ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

Se dice que, Greenwich es el reloj del mundo.

La "hora universal", más propiamente llamada hora media de Greenwich (HMG) es por la que se rigen normalmente los pilotos cuando anotan la hora de llegada a cualquier pais.
Para los viajeros de turborreactores y para todos nosotros el tiempo comienza, en una tira de latón de dos centímetros y medio incrustada en el piso del antiguo Observatorio Real instalado en Greenwich, pequeña población que actualmente es un barrio de Londres...

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En realidad, podemos decir que Greenwich es la hora del mundo. El reloj de nuestra cocina, el que llevamos en nuestra muñeca, el de una estación, el de una torre de Buenos Aires, todos dependen del nervioso tic-tac de la HMG. Parece insignificante, pero en realidad es importantísimo, puesto que la medida del tiempo es mucho más relevante que una simple cuestión de puntualidad para acudir a una cita o de precisión para situar los acontecimientos...

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Un barco que esté zozobrando en el Mar de China, por ejemplo, no transmite su SOS en la hora local sino en la hora que se registra en aquella tira de latón al otro lado del globo. Por ello, la HMG desempeña un papel vital en muchísimas actividades humanas. La determinación precisa del tiempo que emplean las ondas sísmicas en recorrer la corteza terrestre sirve para localizar exactamente el sitio en que se produce un terremoto...

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Es más, un error de uan pequeña fracción de segundo puede llevar a un astronauta a miles de metros más allá del lugar previsto para su aterrizaje...

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Quizá os preguntéis, como se ha preguntado otra gente, ¿por qué fue elegido Greenwich y no fue Alcocnhel, por ejemplo, para coordinar todas estas necesidades mundiales? La respuesta está contenida en la más vulgar de las preguntas: " ¿Qué hora es?"...

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El hombre primitivo, y incluso nuestros abuelos, se las arreglaba mejor o peor echando un vistazo al sol. Algún ingenioso descendiente de aquellos hombres, (siempre los ha habido) obtuvo una respuesta más exacta al calcular "a ojo de buen cubero" la longitud de la sombra de un árbol...

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Posteriormente se inventaron los relojes de sol, como este que hay en la esquina de la Iglesia de Alconchel, apenas perceptible en la foto, que si bien fueron muy burdos al principio, después se perfeccionaron tanto que los fabricaron de bolsillo...

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Las horas nocturnas se contaban por el consumo de una vela encendida, pero a bordo de los navíos, donde era necesaria una precisión mayor para regular los turnos de guardia, se utilizaban relojes de arena. Por fin, en el siglo XIV, se inventaron en Italia los primeros relojes macánicos...

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Estos rudimentarios métodos para medir el tiempo resultaron satisfactorios hasta que los navegantes empezaron a aventurarse a grandes distancias de las costas. Durante siglos, los buques mercantes se habían limitado a costear los litorales entonces conocidos, pero en cuanto penetraron en aguas inexploradas, fuera de la vista o de los puntos de referencia terrestres que les resultaban familiares, comenzaron las dificultades. La razón es la siguiente:...

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Medir la latitud, es decir, la distancia al norte o al sur del ecuador, resulta relativamente sencillo; en el hemisferio norte, por ejemplo, basta con tomar la elevación de la estrella polar sobre el horizonte. En cambio, hallar la longitud (distancia al este o al oeste de un punto dado) es una operación más compleja...

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Los capitanes de barco navegaban a la estima, tomando el rumbo y calculando a ojo la distancia recorrida cada día, pero no podían medir, ni siquiera con mediana exactitud cuánto derivaba la nave del impulso de los vientos, y las corrientes marítimas. Por este motivo, ocurría con frecuencia que se encontraran a centenares de millas del punto donde creían estar, con la consecuencia de que en los arrecifes y en las costas abundaran los restos de buques naufragados...

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Las potencias marítimas comprendieron que la única forma de tales catástrofes era descubrir un método preciso para determinar la longitud: En 1598, Felipe III de España ofreció cien mil coronas de premio al que inventara dicho método; los holandeses agregaron diez mil florines y los británicos aumentaron la cuota con veinte mil libras esterlinas. Finalmente; Carlos II de Inglaterra fundó en 1675 el Observatorio Real de Greenwich, con el propósito de resolver este problema...

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Los investigadores comprendían que para determinar excatamente la longitud bastaba con medir el tiempo de manera precisa. He aquí por qué: la Tierra da una vuelta completa sobre su eje, de 360 grados, en veinticuatro horas, de suerte que cada hora el globo recorre un ángulo de quince grados. Supongamos que un buque zarpa de Lisboa cuando el sol estaba en el cenit; supongamos también que llevara a bordo un reloj muy preciso que diera la hora de Lisboa...

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Si al terecer día de navegación el capitán tomaba con el sextante la posición del sol en su punto más alto, y encontraba una diferencia de una hora con la hora de Lisboa, sabría que había recorrido quince grados, y de esa manera podría determinar su longitud...

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Resultaba obvio que lo que se necesitaba era un reloj más preciso. Los mejores de entonces eran el péndulo, y no funcionaban a bordo de un buque que se hallara en el mar. Hasta que al fin lo inventó la persona que parecía menos indicada: Jhon Harrison, joven carpintero de una aldea situada en la comarca rural de Lincolnshire. Su diversión favorita era construir relojes, de los que hizo algunos con mecanismos de madera...

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El año 1726 logró fabricar uno que sólo variaba unos cuantos segundos al mes, por lo que pensó seguir insistiendo hasta conseguir otro que resultara tan exacto cuando se le utilizara en el mar. Aquel proyecto hebría de ocuparlo durante el resto de us días...

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Para ganar veinte mil libras esterlinas de premio, Harrison tenía que fabricar un reloj que sistiera el viaje marítimo de ida y vuelta de Inglaterra a las Antillas, que tuviera flexibilidad para compensar los cambios de temperaturas y humedad y que fuera suficientemente preciso para determinar correctamente la longitud, con un error no mayor de medio grado...

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El producto de su primer invento fue un enorme cronómetro que pesaba 33 kilos y funcionaba bastante bien, aunque no lo suficiente. En 1761 terminó el cuerto reloj, un grueso ejemplar que medía trece centímetros de diámetro y que estaba destinado a marcar un hito en la historia de la navegación...

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A los 68 años, sintiéndose ya muy viejo y débil para emprender el viaje de ensayo, Harrinson Mandó a su hijo William a bordo de un buque de aparejo de cruz que zarpó de Portmouth rumbo a Jamaica en noviembre de 1761. Dos meses después, cuando el barco llegó a sus destino, el maravilloso reloj marcaba la diferencia de sólo cinco segundos y había permitido localizar a Jamaica con una precisión de una milla y cuarto, lo que constituía una proeza sorprendente...

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A pesar de todo, la junta encargada de dar el premio consideró que la hazaña se debía a pura casualidad.
Los ensayos se sucedieron con resultados igualmente asombrosos, pero la junta no se resolvía a entregarle aquella fortuna, así que cuando Harrison ya tenía 80 años de vida, y le quedaba apenas tres, intervino Jorge III y ordenó que se pagara al anciano la cantidad ofrecida, a la que se había hecho acreedor por su notable invento...

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Desde entonces, todos los grandes navegantes y exploradores oceánicosemplearon copias del reloj de harrison para orientarse en sus travesías. Los cronómetros originales se conservan en el Museo Nacional Marítimo de Gran Bretaña, donde siguen dando la hora exacta...

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Mientras en el mar se había establecido el orden, en tierra seguía reinando el caos. Las poblaciones de cierta importancia contaban siempre con alguna persona encargada de "leer" nel sol en el cénit, y los ciudadanos ponían en hora sus relojes de acuerdo con tal lectura...

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Como consecuencia, cada ciudad tenía una hora diferente, circunstancia que no tuvo demasiada importancia hasta que aparecieron los ferrocarriles. Y lo que era aún peor: hasta finales del siglo XIX había repartidos por todo el mundo trece primeros meridianos, es decir, meridianos donde se empezaba a contar la hora del día...

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El problema se resolvió en 1884, fecha en que se reunieron en Washington los representantes de veinticuatro naciones para acordar desde dónde se daría la hora a todo el mundo. El delegado norteamericano propuso que fuese un lugar de Inglaterra llamado Greeenwich, argumentando que dicha nación era dueña de la mayor parte de los buques del mundo, imprimía casi todas las cartas náuticas y había inventado el primer cronómetro de precisión...

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Casi todos los delegados estuvieron de acuerdo, y se firmó un tratado por el que se dividió el globo en zonas horarias situadas al este y al oeste de Greenwich. De este modo, la hora de Nueva York sería la de Greenwich menos cinco horas; la de San Francisco, menos ocho. La de Bagdad, en cambio, sería más tres, y Tokio más nueve...

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Los "más" y los "menos" se encontrarían en el Océano Pacífico, en la "línea internacional del tiempo", donde se verificaría una corrección de veinticuatro horas. Con este sistema, todo el mundo sabría qué hora era en cualquier lugar del globo...

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Al principio, la hora a que ciertas estrellas pasabn sobre el meridiano de Greenwich, se observaba con un telescopio corriente, y con unos sencillos cálculos aritméticos se determinaba la HMG. Desde 1957, el trabajo práctico se venía realizando en Herstmonceux, antigua castillo situado en Sussex, lejos de la niebla y los resplandores nocturnos de Londres...

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En dicho lugar, y aprovechando las noches claras, se tomaban fotografías de unas treinta estrellas en el instante en que cruzaban el meridiano, y después se sacaba el promedio de las observaciones para determinar la hora exacta...

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Entre una y otra observación astronómica se registraba la hora con mecanismos tan extraordinarios como el reloj de cuarzo, que da la medida del tiempo con una exactitud de uan millonésima de segundo....
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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Pero aún más impresionante resulta el reloj de cesio, o reloj atómico, cuyas radiaciones se miden para determinar el tiempo, consiguiéndose que la variación diaria sea solamente de ¡una milmillonésima de segundo!...


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