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DEZA: Las viñas....

Las viñas.

En el tema de los guardas dijimos lo del envero. El envero no es otra cosa que el comienzo de la maduración de la uva. La uva que hasta entonces tenía un aspecto verdoso, comienza a cambiar de color y de buenas a primeras, ves que hay granos de color morado que poco a poco van pintando cada día mas. En Aragón hay un dicho muy popular que dice: “Que pa Santiago pintan las uvas y pa La Virgen ya están maduras.” En Deza van más tardías sin duda y hasta últimos de agosto no solía haber envero. No obstante, ahora los tiempos han cambiado mucho y yo he comido uva de mi parra del Callejón a mediados de agosto.
Las viñas en Deza fueron muy abundantes y se cogía mucho vino. Mi padre me decía que había un documento en el que estaba anotado que cierto año se cogieron trece mil alqueces de vino. Un alquez equivale a cinto veinte litros de vino o sea que echando números, sale que hubo registrados en cuentas un millón quinientos sesenta mil litros de vino. A lo mejor hubo otros tantos que no se apuntaron por no pagar el canon que había establecido para el vino y sus derivados alcohólicos.
Si repartimos dichos litros entre los vecinos de entonces, tendremos que por casa tocaba a tres mil novecientos litros, suponiendo que hubiese en aquel entonces cuatrocientos vecinos. Claro que habría quien tuviera mucho y otros ni para llenar una bota, eso es natural. Es el mismo problema que ha existido y existirá siempre y en todas partes, incluido el dinero más que otra cosa. Y es que la tarta está muy mal repartida, según se sabe y pregonan ciertos políticos, sobre todo, los que quieren tener mejor trozo o por lo menos estar cerca de la tarta y tenerla a su alcance. A mi que no me den; que me pongan donde haya, según un dicho popular.
De buenas a primeras comienzan a perderse las viñas por causa de la filoxera, procedente de Francia. La enfermedad atacó sin piedad a las plantaciones autóctonas y poco a poco borró del mapa todas las cepas antiguas. Hasta esa fecha, el hacer nuevas plantaciones era una cosa muy fácil puesto que de un sarmiento de cualquier cepa, empezabas a coger uva a los dos años de haberlo plantado, encima de que la plantación era eterna pues duraba hasta cien años y moría de revieja; en muchos casos vivía más que el amo que la había plantado. Esto fue el comienzo del fin de las viñas en Deza al igual que las del resto de España. Pero ya veremos como todo tiene solución.
En nuestro pueblo se cuentan quizá treinta lagares abandonados, algunos de los cuales ya han desaparecido del todo; aunque también los hay en buenas condiciones como recién estrenados. También hubo algunos en el campo o sea en la misma propiedad de la plantación de la viña. Uno que puedo citar está en una casilla ya hundida en el Caminegro, que perteneció al Luís “el Cuco”.
En las Eras Bajeras hay uno que está en ruinas y milagrosamente guarda intacta una cruz en la pared, desde hace muchos años. Un hombre cayó dentro del lagar al darle la vuelta un tablón mientras pisaba las uvas y pereció allí ahogado.
Para la extracción del mosto del fruto de la vid, estamos hablando de entonces, se hacía pisando y bailando sobre una cantidad determinada de uva desparramada sobre unos tablones mal ajustados, por donde caía el líquido, al interior del lagar. Cuando se consideraba que los granos estaban la mayoría de ellos escachados, se abría uno de los tablones y se echaba todo dentro, escobajos y orujos, volviéndose a tapar y a repetir otra nueva tongada. Así hasta alcanzar el punto deseado o hasta agotar las existencias de la cosecha de los que se habían juntado en asociación para hacer su vino en aquel lagar. El pisador que así se llamaba el que pisaba las uvas, no creas que pasaba frío. Se tiraba el santo día bailando, trotando, repisando y dando mil paseos descalzo y con poca ropa, sobre aquella masa pegajosa y dulzona, agarrado a esa cuerda que colgaba del techo y que le ayudaba a guardar el equilibrio. Al acabar el día no sabía ni donde se encontraba de tantas vueltas que había dado. Decían que muchos pisadores de uvas no salían afuera ni a mear. Yo recuerdo que se lavaba los pies antes de entrar; pero que las uñas no se las había cortado, en muchos años. Pisaba mayor cantidad de uvas con las uñas, que con los pies.
Toda aquella mezcolanza resultante, que había ido a parar al fondo del lagar y que poco a poco lo iba llenando hasta completarlo, se dejaba allí en reposo y en paz. Al cabo de poco tiempo empezaría una reacción química que se llama fermentación, en la cual los azúcares se van transformando en alcoholes etílicos, con los que habremos obtenido el vino. De aquella fermentación se desprendería el anhídrido carbónico, que el pueblo llano llamaba tufo, gas mortal de necesidad que guardaba celosamente aquel milagro, que se realizaba silenciosamente. Muchas personas murieron por su causa, unas debido a las imprudencias que se cometieron y otras a la ignorancia puesto que había un modo infalible con el que poder comprobar su presencia y era entrar con una vela encendida que permanecía intacta si solamente había oxígeno suficiente para la respiración. El apagón de la llama, era un signo inequívoco de que morirías, de seguir adelante. Había que tener también en cuenta, que muchas veces, el gas mortal podía estar escondido en cualquier lugar poco aireado y permanecer allí durante mucho tiempo como trampa letal. Yo recuerdo un caso en el que dos operarios entraron en una tina para limpiarla antes de echar en ella el vino nuevo y fallecieron dentro juntamente con el amo que se metió a rescatarlos. Y eso que era su faena habitual durante muchos años.
He comentado que la filoxera acabó con las viñas a primeros del siglo pasado. El mundo no se podía conformar con la desaparición del vino y sus derivados y buscó la manera de seguir obteniéndolo de una planta híbrida que resultó del injerto de la vid americana, con la de la tierra. Así, el pié aguantaría la filoxera y la parte superior daría el fruto de la misma calidad que se obtenía anteriormente. Este invento maravilloso de los injertos lo inventó el hombre hace miles de años y todavía funciona perfectamente en la actualidad, prácticamente de la misma manera, sencilla y económica. Sabe hacerlo todo el mundo que lo vea hacer aunque solamente sea una vez. Claro que, injertos los hay de distinta manera y modos; pero lo principal es saber cuando la planta tiene sabia y está en su punto.
Es verdad que la nueva variedad de cepas tarda uno o dos años mas en dar fruto y también que se agota al cabo de unos treinta años; pero la situación se remedió fácilmente y hoy en día todas las plantaciones se hacen de este modo.
Creo que el peligro para el vino y por lo tanto para las viñas, vinateros y agricultores fue una ministra de Salud y Bienestar Social que hubo en la legislatura anterior que se vio obligada a retirar, por una férrea oposición del sector, una proposición no de ley que tendería a restringir el uso del vino como si se tratara e una droga o algo así. Ya llegará el día en que solamente estén autorizadas las bebidas artificiales y con cuarenta mezclas diferentes de componentes químicos. Ese es verdadero peligro para la salud y no el vino bebido con moderación. Porque también el agua es muy buena y si vas a la playa y bebes más de la debida te ahogas. Habría por lo tanto que prohibir los baños, según ese criterio.

Un abrazo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
La vendimia.

Los racimos de la vid ya lo hemos ido vigilando desde mediados de agosto y en septiembre ya nos hemos traído a casa algunos cestos de tan delicioso manjar que lo mismo sirve de postre, como de merienda, con un mendrugo de pan. Habremos podido escoger entre una cepa de moscatel y otra de cojón de gato, entre una garnacha o una de viuna y si te gusta el acidillo y quieres untar el pan, puedes coger también alguna de tinto o provechón; uvas blancas, rosadas y negras; con pepitas e incluso ... (ver texto completo)