Besamanos de la reina María Luisa de Parma
MUÑOZ DE UGENA, MANUEL
1793-1794
A lo largo del siglo XVIII tiene lugar en
España, y concretamente en
Madrid, la confluencia de algunos de los artistas más afamados con motivo de las necesidades de amueblamiento de los Reales Sitios, entre los que destaca el
Palacio Real Nuevo. Para dicho
edificio encargaron en 1785 los aún príncipes de
Asturias, Carlos y María Luisa, un conjunto destinado al que sería el
Salón de Besamanos de la futura soberana. Dicha estancia, hoy conocida como Saleta de la Reina Cristina, se ubica en el ala de palacio que ocupó la pareja durante el reinado de Carlos III y que mantuvieron tras su ascenso al trono en 1788. El conjunto se componía de colgaduras en tonalidad verde manzana con dosel a
juego, consolas,
espejos, pantalla de
chimenea y sillón, todo ello según diseño del pintor Manuel Muñoz de Ugena.
Las posteriores redecoraciones y usos de este salón dieron lugar a la retirada del dosel y el sillón. La primera de estas piezas incluye un variado número de componentes: el
cielo con sus goteras, el paño de caída y la alfombra. El textil fue realizado por la valenciana Real
Fábrica de Tejidos de Seda de Carlos Iranzo, y, sobre él, se bordaron a realce con hilo de plata sobredorada y lentejuelas del mismo metal roleos, en los que se insertan motivos neoclásicos, como lazos, aves, guirnaldas y todo tipo de
flores y plantas, quedando el espacio central del paño de caída destinado al
escudo de la reina María Luisa de Parma.
Los bordadores Juan Caraltó, Domingo Gómez de los
Ríos y Lorenzo Moreno no sólo trabajaron en el dosel, sino que realizaron la tapicería del sillón; este asiento fue tallado por el ebanista de la Real
Casa José López y los doradores Ramón Melero y Pedro Guio, quienes también llevaron a término el resto del mobiliario del Salón de Besamanos y que aún hoy se mantiene en su primigenia ubicación. Este asiento sobresale por la calidad de su talla y la originalidad de su estructura, destacando la pata trasera, conformada por tres delfines entrelazados, animales que también aparecen en las patas delanteras, o los montantes de los reposabrazos en forma de esfinge, encontrando estos mismos elementos en piezas como los espejos o la pantalla de chimenea. En el copete, una pareja de pajarillos que juntan sus picos, mientras que otra ave, esta vez en la tapicería del respaldo, vuela libre junto a la jaula abierta que pende de un lazo, elementos de gran delicadeza que hablan del refinamiento y el gusto de María Luisa de Parma.