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Ujué, una escuela de nueve alumnos. Diario de Noticias 16-03-2008

NO se dividen por clases, ni por edades, ni acuden al colegio al escuchar sonar el timbre; tampoco siguen los temas marcados por los libros de texto. El colegio de Ujué, no es como los demás. El centro lo conforman nueve alumnos de entre 4 y 11 años. Todos aprenden y acuden juntos a la escuela. Durante algunas horas, cuando se imparten materias especificas, se divide la clase entre los mayores y los dos pequeños de 4 años, pero en el resto de materias genéricas aprenden juntos y unos de los otros. La responsable de guiarles en sus estudios es Esther Leza.

Es martes y rondan las 10.30 de la mañana. Los mayores asisten a clase de música. Allí, junto con la profesora especializada, aprenden a tocar el xilófono. Mientras unos cantan, otros entonan las notas. Iñaki, Manex, Diego, Iosu, María, Marcos y Lorena, permanecen atentos a lo que hace cada uno. Primero tocan siguiendo las notas marcadas por la profesora y después a cada uno se le marca un espacio para la improvisación.

Mientras los mayores, de cursos de primero a cuarto de Primaria, asisten a clase de música, los pequeños, Iñaki y Enara, permanecen en la zona de juego simbólico, en otra aula, bajo la mirada de la profesora. Es tiempo de juegos para los dos alumnos de 4 años y Esther Leza les marca una nueva cuestión para avanzar en el juego.

espacios

Cámara oscura

El colegio de Ujué está dividido en distintos espacios, pero las aulas no se dividen por materias, como lo pueden ser de música o de informática. En un aula tienen la zona de juego simbólico, donde ahora mismo tienen preparada una jaima para aprender la cultura de los tuareg, una zona de juegos reglados, con puzzles y juegos de construir, la zona de medios audiovisuales con varios ordenadores, tv, vídeo y un proyector, y el espacio de lectura. "Ese es el espacio de reunión donde se debate y se habla de varios temas", explicó Esther Leza.

En la otra aula se imparten distintas materias, como música, y también disponen de una cámara oscura diseñada especialmente para aprender los efectos de la luz y la iluminación. Este lugar ha servido para analizar distintos experimentos de ciencias y escenario de teatros. Pero la escuela no la componen solamente las dos aulas, en el pasillo que hay entre ambas y en el patio también hay cabida para el aprendizaje. Todo el pasillo y la escalera que conforman el colegio resultan ser una máquina del tiempo. La pared recorre la historia desde la prehistoria hasta nuestros días y en ella los alumnos van ubicando los descubrimientos que se han ido haciendo en cada época.

Aprendizaje

Ser curiosos

La clase está compuesta por alumnos de distintas edades y, por ello, Esther Leza no imparte las clases siguiendo los libros de texto. "El tener libros de texto sería una complicación tremenda, no se podrían compartir los temas, y pienso que de este modo pueden aportar algo todos", explica. En vez de utilizar los libros de texto trabajan siguiendo ejes temáticos. Por ejemplo, han trabajado el tema de los tuareg y lo han desarrollado en diferentes grados, como pueden ser: vivenciar la situación aproximada creando la jaima o conceptualizar el modo de vida, el nomadismo y los problemas con el agua.

"Al tratar los temas no hay un límite, quiero que cada uno progrese en función de sus posibilidades. Realizo reajustes según el ritmo de cada uno", aclara Esther Leza. Así, al sacar un tema cada alumno va aportando algo y se van buscando respuestas a los interrogantes que surgen. "Procuro que lo que se aprenda sirva para formular nuevas preguntas y, a su vez, para mantener la curiosidad por aprender. Intento que no se pierda porque sin curiosidad no hay nada que hacer", añade la profesora del colegio de Ujué.

compartir

Todos se ayudan

Al ser un colegio con tan pocos alumnos, en Ujué la diversidad se hace notar aún más que en los demás. "Hay más opción a observarla en todos los ámbitos", explica Esther Leza. No se dividen por edades a la hora de los juegos ni a la hora de aprender. "En general, se ayudan bastante", señala la profesora. Así, a la hora del patio Enara, de 4 años, juega a construir una casa con Iñaki, de 11. Iñigo, de 4 años, permanece sentado encima de Lorena mientras juegan con el ordenador.


Colaboración con Pitillas
Si hace unos años existía una red amplia de colegios rurales en la Zona Media, actualmente sólo quedan tres centros de estas características. En el colegio de Ujué estudian 9 alumnos, en el de Beire lo hacen 10 y en Pitillas asiste a clase una treintena de niños. Al ser un colegio de tan sólo 9 alumnos, las actividades fuera del centro escolar se comparten con otros centros. Así, los niños de Ujué comparten excursiones con los alumnos del colegio de Pitillas. "Hacemos salidas y convivencias con escolares de otros colegios para que se interrelacionen unos con los otros", comentó Esther Leza. De esta forma consiguen llevar adelante cosas que no podrían hacer en solitario al tener tan pocos alumnos. Otro de los objetivos de la colaboración con el centro de Pitillas es que los alumnos de este centro se puedan relacionar con otros niños y niñas de la misma edad, dado que la relación que tienen en el colegio es la misma que la que desarrollan fuera de las aulas. >itsaso ibarra/uxue