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JIMENA: aunque no suelo jugar a la lotería,...

LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL, NO OS ABANDONO.

LAS TRES QUE SON LAS DOS (Por Luismarín).

Son las tres menos cinco de la madrugada del sábado al domingo, he terminado de leer “La verdad sobre el caso Harry Quebert” de Joël Dicker (una novela policiaca que me recomendó mi sobrina Virginia y que yo también aconsejo). Quería terminar mi noche lectora o bien, con una Biografía de Juanito Valderrama, escrita por Antonio Burgos (periodista sevillano y autor de letras de coplas muy conocidas como la de “Habaneras de Cádiz” que tan primorosamente interpretaba Carlos Cano), o con “Fútbol”, una recopilación de ensayos sobre el deporte rey de Manuel Vázquez Montalbán (la semana pasada se cumplieron diez años de su desaparición). Su serie de artículos sobre los “partidos del siglo” entre el Barça y el Madrid, son de inexcusable lectura cada vez que se produce este acontecimiento. Por este motivo (hace unas horas terminó el primero de esta temporada con la “indignación” de los merengues ante la actuación arbitral), volví a releerlos por enésima vez.

Sin embargo, ya que a las tres había que atrasar los relojes hasta las dos, me dispuse a cambiar la hora del despertador. Entonces, pensé que esa hora “de regalo” la podía aprovechar para esbozar el borrador del “relato” de este domingo por la tarde. Una hora bien aprovechada puede dar para mucho.

Técnicamente una hora es una unidad de tiempo que se corresponde con la vigésimo cuarta parte de un día solar. Se utiliza para el tiempo civil y comprende 60 minutos o 3.600 segundos. En el pasado se consideraba como hora a la doceava parte del tiempo que transcurría desde la salida del Sol hasta su puesta. Como consecuencia, durante el verano las horas eran más largas que durante el invierno. Los egipcios dividían el día en veinticuatro horas, doce con luz solar y doce nocturnas. Los romanos, primero aplicaron el sistema de doce horas diurnas y más tarde para el cómputo de la noche, el tiempo transcurrido desde la puesta a la salida del Sol, también lo establecieron en doce horas. Este tipo de horas se medía mediante un Reloj de Sol durante el día o mediante una Clepsidra o Reloj de Agua en la noche.

También, la hora es una medida angular: como la Tierra da una vuelta sobre sí misma en aproximadamente 24 horas, una hora equivale a 15º (o sea, la veinticuatrena parte de la circunferencia). En todo Meridiano Terrestre el paso del Sol se produce al mediodía; una hora después pasará por otro meridiano situado a 15º al oeste del primero y así sucesivamente hasta medianoche, en cuyo momento preciso se hallará en el Meridiano opuesto al de origen. A partir de entonces, el Sol se acerca a este Meridiano de origen por el Este, hasta volver a él 24 horas después.

De todos es conocido que, dada la forma esferoide del globo terrestre, la superficie limitada por dos meridianos separados por la distancia angular de 15º tiene la forma de un Huso. Por convención universalmente adoptada, todos los relojes situados en el interior de un mismo Huso indican la misma hora, aunque esa regla forzosamente tiene ciertas excepciones. Así, cuando una parte relativamente pequeña de un país se halla fuera del Huso Horario, se considera (para uniformar la hora nacional) que todo el territorio está en el Huso Horario principal. En los países muy extensos, como Rusia o Estados Unidos, no existe una hora nacional, sino tantas horas como husos atraviesan su territorio. Ciertos países, aprovechando que el Sol se pone más tarde en verano, instituyen unos meses al año la llamada Hora de Verano, es decir, adelantan todos los relojes de una hora, lo cual equivale a adoptar la hora del Huso Horario contiguo situado al Este. Del mismo modo, en invierno se vuelve al Huso Horario original para aprovechar al máximo posible la luminosidad del Sol. En la Unión Europea este cambio tiene lugar en el mismo día para todos los Estados Miembros.

Incluso en el Huso Horario "Spanish is different". Hasta el primer día del siglo XX, es decir, el 1 de enero de 1901, la hora civil oficial era la referente al Meridiano de Madrid. Aun así, cada provincia tenía una hora local diferente, dependiendo de la coordenada de longitud local. Así, en Galicia tenían una hora civil local diferente a la de las Islas Baleares, que distan unos 13 grados de circunferencia terrestre, eso es, que un gallego verá salir el Sol por la mañana más de 50 minutos más tarde que un balear. Desde ese primer día de 1901, hasta el 16 de marzo de 1942, los españoles vivíamos acordes con el Huso Horario del meridiano de Greenwich. En esa fecha (16-3-1942), el Régimen Franquista, para congraciarse con Hitler, decidió que a las 23h los relojes se adelantaran una hora y se pasara al Huso Horario de la Alemania Nazi y sus territorios invadidos. Años más tarde, en 1981, comenzó a aplicarse una Directiva de la Unión Europea (fundamentada en un posible ahorro energético) en la que a las 2h de la madrugada del último domingo de marzo los relojes debían de adelantarse una hora y a las 3h del último domingo de septiembre (octubre ahora) había que retrasarlos hasta las 2h.

En las circunstancias actuales, durante el verano, España tiene su horario dos horas por delante del que marca el Sol, y hasta tres en Galicia, donde el mediodía solar ocurre después de las 14:30h. Vivir por delante de la hora solar implica graves “desajustes” en la vida laboral y familiar de los españoles. Aquel gran error histórico explica en parte nuestras horas “intempestivas” de almuerzos y cenas, así como los descabellados horarios de los programas de más audiencia de la TV. Incide igualmente en nuestra productividad laboral, en el descanso personal, en la estabilidad de los cambios cronobiológicos de nuestro organismo y en una adecuada conciliación familiar. Cuando nos visitan los turistas europeos se quedan “atónitos” frente a nuestros horarios y costumbres que nos hacen vivir en una especie de “jet lag” permanente.

Afortunadamente, la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles, en un documento consensuado por los Grupos Parlamentarios, propone que la solución sería volver al Huso Horario de Greenwich por el que España se regía en 1942. Sería tan sencillo como no adelantar los relojes el año próximo con la llegada de la primavera. El citado documento argumenta que cada país debe sincronizar su horario oficial con el solar que corresponda a su posición geográfica, de manera que, por ejemplo, las 12 horas oficiales se aproximen todo lo posible al mediodía local, es decir, el momento en el que el Sol se halla en el punto más alto sobre el horizonte Sur. De esta forma se corregiría el desajuste de vivir con el horario cambiado y las horas de luz y oscuridad se corresponderían con la posición geográfica de España al igual que sucede en los otros países europeos. La Hora Oficial de España es hoy la misma que la de Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia, Austria y Suiza, lo cual es un contrasentido, ya que todos estos países pertenecen a otro Huso Horario. Lo lógico sería compartir hora con Portugal, Gran Bretaña e Irlanda. Estos países si están dentro de nuestro mismo Huso Horario Por lo que se refiere a las Provincias Canarias, sus habitantes no tendrían por qué preocuparse: en las Islas Afortunadas siempre será una hora menos porque están situadas en otra zona horaria más occidental.

(SIGUE)

(CONTINUACIÓN)

Hasta aquí hemos podido comprobar cómo gracias a unas Disposiciones Administrativas se gana o se pierde una hora de nuestra vida. Pero nos podemos preguntar: ¿A dónde va esa hora “virtual”?, o ¿Cómo clasificamos a esa hora “ficticia”?. Yo no me imagino a dónde irán esas horas, solo puedo pensar que al mismo sitio que van los besos que no nos dimos y solo nos los imaginábamos cuando mirábamos a los ojos de nuestra amada. También se juntaran con las cosas que se susurran al oído mientras bailábamos en verano al son de una canción cuya letra hablaba de promesas que nunca olvidaríamos. Al mismo sitio a dónde va el amor que se calla, que se disuelve en el alma y que lo arrastra el viento, como arrastra a las hojas. A ese lugar dónde va el amor cuando se olvida, el amor que antes te quemó la vida y después se durmió poco a poco dolorosamente. El gran poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer tampoco lo sabía y nos dejó su conocida pregunta:

“ ¡Los suspiros son aire y van al aire! ¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida ¿Sabes tú adónde va?”.

¿Debemos contar esas horas?. Quizás sea mejor hacer caso a lo que nos recomiendan estos hermosos versos:

“Para qué contar las horas? / No volverá lo que se fue, /y lo que ha de ser ignoras. / ¡Para qué contar las horas! / ¡Para qué!. (Julián del Casal)

Tal vez esas horas sean muy tristes y al no poderlas sentir no nos dejen huella como ocurre cuando pasan por el cielo las estrellas. Serán como la última hora que sólo de pensar en ella nos acobarda y sin embargo desconfiamos de no verla llegar y cuando más tarda más la ansiamos y algunas veces más la deseamos porque tanto tarda.

En algunos folklores europeos, esas horas en torno a las tres de la madrugada, son las “Horas de las Brujas”, es cuando aparecen los fantasmas y los demonios. Nos cuentan que a esa hora ocurren las “cosas mágicas” y que los actos de “magia negra” tienen su máxima efectividad. Algunos sugieren que si oyes aullar perros o cantar gallos a esa hora es señal de que se está haciendo alguno de esos sortílegos. Dicen que las 3 de la madrugada es la hora del Diablo, en oposición a las 3 del mediodía cuando Jesús murió crucificado. Que a esa hora se abre un portal demoniaco y que eligen esa hora para “retar” a la Divinidad. Sobre todo a las 3,33h que sería el lado negativo frente a las 3 de la tarde (Cristo murió a esa hora con 33 años y el número 3 representa a la Trinidad Divina) que sería el lado positivo.

A través de los años ha habido frecuentes informes de una variedad de “fenómenos inusuales” ocurridos alrededor de las 3 y las 4 de la noche, particularmente acentuados a las 3:33h. Muchas personas aseguran que a esa hora se despiertan sin ninguna razón lógica, afirmando experimentar misteriosos fenómenos como “la parálisis del sueño”. Las 3h también se conoce comúnmente como el “Tiempo Muerto” debido que es el momento en que la “actividad paranormal” entra en su máximo apogeo. Para los expertos en “demonología”, las 03:33 am tiene un simbolismo satánico, ya que es la mitad de 666, el número de la Bestia. Se cree que en este momento el velo entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos está en contacto, permitiendo que los demonios y espíritus se comuniquen con las personas cruzando con una mayor facilidad que en otras horas del día. Según algunos “investigadores”, se producen muchas muertes a las 3 de la madrugada, ya que en esta hora el sistema inmunológico del cuerpo es más vulnerable, los enfermos terminales y las personas muy ancianas son las más propensas para pasar al “Otro lado”.

Ahora mismo estoy oyendo unos ruidos muy raros al “Otro lado” de la puerta de entrada a mi casa, hace poco miré la nueva hora del reloj y eran las 3h 33m. Mejor dar por cerrado este tema.

Estoy seguro que cada uno de nosotros recuerda alguna anécdota, o situación “especial”, ocurrida en una de las tantas veces que hemos cambiado la hora del reloj desde que se implantó esa recomendación. Particularmente no olvidaré la primera vez, cuando en la madrugada del sábado al domingo del último fin de semana de septiembre de 1981, se inició esa práctica. Estaba con mi pareja de por entonces en una pequeña “boite” donde se bailaba hasta la hora de cierre que en aquellos años eran las 3 de la madrugada. En esas horas postreras solo sonaba música para “bailar lento”. Eran los mejores momentos para satisfacer las exigencias propias de unos cuerpos jóvenes y “hambrientos” de caricias. Por entonces, el “disc jockey” pinchaba aquella música tan romántica como la de los “Indios Tabajara” o “Los Panchos”. Precisamente, poco antes de las tres nos “restregábamos” con el meloso tema de “Reloj no marques las horas”. Nos quedaba solo un minuto para seguir viviendo nuestro amor y en el fondo pedíamos lo que indicaba la letra: Que el reloj no marcara las horas, que detuviera su camino y que esa noche fuera perpetua. De pronto, sonó una voz metálica por los altavoces comunicando una feliz noticia: ¡A las tres se atrasan los relojes una hora y por tanto volvemos a las dos!, ¡Falta una hora para cerrar!. La letra de la canción se ajustaba temporalmente a nuestro deseo. ¡Qué hora más bien aprovechada!.

Finalmente, quiero terminar con un viejo “acertijo” sobre las horas, que se le atribuye al romano Horacio, maestro del género lírico y satírico. Esta sentencia solía figurar al pie de los Relojes de Sol:

“Vulnerant omnes, ultima necat”. (Todas hieren la última mata).

Saludos y hasta otra,

Terminas de darme una idea fantástica, para el sorteo de la ONCE del día 11 de Noviembre con 11 millones en juego ¿como me encuentre un vendedor a las 3,33 de la madrugada de cualquier día de estos hasta la rifa y lleve el 333? ¡Mio es!

aunque no suelo jugar a la lotería,
voy a buscar el número, a lo mejor
toca!...
Un saludo, buen día.