse.
Durante toda la noche la lluvia siguió cayendo sobre Peñafonte, estoico de monotonia, con extravagante delirio.