La casa troncal de los Doce Linajes de Soria
Tres eran las comunidades que regían la ciudad de Soria: El Estado llano o general, compuesto del común de vecinos; primero en tiempo y último en dignidad. El Estado noble o Caballeros hijosdalgo, formados por las familias correspondientes a los Doce Linajes; segundo en dignidad y tiempo. El Ayuntamiento, representado por el Corregidor y Regidores, nacido al regularizarse el régimen municipal, compuesto en un principio de los vecinos que no pertenecían a las otras dos comunidades, y que vino a ser el primero en dignidad aunque el último en tiempo.
De la importancia en la gobernación de Soria, con relación a los dos primeros, da razón el Fuero otorgado por el Rey Don Alfonso el Sabio en 1246. Y la participación de los tres Estados se halla consignada en las ordenanzas que para la guarda de la notable dehesa de Valonsadero se formaron de unión y conformidad en 1664. En la primera se declaró que la jurisdicción en esta finca, así como su propiedad, correspondían a los Estados de Linajes y del Común.
Dividida la Ciudad para su mejor administración en treinta y cinco colaciones o parroquias, dirigidas por dieciocho Alcaldes y un Juez, a la cabeza de cada colación había cierto número de Caballeros de los Doce Linajes.
El Juez y los Alcaldes se elegían por colaciones o parroquias, recayendo siempre en Caballeros de los Linajes. Gozaban de los privilegios de la nobleza, con la obligación de estar siempre dispuestos con armas y caballos. Había doce escribanos en la ciudad, que eran siempre nombrados uno por cada Linaje; los cuales, por razón de este nombramiento, gozaban de grandes preeminencias y estaban exentos de pechar. Ejercían, además, las regidurías perpetuas.
Soria era una ciudad de voto en Cortes. Cada vez que los Reyes las convocaban se reunían los tres Linajes a los que por turno tocaba, y elegían dos procuradores a Cortes, propietarios y un suplente. Los elegidos sacaban testimonio, en cuya vista se les daba por la ciudad el poder a los primeros, quedando el suplente para cubrir el servicio en caso de muerte de alguno de los otros. Y ante el Ayuntamiento prestaban el juramento de cumplir fielmente las instrucciones que éste les daba.
Además de los procuradores a Cortes, enviaba la ciudad diputados de Millones que eran elegidos también por los Linajes. Éstos se reunían en junta particular una vez al año, cada uno en su parroquia, para el nombramiento de oficios o cargos inherentes a su institución y servicio. En estas juntas se nombraban los doce diputados de Arneses, que atendían a la Dirección y cuidado de los derechos de la casa y eran su diputación permanente; los contadores de niños, que cuidaban de la administración de la casa de expósitos; los doce montañeros reales, llamados caballeros de sierra, que vigilaban por la integridad de los privilegios de la ganadería en los disfrutes de pastos, y por la conservación de los montes; los tres caballeros del Ayuntamiento y tres Alcaldes de Santiago, que velaban por los ramos de la administración municipal.
En el mismo día elegían los Linajes el Caballero del Pendón. Dos importantes servicios prestaba. Cuando los reyes mandaban que las ciudades les asistiesen con gente de guerra, el Caballero del Pendón guiaba los tercios sorianos. En la proclamación de los reyes, acompañado de la nobleza, proclamaba el advenimiento del nuevo monarca con las palabras: Soria, Soria por el Rey. El Caballero del Pendón era a la vez Alférez Mayor de Soria y su provincia.
Nombraban también los Linajes el Caballero que llamaban del Sello, por otro nombre, Canciller. Era el cargo de más confianza. Guardaba el sello de la ciudad, con el cual se refrendaban y sellaban todos los instrumentos.
Por estas ligeras indicaciones se ve cuánta fue la consideración de la ilustre casa troncal de los Doce Linajes de Soria. Pero entre todos sus privilegios no era el de menor importancia el llamado de los Arneses. Consistía en cien pares de armas con otras tantas sillas, escudos y capellinas que los Reyes tenían obligación de dar a los Linajes el primer año de su reinado; privilegio que no tengo noticia que gozara ninguna otra ciudad de España.
Conocidos son los disturbios a que dio lugar la minoridad del Rey Don Alfonso VIII de Castilla. Al morir Don Sancho, su padre, comprendió las ambiciones que habrían de despertarse a la vista del tronco castellano ocupado por un niño de tres años, nombrado por el regente del reino y tutor del Rey a Don Gutierre Fernández, anciano demasiado complaciente, que, creyendo evitar discusiones, antes de morir entregó su pupilo al Conde D. García, medio hermano de los de Lara, que se oponían al cumplimiento de la tutela tal como el Rey Don Sancho la acordara. Lejos de aplacarse con esto los enconos políticos a que toda menor edad sirve de pretexto, ni aun las cenizas del regente fueron respetadas.
Tres eran las comunidades que regían la ciudad de Soria: El Estado llano o general, compuesto del común de vecinos; primero en tiempo y último en dignidad. El Estado noble o Caballeros hijosdalgo, formados por las familias correspondientes a los Doce Linajes; segundo en dignidad y tiempo. El Ayuntamiento, representado por el Corregidor y Regidores, nacido al regularizarse el régimen municipal, compuesto en un principio de los vecinos que no pertenecían a las otras dos comunidades, y que vino a ser el primero en dignidad aunque el último en tiempo.
De la importancia en la gobernación de Soria, con relación a los dos primeros, da razón el Fuero otorgado por el Rey Don Alfonso el Sabio en 1246. Y la participación de los tres Estados se halla consignada en las ordenanzas que para la guarda de la notable dehesa de Valonsadero se formaron de unión y conformidad en 1664. En la primera se declaró que la jurisdicción en esta finca, así como su propiedad, correspondían a los Estados de Linajes y del Común.
Dividida la Ciudad para su mejor administración en treinta y cinco colaciones o parroquias, dirigidas por dieciocho Alcaldes y un Juez, a la cabeza de cada colación había cierto número de Caballeros de los Doce Linajes.
El Juez y los Alcaldes se elegían por colaciones o parroquias, recayendo siempre en Caballeros de los Linajes. Gozaban de los privilegios de la nobleza, con la obligación de estar siempre dispuestos con armas y caballos. Había doce escribanos en la ciudad, que eran siempre nombrados uno por cada Linaje; los cuales, por razón de este nombramiento, gozaban de grandes preeminencias y estaban exentos de pechar. Ejercían, además, las regidurías perpetuas.
Soria era una ciudad de voto en Cortes. Cada vez que los Reyes las convocaban se reunían los tres Linajes a los que por turno tocaba, y elegían dos procuradores a Cortes, propietarios y un suplente. Los elegidos sacaban testimonio, en cuya vista se les daba por la ciudad el poder a los primeros, quedando el suplente para cubrir el servicio en caso de muerte de alguno de los otros. Y ante el Ayuntamiento prestaban el juramento de cumplir fielmente las instrucciones que éste les daba.
Además de los procuradores a Cortes, enviaba la ciudad diputados de Millones que eran elegidos también por los Linajes. Éstos se reunían en junta particular una vez al año, cada uno en su parroquia, para el nombramiento de oficios o cargos inherentes a su institución y servicio. En estas juntas se nombraban los doce diputados de Arneses, que atendían a la Dirección y cuidado de los derechos de la casa y eran su diputación permanente; los contadores de niños, que cuidaban de la administración de la casa de expósitos; los doce montañeros reales, llamados caballeros de sierra, que vigilaban por la integridad de los privilegios de la ganadería en los disfrutes de pastos, y por la conservación de los montes; los tres caballeros del Ayuntamiento y tres Alcaldes de Santiago, que velaban por los ramos de la administración municipal.
En el mismo día elegían los Linajes el Caballero del Pendón. Dos importantes servicios prestaba. Cuando los reyes mandaban que las ciudades les asistiesen con gente de guerra, el Caballero del Pendón guiaba los tercios sorianos. En la proclamación de los reyes, acompañado de la nobleza, proclamaba el advenimiento del nuevo monarca con las palabras: Soria, Soria por el Rey. El Caballero del Pendón era a la vez Alférez Mayor de Soria y su provincia.
Nombraban también los Linajes el Caballero que llamaban del Sello, por otro nombre, Canciller. Era el cargo de más confianza. Guardaba el sello de la ciudad, con el cual se refrendaban y sellaban todos los instrumentos.
Por estas ligeras indicaciones se ve cuánta fue la consideración de la ilustre casa troncal de los Doce Linajes de Soria. Pero entre todos sus privilegios no era el de menor importancia el llamado de los Arneses. Consistía en cien pares de armas con otras tantas sillas, escudos y capellinas que los Reyes tenían obligación de dar a los Linajes el primer año de su reinado; privilegio que no tengo noticia que gozara ninguna otra ciudad de España.
Conocidos son los disturbios a que dio lugar la minoridad del Rey Don Alfonso VIII de Castilla. Al morir Don Sancho, su padre, comprendió las ambiciones que habrían de despertarse a la vista del tronco castellano ocupado por un niño de tres años, nombrado por el regente del reino y tutor del Rey a Don Gutierre Fernández, anciano demasiado complaciente, que, creyendo evitar discusiones, antes de morir entregó su pupilo al Conde D. García, medio hermano de los de Lara, que se oponían al cumplimiento de la tutela tal como el Rey Don Sancho la acordara. Lejos de aplacarse con esto los enconos políticos a que toda menor edad sirve de pretexto, ni aun las cenizas del regente fueron respetadas.
El Rey Don Fernando de León quiso aprovechar aquellas azarosas circunstancias, entrando en Castilla con sus tropas, bajo pretexto de proteger al Rey Niño, su sobrino. Los castellanos retiraron al Rey a Soria, encargando su custodia a los Caballeros de los Doce Linajes.
No hace muchos años que fue destruida la iglesia de la Santa Cruz, del Linaje de este nombre, donde, convertida en fortaleza, defendieron los Caballeros Sorianos el precioso depósito confiado a su lealtad, hasta que siendo imposible la resistencia contra el poder del leonés, saliendo sigilosamente, de noche, bajo el mando de D. Pedro Núñez, de Fuentearmegil, gobernador de la fortaleza de Osma, llevaron al Rey Don Alfonso, primero a San Esteban de Gormaz, después al castillo de Atienza y desde allí a Ávila.
En premio a tanta lealtad y por los muchos y señalados servicios que los Caballeros de los Doce Linajes habían prestado a los Reyes de Castilla, Don Alfonso les concedió el privilegio de los Arneses.
Tal como fue concedido se venía cumpliendo, hasta que los Reyes Católicos, Don Fernando y Doña Isabel, lo mandaron conmutar por 350.000 maravedíes, según provisión despachada en Madrid, y cuya cantidad estuvieron percibiendo los Linajes hasta el reinado de Fernando VII.
Los Doce Linajes de Soria eran una institución esencialmente democrática en sus formas. Como dice un cronista antiguo: no había entre ellos primero ni último.
La casa solariega de los Linajes existe en la Plaza Mayor frente a la del Estado llano, y entre las dos la de Ayuntamiento, que vino a asumir los tres Estados.
He aquí ahora ligerísima reseña de los Doce Linajes.
Primer Linaje de Barnuevo
Llamábase también de Barrionuevo. Un tratado de blasones hace constar su antigüedad diciendo que estos Caballeros eran de origen godo, derivando su etimología de la fundación que hicieron de un barrio de la antigua Numancia, y de aquí el apellido Barrionuevo.
Las armas de este Linaje son: escudo cuarteado. En el primero y cuarto cuartel un castillo de oro en campo de sangre; en el segundo y tercero cruz hueca de oro floreteada en campo azul. A él corresponden los apellidos Barnuevo, Medrano, Laserna, Castellanos, Ortega, Acebes, Arista-Obando, Lezcano, Sotomayor y Fonseca. Celebraba sus juntas en la iglesia llamada Nuestra Señora de Barnuevo, que construyó a su costa, cuyas ruinas aún se ven en el paseo del Mirón, y donde sus Caballeros tenían su enterramiento.
Segundo Linaje de Caltañazor
No hace muchos años que fue destruida la iglesia de la Santa Cruz, del Linaje de este nombre, donde, convertida en fortaleza, defendieron los Caballeros Sorianos el precioso depósito confiado a su lealtad, hasta que siendo imposible la resistencia contra el poder del leonés, saliendo sigilosamente, de noche, bajo el mando de D. Pedro Núñez, de Fuentearmegil, gobernador de la fortaleza de Osma, llevaron al Rey Don Alfonso, primero a San Esteban de Gormaz, después al castillo de Atienza y desde allí a Ávila.
En premio a tanta lealtad y por los muchos y señalados servicios que los Caballeros de los Doce Linajes habían prestado a los Reyes de Castilla, Don Alfonso les concedió el privilegio de los Arneses.
Tal como fue concedido se venía cumpliendo, hasta que los Reyes Católicos, Don Fernando y Doña Isabel, lo mandaron conmutar por 350.000 maravedíes, según provisión despachada en Madrid, y cuya cantidad estuvieron percibiendo los Linajes hasta el reinado de Fernando VII.
Los Doce Linajes de Soria eran una institución esencialmente democrática en sus formas. Como dice un cronista antiguo: no había entre ellos primero ni último.
La casa solariega de los Linajes existe en la Plaza Mayor frente a la del Estado llano, y entre las dos la de Ayuntamiento, que vino a asumir los tres Estados.
He aquí ahora ligerísima reseña de los Doce Linajes.
Primer Linaje de Barnuevo
Llamábase también de Barrionuevo. Un tratado de blasones hace constar su antigüedad diciendo que estos Caballeros eran de origen godo, derivando su etimología de la fundación que hicieron de un barrio de la antigua Numancia, y de aquí el apellido Barrionuevo.
Las armas de este Linaje son: escudo cuarteado. En el primero y cuarto cuartel un castillo de oro en campo de sangre; en el segundo y tercero cruz hueca de oro floreteada en campo azul. A él corresponden los apellidos Barnuevo, Medrano, Laserna, Castellanos, Ortega, Acebes, Arista-Obando, Lezcano, Sotomayor y Fonseca. Celebraba sus juntas en la iglesia llamada Nuestra Señora de Barnuevo, que construyó a su costa, cuyas ruinas aún se ven en el paseo del Mirón, y donde sus Caballeros tenían su enterramiento.
Segundo Linaje de Caltañazor
Los fundadores de este Linaje proceden de la villa que le dio nombre, y a su costa edificaron la antigua iglesia parroquial denominada en esta ciudad Nuestra Señora de Calatañazor. De aquí tomó el nombre que por abreviatura es Caltañazor.
Sus armas, como demuestra el blasón, tres fajas de oro en campo de sangre. Corresponden a él los apellidos Álvarez de la Solana, Tapia, Contreras, Vallejo, Montenegro, Arcos, Rivera y Sandoval.
Este Linaje celebraba sus juntas en la iglesia de su fundación.
Tercer Linaje, de Don Vela
No puede fijarse su origen, pero sí que es grande su antigüedad, puesto que se lee en la Historia General "un mancebo de los mis nobles de Castilla que había nombre D. Vela, alzóse con el Conde Fernán González e non quiso obedecer porque se tenía de tan alta guisa como él".
A este linaje correspondían los apellidos Cervantes, Chaves, Espinosa, Hera, Verguillán, Caravantes, Mendoza, Rivera y Zapata.
Tenían sus juntas en la parroquia de San Juan de los Naharros.
Sus armas, partido el escudo en cuarteles: primero y cuarto, puntos de oro en campo de sangre, segundo y tercero, veros de plata en campo negro.
Cuarto y noveno Linaje, de Morales
Somos y Honderos, o Blancos y Negros son los apelativos con que se distinguen las familias correspondientes a estos Linajes.
La denominación de Somos y Honderos proviene del punto que ocupaban respectivamente en la ciudad. Los primeros en la parte más alta, cerca del Castillo. Los segundos en la parte más baja, cerca de la Colegiata.
Tenían sus juntas, los primeros en la iglesia de San Miguel, debajo del Castillo, y los segundos en la de Nuestra Señora de las Cinco Villas, cerca del Convento de Carmelitas.
Respecto de su antigüedad aparece que en la repoblación de Soria por Fortún López se hace ya mérito de Caballeros de este Linaje.
De él procedían el historiador Ambrosio de Morales; aquel pajecito que acompañó a D. Álvaro de Luna hasta en los últimos instantes de su vida, sirviéndose de apoyo antes de morir sobre el cadalso, recibiendo del Condestable el regalo de una sortija que el paje conservó siempre en recuerdo de la cariñosa despedida de su señor; y Rodrigo de Morales, a quien Soria debe la franquicia del mercado que celebra el jueves de cada semana.
Las armas de este Linaje consisten en escudo cuarteado; el uno y cuatro con tres fajas negras en campo de plata, el dos y tres un moral verde en campo de oro.
Son de este Linaje las familias Aguirre, Albornoz, Serna, Estasio, Sevilla, Arévalo, Zapata, Camargo, Céspedes, Zurita, Salcedo, Salamanca, Vera y Navarro.
Quinto y Séptimo Linaje, de Chancilleres
Como el de Morales, se halla dividido en dos. Las armas de este Linaje son: en el fondo del escudo águila negra en campo de plata, y orla de sangre con ocho castillos de oro.
El origen de este escudo es por demás novelesco.
En las turbulencias del reinado de D. Sancho el Mayor de Navarra, nadie tomaba partido por la Reina para lidiar con el Infante, su hijo, en el "Juicio de Dios" que había de salvar la honra de aquella Señora, hasta que se presentó el bastardo D. Ramiro, "muy famoso e muy esforzado en armas, a defender la justicia de la Reina, armado en punta, caballero en un poderoso caballo con sobrevestas azules sembradas de veros de plata". Llevaba por cimera una águila de oro y en el pico el mote: "Veniit Veriitos", de aquí el escudo.
A este Linaje corresponden los apellidos San Clemente, Matamala, López de Quintana, González, Vera, Garcés, Miranda, Carrillo, Ramírez de Lucena, Rueda, Aguilera, Castejón, Ledesma, Luna, Robles y Latorre.
Se reunía en la capilla de San Bartolomé, en la parroquia de Santa María la Mayor.
Sexto y Octavo Linaje, de Salvadores
Como los precedentes se halla también dividido en dos. Martín Salvador dio su nombre a este Linaje. En la historia del Cid se dice que vino con este ilustre personaje desde Valencia, trayendo en su compañía a su allegado Antolín Sánchez de Soria "que fijos y parientes llevaba 40 lanzas".
A este linaje se halla incorporado el apellido Ríos, de la Casa de los Condes de Gómara, que gozaba el extraordinario privilegio llamado de las fluctuosas, consistente en elegir la mejor pieza de los bienes de entre casa que dejara el que moría en su dominios.
A él perteneció también Blasco de Barnuevo, que en la batalla de Pavía contribuyó a la prisión de Francisco I de Francia, según refiere un notable manuscrito que tengo a la vista.
Las dos fracciones de este linaje se reunían en la parroquia de San Nicolás; la Hondenera en el pórtico y la Somera en la capilla mayor.
Sus armas son luna de plata en menguante, en medio del escudo, en campo de sangre, y ocho estrechas azules.
A él corresponden los apellidos Matamala, La Cal, Salcedo, La Cerda, Garnica, Malo, Bravo de Laguna, Ríos y Torres.
Décimo Linaje, de Santisteban
Oscuridad notable hay acerca de su origen. A él corresponde el apellido González, habiendo quien le hace descender de Fernán González, Conde de Castilla.
Martín González, compañero del Cid, dio su nombre al Castillo hoy designado con el de la Torre Tartajo, perteneciente al Condado de Lérida.
Las armas de este Linaje son escudo cuarteado con dos medias lunas en campo azul y dos cruces de sangre floreteadas en campo de oro.
Celebraba sus juntas en la parroquia de San Esteban, hoy agregada a la parroquia de San Juan de Rabanera.
Corresponden a él los apellidos Santiesteban, Jiménez, Heras, Álvarez, Vinuesa, González, Fuenmayor, Beteta y Castillo.
Undécimo Linaje, de San Llorente
Es de los más antiguos de la casa troncal. Sus armas son: escudo cuarteado; en el primero y cuarto cuartel, una estrella de oro en cada uno en campo de sangre; y en el segundo y tercero flor de lis de plata en campo azul.
Sus reuniones tenían lugar en la iglesia de San Lorenzo, hoy destruida, que en lo antiguo se llamó San Llorente, y de la cual tomó nombre este linaje.
A él corresponden los apellidos Villanueva, Peñaranda, Beltrán, Amaya, Contreras, Marrón, Muñoz, Hinojosa, Calderón, Ayala, Basulto, Zárate, Gamboa y Barroso.
Duodécimo Linaje, de Santa Cruz
Algo de hiperbólico hay en el origen que se atribuye a este Linaje, suponiendo desciende nada menos que del famoso Megara, caudillo de los numantinos, fundándose para ello en que alguno de sus Caballeros tuvo solar en la pequeña aldea nombrada Garrejo, que se halla situada en la falda sur del sitio donde estuvo Numancia.
Cuando el Rey Niño Don Alfonso estuvo en Soria, alejado de las turbulencias que agitaron su menor edad, habitó en las casas solariegas de este Linaje, contiguas a la parroquia de Santa Cruz, y este servicio mereció más adelante la recompensa de tener siempre Alcalde sin la alternativa a que estaban sujetas las demás Colaciones de la ciudad.
Las armas de este Linaje son: escudo azul con cruz grande como de Calatrava hueca, y lo hueco de sangre.
Corresponden a este Linaje los apellidos Santa Cruz, Miranda, Vallejo, Espinosa y Rebolledo. Tenía sus juntas en la iglesia parroquial de Santa Cruz, una de las más antiguas de Soria.
No cabe más, dentro de los estrechos límites a que tiene que sujetarse este artículo, acerca de la histórica e ilustre casa troncal de los Doce Linajes de Soria. Su vida fue la vida de esta ciudad. Desde su fundación, sus Caballeros prestaron grandes servicios, siendo fuerte muro de contención para las invasiones de los árabes en Castilla, sirviendo con esfuerzo para la reconquista de Andalucía, Aragón y Valencia, e impulsando la unidad política que fue el gran trabajo después de la expulsión de la media luna.
Todo pasó. Los Linajes tuvieron su razón de ser; pero su intervención fue siendo menos activa y oportuna a medida que las necesidades de la guerra se modificaron y la administración municipal fue regularizándose; llegando a desaparecer en nuestros días por efecto de la profunda y natural transformación social que desde principios de siglo viene realizándose; sin que para ello hayan influido ni fuerza alguna en su destrucción ni las vicisitudes humanas, sino pura y sencillamente el curso natural y regular de la vida.
Lorenzo Aguirre. 1884.
Sus armas, como demuestra el blasón, tres fajas de oro en campo de sangre. Corresponden a él los apellidos Álvarez de la Solana, Tapia, Contreras, Vallejo, Montenegro, Arcos, Rivera y Sandoval.
Este Linaje celebraba sus juntas en la iglesia de su fundación.
Tercer Linaje, de Don Vela
No puede fijarse su origen, pero sí que es grande su antigüedad, puesto que se lee en la Historia General "un mancebo de los mis nobles de Castilla que había nombre D. Vela, alzóse con el Conde Fernán González e non quiso obedecer porque se tenía de tan alta guisa como él".
A este linaje correspondían los apellidos Cervantes, Chaves, Espinosa, Hera, Verguillán, Caravantes, Mendoza, Rivera y Zapata.
Tenían sus juntas en la parroquia de San Juan de los Naharros.
Sus armas, partido el escudo en cuarteles: primero y cuarto, puntos de oro en campo de sangre, segundo y tercero, veros de plata en campo negro.
Cuarto y noveno Linaje, de Morales
Somos y Honderos, o Blancos y Negros son los apelativos con que se distinguen las familias correspondientes a estos Linajes.
La denominación de Somos y Honderos proviene del punto que ocupaban respectivamente en la ciudad. Los primeros en la parte más alta, cerca del Castillo. Los segundos en la parte más baja, cerca de la Colegiata.
Tenían sus juntas, los primeros en la iglesia de San Miguel, debajo del Castillo, y los segundos en la de Nuestra Señora de las Cinco Villas, cerca del Convento de Carmelitas.
Respecto de su antigüedad aparece que en la repoblación de Soria por Fortún López se hace ya mérito de Caballeros de este Linaje.
De él procedían el historiador Ambrosio de Morales; aquel pajecito que acompañó a D. Álvaro de Luna hasta en los últimos instantes de su vida, sirviéndose de apoyo antes de morir sobre el cadalso, recibiendo del Condestable el regalo de una sortija que el paje conservó siempre en recuerdo de la cariñosa despedida de su señor; y Rodrigo de Morales, a quien Soria debe la franquicia del mercado que celebra el jueves de cada semana.
Las armas de este Linaje consisten en escudo cuarteado; el uno y cuatro con tres fajas negras en campo de plata, el dos y tres un moral verde en campo de oro.
Son de este Linaje las familias Aguirre, Albornoz, Serna, Estasio, Sevilla, Arévalo, Zapata, Camargo, Céspedes, Zurita, Salcedo, Salamanca, Vera y Navarro.
Quinto y Séptimo Linaje, de Chancilleres
Como el de Morales, se halla dividido en dos. Las armas de este Linaje son: en el fondo del escudo águila negra en campo de plata, y orla de sangre con ocho castillos de oro.
El origen de este escudo es por demás novelesco.
En las turbulencias del reinado de D. Sancho el Mayor de Navarra, nadie tomaba partido por la Reina para lidiar con el Infante, su hijo, en el "Juicio de Dios" que había de salvar la honra de aquella Señora, hasta que se presentó el bastardo D. Ramiro, "muy famoso e muy esforzado en armas, a defender la justicia de la Reina, armado en punta, caballero en un poderoso caballo con sobrevestas azules sembradas de veros de plata". Llevaba por cimera una águila de oro y en el pico el mote: "Veniit Veriitos", de aquí el escudo.
A este Linaje corresponden los apellidos San Clemente, Matamala, López de Quintana, González, Vera, Garcés, Miranda, Carrillo, Ramírez de Lucena, Rueda, Aguilera, Castejón, Ledesma, Luna, Robles y Latorre.
Se reunía en la capilla de San Bartolomé, en la parroquia de Santa María la Mayor.
Sexto y Octavo Linaje, de Salvadores
Como los precedentes se halla también dividido en dos. Martín Salvador dio su nombre a este Linaje. En la historia del Cid se dice que vino con este ilustre personaje desde Valencia, trayendo en su compañía a su allegado Antolín Sánchez de Soria "que fijos y parientes llevaba 40 lanzas".
A este linaje se halla incorporado el apellido Ríos, de la Casa de los Condes de Gómara, que gozaba el extraordinario privilegio llamado de las fluctuosas, consistente en elegir la mejor pieza de los bienes de entre casa que dejara el que moría en su dominios.
A él perteneció también Blasco de Barnuevo, que en la batalla de Pavía contribuyó a la prisión de Francisco I de Francia, según refiere un notable manuscrito que tengo a la vista.
Las dos fracciones de este linaje se reunían en la parroquia de San Nicolás; la Hondenera en el pórtico y la Somera en la capilla mayor.
Sus armas son luna de plata en menguante, en medio del escudo, en campo de sangre, y ocho estrechas azules.
A él corresponden los apellidos Matamala, La Cal, Salcedo, La Cerda, Garnica, Malo, Bravo de Laguna, Ríos y Torres.
Décimo Linaje, de Santisteban
Oscuridad notable hay acerca de su origen. A él corresponde el apellido González, habiendo quien le hace descender de Fernán González, Conde de Castilla.
Martín González, compañero del Cid, dio su nombre al Castillo hoy designado con el de la Torre Tartajo, perteneciente al Condado de Lérida.
Las armas de este Linaje son escudo cuarteado con dos medias lunas en campo azul y dos cruces de sangre floreteadas en campo de oro.
Celebraba sus juntas en la parroquia de San Esteban, hoy agregada a la parroquia de San Juan de Rabanera.
Corresponden a él los apellidos Santiesteban, Jiménez, Heras, Álvarez, Vinuesa, González, Fuenmayor, Beteta y Castillo.
Undécimo Linaje, de San Llorente
Es de los más antiguos de la casa troncal. Sus armas son: escudo cuarteado; en el primero y cuarto cuartel, una estrella de oro en cada uno en campo de sangre; y en el segundo y tercero flor de lis de plata en campo azul.
Sus reuniones tenían lugar en la iglesia de San Lorenzo, hoy destruida, que en lo antiguo se llamó San Llorente, y de la cual tomó nombre este linaje.
A él corresponden los apellidos Villanueva, Peñaranda, Beltrán, Amaya, Contreras, Marrón, Muñoz, Hinojosa, Calderón, Ayala, Basulto, Zárate, Gamboa y Barroso.
Duodécimo Linaje, de Santa Cruz
Algo de hiperbólico hay en el origen que se atribuye a este Linaje, suponiendo desciende nada menos que del famoso Megara, caudillo de los numantinos, fundándose para ello en que alguno de sus Caballeros tuvo solar en la pequeña aldea nombrada Garrejo, que se halla situada en la falda sur del sitio donde estuvo Numancia.
Cuando el Rey Niño Don Alfonso estuvo en Soria, alejado de las turbulencias que agitaron su menor edad, habitó en las casas solariegas de este Linaje, contiguas a la parroquia de Santa Cruz, y este servicio mereció más adelante la recompensa de tener siempre Alcalde sin la alternativa a que estaban sujetas las demás Colaciones de la ciudad.
Las armas de este Linaje son: escudo azul con cruz grande como de Calatrava hueca, y lo hueco de sangre.
Corresponden a este Linaje los apellidos Santa Cruz, Miranda, Vallejo, Espinosa y Rebolledo. Tenía sus juntas en la iglesia parroquial de Santa Cruz, una de las más antiguas de Soria.
No cabe más, dentro de los estrechos límites a que tiene que sujetarse este artículo, acerca de la histórica e ilustre casa troncal de los Doce Linajes de Soria. Su vida fue la vida de esta ciudad. Desde su fundación, sus Caballeros prestaron grandes servicios, siendo fuerte muro de contención para las invasiones de los árabes en Castilla, sirviendo con esfuerzo para la reconquista de Andalucía, Aragón y Valencia, e impulsando la unidad política que fue el gran trabajo después de la expulsión de la media luna.
Todo pasó. Los Linajes tuvieron su razón de ser; pero su intervención fue siendo menos activa y oportuna a medida que las necesidades de la guerra se modificaron y la administración municipal fue regularizándose; llegando a desaparecer en nuestros días por efecto de la profunda y natural transformación social que desde principios de siglo viene realizándose; sin que para ello hayan influido ni fuerza alguna en su destrucción ni las vicisitudes humanas, sino pura y sencillamente el curso natural y regular de la vida.
Lorenzo Aguirre. 1884.