La condesa Marta Guilhou le explicaba a la señora Sakia los metodos de Elizabeth Arden, capaces de conservar la eterna belleza, mientras mordian ambas unos rabanillos, y la esposa del Presidente de la Union Patriotica ponia en duda la elegancia de los sombreros de Cora Marson ante la indiferente mirada de la señora Geertghe.
Los chasquidos del mayordomo Felix con los dedos eran como tañidos militares de trompeta. Retiramos los enjuagatorios, las bandejas de ostras, los entremeses y las copas donde se habia tomado el vino de Madeira, y nos dispusimos a servir el pescado. Un permiso especial del general Zubillaga, Gobernador M ilitar presente en el festin, permitio levantar la veda para capturar en Niserias aquellos doce salmones, algunos de mas de ocho kilos, que nos disponiamos a servir. Iban rellenos de colas de langostas de Luarca, jalea de frutas, huevos duros de codorniz y lonchas de jamon dulce traido del condado ingles de Yorkshire, y estaban aquellos peces del Cares rociados con vino gallego de Godello y rodeados con guarnicion de cangrejos del rio Orandi, setas de Muniellois y esparragos murcianos, que a la gente importante le gustaba aludir a la genealogia de todo cuanto comia, tal vez por dejar constancia de que en esta vida para que algo destaque debe tener su linaje y diferenciarse asi de aquella otra clase social de hambrientos e indocumentados, para los cuales, con respecto a la comida, los mas cercanos parientes eran los dientes. Y aquellos salmones debian de estar deliciosos porque los comensales dejaron de hablar y pusieron muecas de entusiasmo y sus pomulos enrojecieron y se enardecieron sus mejillas hinchadas, y yo estaba alli plantado de espaldas a la ventana, estrenando aquel nuevo oficio de camarero, con la servilleta terciada en mi brazo izquierdo, la mirada al frente, derecho como un militar delante de la bandera, expectante como un futuro contrayente esperando a su novia junto al altar, y pensaba yo que aquellos señores parecian estar almacenando la salud, tragandola ansiosos para preservar su existencia, y con la salud engullian todo el oxigeno y tambien la felicidad, para no dejar nada a los indignos, y en aquel acto de comer y beber lo mejor, en las vajillas y copas mas fastuosas y con los mas valiosos cubiertos, querian ellos resumir sus alegrias y sus desvelos y tomar conciencia de su dominio, haciendonos sentir a nosotros, al mismo tiempo, fragiles y desgraciados por no haber alcanzado la gracia divina de tener un cerebro tan iluminado y un alma tan privativa como la de ellos y por no disponer de una genealogia, heraldica y abolengo, que nos hiciera al menos alcanzar la importancia de los salmones del Cares, las langostas de Luarca o el jamon de Yorkshire, pero todo aquello se me antojaba a mi como una suerte de esclavitud, y veia yo mas salud en los pechos de la señorita Julia, que desafiaban el almidon para irradiar poderio, que en todos los cuerpos de las linajudas comensales puestos unos encima de los otros, por muy aristocraticos que fueran, y, mas que en los apellidos circunspectos y en los titulos y en los ademanes ceremoniosos de los invitados, presentia yo el abolengo en las pupilas de la aya de las niñas del palacio, que a buen seguro descendian, no las niñas sino las pupilas de Julia, de una de aquellas diosas que Eneka me contaba que eran tan hermosas, aunque hicieran cosas extrañas, de Juno, por ejemplo, que era una diosa que amaestraba gansos, y por todo esto que yo sentia en aquel intermedio entre plato y plato, de espaldas al paiseje del mediodia, me acerque a la señorita Julia con mucho sigilo y le dije, tienes ojos de diosa viva, eso le dije, y los abrio aun mas para mirarme sorprendida, y añadi, y todas esas que estan comiendo salmon llevan la muerte en las pupilas, y la señorita Julia me dijo, callate rufian, eso me dijeron sus labios gruesos y carnosos, pero los humores de su cuerpo, esos que corren por dentro en forma de violentas cataratas cuando el cerebro inficiona las carnes con el deseo, esos me estaban diciendo otra cosa, y ya iba yo a proceder a la materializacion de otra tonteria cuando sonaron de nuevo los tañidos de alambre del mayordomo Felix anunciando la enmienda del zafarrancho provocado por los salmones del Cares. Servimos la carne. Un ciervo de Pigüeña, asado a fuego lento, habia sido cudadosamente troceado, regado con orujo de miel y adornado con pure de castañas. La cornamenta del desdichado ejemplar fue colgada sobre la chimenea principal con el aplauso de los comensales y las bromas del señor Oliveros, director de El Noroeste, quien refirio a la mesa una anecdota sobre el simbolico atributo de la infidelidad que tenia como protagonista a la esposa de un diputado conservador, lo que provoco la carcajada en unos y muecas de desaprobacion en otros, segun la adopcion politica de cada cual, circunstancia que venia a reforzar aquel pensamiento que yo iba alimentando de que la adhesion a las ideas de un grupo determinado terminaba por apoderarse de uno, de sus sentimientos, de su singularidad y hasta de su sentido del humor, asi ocurria con el abuelo Cosme y con mi primo Alipio, y tambien con aquellos señores importantes, generales, nobles, diputados, escritores y banqueros, a los cuales me disponia a servir las carnes del ciervo de Pigüeña, este si que no entendia de ideologias, tampoco eso le sirvio de manumision, acabo como acababan muchos, hombres y bichos, con sus fundamentos en manos de otros y perdido por completo el sentido de sus atributos. Servi a la condesa de Mieres, que le decia a la señora Geertghe, en esto de la politica, como en el matrimonio, lo mas aconsejable es siempre el silencio, y tambien servi a un anciano de barba blanca de nombre Aniceto, que me dijo, suficiente, y extendio la mano sobre el plato y a poco le pongo en ella una costilla del ciervo, y servi a una señora que era tan anciana y veia tan poco que no me dijo nada, y tuve el honor de servir tambien a un banquero, Nicanor de las Alas Pumariño, que habia sido diputado y senador y tambien habia sido presidente de la Diputacion y por entonces era un banquero completamente calvo, de ojos cavernosos y bigote invisible, y el tal Nicanor me pregunto, muchacho, de donde eres, a lo cual conteste, de donde usted quiera, señor, y el brillo de su calva no lo habia yo visto jamas, y servi varios platos mas hasta llegar a la señora Sakia, quien me dijo, solo poquito pure, y mientras le servia al momento en que me inclinaba para dejarle la comida en el plato, acerco su boca a mi cara y me dijo, tu haces bien bastante, y dije, gracias, señora, y ella continuo diciendome en voz muy baja, tambien buena idea bucaros, a mi toca primavera, y me senti muy agradecido por aquellas palabras de la esposa del señor Jacob, y luego fui a servir a la señora Geertghe y dejo la mano suspendida sobre el plato y me miro muy seria y me dijo, no broma, nada es broma, y me fui con los trozos de ciervo de Pigüeña hasta donde estaba el mayordomo Felix.
El murmullo de las conversaciones fue subiendo de tono porque el alcohol de los diferentes vinos fue apoderandose de los cerebros y las palabras engordaron y perdieron el pudor y habia tantas conversaciones como individuos, cada uno doblado hacia si mismo, entumidos los timpanos, velados los ojos por cataratas de presuncion, y el mayordomo Felix dio la orden de no echar mas leña a los fuegos, de las pequeñas chispas nacen los grandes incendios, se me antojaba que todos andaban huyendo, algunas mujeres se habian vuelto profetisas, vaticinaban en que momento todo seria mas espeso, algunos hombres solemnizaban sus propios vicios y renegaban de sus fracasos, vi la carne del ciervo despegandose de los huesos, la luz empezo a parecerme ominosa y la servilleta me pesaba en el brazo como una piedra de moler. El Gobernador estaba vestido de militar y sus palabras eran las mas gordas y las mas rotundas. Le pregunte a Felix que eran aquellos colgajos que llevaba en el pecho, y me dijo, son medallas, la de la Paz de Marruecos, la Gran Cruz de San Hermenegildo, y no pudo seguir con la relacion de las condecoraciones porque un invitado se levanto para proponer un brindis por la salud de los ingenieros y de sus maravillosas esposas, y el periodista Oliveros le dijo a su vecino de mesa, es un ruin adulador, lo unico que quiere es la concesion del transporte del carbon de los belgas, un rastrero cobista, eso es lo que es, hablare de ello en la edicion de mañana, y su vecino le dijo, y encima su mujer se entiende con la hija del conde, y Oliveros pregunto, de que conde, a lo que el vecino contesto moviendo la cabeza y dirigiendo la mirada hacia el otro extremo de la mesa. Despues de aquel brindis de segundas intenciones, al menos segun la prensa republicana, todos siguieron comiendo y bebiendo con igual ansiedad, comian aquellos señores importantes como si hubieran pasado hambres tambien importantes, y de pronto se levantaron de sus asientos y prorrumpieron en cerrada ovacion, y no habia sido el general Primo de Rivera quien habia entrado en el comedor, tampoco el rey Alfonso, que de ser asi a mas de uno se le hubiera atragantado la carne del ciervo de Pigüeña, lo que aquellos comensales insaciables recibian con vitores y aplausos no era otra cosa que una gran cazuela con el guiso del jabali. Habia sido asado con leña de roble y relleno despues con salchichas de Francfort del Oder, que era una ciudad alemana a donde los ingenieros acudian dos veces al año porque alli tenian talleres de maquinaria y fabricas de cuero, a Eneka le trajo de alli el ingeniero Jacob unas botas de piel de carnero con el escudo de la ciudad grabado en lo alto de la caña, dos torretas y un gallo, pues de alli mismo venian las salchichas que preñaban al jabali, que ya se dijo que la genealogia era siempre un asunto a considerar, por eso tambien se hizo publico que el jabato habia sido cazado en lo alto del rio Aller, en un lugar llamado Llamazares.
El vino que se sirvio fue un Mont-Rachet, de la Alta Borgoña, que estar atento a la intendencia de aquellos señores traia consigo el aprendizaje de la geografia y yo tenia el empeño de convertirme en un hombre instruido, igual que mi amigo Eneka, y me acorde entonces del maestro jardinero y mire por la ventana por ver si andaba por el jardin, pero no eran horas de faena, andaria por las cocinas saboreando los restos de los salmones del Cares. Observando como comian y gozaban aquellas gentes tan bien vestidas, recorde las palabras de Eneka que decia que los ricos cuando se dedican a ser felices se parecen a los niños, pues como niños pequeños se me antojaban a mi aquellos seres polimorficos que llevaban sobre sus hombros la responsabilidad de decisiones de las cuales dependian muchas vidas, incluidas las nuestras, y en la perversion de su inconsciencia y en medio de verborreas alcoholicas de pronto un pilitico le preguntaba a un industrial, en cuanto estimas el aumento de produccion para el proximo ejercicio, y el empresario le preguntaba al politico, en cuanto estima el Gobierno que aumentara la jornada laboral este año, y los periodistas hablaban del reparto de las comisiones, que eran las retribuciones derivadas de las facultades que unas personas dan a otras para que entiendan en algun negocio, y este asunto molestaba a los nilitares, que se rascaban con precaucion las medallas, y una señora que habia perdido sus originales colores le referia a la condesa Guilhou que su marido habia comprado cinco vagones de pieles de vaca en Miranda de Ebro y los habia vendido en Endaya, y entre estacion y estacion habia ganado cincuenta mil francos, descontadas, claro, las multiples comisiones, a lo que Marta Guilhou añadio, siempre dije que seria un buen politico, y todos y todas se sentian mas jovenes y mas felices a medida que se vaciaban las botellas de Mont-Rachet. A una señal de la señora Sakia se abrieron los cortinajes de terciopelo azul del fondo de la sala y una orquesta de violines comenzo a interpretar una sonata de un aleman llamado Strauss, y el anciano Aniceto Sela le dijo al señor Adaro y Porcel, que tambien era ingeniero pero que no era belga, aunque hablaba perfectamente el aleman, mejor hubieran sido unas gaitas. Y entre musica de violines llegaron los postres, pastelillos de albaricoque, suspiros de Pajares, arroz con leche y crema tostada y brazo de gitana que mas bien parecia el brazo de Hercules. El mayordomo Felix me dijo, baja a la bodega y trae mas botellas de licores, y asi lo hice, y agradeci salir por un momento de aquella sala en la que el aire ya se habia vuelto espeso, tanto que se estaban arrugando las flores de los bucaros.
Descendi por las escalinatas de piedra hasta la bodega. El frescor me devolvio agilidad y desalojo la presion de mi cabaza. Se escuchaba el murmullo en la planta de arriba, como el rezo acelerado y penoso de la estantigua grosera e innoble del reino del poder y del dinero, y mastique la humedad del sotano y experimente un cierto extasis por aquella soledad, extendi los brazos y di vueltas sobre mi mismo. El brillo de las botellas conformaba un paisaje de estrellas en movimiento, en un cielo de estantes verdosos y polvorientos, cariñenas, borgoñas, amontillados, vintages, riojas, condados, jumillas, albariños, burdeos, champañas, cuatro mil botellas decia el mayordomo Felix que contenia aquella bodega, era sencilla la cuenta, como un problema de los que nos planteaba el maestro Silvano, dieciocho estantes centrales por noventa botellas y doce armazones adosados a las paredes conteniendo doscientos veinte envases, total, sumando el resultado de las dos multiplicaciones y restando los huecos de las botellas bebidas y no repuestas, la cuenta cuadraba con la estimacion del mayordomo, y eso sin contar los licores que habia encerrados en una vitrina y colocados sobre pluteos de roble, hacia ellos me dirigi para cumplir el encargo, cuanto acohol esperando un destino, reserva, envejecido, crianza escojida, gran reserva, nectar para mendigos profesionales de la anestesia o sal que reavivaba las llagas, liquido de un mar lujoso de naufragos, el abuelo Cosme lo resolvia con una botella de anis corriente, a granel, siempre de la misma forma, alcohol sin edad conocida ni fecha de nacimiento, pero en aquel palacio todo era distinto, apendices y ornamentaciones, mobiliarios y atmosferas, tejados alambicados y enmaderamientos desbordantes, simbolos familiares y maneras de decir, entrantes y salientes, alcobas y acomodos, y bodegas repletas de vinos de todas las edades y procedencias, de olores y aromas diferentes, que decia Felix que unos y otros no eran lo mismo, los primeros entraban por las celulas olfativas, los segundos via retronasal una vez que el vino se hallaba en la boca, pinientos verdes, almendra, camuesa o pan de higo, eso entre los olores, frutas, flores o animales con respecto a los aromas, que el mayordomo no habia estado casado con una musa ni tampoco era probable que hubiera estudiado una enciclopedia y por eso su sabiduria no era univelsal, como la de Eneka, pero tambien el era un sabio en lo referente a su oficio, y yo andaba en la tarea de aprenderlo, como aprendiz que era, y parecia que aquello de los vinos era leccion incuestionable en el manual de los camareros de alifaras importantes, no tanto para beberlos como para saber apreciarlos y elegirlos de forma conveniente para que otros los disfrutaran.
Ya habia elegido varias botellas de licores y las habia colocado en una cesta, cuando senti que alguien descendia por las escaleras, sera Felix que viene a dirigirme en la eleccion de los licores, eso pense, y volvi la cabeza, pero no era Felix quien estaba parado al final de la escalera, era la señorita Elena, que querra, me pregunte, y fui hacia ella para mostrarle mi sisposicion de sirviente y quedarme a la espera de sus ordenes, determinaciones, urgencias o apetitos, porque tal era mi encomienda en aquel palacio azul del cual la recien aparecida era una de las principales princesas. La luz salia partida por un ajimez que se abria, en la unica pared sin estantes, a ras del suelo del patio, y caia esparcida sobre la señorita Elena como un baño de paja, como las ramas colgantes de un arbol, y ella me dijo desde el penultimo de los escalones, no dire nada a mis padres sobre el asunto de esta mañana, e incline un poco la cabeza y le di las gracias, y estaba yo comenzando a tener la sensacion de que aquel inesperado momento tenia mucho de secreto y algo de prohibido, que era un momento placentero y hermoso, pero al mismo tiempo comprometedor e incomodo, de nuevo una circunstancia que era varias circunstancias a la vez. Ella descendio hasta el ultimo de los escalones y alargo el brazo y su mano se abrio camino entre las ramas de luz y me empezo a acariciar el pelo y a preguntarme si me gustaba, no el hecho mismo de la caricia sino toda ella entera, te gusto, esa fue la opregunta, y ya no sentia yo el frescor de aquella bodega, mas bien tenia calor, porque aquel dia singular me estaban sucediendo demasiadas cosas, tantas que pense que no iba a poder acomodarlas todas en la memoria, como si aquel dia fuera muchos dias, incluso meses, y volvio a preguntarme, esta vez con un relativo delante que no debia de ser relativo porque la respuesta querida era muy concreta, mas bien conjuncion completiva que denotaba reiteracion o insistencia, que si te gusto, y dije, si señorita, y volvio a preguntar, cuanto te gusto, y respondi, mucho, señorita Elena, me gusta usted micho, y como una habitante de aquel Olimpo que me describia Eneka donde se decidia el destino de los hombres, la diosa Elena mostro su magnanimidad y me dijo, en adelante y siempre que estemos solos puedes tutearme y llamarme Elena, y apreto mi cabeza contra sus pechos y los senti perfumados y cerre los ojos para dormirme y no despertar de aquel sueño que habia quedado estrujado entre mi cara y su cuerpo, para escapar de mi condicion de sirviente, pero todo era demasiado prohibido y yo estaba tembloroso, me temblaban los brazos, colgados en la duda sin atreverse a ejecutar avaricias de la voluntad, me temblaba la montaña entera del Olimpo, y dije, arriba estan esperando por los licores, como un zorro que encubriera en el verdor de las uvas su manifiesta inutilidad, y mis palabras se deslizaron por su vientre tambien prohibido, y me dijo, en cualquier momento tendras noticias mias, y desaparecio como desaparecen los relampagos que provocan las tormentas, y me dejo alli perdido entre los haces de luz de aquel ajimez que yo desee que fuera el ojo de buey de un barco para arrojarme por el a la mar.
Cuando me disponia a abrir la puerta escuche conversar a dos periodistas, uno de ellos era Oliveros, la dimision esta cantada, le decia a su compañero, me acabo de enterar de que Benjumea parte mañana a primera hora para MadriD, pero el no sera el elegido, se habla de Damaso Berenguer, es un hombre culto y equilibrado, pero no deja de ser un palatino de ideas anacronicas. El compañero de Olivares decia, por fin se termina la pesadilla, se abriran las fronteras al regreso de los expatriados, se abriran las puertas de las carceles a los presos politicos, se restituiran las catedras y empleos a los perseguidos. Sin duda hablaban de la dictadura y parecia, segun aquellas personas, que comenzaba una nueva epoca de libertades donde todo era posible, asi que pense, puestos a pedir, tambien podrian abrirse las puertas del Olimpo a los mortales, hacer posible los sueños prohibidos, beber de todas las fuentes de la vida en compañia del cortejo de las nueve musas, convertirse en cisne para unirse a Elena, la mas bella hija de Zeus, ingeniero mayor del Olimpo. Oliveros, al verme, dijo, parece que llegan los licores, frase que no supe interpretar, porque bien podria ser expresion de disimulo o bien una forma sutil de criticar el retraso, que verdad era que se habia producido, primero en el extasis contemplativo del surtido de los vinos y despues en el encuentro imprevisto con quien entro en la bodega de princesa y salio con el titulo de diosa, y recorde una vez mas las palabras de mi hermana antes de que yo entrara a trabajar en el palacio, lo que vas a ver alli dentro no son cosas sino circunstancias, accidentes de modo y de especie y de tiempo que alteran el orden natural de lo conocido hasta ese momento, y asi de distraido llegue ante el mayordomo Felix con la cesta cargada de licores y de circustancias, vamos, Nalo, que ya estan los cafes en la mesa, mr dijo, y fruncio los alambres de su rostro para mostrarme la evidencia de su reproche.
El alcohol habia hecho mella en el caracter de algunos comensales, a unos les habia ahogado la tristeza y les habia privado de ese sentimiento o estimacion de la propia dignidad que se suele llamar vergüenza, y por eso expresaban regocijos excesivos o a destiempo y componian muecas en los rostros arrebolados para producir estruendos primitivos, a otros el alcohol les habia robado el silencio y no solo emitian de forma alterna sonidos guturales que formaban palabras gruesas sino que andaban flotando en un discurso inacabable en el cual las frases se arracimaban unas a las otras con la ayuda de babas y suspiros, y tambien habia a quienes la circunstancia de haber bebido en exceso no solo les habia afanado la vergüenza y la tristeza y el silencio, tambien se habia apoderado de su soledad y con ella se habia ido la templanza y la adulacion y los ruegos y los temores y los fingimientos, porque quien pierde la referencia de la soledad ya no posee la defensa de creerse recien llegado a este mundo, ya se cree parte sustancial de este mundo e intenta hacerlo girar, al mundo, con la palanca de su soberbia, y por eso andaban algunos derrocando todas las monarquias de la tierra o fundando las dictaduras mas cruentas, firmando penas de muerte o impartiendo lecciones al mimisimo Dios, enamorando a la mas hermosa de las hijas de Eva o dictando leyes inapelables sobre el ordenamiento natural de los sexos, pero bien es verdad que a todos ellos, aunque el alcohol fuera capaz de privarlos de la tristeza, la vergüenza, el silencio y la soledad, por este orden, nunca conseguiria redimirlos del peso de ciertos recuerdos, porque no hay alcohol suficiente sobre la tierra para anegar la memoria, asi me lo habia transmitido en no pocas ocasiones mi abuelo Cosme, quien andaba en ese intento del olvido colectivo desde hacia años, y cuanto mas alcohol se ingeria para olvidar mas imposible resultaba el olvido y mas desnudos se quedaban los recuerdos, y, de esta manera, lo que en el momento previo a la embriaguez solo habian sido representaciones figurativas, presencias mas o menos molestas de imagenes en la mente, adquirian con ciertas dosis de alcohol naturaleza fisica, y asi los recuerdos se materializaban por el poder de la desinhibicion implacable, ya no eran reverberaciones esporadicas del animo, sino pajaros desorientados y molestos que se estrellaban como pedruscos contra las paredes y rompian los cristales de las ventanas y resucitaban a los muertos, los cuales caminaban luciendo su engreimiento por encima de las mesas, y mostraban sin reparo y a gritos su descontento y dejaban sobre el azumbrado todas las culpas, las viejas y las de nueva crianza, con lo cual, en esa carrera frenetica de alcohol, la meta era el principio de los mas expuestos caminos, y esto, como ya dije, lo habia aprendido de mi abuelo Cosme, que hablaba poco, pero cuando lo hacia, quiza por el hecho de mantener las palabras durante largo tiempo fermentando en la bodega del silencio, sus pensamientos se mostraban diafanos y sus dictamenes precisos y definitivos, el anis no ahoga, solo encharca y destapa las alcantarillas, les decia al cantinero Colino y al ruso Basilio, con quienes se juntaba algunas veces para beber en los bancos de la estacion, y Colino siempre remataba las conversaciones asegurando, vamos a morir de todas formas, y el ruso Basilio solo decia, que bien se esta cuando se esta bien.
En este enredo de meditaciones andaba yo, en pie y de espaldas a los violinistas, con la mano derecha colgando y la izquierda aguantando el trozo de mantel, a la espera de las ordenes de Felix o los requerimientos directos de algun comensal, cuando una señora que se tambaleaba detras de la condesa Marta Guilhou y llevaba un vestido que no parecia traje de criatura humana, me llamo, como llaman los pastores a sus perros, y acudi solicito a ella, sintiendola no pastora sino oveja descarriada, llena esta copa de licor, me dijo, y tome la botella y fui a cumplir su deseo ejecutando con precision cada uno de los movimientos que para tal servicio me habia enseñado Felix, pero con tan mala fortuna que, al ir a verter el liquido en la copa, la señora perdio el equilibrio y hube de soltar la botella y el licor se derramo por aquel vestido que no era vestido sino arbitraria y ridicula presuncion y agarre con fuerza uno de los pliegues de su blusa para evitar su desplome y, aunque la seda se rasgo y parte de los interiores de la infausta quedaron al aire, consegui sujetarla, y hubo interjeciones varias y algun reniego que otro, los violines dejaron de sonar y se hizo el silencio, y los alambres del rostro de Felix, que corria hacia nosotros, se oxidaron de repente, y mire a la señora e intente pedirle disculpas, pero su bofetada ya estaba adornando mi cara, con lo cual, por puro acto reflejo y no por desconsideracion, la solte y se fue al suelo envuelta en aquel vestido que cada vez se me antojaba menos vestido y, en aquel instante, a la vez que escuchaba las palabras de Felix, bien la jodiste, Nalo, di por concluida mi corta carrera de camarero de acontecimientos importantes, al menos en aquel palecio azul de los ingenieros belgas. Pero, una vez que la señora, visiblemente conmocionada, fue sacada de la sala para ser atendida de forma mas aplicada y discreta, la esposa del ingeniero Jacob, la señora Sakia, se acerco a mi y me dijo, tu no preocupas, ella toma mucho vino y licor, hiciste correctamente lo bueno, y aquellas palabras me parecieron incoherentes, no por estar mal pronunciadas, que lo estaban, aunque en asuntos del lenguaje mas importante que el inmueble era el foro, sino por provocar efectos contradictorios, como si cada palabra de la señora Sakia en realidad fueran dos palabras, y asi me aliviaban en un sentido, el de la tranquilidad que proporcionaba el saberse comprendido y disculpado por alguien que poseia el arbitrio del castigo, pero me estaban rompiendo aquellas palabras el hilo de los acontecimientos, pues yo era un siervo, un criado ayudante de todo y titular de nada, sin derecho a disfrutar de ninguna razon en medio de tanto poder y tan manifiesta riqueza, y me senti vulnerable, como debe de sentirse un perro acariciado por el amo al que acaba de morder, y una vez mas otro momento no se limitaba a ser unicamente un simple y comprensible momento, y bien es cierto que acabe pensando, como lo habia hecho instantes antes en la bodega, que tambien el perdon era un privilegio de los dioses, quiza el gesto donde de forma mas contundente manifestaban su poder, mas incluso que en el acto del castigo. Y a pesar de aquellas palabras de la señora Sakia me encontre flotando en el penoso estado de la vergüenza, sintiendo el soplo devastador de todos los alientos, la lluvia de escombros de todas las miradas, y con toda seguridad hubiera sido el centro de atencion y el objeto de la mayoria de los comentarios para el resto de la velada, compartido el protagonismo, eso si, con la autora de la bofetada y del desmayo, si no se hubiera producido, en aquel mismo instante, un acontecimiento de maxima importancia, una circunstancia capaz de eclipsar cada una de las demas circunstancias.
El ingeniero Hendrik, acompañado del conde que tambien era ministro, entro en la sala procedente de su despacho, toco dos veces las palmas para exigir silencio, se coloco delante de los musicos para ser visto por todos y con una voz intensa y metalica, como la de un predicador en el pulpito de una iglesia, anuncio, acabamos de conferenciar por telefonia con un miembro del Gobierno, quien nos ha informado que el general Primo de Rivera, marques de Estella, acaba de presentar la renuncia ante el rey don Alfonso con el unico motivo de equilibrar y reponer su salud. Hubo un silencio, grave y espeso, esos segundos en que cada uno piensa cual sera el gesto o la palabra mas conveniente, ese tiempo vacio en el que, en todo caso, uno siempre espera que sean otros quienes lo alimenten. Fue entonces, en ese espacio y en ese tiempo detenidos, cuando la señora Geertghe, con la voz perturbada por el alcohol, arrebolada y espectral en el silencio de la sala caliente, alzando su copa llena del liquido de las burbujas, se levanto tambaleante de su asiento y, acrecentando hasta lo inhumano el dolor de su soledad, emitio un grito lacerante que me erizo la piel, a la mierda los dictadores, dijo, sean prelados, gobernantes o maridos, sean marqueses o miserables, a la mierda todos ellos, brindo por su destruccion. Ofuscado por aquella dolorosa vision volvi la mirada hacia el ventanal y vi al jardinero Eneka podando los sauces, jovenes y desnudos, y en aquel instante hubiera querido estar con el, ajeno al mundo de aquella sala llena de circunstancias que yo no necesitaba conocer. Sacudida por el soplo de la incomprension, aquella mujer misteriosa para mi, bebio un ultimo trago entes de su definotivo derrumbamiento, y cayo de bruces sobre aquella mesa ilustre poblada de valiosas piezas de cristal de Bohemia y vajillas de limo fino y cenizas de corteza de caraipo.
Nadie planta un pino para que le hagan el ataud, pero el dictador lo hizo, el mismo fue anunciando su muerte, y en politica anunciar la muerte es morir, el endurecimiento de sus resoluciones fue visto como un gesto de debilidad, y como cada dia es discipulo del anterior, aunque el discipulo salga rebelde, el general contemplo un buen dia como aquellos que le habian ayudado a sembrar el pino no solo lo tenian ya cortado y escoscado sino que andaban serrando y cepilando las tablas y preparando los clavos. Pero antes de que terminaran de construirle un ataud, cambio los planos que a tal efecto habian confeccionado tanto los eruditos como los ventajistas de ese metodo confuso consistente en la utilizacion de estrategias y la aplicacion de doctrinas para la gobernacion de los pueblos y que se viene llamando politica, y el dictador se procuro para su huida una patera, que es embarcacion sencilla y muy adecuada para cruzar fronteras, antes de que los perros economistas descuartizaran a mordiscos los lomos de su poder con el falso menguado de la peseta, antes de que sus propios validos le hicieran tomar conciencia de las catastrofes provocadas por sus decisiones intempestivas, antes de que los conspiradores militares convirtieran en chatarra sus estrellas de general, antes de que el rey viniera en persona a certificar su muerte y a colocar la bandera a modo de mortaja sobre el referido ataud, antes de que los gritos del pueblo oprimido le reventaran los timpanos, antes de todo esto, aquel hombre que habia tomado el poder, segun pregonaba el mismo, por tener, entre otras cosas, la masculinidad completamente caracterizada, se subio a la patera de las renuncias y se alejo escuchando el rumor corrosivo de otros sables y dejando al rey sin estar preparado para actuar de forma determinada, que es una manera suave de traducir una expresion, que hace referencia a una prenda femenina de vestir, mucho mas popular y poco adecuada cuando de quien se habla es de un señor monarca cuyo poder le viene del Olimpo o al menos de sus alrededores. Y ahora a descansar un poco, lo indispensable para reponer y equilibrar la salud, estas fueron las palabras del dictador dimisionario, subido ya a la citada patera rumbo a un sencillo hotelito de la vecina Francia.
Nadie planta un pino para que le hagan el ataud, pero el dictador lo hizo, el mismo fue anunciando su muerte, y en politica anunciar la muerte es morir, el endurecimiento de sus resoluciones fue visto como un gesto de debilidad, y como cada dia es discipulo del anterior, aunque el discipulo salga rebelde, el general contemplo un buen dia como aquellos que le habian ayudado a sembrar el pino no solo lo tenian ya cortado y escoscado sino que andaban serrando y cepilando las tablas y preparando los clavos. Pero antes de que terminaran de construirle un ataud, cambio los planos que a tal efecto habian confeccionado tanto los eruditos como los ventajistas de ese metodo confuso consistente en la utilizacion de estrategias y la aplicacion de doctrinas para la gobernacion de los pueblos y que se viene llamando politica, y el dictador se procuro para su huida una patera, que es embarcacion sencilla y muy adecuada para cruzar fronteras, antes de que los perros economistas descuartizaran a mordiscos los lomos de su poder con el falso menguado de la peseta, antes de que sus propios validos le hicieran tomar conciencia de las catastrofes provocadas por sus decisiones intempestivas, antes de que los conspiradores militares convirtieran en chatarra sus estrellas de general, antes de que el rey viniera en persona a certificar su muerte y a colocar la bandera a modo de mortaja sobre el referido ataud, antes de que los gritos del pueblo oprimido le reventaran los timpanos, antes de todo esto, aquel hombre que habia tomado el poder, segun pregonaba el mismo, por tener, entre otras cosas, la masculinidad completamente caracterizada, se subio a la patera de las renuncias y se alejo escuchando el rumor corrosivo de otros sables y dejando al rey sin estar preparado para actuar de forma determinada, que es una manera suave de traducir una expresion, que hace referencia a una prenda femenina de vestir, mucho mas popular y poco adecuada cuando de quien se habla es de un señor monarca cuyo poder le viene del Olimpo o al menos de sus alrededores. Y ahora a descansar un poco, lo indispensable para reponer y equilibrar la salud, estas fueron las palabras del dictador dimisionario, subido ya a la citada patera rumbo a un sencillo hotelito de la vecina Francia.
Estas fueron descripciones extraidas de los argumentos que el jardinero Eneka y el mayordomo Felix pusieron en comun en un descanso de sus actividades respectivas, cuando se juntaron al atardecer a fumar un cigarro debajo de la morera, una vez que los invitados se hubieron retirado, los restos del convite hubieran sido recogidos, los muebles y ornamentos vueltos a su posicion original y cuando ya el aire que alborotaba las plantas del jardin se habia vuelto frio, como correspondia al dia y mes en que nos encontrabamos, veinte de enero para ser exactos, un dia señalado para una sorpresa importante, si sorpresa podia llamarse a lo que ya se esperaba desde hacia tiempo, porque Eneka decia que el saber con certeza que algo va a ocurrir nos libra del sentimento de asombro cuando por fin ocurre, y no fueron asombros lo que pude observar aquel dia, despues de conocida la noticia, sino mas bien apresuramientos y urgencias por situarse cada cual en el lugar exacto para recibir de forma propicia los posteriores acontecimientos. Hubo quien fue a celebrarlo por todo lo alto y tambien quienes lloraron con afliccion de huerfanos, los periodistas afilaron la noticia con la piedra de la oportunidad, los politicos descolgaron del armario de las ideas la chaqueta mas conveniente para lucir en las nuevas fotografias que preparaba la historia, los empresarios declinaron de nuevo la palabra economia y dotaron al nominativo de mas universalidad y pusieron serpentinas de colores en el vocativo y al genitivo le apuntalaron aun mas su sentido de pertenencia y al oblativo le ocultaron las procedencias y al dativo lo dejaron en suspenso por lo que pudiera pasar. El pueblo llano andaba suspirando bajo las sombras, con esa rara desazon de quien espera un tren que nunca se detiene, se miraban unos a otros y se decian agudezas o consignas transmitidas oralmente por muchas generaciones, como un continuo lamento que mas que dolor expresaba indiferencia, ni calvo ni con dos pelucas, el rey quedo compuesto y sin novia, le va a costar la corona, el espantajo solo dos dias engaña a los pajaros, hay palabras torcidas que a una parte miran y a otra tiran, muchas son las artes que el lunes enseña al martes, cada medalla tiene dos caras, ya veremos dijo un ciego, lo que a la fuerza se da nadie lo agradecera, el prometer no empobrece y cosa de ricos parece y muerto el perro se acabo la rabia.
(Un buen monton de ellas seguidas ¿he?, esto es mio, J. M. Z. L.)
Aquel dia me fui a casa tarde. Anduve comentando con Eneka el desafortunado percance con la señora invitada. Se rio mucho y en su risa tambien apreciaba yo su sabiduria. Y con respecto a la señora Geertghe, Eneka se puso serio y me dijo, esa mujer esconde un sufrimiento grande. Fue en aquel momento cuando me hablo por primera vez de la mariposa que todos llevamos dentro, la de cada uno es unica, tiene colores distintos y revolotea de forma diferente, algunos se mueren sin haberla sentido jamas, el quid esta en descubrirla a tiempo, y le pregunte, que pasara cuando la encuentre, y me respondio, lo sabras cuando llegue ese momento. Le dije que me acercaria a ver a mi hermana, pues tenia un libro de poemas para ella que habia cogido en la biblioteca, y Eneka me pregunto, de quien es ese libro de poemas, y le respondi, de los ingenieros, supongo, y el dijo, Nalo, te pregunto que quien es el poeta, y le dije, ah, no se como decirlo, es un nombre extranjero, y Eneka me pregunto si conocia Felix lo de los libros, y le explique que no, que no lo conocia, porque un dia le habia preguntado si podia tomarlos prestados y el me dijo que los ingenieros no verian bien que sus sirvienyes anduvieran leyendo poemas, ni poemas ni otras lecturas, asi que los cogia sin que nadie me viera y una vez leidos por Lucia volvia a dejarlos en los estantes, y Eneka me dijo, ten cuidado, no me gustaria que tuvieras problemas por culpa de unos cuantos versos, y tambien me dijo, dile a Lucia que el domingo me adercare a visitarla.
(Un buen monton de ellas seguidas ¿he?, esto es mio, J. M. Z. L.)
Aquel dia me fui a casa tarde. Anduve comentando con Eneka el desafortunado percance con la señora invitada. Se rio mucho y en su risa tambien apreciaba yo su sabiduria. Y con respecto a la señora Geertghe, Eneka se puso serio y me dijo, esa mujer esconde un sufrimiento grande. Fue en aquel momento cuando me hablo por primera vez de la mariposa que todos llevamos dentro, la de cada uno es unica, tiene colores distintos y revolotea de forma diferente, algunos se mueren sin haberla sentido jamas, el quid esta en descubrirla a tiempo, y le pregunte, que pasara cuando la encuentre, y me respondio, lo sabras cuando llegue ese momento. Le dije que me acercaria a ver a mi hermana, pues tenia un libro de poemas para ella que habia cogido en la biblioteca, y Eneka me pregunto, de quien es ese libro de poemas, y le respondi, de los ingenieros, supongo, y el dijo, Nalo, te pregunto que quien es el poeta, y le dije, ah, no se como decirlo, es un nombre extranjero, y Eneka me pregunto si conocia Felix lo de los libros, y le explique que no, que no lo conocia, porque un dia le habia preguntado si podia tomarlos prestados y el me dijo que los ingenieros no verian bien que sus sirvienyes anduvieran leyendo poemas, ni poemas ni otras lecturas, asi que los cogia sin que nadie me viera y una vez leidos por Lucia volvia a dejarlos en los estantes, y Eneka me dijo, ten cuidado, no me gustaria que tuvieras problemas por culpa de unos cuantos versos, y tambien me dijo, dile a Lucia que el domingo me adercare a visitarla.
Mi hermana recibio el libro con entusiasmo, me dijo, gracias Nalo, eres un sol, y me beso de la forma en que ella siempre lo hacia y pense que merecia la pena hacer de ladron para Lucia y robar aquellos libros, pues probablemente nadie disfrutaria de aquella lectura como ella. Le dije, hace mas frio que de costumbre, y me pidio que me quedara a cenar, tengo guiso de patatas, dije que si, que me quedaba con ella, y me volvio a besar, porque a mi hermana le gustaba mucho besarme con besos agiles y sonoros, y me dijo, mientras dispongo la mesa sal al corral a por un poco de leña y enciende el fuego. El cielo estaba quieto, silencioso, entregado al transito de una muchedumbre de estrellas, y el aire iba dejando el rocio sobre todas las cosas para que lo enfriara la noche hasta convertirlo en hielo. Recorde la vida de mi hermana mientras recogia la leña, sus entusiasmos, sus soledades, sus disturbios espirituales, sus locuras y sus silencios, recorde la atormentada forma que tenia de asistir al espectaculo del universo. Mientras cenabamos le pregunte si conocia la noticia, y me respondio, claro, me lo dijo Angelica, que vino a traerme unas sales timoladas que le encargue a su padre, pero eso a nosotros nos da igual, Nalo, a ti y a mi nos da lo mismo quien dirija todo esto, y le explique a Lucia que Eneka habia dicho que el rey tendria problemas, pero ella se rio y me dijo, los reyes nunca tienen problemas. Me vino entonces a la memoria el recado que me habia encomendado Eneka y le dije a mi hermana, el domingo vendra a visitarte, y me pregunto, el rey, y respondi, no, Eneka, y nos reimos los dos, y me senti vinculado a ella por sentimientos sin duda contradictorios, porque la veia como hermana, pero tambien la veia como mujer, por eso le dije, no se cual es la forma en que te quiero, y no debio de oirme porque dije aquello sin levantar mucho la voz y a ella habia que hablarle en un tono elevado a ser posible mirandola de frente para que te viera los labios. Se levanto y tomo el libro que yo habia robado para ella y lo abrio al azar y comenzo a leer un poema, <<aqui abajo todas las lilas mueren y todos los trinos de los pajaros son breves, yo sueño con estios que no terminen jamas, aqui abajo los labios rozan sin dejar nada de su dulzura, yo sueño con besos que no terminen jamas, aqui abajo todos los hombres lloran sus afectos o sus amores, yo sueño con lazos que no se rompan jamas>>. Le pedi que pronunciara para mi el nombre de aquel poeta extranjero, y lo hizo, Sully Prudhomme, es frances, como me gustaria saber hablar el frances, y me siguio leyendo poemas, y pense que el tiempo de la poesia era un tiempo distinto, porque era tiempo del interior, tiempo que quiza nacia en el mismo lugar donde revoloteaba aquella mariposa que Eneka decia que todos llevamos dentro. Estaba seguro de que mi hermana hacia tiempo que habia encontrado su mariposa, por eso le pregunte, como es tu mariposa, y ella dijo, vaya, Nalo, Eneka ya te hablo de eso, luego guardo silencio, pero solo fue un instante, se estiro por completo, tanto que sus pechos estaban a punto de hacer saltar los botones de la blusa, y me dijo, me ocupa entera, es tan grande como yo. Le pregunte, cuando lo supiste, y dijo, cuando supe que, y le dije, cuando descubriste esa mariposa o lo que sea, y dejo los cubiertos sobre el plato, bebio un poco de vino, se seco los labios y fue a sentarse junto al fuego, y me sente junto a ella y me mostro unos ojos inmensos en los que se reflejaba la luz y el movimiento de las llamas, los fijo en mi y comenzo a hablar con la voz pausada y sin hacer ningun gesto, fue cuando murio Julian, porque te voy a decir algo, Nalo, algo que nadie sabe ni sabra nunca, yo mate a Julian, si, yo lo mate, y calla por favor, calla y no digas nada hasta que te lo cuente todo, tu recuerdas aquella noche, la recuerdas bien porque estabas aqui esperandome cuando regrese, te habias quedado dormido, ahora se cumplen dos años de aquello porque fue en el mes de enero, el me golpeaba muy fuerte, Nalo, lo hacia con la cincha de las caballerias o con las varas de sacudir los colchones, y tambien con las manos, con aquellas manos grandes como palas de cocer el pan y eso era lo que mas daño me hacia porque me golpeaba aqui, en los oidos, y me hacia sangre, asi que aquella noche lo decidi, priumero intente cortarme otra vez las venas, pero con la navaja en la mano me mire al espejo, y, puedes creerme, me salvaron mis ojos, si, estos ojos, intente mirarme por dentro a traves de ellos, me dije, a ver que hay ahi detras, y alli estaba esa fuerza coraje, una llama que permanece siempre, eso que Eneka llama la mariposa, y a mi me gusta esa forma de llamar al alma, cuando se hace grande, y decidi salvarme a mi misma porque lo tenia todo perdido, la dignidad y la vida, asi que me abrigue y cogi el candil, hacia mucho frio aquella noche, yo sabia que el pasaria junto al barranco de Peñamea cuando saliera de la cantina de la estacion y que vendria borracho, siempre volvia borracho, pero ya no me pegaria mas, nunca mas, coloque el candil donde comienza el despeñadero, busque un palo y me escondi, no se lo que tardo porque el tiempo de aquella espera no fue un tiempo que pueda contarse en horas o minutos porque habia vida y habia muerte a la vez y todo estaba detenido y en silencio, recuerdo que pense que si aquello salia mal seria yo quien acabaria arrojandome por el barranco, llego tambaleandose y susurrando una cancion, al ver la luz del candil se detuvo y dijo, quien anda ahi, y se aproximo a ella, a la luz, no fue dificil, me acerque por detras y le empuje con el palo, se desplomo al vacio, pude ver un instante el aleteo de sus brazos y escuche el golpe de su cuerpo de gigante contra las piedras, tome el candil y regrese a casa, y aqui estabas tu, dormido y con un libro de poemas en las manos, y aquel dia la mariposa empezo a crecer hasta ocuparme entera, y ahora ya puedes hablar, puedes ya decirme lo que quieras. Hubo un silencio largo. Tarde en mirarla a los ojos y cuando lo hice vi que estaba llorando. Me dijo, fue como arrancarme una costra fea y apestosa, pero en ocasiones no puedo evitar sentirme en carne viva. Ella hablaba asi y a mi a veces me costaba entender lo que decia. Me sente cerca de ella y pase un brazo por detras de su cabeza y ella se enrrosco para hacerse mas pequeña, y asi permanecimos, sin hablar, hasta que comenzo a extinguirse el fuego, entonces me dijo, quedate a dormir conmigo.
Mi vida se iba llenando de asombros y una permanente sorpresa por cuanto me rodeaba brillaba ante mi como una estrella que me guiaba. Aprendi que era bueno hacerse pequeño para calibrar lo grande de las cosas grandes y que habia que abrir los ojos y los oidos hasta debilitarlos para ver y escuchar cuanto acontecia y para conocerlo todo y llegar a ser sabio, como lo era mi amigo Eneka, como lo era mi hermana Lucia o como lo era mi abuelo Cosme, y me consideraba a mi mismo un ser afortunado porque todo pasaba ante mi para que yo lo observara. Asi me iban las cosas cuando, sentado en el poyo de la casa rosa de mi hermana, esperando a que ella me entregara un queso y unos dulces para llevarle a mi abuelo, presencie la llegada de la Republica. Ella llego adornada de canticos, banderas y alborozos, y se reia y miraba hacia los cipreses del cementerio y hacia la torre de la iglesia descubriendose uno de los pechos, lo hacia como por equivocacion, dejando que el manto purpura se deslizara provocativamente, y aquel pecho apretado se mostraba ante mis ojos debilitados y abiertos como el pecho blanco de las mimosas de la señorita Julia, como el pecho disimulado de los secretos de Aida, como el pecho divino de las mieles olimpicas de Elena, como el pecho torrido de los incestos de mi hermana Lucia y como todos los pechos que mi complaciente cerebro podia imaginar y que alternativamente se iban situando ante mis ojos, y todo estaba perfumado por aquel pecho petreo y grande de la Republica, que iba goteando fiesta. Parecia que el mundo empezara de nuevo y que los hombres y las mujeres de aquel nuevo mundo, con gran alboroto de tambores y trompetas, corrieran a celebrar el bautismo de todas las cosas. Los musicos de la banda municipal, sin tiempo para vestirse los uniformes, inprovisaron todo tipo de composiciones, extranjeras y autoctonas, pasodobles de pomarada y paraguas, cariocas brasileños, fantasias de opera, mazurcas hungaras o tangos aegentinos, y quien tenia una gaita o una flauta la sacaba y la hacia sonar, y habia clarinetes y saxofones y trompas y platillos, y tambien habia mujeres tocando las panderetas y danzando alrededor de los horreos como si estos fueran hogueras de la noche de San Juan, <<por sobre la verde oliva, por sobre la verde rama>>, y cantaban unos el himno de Riego, <<volemos, que el libre por siempre ha sabido del siervo vendido la audacia humillar>>, y entonaban otros la Internacional o los himnos al triunfo de la revolucion del trabajo, <<gloriosos proletarios, al fin llego la hora en que con vuestra fuerza consigais la victoria>>, y la Republica avanzaba por los callejones en los que el mes de abril habia hecho crecer desmesuradamente las ortigas, y pude observar la balanza que colgaba de su mano izquierda, parecida a la que utilizaba el señor Patricio para pesar los polvos de talco o las hierbas medicinales, y en la otra mano llevaba la inmensa señora una cesta llena de flores prematuras, y cuando doblo la esquina del horreo de las higueras parecia que me miraba y me preguntaba, cuantos años tienes, Nalo, y tremolaban sus pechos erectos y las banderas y las gorras y los sombreros que volaban sobre la multitud, como si todo lo que en el aire tremolaba estuviera hablando entre si, y respondi, tengo diecinueve años, y mi primo Alipio grito a mi lado, quien te pregunta los años, mueve tu culo de ahi y vente a celebrarlo, y le dije, estoy esperando un queso y unos dulces para el abuelo, y me miro como si yo estubviera loco y me dijo, todo ciudadano es rey, ellos son ahora reyes porque tienen la plenitud del poder, y Lucia aparedio con el queso que ella misma habia elaborado con leche de vaca, hacia uno cada mes para los abuelos, tambien Aida sabia hacer quesos, pero los hacia con leche de cabra, y me dijo mi hermana, vete si quieres con ellos, y pregunte, tu no vienes, y me contesto que aquella no era su revolucion, que la suya aun estaba por llegar, y entonces dije que no, que no iria, que me acercaria a casa a llevar el queso y los dulces al abuelo porque lo estaria esperando, y Alipio me dijo, lo que el abuelo espera ya lo tenemos aqui, y Lucia sonrio, porque sabia lo que Alipio queria decir, y en la cara de mi hermana habia dos claveles encarnados y una luz que caia por todo su cuerpo.
En aquel momento de maximo alborozo, encaramado en la talanquera del horreo de las higueras, aparecio un joven con un violin. Segun mi primo Alipio se trataba de Mariposa, el saboteador mas buscado por los somatenes, un anarquista tan enloquecido por la revolucion como por la musica. Mi hermana dijo que lo conocia, que se llamaba Juan Jacobo Varela Caparina y que en cierta ocasion el abuelo Cosme lo habia mantenido oculto hasta que pudo huir a la aldea de Peñafonte, donde tenia un tio que era maestro, y alli habia permanecido hasta que lo detuvo la guardia civil. Asi que se fugo de la carcel, le dije a Lucia, y ella me explico, claro, seguro que hoy muchos carceleros se han olvidado de echar los cerrojos, y que es lo que toca, pregunte, y me dijo, son sonatas, y yo no entendia a que venian aquellas musicas refinadas en aque dia de expresion popular y revolucion, pero cierto es que los dedos de aquel recien llegado y los movimientos desesperados que hacia con la varilla sobre las cuerdas generaban una melodia tan especial que en unos minutos fue capaz de acabar con la algarabia general, y se detuvieron las comitivas y los grupos se apiñaron frente a la talanquera y la Republica extendio las flores de su cesta por el aire para que cesara el trueno de los voladores, y mi hermana se sento junto a mi en el poyo de piedra y me dijo, va a hablar, Juan Jacobo Varela comenzo su discurso, y recorde aquel relato del ruso Vasili Kolesnikov, cuando nos describio la noche en que habia escuchado las palabras de Leon Trotski sobre la felicidad del hombre abstracto. Estamos en la alborada de la autentica revolucion, comenzo diciendo Mariposa, y las causas de las revoluciones no deben buscarse en la cabeza de los hombres, ni en la idea que ellos se forgen de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de produccion y de cambio, la utopia tiene cabida entre nosotros, podemos olerla, palparla, ella sera la encargada de destruir la realidad, de hacerla pedazos para que recostruyamos con ellos una idea nueva de la vida colectiva, hay que terminar con el antiguo regimen del espiritu. Y el anarquista siguio hablando de la expresion de la vida colectiva, de la supresion del Estado y la religion, del arte de vivir despreciando las convenciones y rechazando los caminos trazados de antemano y del orden de la anarquia.
Le pregunte a mi hermana, entiendes lo que dice, y ella me contesto, mas o menos, dice que ya no sabemos que aventuras apagaron nuestros ojos, ni desde cuando nos habia abandonado la esperaza, dice que no es tadavia ni de dia ni de noche, dice que cantaran de nuevo los gallos para que perdamos el miedo a despertar, y le dije a mi hermana, estas loca, ya no soy un niño para que me andes tomando el pelo, y ella sonrio y me beso y me dijo, anda a llevarle esto al abuelo, y asi lo hice, y el anarquista volvio a tocar su violin y la Republica mostro de nuevo su pecho desnudo, y enseguida supe en aquel nuevo momento desdoblado lo que movia a las personas y en lo que creia la gente y supe tambien de lo que eran capaces los hombres y las mujeres por respirar el aire que respiraban los dioses y me fui con el queso y los dulces en la mano la material ofrenda de aquella nueva realidad pensando que quiza fuera posible la libertad que brotaba de aquellos pezones inchados si la balanza de la justicia alcanzara a pesar los actos humanos con la misma precision con que la bascula del señor Patricio pesaba los polvos de talco. Toda la gente se saludaba como si llegara de un largo y accidentado viaje y se besaban en la boca y se miraban con ensoñacion y en verdad parecian reyes, como habia dicho mi primo Alipio, pero no reyes vestidos de husares o de almirantes, esos iban camino del destierro, sino reyes desnudos que se tocaban unos a otros con la misma devocion con la que el cura Belio tocaba las hostias consagradas, reyes que respiraban un aire tan fresco que bien pudiera recogerse en copas, y todo aquello me llenaba de asombro porque era como si todos acabaran de casarse con todos, o como si todos se hubieran casado con alguna de las nueve musas y vinieran a celebrarlo, y alguien grito, destruyamos las cruces, pero otra voz mas energica contesto, la libertad debe de ser para todos, viva la anarquia positiva, y averigüe aquel dia del mes de abril del año treinta y uno que la sensacion de victoria es determinante, mas aun que la propia victoria, que cuando un hombre se ilusiona es capaz de tirar un muro grande de piedras y de construir otro muro de piedras mas grande, y las sombras que aquellas gentes, a las que yo iba reconociendo, proyectaban sobre las paredes y sobre el suelo de los callejones eran enormes y alargadas porque el sol se estaba aun elevando, y esas sombras juntaban las manos entre ellas, como en una oracion colectiva, y unos niños intentaban dibujar con trozos de teja los perfiles de aquellas sombras para atraparlas.
Asi llegue a casa y, al abrir la puerta, mi abuela Angustias se santiguo para expresar su miedo y me dijo, no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, y tambien dijo mi abuela, tras un tiempo viene otro, y luego en voz mas baja, como desvelandome algun secreto, me dijo, tu abuelo se ha vuelto loco, esta en el corredor riendose y hablando solo. Deje lo que traia sobre la mesa y fui hacia el corredor. Parecia estar espantando moscas con las manos en abanico y hablaba sin cesar y entre sus palabras se oian los silbidos pulmonares y paseaba atras y adelante con una manera de andar que semejaba la de un hombre que pretendiera evitar la entrada de intrusos en su hacienda y su expresion era la de rabia contenida por algun dolor indeterminado. De pronto se detuvo y dijo, ahora vereis, eso dijo y parecia un desafio, se urgo en la bragueta y vi el chorro de su orina estrellandose contra los barrotes y presenti de cuerpo entero que aquella locura repentina del abuelo estaba anunciando algo y por eso me atrevi a decirle, abuelo, asi recibes a la Republica, pero el parecio ignorarme y continuo orinando y carcajeandose y su orina salpico la tierra de los geranios, la misma tierra que mi madre se habia llevado a la boca el dia de la muerte de mi padre, y lo vi todo mas oscuro y mas grande que aquel otro dia lejano, el corredor, las voces que venian de la calle, los geranios, el cielo, el cuerpo del abuelo, mis propias manos, y permaneci inmovil con las manos cogidas y el corazon asustado, sin fuerzas para expresar nada, sin poder para plantear ni una sola de un tropel de preguntas que me asediaban. Al fin, el abuelo me miro y me dijo, sientate conmigo, y nos sentamos los dos en el suelo del corredor y enfrente teniamos los barrotes torneados y detras de ellos el paisaje alborotado de una muchedumbre que se desgañitaba a lo lejos, y me dijo, son fantasmas, y pregunte, quienes, y volvio a decir, son los fantasmas de la guerra, y volvi a preguntar, de que guerra, y el dijo, de la guerra que nadie quiere evitar, y se solto a llorar con unas lagrimas que se parecian a la orina caliente con la que probablemente el habia desafiado a aquellos fantasmas, con unas lagrimas de huerfano grande que me hicieron sentir lastima por el y por mi mismo y por todos los hombres de la tierra, y no pude evitar acariciar su cabeza con la yema de mis dedos y senti como mi caricia le estremecia, y fue entonces, en aquel singular momento, cuando por fin mi abuelo Cosme me hablo de si mismo, de las contradicciones de la condicion humana, de las visiones de una patria de miseria y de las pesadumbres de una vida tal vez equivocada.
El recordaba con especial nostalgia los baños lentos al atardecer, al volver con doce años del lavadero de mina Clavelina, en el abrevadero del patio. Su madre, una mujer flaca e infatigable que nunca se sentaba, ni siquiera para coser, ponia piedras calientes en las aguas gelidas del manantial para que a su hijo no se le cortara el respirar y le enjabonaba el cuello y las orejas y le frotaba los brazos y la espalda y a veces le decia, aun te quedan dos palmos por crecer, o tambien le aseguraba, te saldra la barba hasta cubrirte el menton o este diente se te acabara dislocando, como si tuviera en la cabeza la fotografia de su hijo adulto. El abuelo me decia, es como si aquellas sesiones de baño no me hubieran sucedido a mi o como si el camino recorrido desde entonces estuviera cubierto de ortigas y hierbajos, como si fuera un camino que nadie hubiera transitado, ni siquiera yo. Mientras restregaba las carnes de su hijo hasta eliminar cualquier rastro del polvo del carbon, ella le hablaba del hombre que habia sido su padre. Todo lo que se de mi padre, decia el abuelo, lo escuche metido en las aguas del abrevadero. Era barrenista y le llamaban dinamita por su maestria en el manejo de los explosivos. Trabajaba por cuenta propia en todo tipo de minas, en canteras y en la voladura de puentes y edificios. Durante la segunda guerra carlista se enrolo en el Batallon de Cazadores, a las ordenes del guerrillero Jose Faes, y perdio la vida en un lugar llamado Flor de Acebo, en un encuentro con una columna liberal. En la vida hay acontecimientos que te situan frente a ti mismo en la posicion correcta, me decia el abuelo. Aquellos baños lentos de la adolescencia con su madre arrancandole el carbon de la piel y las imagenes de la vida del padre al que apenas habia conocido invadiendo cada rincon del patio, habian curtido su conciencia y su voluntad. Tambien fueron importantes, me decia el, los tazones de cafe puro al amanecer y el viento caliente del sur levantando las hojas secas mientras clavabamos los railes en las traviesas para el ferrocarril y tambien los tragos de agua fria al salir del calor de los hornos. De lavar carbon el abuelo paso a trabajar en la mina de cinabrio como ayudante en la camara de destilacion, rodeado de frascos de azogue, pero tuvo un enfrentamiento con un obrero veterano que le hacia la vida imposible y decidio abandonar el mercurio para participar como peon de un herrero en la construccion del ferrocarril del carbon. Antes de cumplir los dieciocho años ya trabajaba en los talleres de caldereria de la Fabrica de Hierro, donde pronto destaco como oficial de fragua y, complidos los veinte asños, el señor Guilhou, patron mayor, un anciano de ojos claros y barba blanca que hablaba amortiguando las palabras como si tuviera algodones en los labios, lo eligio como beneficiario de una prebenda para ingresar en la Escuela de Capataces de Minas, Hornos y Maquinas, a la que asistio los sabados y domingos de los dos años siguientes, sin abandonar su trabajo, para cursar los estudios de aquella especialidad a los que se entrego con entusiasmo destacando sobremanera en Mineralogia, Metalurgia y Preparacion Mecanica. Pronto lo nombraron jefe de uno de los hornos, pero a el no le gustaba mandar, y esta circunstancia quedaba de manifiesto cuando se encontraba en la obligacion de amonestar o despedir a algun obrero, facultad que procuraba ignorar o delegar en los demas capataces, aunque tal carencia nunca fue tomada en consideracion por sus superiores debido a sus eminentes conocimientos tecnicos. Su madre le dijo un dia, ya tienes edad de casarte, y el respondio, falta con quien, y entonces ella le sugirio un nombre, una prima lejana que servia en la casda de una de las hijas de su benefactor, es limpia, bien parecida, trabajadora, sumisa y se llama Angustias, le dijo, y el asintio y le contesto a su madre, me parece bien, creo que se de quien se trata. Se citaron por las Fiestas de Pascua, bailaron, comieron del mismo pan de escanda, bebieron la sidra del mismo vaso y en un descanso del baile el le dijo, a mi me gusta hablar poco, y ella le confeso, yo tampoco hablo demasiado. Se fueron a sentar en unas piedras, debajo de las moreras, y a el se le cayo la montera.
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