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SORIA: En el tendido aguardábamos impacientes a que el reloj...

En el tendido aguardábamos impacientes a que el reloj del Ayuntamiento diera las siete, hora en que el disparo del cohete desde la puerta de los corrales anunciaba la suelta de los toros. Hasta que llegaba ese momento, la banda Popular del Maestro Bravo amenizaba la espera desde el ruedo con música de diana y pasacalles sanfermineros. “Las siete de la mañana, los cohetes hacen ¡pum!”, (…) “Desde el tendido esperando, estamos con ilusión, ver pasar toros y mozos la puerta del callejón. Son los mozos de Pamplona los más valientes, llenos de fe, los que corren en el encierro con alegría, garbo y placer”. La dirigía con gracia el maestro Bravo, un señor bajito y de aspecto jovial que gozaba de la simpatía y el cariño del público. Era inevitable que la suelta de embolados, tras el encierro, me trajera recuerdos sanjuaneros de las vaquillas de la Saca. Cuando terminaba, mi tío nos invitaba a café con leche y churros en algún bar cercano. Luego, a media mañana, volvíamos a la plaza de toros para presenciar los concursos de aizkolaris, tan parecidos a las exhibiciones de corte de tronco de mis paisanos de Pinares en las fiestas patronales. Por la tarde, a la salida de los toros, la ciudad bullía de gente ruidosa contagiada por la música de las charangas, las canciones de las peñas y el vino de las botas. Cómo sentirme extraño y forastero, si me consideraba uno más, como en mi casa, en mi ambiente.