ALFRED NOBEL DESCUBRIDOR DE LA DINAMITA 2º
En 1891, Alfredo Nóbel estaba en París. Una mañana, mientras hojeaba
un periódico, leyó con asombro la noticia de su muerte. Se trataba de
una horrible broma, pero más afectado se sintió aún por los
comentarios que acompañaban la noticia, los cuales llegaban hasta el
ensañamiento. Algunos lo calificaban de "ser maléfico"; otros, de
"autodidacta que lleva a los hombres a su destrucción". Todos sus
detractores afirmaron que se respiraba una atmósfera de alivio, pues
por fin desaparecía un hombre que había dedicado toda su vida a
descubrir los medios que permitirían a la humanidad provocar más
cruelmente su propia perdición.
Abatido por semejantes lecturas, Nóbel abandonó París y marchó a San
Reino, donde continuó sus trabajos. Hizo nuevos descubrimientos en un
terreno que no pertenecía a la química ni a la física, pero las
campañas que se habían levantado en contra de él altera ron
profundamente su salud. En 1895, a pesar de que ¡amas había tenido
otro fin que el bien de sus semejantes, sintió a su alrededor un clima
de injusta incomprensión y hasta de odio. Hizo testamento y, con las
inmensas riquezas que había reunido, decidió crear una Institución que
sería famosa. Deseaba borrar todo recuerdo del odio de sus
contemporáneos y que la posteridad le rindiera justicia.
El 10 de diciembre de 1896, a la edad de sesenta y tres años, Alfredo
Nóbel murió en su residencia de invierno de San Remo, dejándonos,
además de sus grandes inventos, el claro ejemplo de su fuerte y
valiente personalidad. El 31 de diciembre se abrió su testamento. En
él establecía que, con su fortuna, la más grande que un sueco reuniera
individualmente, ya que sobrepasaba los 9 millones de dólares, se
premiase cada año, sin distinción de nacionalidad, credo, raza o
color, el mejor descubrimiento en el campo de la física, la química,
la medicina y la fisiología, la obra literaria animada del mejor ideal
y el trabajo más eficaz para el acercamiento y el desarme de los
pueblos (obra en pro de la paz universal).
El premio consiste en la entrega de una medalla, un diploma simbólico
y una suma en efectivo que varía de año en año; así, por ejemplo, en
1915 fue de 50.000 dólares y, en 1935, de 42.000. Sin embargo, no es
el dinero lo más importante del premio; el honor y el prestigio que
confiere significan mucho más.
Según disposición testamentaria, los premios de física y de química
los discierne la Real Academia Sueca de Ciencias; los de medicina y
fisiología, la Facultad de Medicina de la Universidad de Estocolmo;
los de literatura y los de la paz, un comité de cinco miembros
nombrados por el Parlamento.
Asistamos a una elección del Premio Nóbel de Literatura. Son las
cuatro de la tarde de un jueves del mes de octubre. Los "dieciocho
inmortales" que integran la Real Academia Sueca se reúnen en su sesión
semanal en la sala de deliberaciones, blanca y oro, de su local
situado en la planta alta de la Bolsa de Valores. Los académicos
ocupan sus sitios, en sillones numerados que rodean una mesa cubierta
de damasco azul. Delante de cada miembro hay una vela encendida y una
copa de agua azucarada. Los académicos votan por medio de unas
bolitas blancas de marfil, que depositan silenciosamente en un gran
tibor (vaso grande de barro o porcelana oriental) japonés.
Una vez conocido el resultado, mientras los periodistas corren a los
teléfonos para dar la noticia al mundo, el secretario de la Academia
entrega a cada uno de los miembros presentes el medallón de plata que
el fundador de la misma, el gran rey sueco Gustavo Adolfo, creara en
1786 para recompensar a los que concurrían a las sesiones. En el
anverso del medallón está estampada la imagen del Rey, y en el
reverso, el lema de la Academia, "genio y gusto". Algunos guardan el
medallón y otros, según la tradición, lo cam bian por coronas en la
conserjería. Luego, los académicos van a comer en la vecina
cervecería-restaurante propiedad de la Aca demia, y discuten allí los
alcances de su reciente elección.
El 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Nóbel, a las cinco de
la tarde, los nuevos ganadores asisten, en la ópera de Estocolmo, a la
entrega de los premios. La ceremonia es presidida por el Rey,
hallándose presentes los miembros de la familia real, oficiales de la
corte, el cuerpo diplomático, representantes de la Fundación Nóbel,
ministros del gobierno y otros personajes ilustres. Es una solemne
reunión, en la cual el traje de etiqueta es obliga torio. Se toca
música clásica y cada etapa de la ceremonia se señala con toques de
cometa. El presidente de la Fundación presenta a cada ganador con un
corto discurso en el que se exponen los mo tivos por los cuales se les
otorgó tan alta distinción, y el Rey les entrega el premio. Después
de esta ceremonia tradicional, la Funda ción ofrece un banquete al que
concurre toda la, familia real, excepto el Rey. Se brinda por el
soberano y cada ganador pronuncia unas palabras en su propia lengua.
A la noche siguiente, el Rey ofrece un banquete en el Palacio Real.
En el año 1901 se entregaron por primera vez los Premios Nóbel. Los
cinco ele ¡dos para recibir tan importante galardón fueron:
ciencias físicas, Guillermo Roentgen, alemán, descubridor de los
rayos X; ciencias químicas, Jacobo van Hoff, holandés; fisiología y
medicina, Emilio ven Behring, creador de la moderna sueroterapia que
sirvió de base para la curación de la difteria; literatura, Armando
Sully-Prudhonune, poeta francés; obra de la paz, Juan Enrique Dunant,
filántropo suizo, fundador de la Cruz Roja Internacional, y Federico
Passy, economista francés, fundador de la Sociedad Francesa de
Arbitraje Internacional y de la Liga Internacional de la Paz.
Recordemos, entre los laureados con tan alta distinción, a Pedro Curie
(francés) y María Curie (polaca), física, 1903; Iván Petrovich Pavlov
(ruso), medicina y fisiología, 1904; Santiago Ramón y Cajal (español),
medicina, 1906; Guillermo Marconi (italiano), fí sica, 1909;
Rabindranath Tagore (hindú), literatura, 1913; Alberto Einsteín
(alemán), física, 1921; Anatole Franco (francés), literatura, 1921;
Jacinto Benavente (español), literatura, 1922; Federico Joliot e Irene
joliot-Curie (franceses), química, 1935; Carlos Saavedra Lamas
(argentino), paz, 1936; Eugenio O'Neill (norteamericano), literatura,
1936; Roger Martin du Gard (francés), literatura, 1937; Sir Alejandro
Fleming (inglés), química, 1945; Gabriela Mistral (chilena),
literatura, 1945; Bemardo A. Houssay (argentino), fisio logía, 1947;
André Gide (francés), literatura, 1947; Alberto Schweitzer (francés),
paz, 1954; Juan Ramón Jiménez (español), literatura, 1956.
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