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MALVA: Tachuela 57...

Tachuela 57

Y para terminar con el agua.
En Toro, en clase de ciencias sería, tocaba hablar del agua. Manda salir el profesor a una alumna, a la palestra, y le pregunta la lección del agua.
- El agua,...... el agua, la formula es H2O, y el agua........., (se quedó en blanco, no sé, si sería Lunes).
- ¿Pero no sabes nada más del agua?, qué pasa, qué en tu pueblo no hay agua. ¿De que pueblo eres?
- De Fuentesecas.
Podía haber dicho de Matilla la Seca, o de Pozoantiguo.

Respecto a la botica

Mi bisabuelo Román, abuelo de mi madre, era el boticario de Malva y tenía la botica, en la casa que hasta hace poco era, la de mi tía Mary. De frente la peña de los zachos.
Al morir Román se quedaron al cargo de la botica mi tía Luisa y mi tía Cipriana, hermanas de mi abuela Pepa, solteras las dos, como no tenían titulo de farmacia, contrataron a una farmacéutica de Zamora que se llamaba Doña Fernanda.
Más tarde decidieron traspasar la farmacia, y se hizo cargo de ella, Don Pablo Triviño, oriundo de Segovia, de Santa Maria de Nieva, en concreto, y la regentó hasta que consiguió una plaza en su tierra. Entonces mis tías se la traspasaron a Don Leonides, que era de Cañizo, de los Toranzo y se casó con una hermana del maestro de Malva, Don Secundino.

Don Leonides desmanteló esta botica y la montó en la casa que hay al lado de la plaza, por debajo de la casa de Juan Misol.

La botica abastecía a los pueblos de Avezames, Fuentesecas, Bustillo del Oro, Belver, Castronuevo, Aspariegos y Malva.

Venían de dichos pueblos unos señores a traer las recetas y a recoger los medicamentos.
En aquellos años no existían las empresas farmacéuticas como las actuales, tenían que preparar las fórmulas magistrales en la botica.
Esta botica estaba montada como la mejor farmacia de cualquier ciudad moderna.
Había tres mancebos que se llamaban: Matías, Hipólito y Diego, que ayudaban, dirigidos por el farmacéutico, a pesar con una pequeña balanza los ingredientes de las fórmulas.
El señor Diego, ya salió en una crónica, tiene muchos años y vive en Zamora.

Al que venía a por las recetas de Aspariegos, le comentó un día mi tía Luisa “hay que ver, no ha faltado usted ni un solo día a la farmacia”. Contestándole éste “yo de salud apesto” y al día siguiente falleció.

Felisa

Felisa la modista no era sordomuda, sólo era sorda, servía en casa del bisabuelo Román y al quedarse sorda, lloró mucho. El bisabuelo pagó para que la enseñasen a coser en Bustillo. Cosía y cortaba muy bien.

Como folclore
(Lo cuentan, mi tía Ignacia y mi madre, Enervina).