ALMENDRAL: A veces, la memoria te la juega y como cuando el diablo...

¡Hay que ver! Uno, sea duendín o don Pelotín, se queda de piedra cuando le quieren dar lecciones de moralidad, o más bien de moralina y, a su autor, en este caso tú, Armando Bronca Segura, lo único que les das, es todo un compendio de retrógrada intransigencia que, por reiterativa, resulta de lo más repugnante.
Te aplico tu artículo predilecto, Angelito caído del cielo a ladrillazos (supongo), pero antes, te felicito, cielín, por lo bien que os repartís los papeles y la facilidad que tenéis para borrar vuestros anteriores nombres y mensajes y recomenzar de nuevo con vuestro ya muy viejo rollo.

Bueno, ahí va el artículo que ahora aplicas aquí, para hacer creer al lector no avisados, que son los demás quienes hacen, lo que tú y los que son como tú, haces y hacéis habitualmente.

(<<3.-Principio de la transposición.
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. "Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan".)>>

Y recuerda o recordad que esta es tu o vuestra táctica.

¡VIVA GARZÓN Y LA TERCERA REPÚBLICA. ¡MUERAN TODOS LOS CASOS GÜRTEL) (MUERA EL DESPOTISMO EN TODAS SU FORMAS) (MUERA EL CACIQUISMO)

Salud.

¡Qué belleza! ¡Qué encanto de diabólica criaturita! Cada día me gusta más esta linda princesita venida desde el insondable ciberespacio a aleccionar con sus añejas papanatadas a la gente de este Almendral de Badajoz. Mas ahora, que además de sus innúmeras cabecitas arrugaditas y parapetarse dentro de la dura costra del depredador Cangrejo Rojo Americano, ha hecho causa común con el repugnante aceitunero altivo de ojete dilatado y pinta de perro pulgoso con más liendres que un gallinero en su cerebro casposo. Trolo por vocación y convicción igual que la susodicha almorrana fistulera con patas llenas de picajosas garrapatas

¡Que pesadito! Me dice el ínclito ectoplasma.
No moleste por favor. Oooooooogh, casi me desmayo por la conmoción.

En fin.................
LO DE LA CEGUERA, YA NO TIENE REMEDIO PERO LO DE LOS PICORES PUEDE, ¿POR QUÉ NO VA A LA BOTICA MAS CERCANA Y SE COMPRA VAGISIL ¿o algo así) VA MUY BIEN, SEGÚN LA PROPAGANDA DEL FABRICANTE, POR LO QUE SE VE, ES UNA ESPECIE DE BÁLSAMO DE FIERABRÁS PARA LOS ASUNTOS INTERNOS DE LAS BELDADES.
La envidia es un fenómeno psicológico muy común que hace sufrir enormemente a muchas personas, tanto a los propios envidiosos como a sus víctimas. Cuanto más débil o insatisfecha es una persona, tanto más envidiará a la gente que posea lo que a ella le falta. La envidia sólo se cura concienciando y resolviendo las propias carencias y facultades, a través de un proceso de crecimiento emocional. La persona madura no envidia a nadie. Además, causa impotencia y ceguera y a los OXNIs, se les arruga el pellejo y les entran unos tremendos picores por los desaguaderos, por lo que se los tienen quellevar al oscuro exoplaneta del que proceden, a que les hagan unos arreglos en esas partes. Claro que, sus creadores, últimamente los fabrican de esos de usar y tirar y ni se pueden reciclar.

En libertad digital
que es órgano popular
en donde la libertad
es digital nada más,
se amanta mi cangrejo
y luego escupe sus paridas
en este humilde Almendral,
para que esté informada
la honorata sociedad
uno segunditos antes
de irse a esparraguear
en su aiga todocamino
que cruza bien el barrizal.

Irán a mas de ciento diez,
digo la honorata,
pues como se sabe es sensata,
no tiene nada de pacata
y menos de mojigata
y teniendo un maserati
no va ir en alpargatas.

Como es de suponer,
aquellos fieros leones
que los moros decían gatas
a ellos no asustará
e irán cantando alegres:
qué buenos son
qué buenos son
los papaitos nuestros
que nos llevan de excursión
en un bello carretón.

A veces, la memoria te la juega y como cuando el diablo no tiene quehacer con el rabo mata moscas, hoy, me ha dado por visitar virtualmente algunos pueblos donde estuve hace ya tantos años que todavía era chico.

He mirado por el Alto Gállego, embrión del actual Aragón.
Me he entretenido mirando fotos de la estación de Caldearenas, de Sabiñánigo y de Jaca y de otros sitios y me he parado un rato en Javierrelatre, asentado en una ladera culminada por una iglesia fortificada que es una joya del románico, a la derecha del río Gállego. Pero eso que es una joya, los que fuimos allí desde nuestra tierra, no lo sabíamos, ni nadie nos lo dijo.

Nos alistaron en para trabajar en la presa que entonces se estaba construyendo en unas oficinas que la empresa tenía en Caldearenas.
- ¿Cómo se llama usted?
-Francisco Franco,- dijo nuestro paisano.
¿Quéeee?
-García, Francisco Franco García.
¡Aaaaaaaah!,- respiró el oficinista.

Y así llegamos y nos alojamos en unos barracones dónde había literas de dos pisos alineadas en correcta formación.

Nos hacía la comida un señor gordo de Cádiz que, a los más delgaduchos y jóvenes nos echaba ración doble, y si alguno de los muchos carrilanos que allí había se lo ocurría protestar, lo mandaba por el camino más corto a tomá por donde os estáis figurando. Pero en el fondo era un bonachón de padre y muy señor mío. Nadie salía del comedor con hambre. Preparaba unas garbanzadas y una fabadas, que no se las saltaba ni una gitanilla guapa de carrera. (digo carrera de correr mucho)

Allí, en un el único bar que había y vendían de todo, hasta vino, que le decían rancio, de la tierra, que entraba muy bien y que pegaba que no veas, probé por primera vez los donut. Ese dulce con agujero. Por entonces eran baratos y yo siempre pedía lo mismo a la cantinera; una chica más o menos de nuestra edad, morena, tez sonrosada, nariz griega y unos ojos brillantes que te traspasaban, estatura media muy bien proporcionada, más sana que una manzana, de nombre Hortensia.

Trabajábamos en turnos en tres turnos de ocho horas.
Para barrenar, ya tenían martillos compresores, pero sin agua, por lo que tragábamos partículas de sílices y otros materiales cada vez que le dábamos al soplillo. Tampoco tenían columnas, así que los sujetábamos con el pecho o con cualquier otra parte del cuerpo, según la altura.
Ganábamos dinero porque no pagábamos alojamiento ni comidas. Creo que mandábamos a casa unas cinco o séis mil pelas limpias. Que ya era dinero para lo que nosotros estábamos acostumbrados a manejar. Pero había que hincar los riñones.

A veces, dando fuego a las cargas, se nos corría alguna mecha y teníamos que poner píes en polvorosa. Qué manera de correr, o de trepar por una soga con nudos. Pero tuvimos suerte, mucha, algunos se quedaron allí para siempre, otros, sólo arañazos. Se me ha quedado grabado a fuego en la memoria una mañana al término del turno de noche y habiendo dejado saneado el avance, que antes de llegar a los barracones para dormir, ya estábamos corriendo otra vez al tajo porque se había deslizado un liso y había enganchado debajo al turno entrante. Cinco, de La Coronada.