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ALMEDINA: ALMEDINA Lucio López Ramírez -Artículo publicado...

ALMEDINA

Lucio López Ramírez

-Artículo publicado en Lanza e 21 de junio de 2007-

Entre los pueblos que llevan un nombre más bonito y evocador de la provincia de Ciudad Real está Almedina. Así nos lo recuerda don Inocente Hervás: “Es voz arábiga que se interpreta “el fuerte”, y cuyo nombre es harto conocido en la época musulmana”.
El extenso territorio de la provincia de Ciudad Real contó durante la Baja Edad Media, tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), con diversas fortalezas y con emplazamientos que no perdieron su nombre arábigo, cuya inicial en “Al” nos lo hace recordar: Albaladejo, Alhambra, Alcázar, Alcoba, Alcolea, Almagro, Alcubillas, Almadén, Almodóvar, Almuradiel… también cuenta con hidrónimos, como Guadalmez (río del almez), Guadiana y el paraje de Guadianeja.
Parece como si estas tierras fueran también el suspiro del moro, que dejó su memoria en la toponimia compartiéndola con el cristiano.
Tenían tal encanto y poder de sugestión estos nombres que no se perdieron. Así nos lo indica don Inocente Hervás: “Contaba Madrid en su recinto con la Almudena, Palma de Mallorca tenía también su Almodayna, Talamanca la Almudena y Córdoba su Almedina”. Nos dice el cronista que “Medináh, ciudad lleva consigo la idea de una población considerable”. Ello nos indica que al-Madinat (la ciudad) o Almedina tuvo una importancia en la Edad Media.
Así nos lo asegura nuestro cronista provincial: “Arrasada Montesa por los sectarios del Corán, levantaron esta fortaleza para asegurarse la posesión y dominio de este país y defensa en sus intestinas luchas”. La elección de Almedina fue debida a su posición estratégica: “Vigila la robusta fortaleza del Guadiana (la de Calatrava) a la inquieta Toledo y se da la mano con Salvatierra, puerta de Sierra Morena, y en el camino de Córdoba a Toledo, Almedina guarda una de las entradas de Sierra Morena, custodia uno de los caminos más concurridos de Andalucía, y ni se mueve ningún peón ni caballo en todo el Campo de Montiel, que escape a su vigilante mirada”.
La Almedina medieval nos hace evocar una Medina de la alta Castilla, la que cantó Gerardo Diego: “Medinaceli”: , “Ciudad del cielo, soñada, / recostada / en la arista tajadora / de aquel cerro de codicias / donde ensaya sus primicias / el águila planeadora”. Los que hemos visitado Almedina sabemos de su posición estratégica y de ese promontorio donde se asienta, como balcón donde se divisan los encarnados y abarrancados terrenos del Campo de Montiel.
La primera vez que llegué a Almedina fue de noche y apenas me enteré. Sólo descubrí el encanto de la población y su apacibilidad. Tomamos café a las doce de la noche un número de compañeros que llegamos desde Castellar. La noche se alhajaba con uno de sus mejores mantos para cubrir la belleza de Almedina y yo recordé los versos de Gerardo Diego. Almedina aquí, Medinaceli allí: , “Ciudad del cielo, Medina / diamantina, / inviolable a las mesnadas / y a los ángeles abierta. / Ciudad dormida, despierta / y abre tus alas plegadas”.
El dueño del bar tenía una colección de “coñac Peinado”. El brandy de Tomelloso me emocionó, pues en esta ciudad se empezaba a tejer mi destino.
La segunda vez descubrí a Almedina de día. Empinada en sus 900 m de altitud y en toda la grandeza de su panorámica, de la que el municipio sólo cuenta con 55, 5 Km2. Almedina, el término chiquito entre los extensos términos que la rodean: Villamanrique, Torre de Juan Abad, Montiel, Villanueva de los Infantes.
Almedina muestra su suelo encarnado para dejar discurrir al Guadalén infante que se va perezosamente soñando hasta el Guadalimar. Almedina es una tierra de colores, de olores, de sonidos, de discursos, de sabores. Estas sensaciones se perciben en el trato cordial de sus gentes, aunque esto no es nuevo pues procede de los tiempos en que Almedina se convirtió en uno de los focos de cultura más importantes del Renacimiento en España.
En Almedina nació el pintor Fernando Yáñez de la Almedina, el discípulo de Leonardo da Vinci, que introdujo la belleza de la pintura renacentista italiana por Valencia, cuyas tablas del retablo mayor son suyas. Además de Valencia repartió su obra en Cuenca, Játiva y hoy se exhibe en diversos museos.

Un domingo me encontré en Lanza con un artículo de su alcalde don Antonio Alfonsea Patón, donde hablaba del “Código da Vinci” y recordaba al gran pintor, a nuestro clásico de La Mancha y de Almedina, al que la corporación le ha brindado en su cuna natal un Museo al Aire Libre. Una iniciativa que honra a Almedina y le da una proyección nacional e internacional.
En Almedina nació el humanista don Bartolomé Jiménez Patón. Era un hombre de su tiempo, haciendo bueno el adagio latino: “Humano soy, nada humano me es extraño”. Escribió tratados tan variados como éstos: “Elocuencia española en arte”; “Epítome de la Ortografía Latina y Castellana”; “Historia de la ciudad de Jaén”; “Proverbios concordados”; “Discurso de la Langosta, que en el tiempo presente aflige y para el venidero amenaza”. Forma Jiménez Patón con Baltasar Gracián y Gregorio Mayans los tres grandes en riqueza y amenidad.
Aún no conozco a Antonio Alfonsea, aunque he hablado por teléfono con él. Un día barajamos la idea de que a ese museo de la pintura de Fernando Yáñez se le complementara con una biblioteca humanista y literaria, especializada en la época de Jiménez Patón, y su prolongación, como Gracián, Mayans, Feijoo…
Don Gregorio Planchuelo Portalés me sorprendió al leer su “Estudio del Alto Guadiana y de la Altiplanicie del Campo de Montiel” al citar varios músicos célebres durante el Renacimiento nacidos en la villa de Almedina. Eran los célebres vihuelistas que enriquecieron con su música el Siglo de Oro de la Música en España (siglo XVI).
Don Inocente Hervás le dedica seis páginas a Almedina y sus hijos ilustres, lo cual nos indica que la villa ha tenido mucho que contar. Almedina contó siempre debido al emplazamiento de su población: “Como la población mejor defendida y conservada de los musulmanes, no era de extrañar el que los cristianos la dieran la preferencia sobre la tierra yerma y el desierto campo; bien murada y defendida hallaban en ella seguro abrigo los moradores contra los ataques repetidos del agareno”. Y agrega don Inocente: “Esta es la razón, por la que Almedina figura en los documentos más antiguos de la Orden de Santiago como el pueblo más numeroso y bien poblado del Campo de Montiel, alcanzando en el siglo XIV, según el licenciado Diego Mota, 400 vecinos, los que aún conservaba en el año 1575. Cuenta hoy con 201”.
Don Inocente Hervás debe referirse al censo de 1887 y esos 201 vecinos representan unos 1.000 habitantes.
La población de Almedina a lo largo del siglo XX la podemos seguir por los datos recogidos por los profesores de Geografía de la Facultad de Castilla-La Mancha en Ciudad Real, autores de la Geografía de Castilla-La Mancha.
1900: 987 hab / 1910: 1.387 hab / 1920: 1.423 hab / 1930: 1.455 hab / 1940: 1.482 hab / 1950: 1.738 hab / 1960: 1.537 hab / 1970: 1.206 hab / 1981: 1.003 hab. En el padrón de población de 2005, Almedina aparece con 704 habitantes.
Almedina es un pueblo que sugiere mucha cultura y que yo entiendo que con la mentalidad de las nuevas corporaciones la va a ir generando mucho más, invitándonos a todos a visitar Almedina. Esto fue lo que realizó un grupo del diario Lanza con su directora, doña Laura Espinar, lo cual dio lugar a un reportaje fotográfico y documental donde se puede comprobar el gran interés que suscita la villa de Almedina.
Para mí Almedina supuso una afición y un aprendizaje, el descubrimiento de un escritor y cazador, don Miguel Delibes. Durante cinco cursos, de 1983 a 1988 tuvimos en el Centro de Capacitación Agraria de Tomelloso al alumno de Almedina, Ramón López Arias. Es Ramón un profesor de autoescuela en un pueblo de Valencia, aunque estudió con nosotros la FP 1 Agraria y la FP2 en Viticultura y Enología. Poco después de acabar sus estudios en Tomelloso se marchó a Valencia, donde encontró el amor, formó su familia y se hizo profesor de conducir.
Ramón López Arias era hijo de Braulio y de Tomasa, los caseros del caserío de arenisca roja de la finca Guedea. La finca cinegética adonde iban a cazar el Rey Don Juan Carlos, don Miguel Delibes y algunos personajes más de los que Ramón nos contaba algunas anécdotas. Ramón era el camarero y con sus catorce o quince años se ponía muy nervioso cuando tenía que servir. El día de su debut tuvo que servir al Rey de España y lo hizo embargado por la emoción y por los nervios, tanto que la servilleta se le cayó al suelo. El Rey al verlo tan apurado recogió la servilleta del suelo y le dijo: “No te preocupes, hombre, que eso le pasa a cualquiera”.
Ramón López Arias me fue trayendo los libros que le reglaba y le dedicaba Miguel Delibes. Por mis manos fueron pasando y fui leyendo con verdadera delectación: “El camino” (1950), obra casi coetánea de cuando vine al mundo. Afanes de un muchacho de pueblo y bella descripción de la vida campesina. ¡Que buen ojo tenía don Miguel Delibes para regalarle aquellos libritos de Editorial Destino que durante esos cinco años hicieron mis delicias.
A este libro siguió el de “Las Ratas” (1962), nuevos temas sobre un mismo escenario: la vida rural y el mundo infantil. “Diario de un cazador” (1955) me gustó por la historia del bedel de un instituto y las notas costumbristas.
El “Príncipe destronado” me sirvió para explicarles, con una selección de textos, la psicología infantil a mis alumnos, la que yo les solía impartir en Formación Humanística. También este libro está presente en mi primer cuento “El regalo de Reyes”. Había hecho bueno el proverbio latino: “Docendo discitur” (enseñando se aprende).
En el verano de 1985, a la vuelta de un viaje con los alumnos por Málaga y Granada, nos acercamos con el autobús hasta Almedina para llevar a Ramón a su casa. Tomasa nos obsequió a merendar en la finca Guedea. Allí nos mostró alguna de las habitaciones de los personajes ilustres que cazaban. Yo recuerdo los muebles de los libros. Ediciones nuevas y populares: Colección Austral, especialmente de color verde (ensayos), Editorial Destino, Libros de caza
Yo recuerdo Almedina por el arte y la literatura. Aunque lo más hermoso que llevo de esta localidad, es lo que siempre he recibido la amistad, la hospitalidad y la cordialidad.