Después de hacer la compra en el mercado semanal, junto al río Oria, he venido
a casa con mi mujer. Hace un bochorno axfisiante, mucha humedad y me he dejado
caer en un sillón, sin ganas de hacer nada. De pronto, en el desván de la memoria
se me han removido las viejas, sencillas y buenas costumres de antaño. Cuando no
se cerraba la puerta de casa, porque nadie entraba con malas intenciones. Había
respeto a los mayores y en las casas había diálogo. Se hablaba de cualquier co
-sa, pero nos relacionábamos como humanos. Los abuelos nos contaban viejas histo
-rias de caballeros, cuentos y vivencias de otro tiempo. Hoy nos sentamos a ver
la Tele y no se abre la boca. Somos como robots fijando la vista en una panta
-lla que no nos enseña nada importante.
Hoy en día, salvo en los pueblos pequeños, se ha perdido la sencilla costumbre
del saludo, nos cruzamos con la gente y no decimos esta boca es mía. Cuando una
persona mayor se cruzaba con nosotros en una acera, nos bajábamos a la calle y
él o élla, seguía su camino tranquilamente. En el transporte púbblico se cedía
el asiento a los ancianos. Ahora no se levanta nadie, aunque el viejo lleve mu
-letas. Lamentable.
Aquí, en Euskadi, siempre ha habido mucha afición a subir montes y hacer sende
-rismo. Yo, hasta que tuve un infarto, hace ya veinte años; me pateé bastantes de
los que se encuentran en mi zona. Ahora me conformo con caminar por caminos de
fácil andadura. Y a lo que iba. El cruzarse con gente en el monte, era de obliga
-do cumplimiento saludar a los que se cruzaban. Era como un rito, una religión,
algo natural y necesario. la gente se deseaba buen camino, con un adios sincero:
agur, hola, kaisó, buenos dias, egun on. Ahora, pasan como si fuesen autómatas. Como
se cruzasen con árbol o un perro. Todas estas cosas causan mucha pena. Nos esta
-mos deshumanizando.! Una lástima ¡
a casa con mi mujer. Hace un bochorno axfisiante, mucha humedad y me he dejado
caer en un sillón, sin ganas de hacer nada. De pronto, en el desván de la memoria
se me han removido las viejas, sencillas y buenas costumres de antaño. Cuando no
se cerraba la puerta de casa, porque nadie entraba con malas intenciones. Había
respeto a los mayores y en las casas había diálogo. Se hablaba de cualquier co
-sa, pero nos relacionábamos como humanos. Los abuelos nos contaban viejas histo
-rias de caballeros, cuentos y vivencias de otro tiempo. Hoy nos sentamos a ver
la Tele y no se abre la boca. Somos como robots fijando la vista en una panta
-lla que no nos enseña nada importante.
Hoy en día, salvo en los pueblos pequeños, se ha perdido la sencilla costumbre
del saludo, nos cruzamos con la gente y no decimos esta boca es mía. Cuando una
persona mayor se cruzaba con nosotros en una acera, nos bajábamos a la calle y
él o élla, seguía su camino tranquilamente. En el transporte púbblico se cedía
el asiento a los ancianos. Ahora no se levanta nadie, aunque el viejo lleve mu
-letas. Lamentable.
Aquí, en Euskadi, siempre ha habido mucha afición a subir montes y hacer sende
-rismo. Yo, hasta que tuve un infarto, hace ya veinte años; me pateé bastantes de
los que se encuentran en mi zona. Ahora me conformo con caminar por caminos de
fácil andadura. Y a lo que iba. El cruzarse con gente en el monte, era de obliga
-do cumplimiento saludar a los que se cruzaban. Era como un rito, una religión,
algo natural y necesario. la gente se deseaba buen camino, con un adios sincero:
agur, hola, kaisó, buenos dias, egun on. Ahora, pasan como si fuesen autómatas. Como
se cruzasen con árbol o un perro. Todas estas cosas causan mucha pena. Nos esta
-mos deshumanizando.! Una lástima ¡