SAN PEDRO DE MERIDA: -Pero amados hermanos en el Señor, los errores no se...

En el mes de abril del año 1482 el Papa Sixto IV se veía forzado a aceptar la institución inquisitorial en la Corona de Aragón.

El Papa llevo a cabo diversos intentos de volverse atrás sobre la decisión anterior, pero finalmente la situación se fue consolidando y en octubre del año 1483 todos los problemas del Papa se normalizaron con la designación de fray Tomas de Torquemada como Inquisidor General de Castilla y de la Corona de Aragón.

A partir de este mismo momento puede decirse que tiene lugar en el ambiente de la España medieval el comienzo de una espeluznante represión intelectual que realizara la Inquisición secular.

Basilio, arto de preocuparse sobre la mejor manera de terminar con los impíos del Señor, dijo a los dos inquisidores:

-Engrasad bien todas las armas para que sirvan al Señor, como es debido, porque con los maitines no solucionaremos los gravísimos problemas que tiene ahora la Iglesia.
Finalizo Basilio.

Claudio, con el ladino aspecto que tenía, se acerco a los dos fraternos y con sus maquiavélicas formas de saber hablarles, dijo:

-Preparemos el aposento para el tormento divino de los cuerpos humanos de esos pecadores templarios, porque mi mayor deseo es contemplar como sufren con el purificador tormento de un fuego sagrado.

-Tenemos que preparar al verdugo.
Finalizó Claudio, sin inmutarse.

-Todo se andará, queridos hermanos del señor, dar tiempo al tiempo.
Remató Rufino, el anciano Dominico.

12
Canive estaba sembrando el perímetro de la casona de potentes minas terrestres que impedirían el paso a los servicios esenciales templarios, al ejército que a ciencia cierta debían haber reclutado el Cardenal Mariani.

Las colocaba en cuadricula para saber la posición exacta de cada instrumento explosivo, para tener la posibilidad posterior de desmontar el complejo defensivo cuando finalizase la operación.

La mucha experiencia en el manejo de las armas de Canive, le venía de todas las guerras en las cuales había participado, como voluntario al servicio de la Orden del Temple, en la defensa de Cristo contra el paganismo del Islam.

Ahora apoyaba a su amigo y Maestre Corona, para que consiguiera la meta deseada por el Temple, en los muchos siglos de existencia de la Orden y de el mismo.

Argos mientras tanto, preparaba con el cocinero las viandas para poder alimentar a todo el personal que estaba desplazado dentro del enorme complejo de la vieja casona.

La casa y la finca antes había pertenecido al Conde de Santa María de Lebeña y este la había cedido en el testamento a la Orden del Temple, porque él era, Gran Maestre de la Orden y el custodio mayor del Arca de la Alianza.

Marañón se entretenía en el sofisticado laboratorio que tenía el Temple escondido en las guardillas del edificio principal.
Estaba analizando el manuscrito miniado para el momento que Victoriano informara que ya tenía la clave para poder descifrarlo.

Mientras todo esto estaba pasando en Santa María de Lebeña, el templario Victoriano, se acercaba al Monasterio de Santo Toribio ataviado con el hábito de un monje que iba a Santiago de Compostela por el desagravio de su salud y el pago de sus pecados.

El hermano portero que se hallaba de vigilancia en la puerta, al ver al monje forastero con los atalajes propios del peregrino, le rogó que pasara a aliviar la fatiga, el hambre y también, para que hiciese sus mayores necesidades en el interior.

Victoriano, como se esperaba algo parecido, entro dentro sonriendo al portero con verdadera afección y afecto y después de darle la bendición se adentro en el atrio del edificio principal buscando la cocina para saciar la mucha hambre que de verdad tenía.

Remigio, al ver entrar por la puerta de la cocina al hermano forastero, se le aproximó requiriéndole:
- ¿Vuestra merced precisa yantar una escudilla bien caliente?

- ¡Sí!, hermano en Cristo…gracias…agradecido.
Le rogó el peregrino.
-Póngase vuestra merced el aquella mesa larga que está a la derecha.
Indico Remigio.

Victoriano mirando de soslayo alrededor se acercó hasta la mesa indicada y sentándose en la banqueta espero paciente la comida.

Una buena ración de sopa de gallina bien caliente con trozos de pan frito, le fue servida a Victoriano en la cocina. Remigio viéndole comer con tan buen apetito, le trajo enseguida una escudilla de madera repleta con un trozo de carde de venado asado, con patatas fritas a la mantequilla, rico y suculento.

Un buen vaso de vino acompañó al excelente menú del caritativo Monasterio Benedictino.

Remigio acompaño a Victoriano hasta la celda que tenían reservada para los monjes peregrinos y sin más se retiro a sus quehaceres, no sin antes desear al huésped las buenas noches.

Victoriano se acostó sin desnudarse y quedo medio transpuesto, hasta que su reloj marco las tres de la mañana. Entonces sus facciones se transfiguraron y sigilosamente se encamino por los corredores del convento hasta que llegó a la puerta de la Iglesia.

La tenue luz de dos gruesos cirios que alumbraban el altar las veinticuatro horas del día, le ayudaron a encontrar lo que estaba buscando.

El maravilloso crucero de la Iglesia le esperaba en la tenue penumbra, saco una cinta métrica y se puso pacientemente a calcular las medidas en varas sagradas que se citaban en el pergamino de Alexis.

Cuando halló el centro de las coordenadas exigidas su sorpresa fue grande, al ver la bella composición de unas estilizadas figuras de piedra representando al desprendimiento de la Cruz, junto a la sepultura de Cristo y al lado estaba la preferida del maestro María Magdalena llorando de pena.

La compañera de Jesús, con el brazo extendido nos está señalando una montaña que tiene la silueta de un ave con las alas extendidas.

En el mismo centro de la montaña estaba esculpida una cruz con estas palabras en latín:
Invenio inhumatus e insepultus arcae.

Victoriano escribe muy nervioso sobre un papel las palabras escritas y lo que quiere decir al Temple la composición escultural de la Iglesia con fidelidad y muy despacio, sin hacer apenas ruido, se vuelve a su celda cerrando la puerta al entrar.

La misión secreta había concluido, solo le quedaba a Victoriano esperar y desaparecer.

Aparte de esta esencial información primordial que había conseguido, estaba al corriente de las fuerzas de que disponía el Cardenal para combatirlos.

Después de oír devotamente la misa, de confesarse y comulgar religiosamente junto al Prior, come con los monjes y cuenta la milicia del Cardenal.

El agradecido peregrino hace entrega a Remigio en recuerdo de la buena hospitalidad, la hermosa cruz de penitente que llevaba colgada del cuello.

Remigio se negaba rotundamente a recibir nada del hermano peregrino, pero Reinaldo que estaba cerca al sentir la negativa de Remigio le recriminó y asió el regalo y colgándoselo al cuello desapareció por el atrio del convento.

Los monjes allí presentes se quedaron de una pieza cuando comprobaron por si mismos la ambición desmedida del Abad.

Ninguno de los allí presentes sabía que la Cruz que se llevaba el Abad, tenía un transmisor de radio para escuchar las entrevistas secretas en la estancias privadas del Monasterio.
El Cardenal y el Prior estaban bien controlados por el espía del Temple.

13
Vicente Becerril que contabilizando las existencias del Temple desde hacía años, conocía la limitación económica que Corona podía poner para los gastos de sus hombres y de los materiales necesarios para las distintas misiones que el Temple iniciaba.

Las reservas que tenía la Orden en realidad, era un misterioso secreto que jamás se desvelaría a ningún mortal, ni de dentro del Temple, ni de fuera de sus dominios seculares.

Desde la persecución, el asesinato, y los deseos del Rey de Francia y del Papa, para apoderarse de esos inmensos tesoros de la Orden y que nunca hallaron.
Ningún Maestre sabía la localización exacta de los inmensos tesoros templarios.

Solamente tres caballeros juramentados templarios, que son elegidos por Jacques de Moley en persona, sabían por separado, el emplazamiento de algunos de los depósitos secretos de la Orden.

Ellos serán los únicos que saben el emplazamiento exacto de estos innumerables depósitos de oro y de plata, que tenía la orden distribuidos por Europa.

La cornisa cantábrica, en el Norte de España, era la mejor zona de ocultamiento para el Temple por su difícil orografía y el sinuoso acceso que tiene esta región tan montañosa.

Para acceder a alguno de estos tesoros de la Orden, tenían que reunirse los tres caballeros con una llave cada uno y después por separado cada uno de ellos introducía en el especial cierre una llave personal, sin la cual ninguno por separado podría acceder al oro, porque el metal sin las llaves se autodestruía.

Los apodos de los tres caballeros templarios que se encargaban de custodiar hoy en día el oro y la plata del Temple son:
-El Hombre de la Rosa. (España)
-El Corazón de la Rosa. (Bélgica)
-El Espíritu de la Rosa. (Italia)

El único depósito que estaba siempre abierto, era el que disponía sin ningún límite el Maestre Corona.

Vicente Becerril es el responsable de dar al Temple los fondos que se gastaban y para hacer su trabajo con toda normalidad el mismo se encargaba de fun-dir los lingotes de oro y plata para transformar este metal en monedas de curso legal de todos los paí-ses el mundo, que estaban hechas con esos metales preciosos que en el fabuloso depósito había.

Monedas que después vendían en el mercado de los coleccionistas del mundo al costo que pedía sin regatear ni un céntimo.

El secreto lugar, en donde está escondido el oro del Temple, es localizado en los entornos de la ciudad Cántabra de Sagisama.

Una urbe subterránea cerca del pueblo de Cos, en donde vivían los más feroces guerreros del mundo.

Esos que se enfrentaron a las legiones del Cesar en batallas tan sangrientas, que su enorme popularidad como feroces guerreros se extendió como el aceite por todo el orbe romano sin dar cuartel alguno a los enemigos.

Sólo Roma los pudo conquistar después de muchas batallas perdidas, absorbiéndolos entre sus mejores legiones.

La insatisfecha avaricia del templario, su crueldad mayor que la del tigre, su repugnante, monstruoso y abominable lujo; su incendio de casas, su detesta-ble saqueo y pillaje de aquellos grandes tesoros que de todas partes de Europa se habían reunido en los suntuosos palacios que edificaban por todas partes.

La autoridad absoluta sobre los templarios se hace insostenible a la larga para la Iglesia.

Dejadlos hacer, que no harán nada bueno, decía el Papa a los que querían escucharle, añadiendo estas palabras:

-Que de aquí en adelante ninguno de los templarios se pueda ir o salir de estos reinos de la Iglesia para estudiar, ni enseñar, ni aprender en universidades, estudios ni colegios, fuera de nuestros reinos.

Cuenta la historia templaria, que Jacques de Moley recibió del Rey de Francia, los padecimientos y los horrores de la prisión, injurias, amenazas, azotes y castigos, grilletes y torturas. Y también los sacaban para mostrarlos en el exterior a la gente, como un símbolo de censura y de infamia. Así son detenidos los templarios durante meses y después van siendo asesinados por largos tormentos.

Los templarios han seducido a los pueblos enteros y a los individuos…pero no me cabe la menor duda de que en ciertos momentos el Temple supone para algunos uno de los mayores peligros para evitar las corruptelas y los abusos de poder.

Corona y Becerril lo sabían por experiencia propia y por eso ponían los medios para poder evítalo.

Algunos nobles criticaban que jamás abandonaban sus espadas, ni si quiera para comulgar y nos dicen que la llevamos para defender la religión y critican que cada mañana besemos la espada antes de poner el arma en el cinturón y que hagamos el signo de la Cruz con ella. Y nos dicen que somos orgullosos y presuntuosos, coléricos, vengativos, con el defecto y la pasión que antepone el Temple por vengarse de todas las afrentas, con los medios que tenga.

-Nuestro enemigo consigue con las críticas saciarse en la invectiva y las sátiras mordaces que esparcen contra la Orden del Temple, que nos ha preservado de la mayor calamidad, que ha infestado al terrible monstruo de la herejía porque quieren separar de la obediencia de Cristo a las criaturas del Temple.

-Es bien notorio, el desmesurado poder que tiene la Inquisición sobre la ignorancia de la mayor parte de las gentes, atribuladas del pavor de sus procedimientos, de los agravios sobrecogidos, del ningún recurso que los vasallos tienen de la Corona ni de su Rey.

-Maestre…yo sólo sigo una senda.
-Sigo la Santa y justa causa que sostiene mi Orden del temple, porque unánimemente la adoptamos los que recibimos de sus manos el augusto cargo para poder defenderla y para regirla.

-Una Orden, que todos los hermanos hemos jurado seguir y sostener a costa de nuestras vidas.

-No aceptamos la Inquisición, ni el soñado derecho de los grandes de España, aunque combatimos con la poderosa fuerza que nos llega desde Cristo por el precioso derecho a sobrevivir de nuestra Orden.

-Ni creáis que el deseo de conservar el Temple esté muy distante de destruir los obstáculos que puedan oponerse a este fin.

14
El frío invernal arremolinaba delante de la ardiente chimenea al personal templario que estaba libre de servicio en la vieja casona del Temple.
La mesa dispuesta con toda clase de bebidas surtía a los hombres del calor que el alcohol proporciona al organismo, para recuperarse del intenso frío.

Los comentarios sobre las próximas maniobras del comando de ataque, rondaban ese día en el salón de reuniones. Los preparativos se estaban organizando de la experta mano del veterano Canive, por lo cual los demás podían despreocuparse por esa seguridad que el templario transmitía a todos los demás.

Fuera, de la casa de piedra rugía un viento invernal que estaba acompañado de una fina nieve en polvo, que caía cubriéndolo todo suavemente de un manto blanco inmaculado, mientras los chapiteles de hielo colgando de los aleros, se semejaban a unas puntas de lanza que estuviesen preparadas para repeler un ataque enemigo.

Victoriano había regresado de la arriesgada misión en el Monasterio benedictino y estaba recopilando, en el laboratorio de la guardilla, todos los datos que precisaba Marañón para localizar la precisa ubicación del Arca de Dios.

Los gráficos de las esculturas que vio en el crucero de la Iglesia del Monasterio, Victoriano los dibujó con una técnica aceptable en la cuartilla blanca que Marañón le había entregado, mientras tanto Corona contemplaba interesado los rasgos del dibujo que el templario estaba realizando encima de la mesa.

La conclusión del afortunado enigma del pescador estaba cercana a resolverse favorablemente para los templarios, si Cristo les apoyaba para resolverlo.

Por los datos que había aportado Victoriano, sobre el crucero que mencionaba Alexis en el pergamino, sabían que en el motivo escultural del crucero de la Iglesia del Monasterio de Santo Toribio estaban las claves para encontrar el emplazamiento exacto del Arca de la Alianza.

Marañón abrió el manuscrito miniado, que se halla-ba dentro de la caja que llevaba el monje Alexis al Papa; y después de ojearlo cuidadosamente para no destruir tan preciosa obra de arte, se enfrasco en la lectura de la primera página y decía en latín:

LA OCTAVA PROFECIA DE LOS ÁNGELES
Texto secreto escrito expresamente para el Santo Padre de Roma en el Monasterio de Santo Toribio.
Liébana, año del Señor de 1050

Texto primero:
Los evangelios más arcaicos que tienen los fieles cristianos, comienzan con el bautismo de Jesús en el río Jordán y su evocación como Mesías.

La verdadera historia del Creador, comenzará de igual modo con la construcción del llamado, Arcón del acuerdo con el poderoso Señor del Cielo y del Universo Celestial que nos protegerá de la maldad humana.

Lo que se cuenta a los hombres, sobre los destinos posteriores donde se esconde el Arca de la Alianza con el Creador de los seres misericordiosos, es lo básico para confundir a los infieles que tratan de tenerla en sus manos, pero sobre todo porque son escépticos por naturaleza propia al no tener dere-cho espiritual alguno para poseerla.

No sabemos con seguridad, cuándo ni donde nació la idea de construir el Arca de la Alianza.

Una de las tradiciones seculares señala que su creación se realizó en el desierto del Sinaí por el mandato de Dios a su iluminado Moisés.

Pero la imagen del rey del día del juicio final, del Dios omnipotente, a cuya voluntad incomprensible el hombre no puede más que someterse con humil-dad, queda dulcificada por una férrea voluntad de comunicarse con los hombres a través del Arca de la Alianza. El Padre de Cristo además de ser Dios, es un ente de la gracia, de la misericordia y del perdón, para todos los hombres del Universo.

La polémica cristiana, con su espíritu hostil, suele calificar frecuentemente de pura arbitrariedad la misericordia de Dios, tal como la concibe Cristo.
Final del texto primero

Esperando que consigan ulteriores acontecimientos en la búsqueda del Arca, Marañón dejó a un lado la lectura del bello códice miniado y se enfrascó en el estudio de los bosquejos que iba entregando poco a poco su compañero de armas Victoriano.

Corona impaciente por obtener resultados positivos sobre estas investigaciones realizadas por su agente secreto en el Monasterio Benedictino, requiere:

-Tengo a mis hombres preparados para emprender otra vez la búsqueda del Arca.

- ¿Tenéis alguna fecha dispuesta para comenzar a buscarla?

Marañón con ese carácter pausado e indolente que tenía, se volvió algo enfadado por tanta premura y le dijo a Corona:

- ¡Tener la entereza de Cristo!, Maestre, porque la cogida de datos ya nos indicará cuando y como hay que comenzar la búsqueda del objeto sagrado.

- ¿Tanto tiempo precisáis para decidir en qué país, ó en qué lugar de la Tierra, está sepultada el Arca?

Le respondió Corona muy serio.

Victoriano, que estaba a la vez dibujando y oyendo las palabras que se decían los dos, se arrancó y les dijo:
- ¿La paciencia es la madre de todas las ciencias?

-Si tenéis premuras por situar el Arca del Creador, amigo Corona, debéis de buscar en vuestro corazón de aguerrido miembro del Temple y lo hallareis sin espera alguna.

-Porque querido Maestre, la fe en Cristo es la única forma de acelerar milagrosamente la investigación.

-Palabras largas, no faltan en vuestros labios, señor espía, porque después del excelente trabajo que habéis realizado, vuestra paciente señoría descansará despreocupadamente en lecho bien caliente sin más pamplinas ni otras gazmoñerías ni desasosiegos por los hermanos del Temple.

-Mientras vosotros dos descansáis esta noche en la cama, la ilusión del Gran Maestre navegara entre la incertidumbre y la preocupación.
Dijo Corona bastante disgustado.

Marañón sabiendo la dificultad que tenía el Temple para poder comprender sin excesivos nervios la larga espera que se avecinaba entes de poder dilucidar la investigación del Arca, le insinuó a Corona:

-Mi humilde consejo, si vuestra señoría desea aceptarlo, es que pida a nuestra central de París el mejor cartógrafo que tenga el Temple en Europa.
Dijo Marañón a Corona.

-Excelente…excelente… mi buen nigromante.
Le comento Corona y dirigiéndose a su secretaria, la ordenó que escribiera lo siguiente:

CENTRE DE CONTACT DU TEMPLE
M. Gran Maestre Guatire.
1023 Tour du Midi.
B-1060 Bruxelles.
Belgique.

Centro Templario de Santa María de Lebeña.
Comunidad Autónoma de Cantabria.
España.
Lebeña, jueves, 30 de noviembre de 2006.

Guatire, como el más estimado hermano en Cristo, te deseamos desde España prosperidad y coraje en los cometidos que tiene el Temple en el mundo.
Los recuerdos de la fallida aventura que iniciamos juntos en Bélgica, llenan mi corazón de tristeza y de preocupación.
Ahora en España, el Temple sigue el mismo rumbo que cuando estábamos trabajando en el bosque de las Ardenas.
Necesitamos la valiosa ayuda del mejor cartógrafo que tengáis para resolver un galimatías que ahora envuelve a la Orden por la heredad de Cristo.
Hay serias razones para creer que el signo de Dios se encuentra de nuevo en el Valle de Liébana y por este motivo necesitamos urgentemente la ayuda de la Orden y de vuestra estimada señoría.
Mí querido hermano Guatire, sabemos que vuestra eminencia es experta en cartografía.
Decídase y venga con nosotros, al refugio sagrado, en donde las almas puras están sometidas a la paz de Cristo y al cobijo de la Cruz; porque solo tú nos puedes ayudar con tus sabios conocimientos y con los años de experiencia en el Temple.
La loada voluntad de los caballeros templarios en Cantabria es extraordinaria, apreciado hermano, y nadie podrá doblegarlos jamás, porque todos están preparados a afrontar los más ásperos sacrificios hasta haber finalizado la misión encomendada por el Temple.
Tenemos razones para pensar que es Cristo el que nos ayuda a recuperar la misteriosa Arca Divina del Padre Eterno.
Para mandarnos las noticias, de vuestra decisión y de vuestra inestimable ayuda, utilizar la clave XIII del retruécano templario antiguo.
Rogando por vuestra salud, caballero, se despide su fiel hermano en Cristo:

José Campo Corona
Gran Maestre del Temple.

-Cífrala en retruécano y envíala ahora mismo.
Le dijo Corona a Maica a la par que abandonaba el laboratorio y se retiraba a sus aposentos.

15
La estancia se hallaba repleta de guardias del Papa durmiendo apaciblemente en las literas distribuidas por las paredes de una nave, las armas automáticas de los apacibles durmientes estaban en el centro del pasillo, apoyadas unas contra las otras, esperando a los guardias del Santo Padre.

Eran las cinco de la mañana y la guardia nocturna que estaba de servicio en el interior y en el exterior del complejo defensivo del Monasterio, se alegraba del buen final de esta jornada de fatigoso trabajo de vigilancia.

Las órdenes eran concretas y simples, disparar ente la duda, contra todo ser vivo que se aproximara al complejo defensivo exterior.

Basilio el viejo inquisidor de Roa, estaba esa noche de encargado del servicio de la guardia y el sueño le estaba haciendo mella en su fatigoso organismo.

Los turnos de la vigilancia diaria, se repartían entre los curas Dominicos, Rufino, Claudio y Basilio por orden expresa del Cardenal Mariano y porque este no deseaba dejar su vida entre las manos inexpertas de los oficiales de la guardia Papal.

La rutina se anquilosaba, por la diaria rutina dentro del viejo Monasterio y Reinaldo el Abad sabía, que esa sorprendente relajación, era enormemente delicada para todos. En cualquier momento el Temple podía atacar el Monasterio y eliminarlos a todos.

Remigio, mientras la guardia vigilaba sus piadosas vidas, se entrega sólo a los rezos y maitines, algo antes de prender con la leña seca los fogones de las cocinas de hierro y así disponer el desayuno para la clientela de tan belicosa época.

El carácter generoso del maestro cocinero, le hacía enfrentase de continuo con el Prior del Monasterio, a sabiendas que ese comportamiento le perjudicaba las posteriores acciones contra la Iglesia que ahora parecía defender.

Remigio sabía que estaba siendo vigilado por órdenes de Reinaldo.

Pero sobre todo, después de la dura purga de jalapa que les metió a Monseñor y al Prior en el excelente banquete de bienvenida al Monasterio.

Aunque Remigio no era un caballero templario, sus maneras y su comportamiento se parecían mucho a los gestos y a la manera de ser de los servidores de Cristo y estaba decidido a darle su ayuda al Temple por encima de alguna duda que más razonable para tener que abandonar ese descabellado proceder.

Victoriano es conocido como caballero de la Orden del Temple por Remigio y por sus muchas aventuras con los caballeros templarios del pueblo de Los Corrales de Buelna, cercano a Torrelavega.

Victoriano, sin imaginarse que había sido recono-cido por sus muchas andanzas mujeriegas por toda Cantabria, fue ayudado sin mesura por el cocinero mayor, aún sabiendo el riesgo que corría si el espía es descubierto dentro de los muros del complejo de la Iglesia.

Ahora estaba a punto de dar el paso definitivo, para ayudar al Temple y preparaba minuciosamente un encuentro con el Maestre, porque Remigio ya savia por espías de la Iglesia que llegaban al Monasterio, que los caballeros templarios estaban en la zona de Santa María de Lebeña.

Mientras el instinto frío y calculador de Remigio se afanaba en planificar convenientemente su taimada traición al Cardenal y al Prior, otros personajes y el Cardenal, tenían la rutinaria reunión en el despacho del Abad.

La mesa estaba repleta de golosinas y de bizcochos calientes, que acompañaban al bienoliente café que tomaba el Cardenal Mariani.

Los demás se conformaban con mirar con el rabillo del ojo al experto manejo del desayuno que tenía el príncipe de la Iglesia.

Reinaldo, sentado en su despacho, espera paciente-mente pensando en que finalizase de comer de una vez, el tragón del Cardenal, antes de que produjera su enorme glotonería el confirmado ataque de gota que su Eminencia padecía de continuo.

Cuando al fin, después de vaciar la mesa de bollos y chuchearías, dio término a su desmedido apetito, la reunión de ese día comenzó con unas palabras de introducción que decía siempre el Abad:

-Mis devotos fraternos de la Iglesia del Señor.
-Hoy estamos inmersos entre las piadosas plegarias y oraciones a la Inmaculada María, madre de Jesús el Cristo; el que fue enviado por el Creador para el tormento de la Cruz; un hecho que fue trazado por los judíos en Jerusalén y al que vosotros mancilláis todos los días sin recato alguno.

-La prevaricación nos está acechando sin respiro en el corazón de los antirreligiosos, que no desean que la Iglesia de Pedro disfrute de bonanza alguna, en los templos y ni en las parroquias del mundo, fieles a la Iglesia y creyentes en Dios.

Mirando al Cardenal, el Prior dirigió sus palabras a la oronda figura de Monseñor:
-Habéis traído, Eminencia, el bálsamo de la Iglesia y del Santo Padre, con los mejores efluvios para la práctica del fuerte deseo, de terminar ahora, con las migajas que quedan del Temple en la Tierra.

-Es cierto que jamás nos asignamos los tesoros que tenía la orden templaria esparcidos por Europa.

-Afirmo que ha sido la economía la que a logrado que el Temple pueda sobrevivir hasta hoy con la pujanza necesaria que les da el oro que ellos tienen escondido.

-Nada de simplezas ni de compasión para esa gente criminal y despiadada que pretende terminar con la tradición que establece el Apóstol Pedro en Roma.

-Hay que borrar de la faz de la Tierra, al Temple.
Terminó de hablar Reinaldo, mientras se asentaba en la mesa del despacho.

Mientras las intrigas y los desatinos del hombre se multiplicaban por toda la Tierra, los flexibles copos de una intensa nevada recubrían las capas de hielo que se había formado en la superficie. Mientras, los abetos del vecino bosque se torcían con una pesada carga de nieve, soportando estoicamente el peso sin rasgar el ramaje.

16
Campo Corona había recibido una extraña nota que le notificaba la visita secreta y personal de un fraile de la Orden de San Benito llamado Remigio.

Cuando entro el cocinero del Monasterio de Santo Toribio, en los aposentos de Corona, iba disfrazado con un uniforme de la Guardia Civil que Remigio se había procurado en casa de un primo suyo que era policía. Corona al ver a un monje disfrazado de esa guisa, le entro una risa tan convulsiva, que casi se atora de la fuerte tos que de pronto le agobió.
El monje Remigio, aunque era reservado y muy serio, comprendía lo muy ridículo que era el disfraz para un monje que se preciara de serlo.

- Alabado sea el Señor.
Dijo Remigio desde el dintel de la puerta, antes de penetrar en la estancia de Corona.
- Pase vuestra merced y acomódese a su gusto.
Respondió el Maestre, algo más calmado.

-Si su Señoría tiene a bien escuchar podrá entender enseguida el motivo de mi presencia en su casa de Lebeña.
Remigio se paro un instante y continuó:

-Hace bastante tiempo Señoría, que estoy inquieto por unos los graves sucesos que he presenciado en el Monasterio de Santo Toribio. Se conoce Señoría de que está en marcha una canallesca conspiración en contra de la Orden del Temple, fomentada por una Iglesia que no quiere perder sus muchos privilegios a base de engañar por miedo y la condenación a sus fieles seguidores cristianos.

-El Papa ha enviado a España al Cardenal Mariani con sus milicias de especialistas para acabar con el Temple antes de que vuestra Orden tenga operativa la clave secreta para conocer el último refugio que dio Dios al Arca de su Alianza con los hombres.

-Ellos saben, que un caballero del Temple encontró en la mar, por casualidad, el cofre que se perdió en una galerna en el Cantábrico cuando viaja a Roma en barco Alexis un viejo monje del Monasterio de Santo Toribio en el invierno del año 1050.

-Ellos saben todo, porque tienen un espía infiltrado entre sus caballeros Señoría y las órdenes concretas para exterminar a todos los caballeros del Temple que aún queden en toda Europa, proviene del Papa y de una vieja congregación para salvaguardar la fe en Dios, llamada Inquisición.

Termino de hablar Remigio, mirando de soslayo al Gran Maestre Corona y tratar de observar en él alguna reacción.

Corona, no sabía cómo reaccionar por el asombro y la extraordinaria fortuna que ahora tenía el Temple. Porque Corona considera que era una valiosa señal que le ofrecía Cristo para poder recuperar el Arca.

Tornándose hacía Remigio se aproximó y tomando al monje en sus brazos arrancó a llorar sin consuelo alguno, diciéndole:

-Alabado seáis…mi samaritano…gracias…gracias a Cristo que os ha guiado hasta la casa en donde se defiende de verdad la fe en su Padre y sus humanos evangelios. Palabras sagradas que se hallan henchidas de caridad y de piedad, para que los hombres del Creador consigan sobrevivir en armonía con las especies vivas de la Tierra.

-Tenéis la puerta abierta para cuando queráis servir a Cristo desde el Temple pero la Orden, mi querido Remigio, os recompensa desde hoy con el titulo de Caballero Templario.

- Para que no tener que desplazaros continuamente hasta aquí y por la seguridad vuestra os entregara cuando os vayáis el intendente Argos, una emisora GPS por si disponéis de informaciones que precise el Temple.

-Muchas gracias y muchísima suerte, mí estimado caballero Remigio.

Finalizó de platicar para despedir emocionado el Maestre Corona.

Remigio, saltaba de alegría y contento mientras se encaminaba al domicilio de su pariente el Guardia Civil para devolver el uniforme.

El día más feliz de toda su vida le había llegado al final, entrando a raudales en su distinto corazón de legítimo Caballero Templario.

Ahora era miembro del Temple por propia derecho y pondría todos los medios que ahora disponía para seguir perteneciendo a esa bendita Orden Sagrada de Cristo, en donde no cejaría jamás de agradecer a Cristo su inestimable ayuda.

Como era ya bastante tarde, Remigio no quería que nadie averiguase el nuevo vínculo que tenía con el grupo de templarios, ni con la visita a la casona de Lebeña, apresuró la marcha para llegar a la Abadía Cisterciense antes de que empezase el servicio de la comida.

Estaban sonando las últimas campanadas de las doce horas del mediodía, cuando Remigio abría con una doble llave una portilla anexa a la puerta principal, que supuestamente estaba inutilizada de hacía bastante tiempo.

La insidia y la traición se estaban instalando en el viejo Valle sin permiso de ningún mortal.

Los seres que habitan en el antiguo Valle, serán los únicos testigos sensoriales de esta tragedia humana que estaba ordenando sin descanso el viejo espíritu del bosque lebaniego.

El mismo que vagabundeaba entre el ramaje de los abetos mientras busca la invocada piedra filosofal; para entregarla a los dioses de la espesura antes de que el diablo del verde profundo se quede con ella para siempre.

Eran los tiempos que pertenecen a la expiración del organismo de los humanos vivos. Cuando estos son llamados a la presencia del Creador para pedirles el canon que corresponde a los días de existencia real de los habitantes de ciertos planetas del Universo.

Remigio tenía la total convicción de que ninguno le observaba, pero estaba equivocado; un fiel servidor de la Iglesia que le estaba vigilando estrechamente, por orden de Reinaldo, había controlado la entrada y la salida del Monasterio.

Cuando Remigio se retiraba a su celda a descansar del duro día de trabajo y de las nuevas ilusiones, un piquete de guardias del Papa le estaban esperando en la pequeña habitación.

- ¡Considérese prisionero de Dios!
Ordenó Claudio el magistrado de la guardia.
Una etapa de dolor y vejaciones comenzaba para la vida de Remigio.

17
El Dominico, se regodeaba de inmenso placer ante la presencia del descoyuntado cuerpo de Remigio, cruelmente torturado por el sanguinario verdugo de la Inquisición.

El sádico verdugo era un siniestro protagonista que había llegado en el séquito del Cardenal desde Roa, para realizar estos necesarios menesteres.

La detención nocturna de Remigio fue efectuada en su celda, sin testigos oculares extraños a la Iglesia.
Las órdenes del Cardenal fueron tajantes:
- ¡Tortura y confesión!

Había condenado su Eminencia sin parpadear.
La confesión de Remigio estaba pasándola a limpio el Dominico Rufino, como inexorable secretario de la Iglesia y la redactó en estos términos:

TRIBUNAL DE LA SANTA FE
Acta de preguntas y respuestas del acto de fe que se ha efectuado en el Valle de Liébana el día 1 de diciembre del año 2006, bajo la supervisión de su Eminencia el cardenal Mariani y la del Prior de la Abadía de Santo Toribio sita en el mismo Valle.
Culpa del reo: Traición a la Iglesia.
Nombre del reo: Remigio Berceli cocinero y monje de la Abadía de Santo Toribio de Liébana.
Acta de preguntas y respuestas del interrogatorio doloso, efectuado por el padre Basilio, Dominico de la Abadía de Roa, sita en la antigua provincia de Burgos.
Basilio:
- ¿Desde cuanto tiempo estas espiando en la Iglesia para el Temple?
Remigio:
- ¡Nunca delate mis creencias religiosas! Ni nunca he traicionado al Señor que me dio la vida y ahora puede quitármela si es su Santa voluntad.
Basilio:
- ¿As pasado al pérfido Temple alguna información sobre nuestros efectivos militares para la defensa de la Abadía?
Remigio:
-Ellos conocen con certeza todos nuestros pasos en el Valle y no tienen ninguna necesidad de mí.
Basilio:
- ¿Entonces el porque de vuestra inesperada visita a la Central que tiene el Temple en Santa María de Lebeña?
Basilio:
- ¿Era acaso una visita turística?
Remigio:
-Estaba visitando a un viejo amigo de la infancia.
Basilio:
- ¿Desde cuando se disfraza un monje de Guardia Civil para visitar a un amigo?
Remigio:
-Hacer del cuerpo lo que más os convenga, porque mi alma está ahora con Cristo y con la Orden del Temple.
Basilio::
- ¿Estáis afirmando que sois miembro del Temple?
Remigio:
- ¡Antes de visitar Lebeña no pertenecía al Temple, malditos seáis todos los inquisidores!
Basilio:
- ¡Serás condenado por traición a la Iglesia!
Remigio:
- ¡Soy por propio derecho caballero del Temple y lo seré hasta que vuestro maldito asesino de hombres remate ahora su sangrienta obra!

El fallecimiento del reo durante este interrogatorio inquisitorial ha determinado la culpa evidente del antes monje Remigio Berceli.
El Señor le tenga delante de la puerta del infierno en castigo a su maldad y por traición a la Iglesia del Papa y del Padre Eterno.

Firmado y sellado en Santo Toribio de Liébana el día 1 de diciembre del año del Señor 2006.

Cardenal: Abad:
Domenico Mariani Reinaldo Sevané

El alma de Remigio subió como una centella surca el firmamento, hasta encontrar el paraíso donde se hallan todas las almas puras y castas que sucumben en la Tierra bajo la tortura de otros hombres.

El Cardenal Mariani y el Abad se sentaban ante las suculentas viandas, sin tener remordimiento alguno por el grave incidente protagonizado por Remigio.

El asunto de la traición se tapona con la sangre que requería para ejemplo de los demás miembros de la Orden Benedictina y por ese lado estaban tranquilos; aunque sospechan que el traidor les facilitó los informes secretos que el Temple quería saber para contrarrestar la posible ofensiva del Cardenal.

Mientras comían solos, el Cardenal con un ademán de incertidumbre impresa en la unión de los labios, grasientos por la glotonería, pregunta a Reinaldo:

-Que opina vuestra merced ahora, cuando sabemos al dedillo que los templarios conocen el número de nuestros efectivos.

-Tenemos que atacarlos ahora, porque aún tenemos cierta ventaja sobre ellos, Eminencia.
Dijo el Abad muy serio.

- ¿Tenéis la suficiente confianza en vuestros monjes para poder atacarles sin más traiciones?
Remato descaradamente Domenico Mariani.

-Yo espero el mismo proceder valeroso de vuestras milicias, Eminencia.
Replico enfadado el Abad.

- ¿Quien se encarga de espiar al Temple?
Pregunta el Cardenal.

-Mi mejor espía nos informa puntualmente de todo lo que ocurre en Santa María de lebeña, Monseñor; él nos comunicó la traición de Remigio.
Dijo satisfecho y ufano el Abad.

- ¿Cuántos efectivos tiene el Temple en Lebeña?
Requiere Mariani.

-Los mejores especialistas que tienen, son antiguos y experimentados miembros de la Orden, apoyados por dos batallones armados hasta los dientes.
Concluía Reinaldo, mientras se tragaba un enorme pedazo de ciervo asado a brasa.

17
Lola olfateaba el rastro que dejaba una hermosa y blanca liebre de montaña, mientras quique y pinza algo más retrasados seguían el olor que iba dejando el aterrorizado animal al correr tan apresurado co-mo el viento entre troncos ramas y bardales.

Los tres perros templarios se entrenaban para proveer de alimentos a los templarios en caso de suma necesidad y los husmeadores estaban demostrando que estaban físicamente en forma.

Canive y Victoriano controlaban a los perros en esa pequeña expedición de cacería, armados de sendas escopetas, que estaban dispuestas para disparar a la menor señal de avistamiento de una presa.

El tiempo invernal del año es para el Valle apacible en demasía y se notaba a ciencia cierta que el clima de las comarcas de alta montaña estaba cambiando paulatinamente, lo que involucraba a la naturaleza haciéndola más frágil é imprevisible.

Mientras esto pasaba en los bosques del exterior, el Proveedor Leopoldo Argos se afanaba sin descanso preparando los materiales precisos para una posible expedición de castigo que el Maestre Corona había ordenado disponer.

Marañón, Becerril y Corona, estaban confrontando en el laboratorio de la guardilla, el paisaje del Valle con las claves que aportaban el libro miniado, para tenerlo todo dispuesto hasta la eminente llegada del Gran Maestre del Temple Belga Monseñor Guatire, que se encargaría de los detalles esenciales hechos en el campo a pie de obra.
El fax cifrado en retruécano decía:

Del Centro a la Base X76MJR45.
El ruiseñor salió pitando desde la jaula dorada y torna al encuentro de su dueño, al tercer día de la luna que alumbra las altas cimas de las montañas.
Saludos cordiales.
Centro B6G77M31

Las malas noticias que había recibido Corona desde el Monasterio de Santo Toribio le indicaban que el Templario Remigio fue detenido el mismo día de la visita a la casona de lebeña por los guardias del Papa, y después fue vilmente ejecutado delante del fraile Dominico, que supervisaba y escribía el acta del interrogatorio y llegado desde el Monasterio de Roa, (Burgos) con crueles y dolosas torturas que el ser humano pueda imaginar; hechas por el verdugo de la Inquisición por expreso mandato del Cardenal y del Prior.

La ira de Corona subió como sube la adrenalina en la sangre de los caballeros del temple al combatir a los enemigos seculares de la Orden.

De inmediato se convocó un conclave secreto entre sus más fieles seguidores, para fijar entre todos los pasos que tenían que dar para neutralizar el efecto psicológico que comportaba la caída de Remigio.

La presencia del Gran Maestre Belga, Guatire, que había llegado oportunamente en el avión privado de la Orden, confortó a más no poder este cónclave secreto que convocaba el Maestre de Lebeña.

La vieja Mesa Redonda estaba compuesta por trece caballeros templarios, igual que la conmemoración de la última cena de Jesús el Cristo.

Dividiendo la mesa en cuatro partes iguales, que se asemejan a la Cruz de Cristo, se colocaron desde la derecha hacía la izquierda por orden de antigüedad en la Orden sagrada del Temple los trece hermanos servidores de la Santa Cruz y de la fe.

Guatire, como Gran Maestre Soberano de la Orden, se situó sobre el segmento que marcaba el grado 33 del Norte vertical del planeta.

Corona, como Maestre Nacional de la Orden ocupo el sillón izquierdo al lado de Guatire.

Becerril, como Caballero Gobernador de la Orden le siguió sentándose a la izquierda de Corona.

Canive, como Caballero especialista en armamento se colocó a la Izquierda de Becerril.

Marañón, como Caballero Nigromante de la Orden se colocó a la izquierda de Canive.

Argos, como Caballero de Maestresala Mayor de la Orden ocupó la izquierda de Marañón.

Iglesias, como Caballero de Seguridad de la Orden se colocaba a la izquierda de Argos.

Maica, como Caballista de Ordenación de la Orden se sentó a la izquierda de Iglesias.

Ramón, como Caballero Depositario de la Orden se sentó a la izquierda de Maica.

Elva, como Cabalista en Derecho Facineroso de la Orden se sienta a la izquierda de Ramón.

Marcos, como Caballero Ingeniero de la Orden se sentaba a la izquierda de Elva.

Roberto, como Caballero Combatiente de la Orden se sentaba a la izquierda de Marcos.

El Hombre de la Rosa, como Caballero Hermético de la Orden se sentó a la izquierda de Roberto y al lado del Gran Maestre Guatire, permaneciendo en completo silencio por voluntad propia.

La solemne sesión sirvió para presentar a todos los nuevos miembros del Temple al belga Guatire, que había llegado hacía poco tiempo a la casona desde el aeropuerto santanderino de Parayas.

Corona de pie, comenzó diciendo estas palabras:

-La verdad de Cristo, es la motivación que rescata el espíritu de la Orden de esa envidia que inunda su existencia desde la muerte de Jacques de Moley.

-El Insigne Guatire, que preside hoy nuestra Mesa Redonda, ha venido desde Bruselas para ayudarnos a solventar la clave del enigma sagrado que oculta el Arca de la Alianza.
Habló Corona señalando a Guatire, mientras todos los demás miembros de la Mesa Redonda aplauden al Gran Maestre con verdadero entusiasmo.

-Calma…mucha paciencia hay que tener caballeros del Temple…y cuantiosa entereza para resolver los agudos problemas que todos debemos enfrentar.

- La muerte sangrienta del caballero Remigio, en el vecino Monasterio de Santo Toribio atiborran nuestro corazón de desagravio y sufrimiento.

-La tortura salvaje ejecutada por el verdugo oficial de la Inquisición secreta de la Iglesia, ha sido posi-ble, por tener la Iglesia un confidente desconocido infiltrado en nuestra Orden.

-La información secreta de los hechos ha llegado el temple por conductos tan secretos que yo no puedo revelar a ninguno de vosotros por seguridad.

-Hay que desenmascarar al traidor, que transmitió la información de que Remigio había estado aquí el mismo día de su detención.

-Iglesias se encargará de desenmascarar al espía y eliminarle de inmediato sin previo juicio.
- Ahora cedo la palabra al Gran Maestre Guatire;

-Después todos los demás, por un ordenado ritmo, establecido en la Mesa Redonda, toman la palabra para establecer las pautas a seguir en los próximos días.
Finalizo Corona, exánime por los sucesos.

Guatire se levanto despacio, ante la expectación de los allí presentes y les hablo en perfecto castellano:
-La sombra de Cristo os cubra a todos vosotros con el manto de la sinceridad y la justicia que emana de su Belleza Divina.

-Por las pocas noticias que he tenido la oportunidad de recopilar hasta este instante veo que necesitareis la asistencia masiva del Temple de Europa unido al apoyo incondicional y seguro de mí propia persona porque ahora estoy aquí junto a todos vosotros.

-La tarea que vamos a emprender viene de antiguo. Cuando el Temple custodiaba el Arca de Dios por haberla traído con dificultades inmensas de Ravena hasta el oculto y misterioso valle de Liébana el año 1200 después de Cristo.

-Fue la más peligrosa expedición que relataron los poetas y las leyendas antiguas de la humanidad. Un difícil recorrido que estuvo plagado, de dificultades materiales y físicas, debido a una radiación mortal que salía desde dentro del Arca.

-Somos los quijotes, de la fe del Padre Eterno y de Cristo Misericordioso. El que sufrió la pena de la Cruz. El que custodiara a Remigio en el Cielo, por las laceraciones y las torturas sufridas, hasta morir, como un Caballero Templario.

-Eran tiempos duros y arduos, como otros tiempos que hemos pasado alguno de los aquí presentes.

-Mi compañero Corona, fue protagonista de las batallas que soportamos sin quejas ni lamentos en los sitios más inverosímiles que podáis imaginaros.

-El Arca de la Alianza ya estuvo sepultada en dos ocasiones en estas tierras del Valle de Liébana. Y nosotros que éramos sus custodios a divinis, la recuperamos entre las garras de frailes desaprensivos que ansiaban llevarla a Roma para así aumentar el inmenso poderío de la Iglesia y la futura esclavitud de la cristiandad.

-Ahora comprendéis la alegría inmensa del Temple al tener indicios seguros del posible descubrimiento del Arca, aunque no sepamos aún donde está.

-Quiero daros el consejo, antes que una orden, por-que no tiene sentido entre honorables templarios el divulgar los secretos del Temple.
Sellar los labios y vuestros corazones a los extraños, es el consejo que os regala el Maestre del Grial y de Cristo.

Guatire se sentó, dejando la palabra a Corona para que continuase la sesión de la Mesa Redonda.

-Quien tenga que decir algo que levante la mano y el que no quiera hablar que cierre la boca.
Afirmó Corona expectante.

El segundo extraño en la Mesa Redonda, aparte del forastero Guatire, es el que llamaban Hombre de la Rosa.
Un misterioso caballero que aparecía y desaparecía sin dejar rastro, en cuanto el Temple más lo necesitaba.
Era evidente que era muy conocido del Maestre Corona y de General de la Orden Guatire.
El Hombre de la Rosa, pidió la palabra levantando ligeramente la mano.

-Hable, dijo interesado Corona.

El Hombre de la Rosa, se levantó muy despacio y girando su aguda mirada lentamente entre los doce caballeros allí presentes detuvo los ojos enfrente de Victoriano y le dijo sin titubeo alguno:

-Tienes la fortuna de haber sido ayudado por Cristo Redentor, cuando colocó delante de tú barca lo más preciado que podría ofrecerle a su estimada Orden del Temple.

- Eres el único testigo ocular del mayor milagro en este período de humana existencia del hombre en la Tierra y debes estar orgulloso y agradecido a Cristo hasta el final de tus días.

-Cristo nos está ayudando para devolverle el Arca a su Padre y para que las mafias y políticos corruptos no se apoderen de ella y la empleen para destruir la misericordia del Mesías.

- Trabajemos un tiempo todos juntos para acelerar una búsqueda segura del lugar exacto donde esta se puede ocultar, y aunque alguno de los antiguos del Temple ya comprobó la forma de transformarse en energía lumínica que tiene el Arca de la Alianza al esfumarse en el aire, espero que siga con el mismo entusiasmo que tenía entonces al saber manipularla adecuadamente.
Finalizó, el llamado Hombre de la Rosa.

De esos antiguos caballeros del Temple, solamente quedaban vivos, Ramón, Corona, Maica, Roberto, Marcos y Elva. Los demás dejaron sus vidas dentro de los límites aceptables al sacrificarse por Cristo y por la Cruz sin pedir nada a cambio.

Ramón Sainz de Baranda, como antiguo Caballero y Comendador Nacional del Temple, se levanto del asiento y dijo:
-Estoy contento de volver a ver a Campo Corona y al diestro Caballero Guatire, que Cristo los guarde.
-Mis saludos se extienden a todos los veteranos del Temple que lucharon y sobrevivieron al holocausto que sucedió en el bosque de las Ardenas por culpa de un Nigromante enviado por la Iglesia.
-Debemos estar preparados para morir dignamente porque la dura batalla contra la maldad será feroz y despiadada por poseer el lugar donde está enterrada el Arca.
Dijo Ramón sentándose en la Mesa Redonda.

Guatire al no haber más preguntas levantó la sesión y penetró en el comedor para degustar los sabrosos platos españoles, aderezados con excelente vino.

18
La patrulla de guardias del Papa acompañados por el Cardenal Mariani, el enviado del Papa, que viaja cómodamente sentado en un arcaico palanquín que llevaban unos frailes de San Benito, se dirigían en exploración secreta por una enmarañada senda del espeso bosque; en la zona lebaniega del pueblo de Bedoya. Situado en la entrada superior del llamado desfiladero de la Hermida, en el Norte de España.

El bibliotecario y alquimista del Monasterio, había sido el estimulante que convenció al Cardenal para que tomase una decisión, y tratase de hallar alguna referencia que proporcionara la señal de salida para otras expediciones posteriores más especializadas.

El Nigromante Matania había sido el artífice de esa iniciativa necesaria para solucionar definitivamente el problema del Arca de la Alianza para la Iglesia.

Matania era el más veterano fraile del Monasterio y era al más experimentado de todos los que cobijaba actualmente el viejo Monasterio, incluido el Abad y el Cardenal y porque había franqueado enormes peligros, que son inimaginables en los tiempos que corrían.

Su ligazón con las poderosas fuerzas superiores del infinito Universo, otorgaban al mágico Nigromante la potestad de decidir sobre la enfermedad y sobre los males de ojo que extienden los humanos en su caminar sobre la superficie de la Tierra.

Estaba sudando a mares el obeso Cardenal, cuando ordenó parar a la comitiva en un claro, para reposar reanimando, tan ilustres posaderas. La fría mañana estaba calentando pausadamente el aire, mientras el graznido de las bandadas de cuervos rebotaba entre el espeso ramaje de los abetos, que daban al paisaje una sonoridad maravillosa y limpia.

El carro con abundantes provisiones que necesitaba el obeso Cardenal, para sobrevivir, desparramo sus existencias culinarias en una mesa plegable que los monjes habían dispuesto en un claro del bosque.

Los demás acompañantes, se conformaron con una taza de café caliente y una rebanada de pan untado de pasta hecha de manteca de cerdo a la que llaman cachuela.

La diferencia social en la curia romana era evidente en el campamento del Cardenal y ningún mortal en la Tierra podía evitar la sellada diferencia social en la Curia Papal.

El tiempo de la democracia se hallaba lejano en la mente del sólo embajador del Creador en la Tierra, el hombre, la caridad, la clemencia, la misericordia y la indulgencia por la explotación secular de todos los pobres, se dejaba a un lado para que fuesen los mismos miserables los que solucionen el problema de la Iglesia. Problema, por cierto, que ya planteara Jesús el Cristo mucho antes de perecer en una Cruz de fabricación romana, a instancia de los judíos. Es la eterna confusión para equivocar al pueblo.

Cuando la comitiva del Cardenal llego al pie de los altos farallones de roca viva, detuvieron la marcha y Matania se dispuso a examinar detenidamente la cara de la alta superficie del desfiladero para tratar de encontrar un punto de referencia que se asemeje al croquis que había bosquejado en su laboratorio del Monasterio.

Matania es el misterioso nigromante que preparaba los filtros y venenos que necesita la Congregación Para la Salvaguarda de la Fe.
Una antigua secta de fanáticos inquisidores que tiene la Cartuja residencial en la casona más antigua del pueblo de Roa en las cercanías de Aranda de Duero en Burgos.

Matania era muy inteligente y además era listo por naturaleza propia; como una rareza que surgiera de la vida común como surge la casualidad y la suerte en las personas espabiladas. Dejo de pensar, desde que fracasó en el empeño de llevar el Arca de Dios al Santo Padre, en épocas pasadas, y ahora se veía de nuevo envuelto en la aterradora vorágine de una nueva guerra entre los que explotan la Cruz y los que defienden al Crucificado.

De repente, Matania notó que en el liso farallón de piedra caliza, había una variante que no cuadraba con el entorno. Una protuberancia en la pared de piedra del farallón, se asemejaba mucho a la figura escultural del crucero de la capilla del Monasterio y Matania dedujo que estaban en el buen camino.
Ahora empezaba a comprenderlo todo.

La detención y ejecución de su coadjutor Remigio, pensaba Matania que se hallaba relacionada con la estancia del peregrino que pasó por el Monasterio pocos días antes y el cocinero mayor había sido el anfitrión que había atendido todas sus necesidades.

Cuando le informó al Cardenal del descubrimiento de la zona en donde se podía ocultar el Arca de la Alianza, dejaron una señal secreta, esculpida en la base de la pared rocosa y se encaminaron despacio en dirección al Monasterio.

La intermitente brisa que corría con racha suave y acariciante en la alta época otoñal, se parecía a una melosa y tierna caricia que surgiera de pronto con los enfadados cantos de la naturaleza viva. Era una voz sin habla, que suavemente se aproxima al oído y nos susurra en silencio con acariciantes ecos, que están apagados por el suave rumor de la vida.

Todos estaban tan concentrados en evitar las torcas y las raíces que abundaban profusamente por esos tortuosos senderos, que ningún guardia se encarga de la vigilancia en la retaguardia del grupo.

Los expertos ojos de Victoriano Iglesias seguían la comitiva cardenalicia desde el inicio de la marcha y estaba anotando todos los movimientos que estos confiados aprendices de soldados habían realizado en tan larga marcha por el bosque.

Cuando toda esta comitiva llegaba a las puertas del Monasterio de Santo Toribio, el espía del Temple llegaba al complejo templario de Lebeña.

Llegaba el momento de recapacitar y planificar los acontecimientos, porque a partir del momento que choquen, el fanatismo religioso, con la creencia en Cristo, la muerte será la única dueña y heredera de la Tierra esquilmada por los odios y la inquina del hombre.

19
Las nubes algodonadas envolvían de un inmacula-do albor al fascinante y Eterno Reino Celestial, un etéreo lugar en donde los Arcángeles, los Ángeles, los Nefelines y los Querubines, del Imperecedero y Omnipotente Dios del Universo, descubrían con Celestial asombro el mortal litigio que aún tenía la Iglesia y el Temple; después de los siglos pasados con prepotencia Papal y con sufrimiento templario.
El Padre Eterno, reclinado sobre el blanco trono de encantadoras nubes brillantes, se maravillaba ante esa conducta tan desmedida del hombre, moldeado por Él de un simple trozo de barro, a su imagen y semejanza en el llamado Jardín del Edén que había edificado en la Tierra.

Las aflicciones entre los Arcángeles seguidores de Cristo se manifestaban delante del abatido hijo del Creador, señalando al Altísimo la perversidad que tenía el idólatra Tabernáculo que había implantado por capricho la mujer de Constantino el Grande en Jerusalén.

Era intensa la confusión, entre los Querubines que apoyaban con fervor la intensa labor de Santa Ana por establecer los Santos lugares por donde podría haber pasado Jesús en su sangriento camino hasta el Gólgota, que se maravillan con la maestría con que la dama de Constantino delimitaba los lugares Santos que su esposo necesitaba para sobrevivir.

Era la manipuladora manera de actuar de un emperador pagano que precisaba una nueva religión para consolidarse en el poder.

Por la obra de Constantino brotó la Iglesia y por la obra de Cristo había brotado el Temple.

Eran tiempos difíciles, porque la Eterna Divinidad era el responsable final de la Alianza del Arca con los hombres.
Por su implicación directa con Moisés, Él debía de tomar partido por alguno de estos dos litigantes si era voluntad del Señor hacerlo.

Miríadas de negros nubarrones se acercan suaves, sin ser visibles hasta alcanzar la verticalidad de sus objetivos terrestres. Había llegado el instante para que se limpiase la tierra de los abrojos y los cardos que impiden que germinen las buenas semillas. Es llegada la hora de la verdad, como dicen al pueblo los militaristas, que se atiborran en las retaguardias esperando los cadáveres de los ciudadanos que han vertido su sangre para que ellos medren al amparo de cualquier bandera.

El Temple es la esencia y la salvaguardia para que los evangelios que predicaba con el ejemplo y con empeño y fervor Cristo, no desaparezcan jamás de las escuelas ni de los hogares que sean cristinos de verdad.

El Temple adopta las Ermitas y Catedrales porque cuidan a Cristo; y de la misma forma ampara a los tabernáculos que existen porque son los más bellos libros de piedra tallados por las manos del hombre que se dedicó a dejarnos la impronta de la máxima sabiduría Humana y Divina.

El Vaticano es la parafernalia entre Estado, Nación y un género de religiosidad ansiosa por demostrar algunas de sus ingentes riquezas temporales a sus más fieles seguidores; que son los que se atreven a contemplar el extraño boato sin pudor alguno.

Era llegado el momento de volver a pisar la dureza de la tierra, con los pies desnudos; porque nuestro Creador nos dejo en el Edén desnudos, descalzos y sin vergüenzas que ocultar a los demás.

La fuerza del siglo XXI se disipaba lentamente en la garra agudizada del ansia de poder que posee el hombre. Y la Santa Iglesia Apostólica de Roma se acerca cada día, más y más al poder temporal que tanto predica erradicar.

Mientras el Cielo prepara su estrategia Divina para pacificar el odio mortal de los dos monstruos, que el Creador abandonó en la superficie de la Tierra, los litigantes devanan sus muchos cerebros para la mejor manera de destruirse los unos a los otros.

20
El preciso goniómetro instalado en total secreto en el laboratorio de Marañón, rastreaba con la experta pericia del diestro Tano, la banda sonora de alguna emisora extraña emitiendo de la base del Temple.
Antes de emprender la búsqueda del Arca, Corona ordenó a Tano, que localizara en secreto al traidor que espiaba para el Cardenal y el encargado de ese cometido lo estaba haciendo a conciencia.
Estaba a la escucha de señales extrañas que surgieran desde la casona, día y noche, con la inestimable ayuda de Marañón que se turnaba en la vigilancia.

El método para la triangulación de la posible señal de radio que un hipotético espía transmitiría desde la base templaria, dio resultados positivos a los po-cos días de haber emplazado este dispositivo para poder descubrir al traidor.

El cruce de las ondas de radio transmitidas desde la casona señalaba el punto exacto de donde salían las señales del equipo que transmitía en el código Morse.

Corona supo enseguida quien era el traidor por los mapas de obra del complejo que había triangulado con la ayuda de Tano y Marañón.

Y ordenando a Victoriano que detenga al traidor, y que le envié de inmediato a su despacho, se retiró con lágrimas en los ojos, al saber quien había sido el falso caballero que les había traicionado.
La pregunta que se estaba haciendo ahora Corona era la siguiente:

¿Desde hacía cuanto tiempo había estado el traidor Rufino espiando lo que se le antojaba como agente de la Iglesia sin que ningún otro caballero se diese cuenta?
Corona tenía que averiguarlo enseguida para tomar las medidas necesarias para contrarrestar los daños que Rufino el traidor había ocasionado.

Victoriano se encargaría de suavizar al traidor para que les diera la información, para poder valorar la importancia de los daños de los tiempos pasados, y lo importante, todos los daños a acciones y asuntos pendientes que seguro ese renegado había causado a los nuevos proyectos del Temple.

Ahora comprendía Corona el porqué de los graves desastres del pasado bastante reciente. Cuando los templarios fueron víctimas de su miserable felonía, cuando emprendieron el difícil camino de llevar el Arca de la Alianza al bosque de las Ardenas en el centro de Europa. Allí les estaban esperando los esbirros del fallecido Inquisidor Cardenal Montini, porque la Iglesia estaba al corriente, por la traición de Rufino, que llegaban por carretera con el Arca.
Ahora encajaban todos los sucesos que ocurrieron con posterioridad; eventos que habían supuesto la concluyente perdida de esta admirable reliquia que mandó erigir Jehová a Moisés para comunicarle su Santa voluntad al pueblo Judío.

Guatire penetro de repente, inquieto y precipitado, en el despacho de Corona y le requiere impaciente el nombre del traidor.

-El miserable que nos ha estado traicionando desde no sabemos cuántos años, era el veterano caballero Rufino. Nos ha vendido a las huestes del Cardenal Señoría, sin que sepamos aún, la motivación para traicionar tan mezquinamente al Temple.

-Usted bien sabe Maestre, que Rufino intervino, en todas las escaramuzas que hemos tenido contra las huestes del Papa.

-Eran años decisivos, cuando las fuerzas de los dos bandos estaban equilibradas.

-Él nos vendió a la Iglesia, en cuando permitió la entrada al Nigromante y envenenador del Papa, al complejo subterráneo secreto que había construido el Temple en la espesura mas intrincada del espeso bosque de las Ardenas, en Bélgica.
Terminó Corona.

- ¡Que Cristo nos salve, Corona!... el Temple deberá saber al dedillo el alcance efectivo de la traición de Rufino… saber lo ocurrido por las buenas o por las malas debe ser nuestra meta ahora mismo.

-Y si no quiere declara sus culpas voluntariamente, nos vemos obligados a tener que atormentarle para que informe al Temple de todo el mal que a hecho.
Finalizo Guatire, mientras le hacía un significativo gesto con la mano extendida y señalando el cuello a Corona para indicarle que después le decapitasen sin el honor aquel que un caballero templario debe de tener al ser ejecutado.

Esta es la férrea ley de los caballeros de Cristo y la salvaguarda de la Orden a través de estas difíciles épocas que corren por Europa.

Victoriano mientras tanto, se aproximaba sigiloso a la habitación que ocupaba Rufino en el complejo de la base templaria para sorprender al traidor con las manos en la radio y desprevenido.

El viejo templario Rufino, sin sospechar que había estado descubierta su antigua cooperación con el enemigo, se ocupaba tranquilamente en transmitir por radio al escucha del Monasterio de Santo Toribio, los eventos que el Temple se disponía a emprender al día siguiente. Era la rutina diaria, que el canalla traidor efectuaba desde el día en que renegó del Temple por el intenso odio que tenía al anterior Maestre Setroc su todavía compañera sentimental.
Una desdichada mujer que estaba alcoholizada por despecho y por odiar a los mortales que intentaban tratarla bien.

La patada en la puerta, sorprendió a Rufino con las pruebas de su fechoría entre las manos, porque no tuvo tiempo material de ocultar las pruebas que le delataban.

El arrugado y moreno rostro del traidor, cambio de pronto a una palidez amarillenta que presagiaba al sorprendido traidor, el cúmulo de acusaciones y de vergüenzas que le caerían por el infame delito.

Pero Rufino como era veterano y muy metódico en sus actuaciones, engañosamente dejo a Victoriano que le detuviese y mirando fijamente a su antiguo amigo rogó que le permitiera coger de la mesita de noche unos medicamentos que necesitaba para las dolencias cardiacas agudas que padecía.

La muerte de Rufino por envenenamiento mientras se hallaba detenido, a la espera de ser interrogado, fue el triste epitome final de una malquerencia del cómplice afectivo.

Corona y Tano, desilusionados por el trágico final de Rufino y preocupados por no saber realmente el alcance de la traición, decidieron apoderarse de la amiga sentimental del traidor y obligarla a que les contase todo lo que sabía.

Una noche, la retorcida señora, que trabajaba en la barra de un local de alterne; se encontró de pronto al acabar el trabajo con el cañón de una automática apuntándola en la frente y con una gasa empapada de cloroformo en la nariz que la dejó inconsciente al instante.

Cuando despertó la mujer, el día estaba avanzado, y la persistente lluvia remoloneaba suavemente en el cristal, ante las rejas de la celda, dando una gris tonalidad al ambiente que se estaba preparando.

Victoriano despejaba los viejos artilugios de tortura de la celda que utilizaba antaño la Inquisición y el Conde de Lebeña, que en aquellos lejanos años era el señor del complejo y amo de la casona.

Los dejó apoyados en las paredes de piedra de la celda para asustar a la perversa amiga de Rufino y les informara de todos los movimientos que habían hecho los dos, desde que les estaban espiando para el Cardenal, que en cada época tenía el Papa en el Monasterio de Santo Toribio.

Martina, se llamaba la compañera del perjuro y era oriunda de una aldea que se hallaba perdida entre las altas montañas del Bierzo, contempló aterrada los siniestros aparatos de tortura y pensando que la iban a maltratar con ellos, se desfondó horripilada, reclamando a gritos a un escribano porque deseaba realizar una confesión voluntaria de los hechos en los cuales había participado con Rufino.

TRUBUNAL DEL TEMPLE
Declaración literal y voluntaria, de Martina, el 5 de diciembre de 2006 en Santa María de Lebeña.

Yo Martina Suárez declaro voluntariamente que lo a continuación está escrito, es la única verdad del sistemático trabajo de espionaje que sometimos al Temple desde 1990 con el consecuente soporte de los servicios secretos vaticanos.
La captación de mi persona para espiar al Temple fue bastante accidental, porque si el factor casual actúa en la vida de las personas esta es la prueba del diez para corroborarlo y por lo tanto no podré negar jamás mi participación en la traición.
Yo trabajaba de noche en un club de alterne en la carretera que comunica Tama con la comarcal de Potes, cuando bastante tarde y estando a punto del cierre del local, apareció un lujoso automóvil con dos personajes trajeados, con evidentes señales de tener buenos medios económicos, pidiendo sexo.
Como estaba yo sola en el local con la limpiadora, fui la anfitriona sexual de los dos personajes, en las horas de esa noche, que aún quedaban hasta el amanecer.
Al quitarse la ropa, a uno se le cayó del bolsillo de la americana la cartera y con disimulo la empuje debajo de la cama.
Empezaron a joderme los dos a la vez, lo hicieron por detrás y por delante, hasta que exhaustos me pagaron y se marcharon por el mismo camino que habían traído, olvidando la cartera que se hallaba debajo de la cama.
Cuando saque la cartera y examine el contenido, mí asombro fue extraordinario cuando descubrí la identidad de uno de los misteriosos clientes.
Eran los documentos de un funcionario importante de la Iglesia y los manuscritos personales decían que era Cardenal de la Curia Romana.
Yo alternaba entonces la prostitución con el afecto y amor a Rufino, aunque sabía que estaba casado.
Cuando yo terminaba el trabajo, siempre esperaba sentado en el coche en el aparcamiento del club de alterne para marcharnos a dormir en una pensión del pueblo de Bedoya que estaba cerca del lugar de trabajo.
Cuando entre en el automóvil, le conté lo sucedido sin dar más detalles obvios y le enseñé la cartera que yo había sustraído al supuesto Cardenal, para que me aconsejase lo que deberíamos hacer.
Rufino se sorprendió al leer los papeles que había en la cartera; y me comentó que tenían un enorme valor para el Temple, porque había en la cartera algunos documentos que comprometía a la Iglesia y al Cardenal Montini, que Rufino sabía que era el representante del Papa en el Monasterio de Santo Toribio.
Yo he sido la culpable de que Rufino no entregara la documentación al Temple, porque le obligue ha devolverlos al Cardenal, a cambio del dinero que a mí me hacía falta para montar un nuevo club y establecerme por mi cuenta.
Desde entonces se crearon las relaciones secretas con el claustro del Monasterio y Rufino recibió el equipo de radio y las instrucciones secretas para el manejo del sofisticado equipo.
Hacía principios del mes de abril del año 1990 fue cuando Rufino comenzó a radiar al Monasterio los primeros mensajes cifrados, con todos los planes y movimientos del personal que tenía el Temple en Torrelavega y desde entonces les radiaba informes periódicos cuando surgían noticias importantes en el Temple hasta el día de hoy.
Las muertes de los templarios durante el proceso del manejo y del traslado del Arca de la Alianza, han sido por culpa de Rufino, porque informaba al difunto Cardenal Montini el avance de los planes futuros del Temple.
La ventaja de la Iglesia fue tan superior, que al fin el Santo Padre consiguió aniquilar la base secreta que tenía el Temple en Bélgica.
¡El Cardenal sabe todo sobre el cofre y el Arca!
Rogando el perdón de Cristo lo firma y rubrica en la Central del Temple de santa María de Lebeña.

Día 5 de diciembre del año 2006
Martina Suárez

Corona y Guatire impresionados por el alcance del problema que ahora planteaba la traidora acción de Rufino, ordenaron una reunión secreta de la Mesa Redonda para analizar el cambio que necesitaba el Temple para subsistir en esos tiempos difíciles que los malos augurios les traían a todos por el traidor.

21
El silencio de las emisiones secretas del agente de la Iglesia desde el Temple, preocupaban de manera especial a Domenico Mariani y a Reinaldo Sevané.
El Prior intuía que al agente debía de haberle suce-dido algún accidente para que la comunicación con su base fuese interrumpida tan bruscamente; y para averiguar lo que podía haberle sucedido envió a un agente al club de alterne donde trabajaba la novia de Rufino. Al entrar en el club y no ver a la mujer que buscaba, preguntó por ella a la que servia en el mostrador y está le informó, que esa dicha Martina hacía algunos días que no aparecía por el trabajo.

Entonces el funcionario del Cardenal se encamino hasta el pueblo de Bedoya, porque ellos sabían que ella pernoctaba con su amante Rufino.

La dueña de la pensión, abrió al agente la puerta de la habitación de estos huéspedes, a base de una buena cantidad de dinero; y el oficial de la guardia del Papa comprobó que en esta habitación estaba toda la ropa de los dos sujetos que estaba buscando pero ellos habían desaparecido.

De vuelta al Monasterio, el oficial les comunico al Prior y al Cardenal el resultado de sus pesquisas y al no recibir otras órdenes pidió permiso y se retiro a sus dependencias militares.

La sorpresa llegó como llega la brisa de la mañana al otro lado de la discordia, sin tener en cuenta los sentimientos y las pasiones de los protagonistas de la feroz disputa. Era la hora de navegar en la calma que antecede a la tormenta. Era el tiempo de dejar que la vida marque el surco que tienen que seguir los protagonistas de la muerte.

El Cardenal ordenó a Reinaldo que debía convocar de inmediato un conclave; para tratar de organizar el poderoso objeto que se aproximaba a la Tierra a velocidad de vértigo, y tenían que detenerlo a toda costa porque era la forma material de Jehová.

El Arca era precisa para el sostén y el destino final de la Iglesia.

El Concilio pudo reunir en una mesa preparada en el amplió comedor de la Abadía, a la flor y la nata de los jerarquías religiosas de Cantabria que regían en los cabildos y eran simpatizantes del fanatismo del Abad.
Todos acudieron prestamente a su llamada.

Veinte presbíteros y veinte seglares se sentaban en torno a una largísima mesa rectangular, que estaba presidida por Monseñor Domenico Mariani, como delegado de la Curia Romana, mientras enfrente se sentaba el Abad Reinaldo Sevané que se encargaba de la secretaria para confirmar por escrito las actas formales del improvisado Concilio.
Cuarenta y dos almas entre religiosos y seglares se sentaron en la mesa del Monasterio.

Candelabros colocados entre un lujoso aderezo de búcaros rebosantes de hermosas flores, destacaban sobre el inmaculado mantel de seda bordado con el arma del Estado Vaticano y el escudo de la Abadía de Santo Toribio, que tenía el Arca de Dios esculpida en su adarga.

Las vestiduras de los conciliares se dividían entre legos y teólogos. Los legos se visten de negro y los dogmáticos se enfundan túnicas blancas.

Veinte hombres vestidos de negro, se sitúan a la izquierda del Cardenal y otros veinte con atuendos de un blanco níveo, a la izquierda del Abad.

Esa distribución era la norma secreta del hermético juego del ajedrez, el blanco enfrentado al negro, el bien enfrentado al mal, el abogado del Paraíso y el abogado del Diablo, la piedad y la insidia, la vida y la muerte.

Era la última oportunidad que tenía la Iglesia para tener en su seno un poder superior, para conversar de la Tierra y el Universo, del hombre y la mujer, del bien y el mal, de Cristo y el Diablo, de miseria y opulencia, porque algún hombre vive sobrado y otro ser semejante apenas sobrevive en la miseria.

¿Era la voluntad de la Iglesia ahora?, lo dudamos. Cuando tuvo la Iglesia el Arca de la Alianza en su poder, no la utilizó jamás en beneficio del pueblo, porque estaba relegada y sumergida en un bunker de plomo y piedra.

Reinaldo y el Cardenal visten ropajes tradicionales de acuerdo con el cargo místico que cada uno tenía en la Curia local.

Uno vestía la tradicional tiara sobre la frente y una brillante túnica bordada de oro y plata que llegaba hasta las doradas sandalias del pescador de almas.
El Abad estaba enfundado en su humilde hábito de la Orden de San Benito.

En las curvaturas en donde se unían los vértices de las antiguas bóvedas góticas, de piedra de sillería tallada, los círculos centrales del techo se mofaban en silencio de esa farsa burlesca que estaba a punto de empezar debajo de sus armoniosos arcos.

Reinaldo y los cuarenta y uno se pusieron de pie al recitar en latín, la constreñida evocación que todos los servidores del Cardenal rezaban para espantar a Satán al iniciar un Concilio:

Exorcisnus te, inmundissime spiritus, omnis incur-
Te exorciso, espíritu inmundo, todo ataque del ad-
sio adversarii, ome phantasma, omnis legio, in no-
versario, todo espectro, toda legión, en el nombre
mine Domini nostri Jesus Christi.
de Nuestro Señor Jesucristo.
Eradicare et effugare ab hoc plasmate Dei.
Desarraigate y huye de esta criatura de Dios.
Adjuro te serpens antique, per Judicem vivorum et
Te conjuro antigua serpiente, por juez de los vivos
mortuorum, per factoren tuum, per factoren mundi
y los muertos, y por el Hacedor tuyo y del mundo,
per eum qui habet potestatem mittendi te in gehe-por aquel que tiene poder y le castigará al infierno,
nnam, et ab hoc famulo Dei, qui ad sinun Eclessi- y no abandone al siervo de Dios que torna al seno
ae recurrit cum metu et exercitu furosis tui festinus
de la Iglesia y salgas con miedo y aflicción por tu discedas.
furiosa huida.

-Es muy meritorio, queridos hermanos en Dios, el que hoy podamos rezar este conjuro de iniciación al Concilio, en dos lenguas distintas y muy afines a la vez.
Dijo Reinaldo y prosiguió:

-Se ha dicho con excesiva frecuencia en estos días, que el siglo XXI es el siglo de la razón y del poder material de los hombres.

-Esta afirmación, Eminencia y hermanos, se revela inexacta porque lo mejor que puede decirse de este siglo, es que con él se despertó la razón y vuelve a nosotros el Arca de la Alianza que mando elaborar a Moisés, el Creador de la vida en la Tierra.

- No vamos a entretenernos ahora en comparar una época que permitió al Temple apoderarse del Arca del Señor a través de la intriga y la traición de los caballeros que la transportaron desde Ravena hasta este secreto y apartado Valle.

-Hermanos, tenemos que comunicaros que nos han cortado los informes que llegan desde el Temple y los especialistas sospechan que nuestro informador es muy posible que haya sido descubierto y puede que en estos momentos le estén interrogando y tor-turando, esos malhechores de la maldita Orden que el diablo confunda.

Un fuerte murmullo de sorpresa y estupor se dejo sentir entre los compadres del Conclave, hasta que Monseñor el Cardenal cansado de tanta palabrería, con voz potente, exclamó:

- ¡Es que vosotros os sentís aterrorizados, como lo están esos hijos pederastas del maldito Satanás en persona!
- ¡Ni jamás serviréis a otros menesteres que sean de algún provecho para la Iglesia!

-Estamos artos de veros con la cerviz agachada, en las dificultades y en los sufrimientos que nosotros hemos soportado sin vuestra ayuda.
- ¡Pero esto se terminó hoy hermanos!

-Todos vais a estar desde hoy mismo, combatiendo en primera fila y si es necesario entregando la vida a la Iglesia y al Creador.

- Estamos dispuestos a entablar una cruenta batalla para que la Iglesia recupere el Arca de la Alianza, antes de que la vuelva a descubrir el Temple.

-Un espeluznante y miserable lance, sin reporteros, sin divulgación, sin publicidad; que no podrá oírse por radio, ni verse en televisión.

- Los vencedores de esta silenciosa batalla, dejaran que los cadáveres de los muertos se descompongan por la fuerte radiación del Arca, desapareciendo en las profundidades de la tierra confinados entre las altas vibraciones de las palabras del Señor.

- Es el premio mayor que la Iglesia que represento puede ofreceros en estos instantes de preocupación y desasosiego; y es poder hablar con el Señor.

- ¡Ahora! amados hijos, el que desee hablar puede hacerlo y si no quiere, que calle para siempre.

El Abad del Monasterio de Santa María de Piasca, que era tercero a la izquierda del Cardenal, levanto el brazo pidiendo la palabra.

-Mi Monasterio su Eminencia sabe, que es dúplice, porque en él sirve al Señor tanto la mujer como el hombre; y nadie en el claustro está preparado para el combate que vuestra Señoría anuncia.
Dijo rotundo el Abad.

La discordia sembró las gruesas paredes del salón con la confusión y el abandono.
Todos los eclesiásticos laicos menos tres que eran del Opus, abandonaron el Monasterio en silencio.
El Cardenal y el Prior asombrados y avergonzados se retiraron a sus aposentos para meditar el enorme fracaso.

22
La Mesa Redonda de la casona, estaba rodeada de toda clase de variopintos caballeros templarios que se ufanaban de toda suerte de aventuras y batallas que extremaban como exagera siempre el pescador y el cazador ante un porrón de vino en una taberna de barrio, presumiendo delante de los demás de su pericia en el más que precario caballeresco pasado.
El Maestre Corona es un alto mancebo de atractiva disposición, alto y no delgado de cuerpo; la cara la tenía ancha, la nariz ahilada, barbas ralas, los cabe-llos blancos, de escaso volumen, algo encrespados; era razonado y Setroc en demasía; la conversación era dulce, con la cual mezclada una voz armoniosa llena de buen donaire.

Cuando fue nombrado Gran Maestre del Norte de España, ya tenía más de setenta años; y puesto que fuese un aguerrido y veterano templario, conocíase de él tanta sagacidad y tal prudencia, que primero ni después, nunca se halló Maestre de las cosas de la guerra más industrioso ni sabio.

Jamás tuvo una persona, tanto ingenio, para hacer dos asuntos tan diversos, como han sido siempre el obedecer y el mandar, ni con más entendimiento lo pudo hacer ningún otro.

Tanto era su enigmático poder, que los caballeros de la Orden confiaban en Corona mucho más que en ningún otro Caballero templario.

Es excesivamente osado para acometer los asuntos más peligrosos y excesivamente inclinado a tratar hechos difíciles.

Nunca demostraba fatiga alguna, ni su corazón fue vencido por maléficos pensamientos ni por arduas flaquezas en las vicisitudes que traían y llevaban la gobernación del Temple.

Habló Corona a los caballeros de la Mesa Redonda y al Maestre Guatire, condenando la traición de la traidora amante de Rufino, Martina:

-Hoy caballeros de Cristo, tengo un cierto espíritu satírico y maldiciente, la palabra dura y una lengua libre.

-Hoy me mortifico por las maliciosas agudezas de la traidora Martina, y por decir una de ellas; perdí al falso amigo, pero gane muchas vidas al Temple.

-Debemos atarnos la lengua, en la lucha, prisiones, exilios, amenazas, castigos, tormentos, hogueras, y también en las penalidades que los caballeros templarios padeceremos desde ahora en adelante en la batalla que se avecina.

-Martina está condenada a servir al Temple de por vida y morirá velando los tercios de los caballeros.

-Esa es la ley y la voluntad de la Orden y todos los caballeros debemos acatarla.

-Y ahora la Mesa Redonda hablará sin censura que dañe la libertad y el hálito del Temple.

-Ninguna catástrofe es poderosa para poner turbación en el Temple ni para alterar la quietud inefable de su amor a Cristo. Vino el diluvio Universal sobre las gentes y escampó.
Ningún traidor podrá turbar la férrea voluntad que todos oponemos a las adversidades que llegan de estos eternos enemigos que se aferran al Temple para medrar sin sudor ni fatiga alguna.

-Abrir las puertas que tiene cerrado nuestro pasado repleto de fanatismo religioso y abrir de par en par las ventanas y los resquicios de las casas para que penetre el aire fresco de la verdad, de la caridad y de la misericordia de Cristo.
Grito Guatire a todos caballeros templarios bajo un fuerte aplauso de los allí presentes y continuó:

-Ha llegado el instante de que el pueblo reflexione que debe hacer el hombre libre para recuperarse de los sufrimientos pasados y librarse por esta vez del caciquismo y lameculos de turno, que medran a la sombra de los poderosos que tratan de eliminarnos.

-El simple hecho de votar a unos ó a los otros, es la clave del futuro dominio que tienen los hombres sobre la manipulación desmedida de la existencia cotidiana de una sociedad que se halla adormilada sobre los cabezales de una adormidera verbal de la clase política.

-Era la hora de dejar a un lado los malos efluvios de crápulas y sinvergüenzas y meterse de lleno en los sinceros y puros espíritus de unos misántropos, que trataran de liberarnos de la peste que inunda nuestra ciudad moderna de simuladores y payasos antisociales que medran a la sombra de los buenos ciudadanos que emiten sus votos con la más franca creencia en sus desmedidos discursos.

-Dejar de pensar en vosotros mismos e introducir vuestras mentes en el pensamiento colectivo de los más humildes sufridores de la pasión de Cristo. El pueblo que sufre las penurias de todos los días y se somete involuntariamente a la divulgación de una usura desmedida, de estamentos protegidos por las leyes supuestamente democráticas, está condenado a pagar el precio que el capitalismo salvaje quiera poner a su forma de vida prefabricada.

- Hay sospechas, de que la sociedad que llamamos moderna, se pudre entre una mierda adornada de la cándida miseria de abusos de poder desmedidos.

-El dinero se ha convertido en el Dios omnipotente que manejan los hombres que detentan el poder de las masas.
Anteriormente el manejo del dinero de los demás se llamaba marxismo y el capitalismo lo combatía ferozmente, hasta que aprendió que es la única forma de poder manipular a una determinada sociedad ignorante e inculta.

El total silencio, y la caída corporal del organismo cansado del Maestre Guatire acallaron a los demás caballeros templarios.

La fatigosa sesión cerraba la puerta a la discordia y dejaba abierta la puerta al entendimiento colectivo de los únicos templarios que todavía pisan sobre la superficie de la Tierra.

Había llegado la hora de secar las lágrimas con la espada afilada de la justicia que manifiesta Cristo al Templario que sepa escuchar su misericordia.

La Patria de la Fe estaba presente en los misterios que la existencia humana acarrea sin cesar entre el meandro tempestuoso y desatado de la vida.

23
Un sistémico silencio reinaba entre el pálido albor que iluminaba la escasa altura de la verdosa hierba rala, que no crecía en el vasto y despejado claro de la espesa arboleda.

Los altos abetos que circundaban la escasa vegetación, parecían que se mofaban batiendo sus ramajes, de la escasa hierba que apenas crecía bajo su poderosa y altiva altura.

Una camada de cuervos graznaba estridentemente viendo la valentía y arrojo de un cuervo dominante que se atrevía a acometer a un cervatillo debilitado que deja una manada de ciervos ante la inesperada presencia de una ralea de lobos.

La vida se alimenta y se mantiene por la muerte de otra vida semejante a la que se nutre de ella.

Es la ley inapelable que la naturaleza ciega impone a los seres vivos que sobreviven un incierto tiempo sobre la superficie del planeta Tierra.

El enorme redondel se iba agostando al tiempo que la hierba al crecer hacía el eje del claro se aclaraba más, dejando un redondel de tierra cenicienta en el mismo centro de la extraña circunferencia.

Ningún animal de pata o pluma, osaba pastar, ni se atrevía a volar dentro ó en la verticalidad invisible, del magnético redondel.

¿Esta maldito el lugar?
¿Tenía una especial maleficencia el extraño y perfecto circulo?
¿Era el céfiro deletéreo y desfavorable dentro de la circunferencia?
¿Era la Satánica rueda de la maleficencia?

Esas enigmáticas preguntas se estaba haciendo a si mismo el Nigromante Marañón, dudando entre las maravillas que podía proporcionarle al Arca y toda una oscura fuerza que podía desatarse en cualquier instante.

Alrededor del círculo, osamentas blanquecinas por el tiempo, muy imprecisas de identificar si eran de hombres o de animales, se hallaban esparcidas por el interior del espacioso claro.

El Mago templario sabía, que la carne humana y la animal, se envenenaba al contactar con el suspiro que exhalaba el Arca de Dios.

La sabiduría lugareña había evitado desde tiempos inmemoriales acercarse a varias leguas del maldito e insalubre claro, de ese bosque donde perecían los animales y desaparecían todas las personas que se acercaban, sin dejar rastro alguno.

El encantamiento y la santa compaña envolvían el silencio de los ingenuos aldeanos y el misterio que atesoraba la aurora brillante de albor que traían las fuerzas del Arca a la vida de la naturaleza.

El objeto sagrado del Creador había vuelto sumiso al lugar donde se adormilaba la poderosa energía y la fuerza Divina, esperando al nuevo profeta que la protegiese para siempre de las garras inmundas de Satanás y de los especuladores romanos.

Tanto tiempo adormecido sin ser importunada por el poderío de la Iglesia, ni el Temple, que la había traído y sepultado en el primer viaje, en la obscura cripta de piedra, cuando los tiempos eran difíciles y los caminos peligrosos.

Ninguna poderosa fuerza se interponía ahora, entre la energía del poderoso Jehová y los que ansiaban tenerla para manipular al planeta y al hombre.

Marañón había sabido donde se encontraba el Arca desde el primer momento, por el libro miniado de Alexis.

Cuando comunicó la noticia a Corona y a Guatire, los tres decidieron mantenerlo en secreto al intuir que el Temple no estaba preparado para realizar otra vez el complicado trabajo de trasladar el Arca a un lugar más seguro.
Ningún otro templario lo sabía.

Enfundados en sendos trajes de láminas de plomo, Marañón, Corona y Guatire, estaban midiendo en el perímetro del claro, la radiación del Arca con un contador Geyger y se sorprendían al demostrar que la radiación aumentaba al momento que un cuerpo orgánico se acercaba sin protección al claro.

Como nada en el proceso anterior había cambiado, se retiraron después de anotar todos los datos que había recopilado los tres templarios discretamente, borrando al marchar, detrás de ellos, las posibles huellas que había podido dejar en el blando terreno del bosque lebaniego.

Lo intrincado del serpenteante sendero donde ellos debían pasar, impidió que viesen a un explorador, de los que tenía el Cardenal distribuidos por todos los pueblos y bosques de la comarca.

Era la suerte y la desgracia que retornaban a jugar juntas al sangriento juego de la muerte.

El explorador les había visto a tres leguas del claro y no podía, ni sabía el lugar o sitio, a donde iban o llegaban los tres templarios.

Pero este avistamiento significaba para el Cardenal que los enemigos andaban cerca de saber la verdad y estaba muy preocupado por el enorme adelanto que el Temple les llevaba.

Ordenó que trajesen de inmediato al alquimista del Monasterio y cuando el anciano Matania se detuvo delante del Cardenal, éste se quedo de piedra al oír al viejo que le decía en arcaico latín:

-Placitum resolübilis arca, gratia deus.
(Me complace deciros que se puede hallar el arca, gracias a Dios)
Era la traducción exacta de las palabras en latín del cenobita Matania.

- ¿Qué sabiduría, induce al hermano monje a decir que puede hallar el Arca de Jehová?
Pregunto el Cardenal impaciente.

-Reinaldo, el Abad, que el Señor guarde, sabe algo de los mágicos sortilegios que preparábamos para combatir al Temple, antes de que su Eminencia el Cardenal y Embajador del Papa, fuese alumno del Seminario donde fue ordenado sacerdote.

La triste historia del Arca Monseñor, se vuelve a repetir de nuevo en el mismo escenario natural que tenía antes la cripta en donde se escondía y oculta el Arca de la Alianza con el Señor.

24
Dos poderosas hermandades cristianas resucitaban en pleno siglo veintiuno, el antiguo enfrentamiento que todavía no estaba limpio de la descomposición que corrompió al Papa y a Felipe el Hermoso.

La Octava Profecía dice:
Las palabras del Señor, se velan entre los cuatro Querubines que aguardan en la puerta que se abre al mortal; con los melodiosos clarines de los siete Arcángeles anunciando al viento el juicio final, en la entrada sagrada del tabernáculo de los judíos.

- ¿Es legítimo interpretar el texto literalmente?
- ¡No!
- ¡Saber la verdad liberará a los hombres!
-La Octava Profecía, no se podría interpretar jamás de manera tan simple, que no revelaba nada

- ¿Es posible que los antiguos escribas de los viejos proverbios sagrados trucaran, por voluntad expresa del Altísimo, en lenguaje retruécano, este concepto literal para evitar que cayese en manos impuras?

- ¡Ningún humano lo sabrá jamás hasta que salga a la luz el Arcón Divino del Señor!

Esa era la ley de Dios impuesta por Él mismo en la puerta del Jardín del Edén, antes de expulsar a los seres humanos que Él mismo había creado; porque habían traicionado el mandamiento imperativo que le prohibía comer el fruto del árbol que contenía la esencia del bien y del mal.

Los laboratorios de los contrincantes trabajaban al máximo para preparar los equipos necesarios para hacer sonar las trompetas de la Octava Profecía.

Las armas se engrasaban en las rudas manos de los caballeros y los guardias del Papa para defenderse con ferocidad de las acometidas de sus enconados enemigos seculares.

Los tambores silenciosos de la guerra atronaban el alma muda de unos contendientes; empalagando el aire del aroma de una sangre inútil que siempre se vierte a raudales en las tierras de España.

Matania, repensaba recostado sobre el camastro de su estrecha celda, después de haber rezado con los demás los maitines y los dilatados rezos, que en un ritmo monótono y cansino salpicaban con su ritmo el casto silencio del Monasterio Benedictino.

Estaba cansado de la continua e inútil guerra que enfrentaban al Temple y a la Iglesia desde tiempos inmemoriales y su mayor deseo era terminar para siempre con esa estúpida lucha, se decidió hablarle seriamente al Maestre Corona, que ya conocía de muy antiguo, para tratar de repartirse los antiguos derechos que tenían las dos instituciones sobre el Arca.

Matania, tenía un buen amigo en una aldea cercana al Monasterio, que trabajaba de Masón, (en francés albañil) en cuerpo y alma, y que tenía el estilo y la gallarda planta de los viejos maestros de obras de las Catedrales.

Le llamaban Feliciano y se apellidaba Pérez.
Siempre estaba en compañía del fiel condiscípulo canino que llama Bécquer.

Matania, se cito con su amigo en la cruz del cruce de caminos, que estaba a la salida del Monasterio, con el deseo de que Feliciano le hiciese un favor.

Matania, como tenía un carácter práctico y por este motivo aceleraba la ejecución de sus descabelladas ideas de inmediato, fue enseguida al grano, planteando al amigo, el plan que se le había ocurrido para lograr una paz definitiva entre el Temple y la Iglesia.

En cuanto el amigo Feliciano estuvo enterado de la férrea voluntad de conciliación, que tenía Matania en la antigua disputa que venía desde el Siglo trece entre el Temple, el Papa y el Cardenal, dijo que le echaba un capote como intermediario entre los dos colosos.

Matania agradecido por tan positiva reacción de su discípulo Feliciano, le abrazo con esa afectuosidad que desprenden los verdaderos camaradas y le dijo aparte, con los ojos mirando inquietos en todas las direcciones, estas precisas instrucciones:

-Ahí tienes el salvoconducto que te abrirá la puerta Templaria del fortín de Lebeña, al ser comisionado de Matania, un humilde monje de la Orden de San benito y servidor de vuestra merced, Feliciano; fiel servidor de la Iglesia del Salvador de los Hombres.

-Una vez dentro de la fortaleza templaria, debes de entregar este documento que te doy, en persona, al Gran Maestre Campo Corona, y esperar hasta que te dispense una respuesta que esté adecuada a esta invitación y me la traes de inmediato.

-Porque debes saber, mí estimado Feliciano, que este mensaje es vital para salvar vidas humanas.

-Y también, porque si no hay algún acuerdo entre las dos partes en litigio morirán muchos caballeros y católicos en la guerra que están preparando.

Matania, acarició a Bécquer, el más fiel discípulo de Feliciano y desapareció por los espesos matojos que bordeaban el cruce de caminos.

La suerte estaba echada y ahora todo dependía de la habilidad que Feliciano desarrollaría para llevar a buen término tan delicada misión.

Feliciano tenía una gran ventaja, porque conocía a todos los que se reunían en la Mesa Redonda del Centro Andaluz de Torrelavega. Porque casi todos sacaban a pasear al parque (que rodeaba el Centro) a sus perros y se reunían sentados a los bancos del parque, charlando de Dios y del Diablo.

Feliciano, hablaba de la vida cotidiana y de otros temas materiales, con Marañón, Becerril, Corona, Setroc, Argos, Canive y con Victoriano Iglesias, al que apodaban Tano, porque tenía un perro de raza indefinida que se parecía bastante a su amo.

Lola, Quique y Pinza eran los demás perros que se acoplaban silenciosos a la tertulia aunque algunos ladridos esporádicos de Quique y Lola, exigían de vez en cuando, una queja de silencio a la peña.

La moderna y elegante berlina del antiguo Masón Feliciano, se detuvo con fino balanceo, delante del portón blindado donde remataban las altas paredes de sillería que rodeaban en su totalidad al misterioso recinto templario.

La vigilancia electrónica a distancia, se encargaba de determinar si los personajes que llegaban hasta la puerta eran hostiles al Temple, ó por el contrario podían penetrar al interior, para ser inspeccionados más atentamente por los guardias permanentes del complejo.

La inesperada llegada de Feliciano resulto bastante sorprendente, para Jesús Canive, porque estaba de servicio como Oficial de la guardia y le reconoció por las cámaras fijas que tenían instaladas por todo el perímetro. Como no era habitual la presencia de su amigo de Torrelavega en esos lejanos parajes, le preguntó, después de abrir el portón, el motivo de tan grata visita:

- ¿Qué te trae por estos andurriales, Feliciano?
Le preguntó Canive.

-Traigo un mensaje del Monasterio para el Maestre del Temple Campo Corona.

- ¡Es secreto, personal y urgente!
-Y dile que debo entregárselo sólo a él en persona.
Termino de hablar Feliciano, estrechando la mano de su amigo Canive.

- ¿Espera dentro del coche y no salgas hasta que yo te lo indique si no quieres que te disparen los guar-dias desde las torres de vigilancia?

Dijo Canive, desapareciendo dentro de las oficinas de la guardia para comunicar a Corona la misteriosa llegada al complejo del popular Feliciano con la correspondencia secreta que traía del Monasterio.

Cuando Canive regreso, indico a los guardias de la segunda puerta que dejasen paso libre al coche y le dijo al amigo:

- ¿Aparca el coche en el estacionamiento señalado a la derecha y espera hasta que vengan a buscarte?

- ¡Suerte amigo!
Dijo Canive (en tanto Pinza meneaba el rabo al ver a Feliciano) entrando en el cuerpo de guardia.

La espera en el aparcamiento fue breve.

El inesperado sonido de Leopoldo Argos, que golpeó con los nudillos el cristal delantero del coche, le despertó del fugaz letargo en que estaba sumido y alegró la cara al ver al viejo amigo de la tertulia.

A continuación de saludarse, Argos indicó, que si él tenía a bien siguiese sus pasos hasta el despacho del Maestre Corona.

Una larguísima andadura por laberínticos pasillos y largos corredores, profusamente adornados con las multicolores adargas y armas de los gentilhombres del Temple (caídos en todas las batallas en defensa la fe de Cristo) emocionó a Feliciano, maravillado por la disciplina y el fervor tierno, de los valedores de la humilde verdad que predicara el Mesías a los hombres del pueblo que le escuchaban y le seguían a todas partes.

Al penetrar en el despacho de Corona que estaba al otro extremo de la casona fortaleza. El Maestre, le estrecho la mano efusivamente al reconocerle, y le indicó con amable gesto, acomodarse a su gusto, y que expusiera el asunto tan urgente y especial que originaba su grata visita a la casa del Temple.

Feliciano sin decir palabra alguna, le entregó en la mano a Corona un cilindro de piel atado y lacrado por todas partes y después acercándose al oído del Maestre dijo suavemente:

-Matania os envía este manuscrito y los más gratos augurios para establecer una paz que anhelan todos los siervos de Cristo.
Le dijo Feliciano, apartándose de Corona, para es-perar la respuesta del Maestre.

Apartándose, Corona rompió los lacres sellados y se enfrasco en la lectura del mensaje que le envía el conocido y viejo monje Benedictino Matania.

El pergamino le comunica lo siguiente:

Monje y Nigromante.
Siervo del Creador.
Matania Rugieri.
Monasterio Benedictino de Santo Toribio.
12 de diciembre del 2006

En el primero de la era de Acuario, yo saludo con la cortesía debida al Gran Maestre Corona, por su perfecta sabiduría salomónica y porque estamos a punto de iniciar el decisivo combate para obtener unos atributos que pertenecen a la Divinidad.

Mí más ferviente deseo, como siervo del Señor, es que los pecadores acojamos nuestras almas dentro del regazo amoroso y fraterno de la paz.

Somos los culpables del desaguisado terrible, que marcó al Temple y a la Iglesia, en lejanos siglos pasados, cuando creíamos que teniendo en nuestro poder los inmensos tesoros del Temple, podíamos ser los más poderosos del planeta, pero nunca los hallamos.

Escucha con atención, estimado Maestre Corona, mí buena voluntad y mi deseo de que analices sin influencias externas la idea de que el Temple torne a custodiar el Arca, entre las dos congregaciones sagradas que ahora luchan por ella.

Es el Temple con sus armas el primer custodio del Arca del Creador, por haberla transportado hasta Liébana, por orden del Papa desde Ravena.

Pero el Temple deberá reconocer, que la custodia mística del Arca de la Alianza del Creador, está impregnada de rituales y las disciplinas católicas apostólicas y romanas.

Convoca a los responsables del Temple, para que analicen los pros y los contras, de la definitiva paz que Matania Rugieri te propone personalmente sin otros intermediarios que puedan influenciar en la antigua amistad que nos une.

Al amigo Feliciano como ya le conoces del parque de Torrelavega, no tengo necesidad de decirte que jamás nos traicionará a ninguno de los dos, y por ese motivo, mi deseo es que él espere dentro de tu casa, la respuesta que tengáis a bien darle a este requerimiento pacifico.

Hasta que reciba tú respuesta no podré hablarles al Cardenal y al Prior de la paz que propongo.

Quiero y deseo, que si todos aceptáis el camino de la paz, os reunáis en Concilio secreto en el lugar y el término que entre las dos partes decidáis.

Esperando tus gratas y esperanzadoras noticias se despide tú hermano en Cristo.
Matania Rugieri.

25
El plan que había tramado Matania para establecer la paz perpetua entre la Iglesia y el Temple, estaba encauzado de una manera bastante admisible para que su Eminencia el Cardenal Domenico Mariani y el Abad Reinaldo Sevané lo estudiasen a fondo.

Aunque le faltaba todavía al monje Matania lo más esencial del acuerdo para que todo ello tuviese una resolución positiva y procediese a operar la técnica que el anciano Matania había dispuesto.

Era la respuesta que les traería Feliciano desde el Temple, la prueba a favor o en contra para resolver o denegar el problema para siempre

Mientras Matania pensaba y se impacientaba en su laboratorio del Monasterio, en el Temple sucedían rápidos los acontecimientos.

Corona había tenido una rápida charla con Guatire y después de una apremiante asamblea dentro de la casona, decidieron resolver de común acuerdo con los doce caballeros más significativos del Temple, (con el votó de la bolsa de seis bolas negras y seis bolas blancas) el definitivo apoyo o el rechazo del sorprendente plan de paz que les habían planteado Corona y Guatire.

La ley Templaria, obliga a los caballeros a recurrir al voto secreto de las doce bolas, cuando el asunto atañe gravemente al futuro del Temple.

La mano inocente de un fraile del servicio general de limpieza, saco desde dentro de la bolsa de cuero repujada (después de revolverla bien) una brillante bola de un blanco perfecto.

La ley Templaria, había ratificado la voluntad para tratar de consolidar una Paz y una concordia con la Iglesia. Aún cuando era una dolorosa sorpresa para algunos caballeros allí presentes, porque ellos y su familia, combatieron la ambición desmedida de los delegados de la Iglesia y valoraban con pasión que se había vertido durante muchos siglos tal cantidad de sangre inocente, que ahora se podría pintar con su tono rojo el Vaticano, con la Plaza de San Pedro incluida.

Dos fuertes divisiones se apartaban en silencio, los unos y los otros, por la férrea disciplina secular de esta ley Templaria, la acataban sin rechistar lo más mínimo, los trece defensores de Cristo.

1º.-Gran Maestre, José Campo Corona.
2º.-Maestre, el Hombre de la Rosa.
3º.-Maestre, Ramón Sainz de Baranda.
4º.-Nigromante, Marañón.
5º.-Secretaria, Maica.
6º.-Tesorero, Vicente Becerril.
7º.-Maestro Armero, Jesús Canive.
8º.-Intendente, Leopoldo Argos.
9º.-Servicio Secreto, Victoriano Iglesias.
10º.-Registro General, M. Antonio C. Blanco.
11º.-Oficial de Tropa, Roberto C. Blanco.
12º.-Defensa Jurídica, Elva Sainz.
13º.-Maestre General de la Orden, Guatire.

Feliciano Pérez, después de degustar toda clase de viandas y golosinas en una amplia mesa del la bien suministrada cocina del palacio, fue reclamado de nuevo en el despacho del Gran Maestre.

Corona entregó a Feliciano, un pergamino sellado con la respuesta que habían votado en el Temple a favor de establecer la paz entre ellos y la Iglesia.
Dos horas después, Matania ya tenía en sus manos el manuscrito que con preocupación e impaciencia esperaba.

Al ir leyendo el contenido, su pálido rostro cambia de color blanco ambarino que habitualmente tenía, á un sonrojado y brillante color, que transformó su triste semblante de inmediato.

El manuscrito decía textualmente:

Orden de los Caballeros Templarios.
Gran Maestrazgo de España.
Lebeña 14 de diciembre de 2006.
Mi fraterno en Cristo, Matania Rugieri:
El placido manuscrito que me enviaste de la mano de nuestro amigo Feliciano Pérez, fue una llama que iluminó de alegría al veterano corazón de este viejo Templario.
La Orden, con sus acostumbrados ritos seculares que vuestra merced bien conoce, ha determinado que se inicie la paz, con la antigua ley de las bolas blancas y negras.
El veredicto al salir la bola blanca de la bolsa del Nigromante, ha determinado que el Temple se so-meta en un Concilio secreto, entre la autoridad del Papa de la Iglesia y el Temple, a la decisión final, que las dos partes en el eterno litigio del Arca de la Alianza decidan razonablemente.
Esperamos con la ayuda de Cristo las buenas ó las malas noticias que tengáis a bien comunicarnos.
José Campo Corona
Gran Maestre del Temple.

De inmediato, Matania Rugieri, se fue prestamente hacía el despacho del Abad, para informarle de sus iniciativa y del éxito obtenido con ellas.

La sorpresa del Abad, al leer una copia de los dos documentos que se habían cruzado entre el Temple y Matania, tuvo al finalizar de leerlos un amago de cólera desmedida para el anciano intermediario. La soberbia, era la falta más común en el presuntuoso Abad, y le molestaba sobre manera, que los demás monjes del Monasterio tomasen las decisiones por su cuenta y riesgo.
Pero al final, pensando bien los pros y los contras, decidió, que debía mostrarle al Cardenal las cartas como si todo hubiese sido idea suya y para poder ocultar el origen de todo el plan, ordeno a Matania que guardase silencio.

Porque desde ahora, era el Prior del Monasterio el que se encargaba de planificarlo de común acuerdo con el Cardenal.

Matania bastante satisfecho en el interior y enfadado a la vez por la mezquina conducta del Abad, se refugió en su celda para pedirle ayuda a Cristo por el éxito de la complicada misión.
El temía, que las huestes del Cardenal Domenico Montini, tendiesen una emboscada al Temple, antes, en el Concilio, o después de la reunión secreta.
Era el eterno pecado de los representantes de la Iglesia, traición, y faltar a la palabra dada, aunque lo juren ante el crucifijo de Cristo.

Debía prestar desde ahora, mucha atención, a todo movimiento sospechoso de la guardia del Cardenal Montini, por si se preparaba alguna de las trampas que la Iglesia utilizaba para cazar a estas personas que confiaban en la palabra de los representantes del Creador.

El Prior y el Cardenal (mientras matania maduraba la manera de avisar al Temple, en caso de un grave menoscabo de la palabra dada) se reunían delante de los dos manuscritos para fijar la fecha y el lugar donde podrían celebrar el Concilio de pacificación.
Por parte de la Iglesia, el mejor lugar para el acto sagrado, era el círculo del bosque en donde seguía sepultada el Arca Divina. Aunque había peligro de ser irradiado por el instrumento del Creador a todo el que se aproximase al lugar, la reunión Conciliar se podía apartar lo bastante del centro del claro y estar todos los allí reunidos bajo el amparo Divino, para encontrara más fácilmente una solución que satisficiera a la Iglesia y al Temple.

-Avise usted a su secretario porque deseo redactar una carta con las propuestas de la Iglesia, para que sea enviada al Temple de inmediato y además, de la orden al oficial de la Guardia, que se presente en mi despacho de inmediato.
Ordenó al Prior al Cardenal.

Cuando salió el Prior, el ladino Cardenal tramaba en su albina cabeza, la posible eliminación de todo el Temple a la vez.

Cuando el secretario del Prior estuvo dispuesto, el Cardenal le soltó al escribano estas palabras:

El Embajador del Santo Padre.
Cardenal Domenico Montini.
Al Gran Maestre Campo Corona.
Monasterio de Santo Toribio de Liébana.
Año 2006, en la era de Acuario.
La Iglesia y el Creador, aceptan constituir un sa-grado Concilio entre la Iglesia y el Temple, dentro de los siguientes términos:
1º.-La Santa tierra donde está sepultada el Arca, será el lugar ideal para solucionar su posesión y su custodia futura.
2º.-La separación del campamento, que deberá de prepararse con personal neutral al litigio, estará a la distancia conveniente para que la radiación no afecte a ninguno de los asistentes.
3º.-Los representantes que estén autorizados para asistir al sagrado Concilio, serán minuciosamente registrados por el servicio de seguridad de las dos partes, para evitar la posible entrada de armas al complejo de carpas que rodean el campamento.
4º.-Ningún Oficial o caballero armado, penetrara dentro de las instalaciones conciliares sin la auto-rización expresa de las dos partes.
El Creador y la merced del Gran Maestre Corona esperan una respuesta positiva ó algunos cambios que podamos corregir entre todos.
Con el saludo de Su Santidad y del Creador.
Cardenal:
Domenico Montini.

- ¡Que sea enviado de inmediato a Lebeña!
Ordenó Montini.

-Capitán, (dirigiéndose al Oficial de la Guardia) se encargará de montar donde nosotros le ordenemos, dispositivos electrónicos necesarios para el control total del perímetro donde se instale el campamento conciliar.

-Entierre en algunos silos preparados de antemano, el armamento más moderno que tenga, para atacar a los caballeros del Temple si fuese necesario.
-No escatime los medios ni el personal militar.
-Y si fuesen necesarios más medios, los hermanos Basilio, Rufino y Claudio se encargaran de envia-ros las tropas necesarias del Monasterio Castellano de Roa.

Finalizaba el cardenal, bastante cansado, mientras el Prior se maravillaba de la inmutable indecencia que descaradamente representa su Eminencia el enviado del Papa.

El designio de Dios y de Cristo es inescrutable por la enorme fragilidad de la mentalidad del hombre. Y razonar al nivel del Altísimo Inventor de la vida en la Tierra, es imposible para la especie humana.

Cuando el Temple recibió la carta del Cardenal, el Gran Maestre ya intuía entre líneas la traición que la Iglesia pensaba preparar para exterminarlos.

Corona reunió en la Mesa Redonda de la casona a los trece Caballeros, duchos en las peores batallas y en la diabólica trampa de toda clase de especies enemigas, para contrarrestar los posibles cepos que los esbirros del cardenal colocaran en el perímetro del campamento conciliar.

-Hidalgos del Temple y Cristo, todos habéis leído la sutil carta del Cardenal, incitándonos a aceptar las condiciones que trata de exigirnos la Iglesia, en el Concilio, para presentar y ponernos de acuerdo para una viable paz entre el Papa y nuestra Orden.

-La Orden de Cristo que ha sido vilipendiada y fue martirizada durante muchos siglos por los mismos esbirros que ahora nos estimulan a dejar las armas.

-Canive ayudado por todos nosotros y por nuestros caballeros soldados, tendrá que preparar todo para contrarrestar una posible traición de la Iglesia.

-Guatire y todos los discípulos del Temple, siguen los pasos que marca la templanza y la ira, si fuese necesario utilizar las dos maneras de sobrevivir.

26
Una empresa de montaje de bodas y fiestas al aire libre, estaban montando bajo la atenta supervisión de Victoriano, de Becerril, de Argos y Marañón de parte del Temple y por los monjes Basilio, Claudio y Rufino por parte de la Iglesia, grandes carpas de lonas blancas (rematada en azul y blanco) para las cocinas, los dormitorios y otra más grande, donde se celebraría el Concilio.

El lugar donde se celebraría el Concilio se escogió minuciosamente entre el monje Matania, por parte de la Iglesia y por Marañón por el Temple, por ser especialistas en brujerías, venenos y filtros de toda índole y por querer situar el lugar del Concilio lo más lejos posible de la radiación mortal del Arca.

Cuando terminaron de montar todas las carpas, los enseres de la cocina, los alojamientos y el salón de actos y los operarios se fueron del lujoso cobertizo que habían montado en un llano entre la fronda del bosque lebaniego. Habiendo acarreado el material a mano, (desde el kilómetro largo que había hasta el punto donde estaban los vehículos de carga) se maravillaban de las extrañas manías que tenían los adinerados, pagando al contado los materiales para la suntuosa boda millonaria, como se especificaba en el contrato.

La aportación de 37.000 euros por cada parte en el eterno litigio, aumentó la factura en 74.000 euros.

Después se repartirían todos los enseres y carpas, entre las dos congregaciones cristianas, cuando se finalizase el tan ansiado Concilio para una pacífica convivencia en la subsistencia del Arca Divina.

La reunión preparatoria del Concilio, se celebró en el amplio salón del Monasterio de Santa María de Piasca y lo presidían el Abad de Piasca, el Maestre Guatire y su Eminencia el Cardenal Montini.

Una larguísima mesa con hermosas tallas de roble macizo cubierta de un lujoso brocado bordado con hilos de oro y plata, servía de mesa propiciatoria al enfrentarse, a los monjes y caballeros, sentados en sendas mesas, separadas por gremios y por méritos de rezos y batallas.

El Abad de Piasca, como tutor y titular de la paz y la concordia entre los dos viejos enemigos, abrió el acto con estos francos y sensibles términos:

-Fraternos en el Señor y María, madre de Cristo.

-Era madre del martirizado por una manera egoísta de teñir el alma con la rapacería de acumular oro y plata del Temple.

Un balbuceo de asentimiento, entremezclado con gestos burlones, se unió bajo las altas bóvedas ojivales de la sala de reunión.

Una rara agitación, se palpaba en ese ambiente de cicateros asistentes.

El gesto de satisfacción de Guatire, contradecía la expresión desencajada del Cardenal.

El odio de siglos reflotaba impetuoso.

-Pero amados hermanos en el Señor, los errores no se perpetúan a divinis entre las gentes de iglesia y de comunión diaria. Sólo los canallas y los necios están perennemente opuestos en una lucha caduca por poseer el objeto sagrado que nadie puede tocar ni manipular a su antojo. Sólo el Señor puede tocar y autorizar a su gusto al vigilante fiel que guardara el secreto de la Octava Profecía hasta la muerte.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
-Él, es el que deberá decidir, donde y cuando debe ser consultado. En cuando el Arca de la Alianza se halle dentro del Tabernáculo sagrado.