Me quite la chaqueta porque tenia calor y como ella dijo que tambien tenia calor la ayude a quitarse el vestido, y como seguiamos sintiendo calor, ella me quito los pantalones y yo le quite la camisa, y tomo mi cabeza y la apreto entre sus pechos, que olian al polvo de las azucenas, y luego fue empujando mi cabeza mas abajo y llegue hasta su vientre, que olia al serrin de la leña verde, y segui buscando sus olores, y me gustaba porque todo era hermoso y tambien era prohibido, y ella parecia que se hubiera vuelto loca porque respiraba fuerte y trataba de atraparme con sus dientes y cuando por fin me atrapo del todo y su boca se lleno de mi yo estaba conmocionado, y pense que iba a suceder lo que habia sucedido con la señorita Julia, pero de una manera muy diferente, por eso termine de desnudarla y abri sus piernas y me dispuse para hacer aquello que un dia mi hermana me habia enseñado y que me ilusionaba tanto, pero la señorita Elena empujo mi cabeza hasta aquel lugar de su cuerpo donde se concentraban los delirios, donde germinaban las pasiones y tenian su escondrijo las querencias masculinas, y me susurraba palabras que yo no entendia porque estaban dichas en el idioma belga que a veces hablaban sus padres, y bese aquellos petalos de carne que en el mas sutil alarde de poder se desplegaban para mi y sorbi los liquidos de sus quimicas, que no sabian a nada que yo conociera, si acaso al balsamo de almibar, almizcle y yema de huevo con el que mi hermana se untaba el cuerpo para aplacar los nervios, y amase con mi lengua el vello rubio que lo protegia todo, y me sentia bien porque habia llegado a la casa de los sauces como un simple ayudante en el jardin del Olimpo e iba a salir de alli habiendo probado la quimica de los dioses, y la diosa grito tanto y con tan grande placer que me asusto, y entonces me incorpore para entrar en ella en la manera establecida por la naturaleza para varones y hembras, sean estas de alcurnia celestial o aquellos de misera procedencia, pero la quimica balandrera y proletaria que se habia estado revolucionando dentro de mi comenzo a fluir sin que yo pudiera retenerla y salpico todo el cuerpo de Elena, y ella contemplo con satisfaccion como salia hasta la ultima gota, y dijo, mejor que haya sido asi, y quiso probar como sabia y saboreo aquellas ultimas gotas y dijo, sabe igual que el pure de remolacha, y mientras ella se relamia yo comence a arrugarme, y como aquel habia sido un tiempo de amor que se habia movido deprisa, un tiempo donde no habia existido el miedo ni habia tenido cabida la soledad, pues las horas habian estado unas por encima de las otras y el medio dia habia degenerado hasta convertirse en media tarde. Comenzamos a vestirnos y ella dijo, algun dia te dejare que me hagas todo lo que sabes, y aquellas palabras suyas me inquietaban porque me atribuian una sabiduria de la que yo carecia, aunque en el camino de conseguirla andaba, y tambien me incomodaban sus palabras porque, si bien exhibian un ofrecimiento, carecian de la devocion de una promesa, y aunque parecian el preludio de una esperanza, el hecho de haberla prologado con el indeterminado <<algun>>, envolvia la oferta con intranquilidad y desasosiego y la despojaba de tiempo, desnuda quedaba ante mi aquella circunstancia, y por eso fui hacia la señorita Elena y la abrace y le pregunte, cuando va a ocurrir eso que dices, pero ella se deshizo de mi porque ya era otra mujer distinta, ahora era de nuevo la hija del poderoso ingeniero Jacob y de la baronesa de Gante, y me contesto, no te impacientes, Nalo, que ya tienes mas de lo que soñaste jamas. Aquello que decia la señorita Elena era cierto, pero me entristeci mucho cuando lo dijo porque fue como si de pronto, con sus poderes de diosa, hubiera convertido una circunstancia de amor en un ritual sin enjundia, una rutinaria ceremonia de lascivia en la que ella habia sido la sacerdotisa mayor y yo sin duda una victima que debia dar gracias a Dios y ademas guardar el secreto de la oblacion. Pense en mi amigo Eneka y en todo el esfuerzo que hubo de realizar para conseguir el amor de su musa Clio, y me dije a mi mismo que yo era una persona importante, pero que no lo era por haber tenido un encuentro intimo con una diosa, sino por ser ayudante del jardinero Eneka, que era el mas sabio de los hombres que yo conocia, y tambien pense que tenia que estar orgulloso por ello, y mire hacia la ventana y me parecio que el tiempo habia corrido demasiado deprisa y que ese oficio mio que me hacia sentirme tan importante estaba en peligro, porque nadie me habia concedido permiso para ausentarme del trabajo durante tantas horas, asi que le dije a la señorita Elena, que voy a decir cuando llegue al palacio, y ella dijo, y que voy a decir yo, y nos quedamos los dos preocupados, ella de una forma y yo de otra, porque los ricos se preocupaban de una manera singular debido a que sus ansiedades y sus temores tenian matices unicos y categorias emocionales diferentes a las de la gente normal, a veces solo apreciables en una simple variacion del lenguaje, hoy no se que voy a comer, hoy no se si voy a comer, a veces en la colocacion de las palabras, quiero todo lo que sucede, sucede todo lo que quiero, la diferencia entre la resignacion y la vanagloria, y a veces esas diferencias en cuanto a las preocupaciones andaban mas escondidas, escritas tal vez en la educacion mas primitiva, un rico que piensa, si nada tienes nada eres, un pobre que cavila, jarro de plata no hace mas fresca el agua, y a preocuparse cada uno a su manera. Asi que tanto Elena como yo sufriamos preocupaciones identicas, pero solo a simple vista, y ella dijo, ya lo tengo, y pregunte, que tienes, y me explico que fingiriamos que ella se habia caido del caballo y que su amiga Aurora, buscando ayuda, me habia encontrado y que yo las habia llevado a la casa de los sauces donde habiamos permanecido hasta que ella se habia sentido con fuerzas para volver al palacio. Me parecio ocurrente la historia de la señorita Elena porque daba respuesta al mismo tiempo a aquella unica pregunta que era dos preguntas a la vez y encerraba dos preocupasciones diferentes. Llamo a su amiga Aurora, quien no disimulo su disgusto por tantas horas de aburrimiento y le dijo a Elena, me debes una, y escucho despues la historia que debiamos representar. Fuimos hacia los caballos y Elena se dejo caer en el suelo mas embarrado para que su aspecto de amazona accidentada fuera mas creible, y Aurora y yo nos reimos mucho del deterioro que sufrio su empaque, tanto nos reimos que acabo encolerizandose y amenazandonos, a su amiga con descubrir las relaciones secretas que mantenia con un chapista de la fabrica, a mi con la acusacion de haberla secuestrado y fotzado.
... (ver texto completo)