La sublevación militar
Lo que en un principio estaba previsto como una sublevación militar que acabaría rápidamente con el gobierno del Frente Popular, se convirtió en una larga y cruenta guerra que supuso para España un enorme bache demográfico, económico y cultural, así como la desaparición de la mayor parte de los cuadros políticos, sindicales e intelectuales.
Los preparativos
Desde el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero, un grupo de generales y numerosos jefes y oficiales del ejército comenzaron a tramar una insurrección contra el gobierno. Por lo que respecta a los generales, algunos eran monárquicos, como Orgaz, Saliquet, Fanjul y Goded; otros, como Varela, eran tradicionales; Queipo de Llano y Cabanellas eran republicanos; y otros, como Sanjurjo, Mola y Franco, carecían de filiación política determinada.
Como jefe de la sublevación se designó al general Sanjurjo, pero murió al estrellarse el avión que le traía a España desde Estoril (Portugal). El coordinador de toda la trama conspiradora era, desde Pamplona, el general Mola.
La sublevación
El 17 de julio se sublevaba la guarnición de Melilla y, al día siguiente, Franco volaba desde Canarias a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África. El 18 de julio, la sublevación se extendía por casi toda la Península con resultados diversos: el general Mola se imponía en Navarra con ayuda de los requetés; Queipo de Llano dominaba rápidamente las guarniciones de Sevilla, y Cabanellas triunfaba en Zaragoza; en Madrid y en Barcelona, los levantamientos dirigidos por Fanjul y por Goded, respectivamente, fueron pronto controlados.
El gobierno de Casares Quiroga, que restó importancia a la sublevación, no supo reaccionar a tiempo y fue sustituido por el del republicano Giral, quien entregó armas a las milicias sindicales y a las de los partidos del Frente Popular.
Tras las primeras acciones del levantamiento, los sublevados controlaban Galicia, León, Castilla la Vieja, Navarra, gran parte de Aragón, la Baja Andalucía, las islas Baleares y Canarias. La República contaba con el dominio en Madrid, en los grandes focos industriales -Cataluña y País Vasco-, en las cuencas mineras asturianas, en Santander y en Valencia y Murcia. Una circunstancia determinante de estos primeros momentos la constituyó el paso del estrecho de Gibraltar por las tropas de África. La operación fue completada en los primeros días de agosto bajo el mando del general Franco, que contó con el apoyo de una escuadrilla de aviones enviados por Mussolini. La presencia de la Legión y de los Regulares de África en la Península permitió controlar la Baja Andalucía y entrar en Badajoz. Poco más tarde, las tropas de África entraban en contacto con las tropas que luchaban en el Norte.
En julio, ninguno de los dos bandos aparecía en condiciones de especial debilidad con relación al otro.
Lo que en un principio estaba previsto como una sublevación militar que acabaría rápidamente con el gobierno del Frente Popular, se convirtió en una larga y cruenta guerra que supuso para España un enorme bache demográfico, económico y cultural, así como la desaparición de la mayor parte de los cuadros políticos, sindicales e intelectuales.
Los preparativos
Desde el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero, un grupo de generales y numerosos jefes y oficiales del ejército comenzaron a tramar una insurrección contra el gobierno. Por lo que respecta a los generales, algunos eran monárquicos, como Orgaz, Saliquet, Fanjul y Goded; otros, como Varela, eran tradicionales; Queipo de Llano y Cabanellas eran republicanos; y otros, como Sanjurjo, Mola y Franco, carecían de filiación política determinada.
Como jefe de la sublevación se designó al general Sanjurjo, pero murió al estrellarse el avión que le traía a España desde Estoril (Portugal). El coordinador de toda la trama conspiradora era, desde Pamplona, el general Mola.
La sublevación
El 17 de julio se sublevaba la guarnición de Melilla y, al día siguiente, Franco volaba desde Canarias a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África. El 18 de julio, la sublevación se extendía por casi toda la Península con resultados diversos: el general Mola se imponía en Navarra con ayuda de los requetés; Queipo de Llano dominaba rápidamente las guarniciones de Sevilla, y Cabanellas triunfaba en Zaragoza; en Madrid y en Barcelona, los levantamientos dirigidos por Fanjul y por Goded, respectivamente, fueron pronto controlados.
El gobierno de Casares Quiroga, que restó importancia a la sublevación, no supo reaccionar a tiempo y fue sustituido por el del republicano Giral, quien entregó armas a las milicias sindicales y a las de los partidos del Frente Popular.
Tras las primeras acciones del levantamiento, los sublevados controlaban Galicia, León, Castilla la Vieja, Navarra, gran parte de Aragón, la Baja Andalucía, las islas Baleares y Canarias. La República contaba con el dominio en Madrid, en los grandes focos industriales -Cataluña y País Vasco-, en las cuencas mineras asturianas, en Santander y en Valencia y Murcia. Una circunstancia determinante de estos primeros momentos la constituyó el paso del estrecho de Gibraltar por las tropas de África. La operación fue completada en los primeros días de agosto bajo el mando del general Franco, que contó con el apoyo de una escuadrilla de aviones enviados por Mussolini. La presencia de la Legión y de los Regulares de África en la Península permitió controlar la Baja Andalucía y entrar en Badajoz. Poco más tarde, las tropas de África entraban en contacto con las tropas que luchaban en el Norte.
En julio, ninguno de los dos bandos aparecía en condiciones de especial debilidad con relación al otro.