BUSCANDO A LA SANTA COMPAÑA
Aquel hombre venido desde Navarra, quería saber algo sobre las viejas costumbres de La Profunda Galicia, y tratando de enterarse sobre todo aquel símbolo de los cementerios, y sus enterramientos en Galicia, ya que se encontraba escribiendo un libro, sobre dichos temas en España. Su viaje por Galicia empezaba en La Coruña, y desde allí comenzó visitando aldeas y lugares del entorno, parándose a conocer Pontedeume, donde estableció conversación con un hombre de letras de Galicia, que le informo para su libro de los detalles de aquel símbolo gallego, no sin antes recorrer ciertos cementerios como el de Miño, Perbes, Vilamayor y Cabañas. Donde sin temer en su recorrido, alguna fórmula de sus credos, pudieran darle ese miedo que algunos gallegos sienten al hablar del tema, en sus paseos por aquellas rías de Eume, Ares, y Betanzos, sin casi darse cuenta, en una terraza de una buena chocolatería, escucho sin el esperarlo, que uno de los allí presentes hablaba de que aquella noche, La Santa Compaña saldría de procesión, por aquellas tierras gallegas. Sin perder oído de aquella conversación, aquel escritor se dispuso a seguir los pasos, de aquel hombre que se acababa de ponerse lleno de chocolate y churros, sin antes decir a sus compañeros de mesa, esta noche ya no pienso comer nada, tan solo si hacen una queimada, el escritor trato de seguir sus pasos a distancia, y sobre las doce de la noche de aquel sábado, viendo cómo se adentraban en medio del bosque, al lado del cementerio, se reunían como unas 20, personas todas ellas vestidas de negro, con símbolos diferentes y sus caras pintadas y como si estuvieran demacradas, para al salir de la oscuridad, con sus faroles y velas, dieran la impresión de ver la muerte llegar. Aquella noche el escritor paso miedo, sintió al pasar al lado de él, que se encontraba oculto tras unos matojos, el olor de la muerte de cerca, las pisadas sobre las hojas secas, eran un ruido de temblor de lo desconocido, y sus medio rezos y canticos, hacían de la noche gallega, un sentimiento que aquel hombre nunca lo había tenido tan cerca, pensó esto es verdaderamente inquietante, quiso seguirles durante algún tiempo, pero hasta los perros dejaban de ladrar, al pasar dicha Compaña. Aquella noche notó el olor de aguardiente de orujo fuerte, y el sonido de aquella marcha le dejaba asombrado, no pudiendo seguir su estela, al notar su corazón dándole latidos fuertes, aquel espectáculo se le había quedado metido en su mente, y le retumbaba, como si le ofreciera el misterio, que él vino a buscar a la tierra gallega. Caminó hasta la pensión de Pontedeume, sus calles estaban vacías de personas, y un silencio con olor a sales marinas, se le adentraban hasta los pulmones, aquella noche sintió el miedo en el cuerpo, y su mente pensaba como podría escribir, haciendo aquella historia una realidad palpable, que la pudieran entender sus seguidores, sin dejar de notar ese misterio de tantos arboles testigos, en un ambiente de humedad y niebla. A la mañana siguiente, se marchó a desayunar a la chocolatería, nada parecía anormal, el público desayunaba feliz y contento, como si solo él hubiera soñado aquella noche de misterio. Intento hablar con una camarera, que le dijo no entender nada de lo que la preguntaba, después de pagar su consumición, cruzo hacia la acera de en frente, para poder sacar unas fotos, de aquel Puente, que tan bonito hacía el paisaje, y mirar hacía la Ría del Eume, donde apenas quedaban las brisas de la niebla nocturna. Aquel hombre escritor, se marchó para su tierra Navarra, con el misterio en su cerebro metido. G X Cantalapiedra..
Aquel hombre venido desde Navarra, quería saber algo sobre las viejas costumbres de La Profunda Galicia, y tratando de enterarse sobre todo aquel símbolo de los cementerios, y sus enterramientos en Galicia, ya que se encontraba escribiendo un libro, sobre dichos temas en España. Su viaje por Galicia empezaba en La Coruña, y desde allí comenzó visitando aldeas y lugares del entorno, parándose a conocer Pontedeume, donde estableció conversación con un hombre de letras de Galicia, que le informo para su libro de los detalles de aquel símbolo gallego, no sin antes recorrer ciertos cementerios como el de Miño, Perbes, Vilamayor y Cabañas. Donde sin temer en su recorrido, alguna fórmula de sus credos, pudieran darle ese miedo que algunos gallegos sienten al hablar del tema, en sus paseos por aquellas rías de Eume, Ares, y Betanzos, sin casi darse cuenta, en una terraza de una buena chocolatería, escucho sin el esperarlo, que uno de los allí presentes hablaba de que aquella noche, La Santa Compaña saldría de procesión, por aquellas tierras gallegas. Sin perder oído de aquella conversación, aquel escritor se dispuso a seguir los pasos, de aquel hombre que se acababa de ponerse lleno de chocolate y churros, sin antes decir a sus compañeros de mesa, esta noche ya no pienso comer nada, tan solo si hacen una queimada, el escritor trato de seguir sus pasos a distancia, y sobre las doce de la noche de aquel sábado, viendo cómo se adentraban en medio del bosque, al lado del cementerio, se reunían como unas 20, personas todas ellas vestidas de negro, con símbolos diferentes y sus caras pintadas y como si estuvieran demacradas, para al salir de la oscuridad, con sus faroles y velas, dieran la impresión de ver la muerte llegar. Aquella noche el escritor paso miedo, sintió al pasar al lado de él, que se encontraba oculto tras unos matojos, el olor de la muerte de cerca, las pisadas sobre las hojas secas, eran un ruido de temblor de lo desconocido, y sus medio rezos y canticos, hacían de la noche gallega, un sentimiento que aquel hombre nunca lo había tenido tan cerca, pensó esto es verdaderamente inquietante, quiso seguirles durante algún tiempo, pero hasta los perros dejaban de ladrar, al pasar dicha Compaña. Aquella noche notó el olor de aguardiente de orujo fuerte, y el sonido de aquella marcha le dejaba asombrado, no pudiendo seguir su estela, al notar su corazón dándole latidos fuertes, aquel espectáculo se le había quedado metido en su mente, y le retumbaba, como si le ofreciera el misterio, que él vino a buscar a la tierra gallega. Caminó hasta la pensión de Pontedeume, sus calles estaban vacías de personas, y un silencio con olor a sales marinas, se le adentraban hasta los pulmones, aquella noche sintió el miedo en el cuerpo, y su mente pensaba como podría escribir, haciendo aquella historia una realidad palpable, que la pudieran entender sus seguidores, sin dejar de notar ese misterio de tantos arboles testigos, en un ambiente de humedad y niebla. A la mañana siguiente, se marchó a desayunar a la chocolatería, nada parecía anormal, el público desayunaba feliz y contento, como si solo él hubiera soñado aquella noche de misterio. Intento hablar con una camarera, que le dijo no entender nada de lo que la preguntaba, después de pagar su consumición, cruzo hacia la acera de en frente, para poder sacar unas fotos, de aquel Puente, que tan bonito hacía el paisaje, y mirar hacía la Ría del Eume, donde apenas quedaban las brisas de la niebla nocturna. Aquel hombre escritor, se marchó para su tierra Navarra, con el misterio en su cerebro metido. G X Cantalapiedra..