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CASTROVERDE DE CAMPOS: TIERRAS DE ESPAÑA:: PÀGINA Nº 4La permanencia sefardí....

TIERRAS DE ESPAÑA:: PÀGINA Nº 4La permanencia sefardí. Según el estudio genético "The Genetic Legacy of Religious Diversity and Intolerance: Paternal Lineages of Christians, Jews, and Muslims in the Iberian Peninsula" de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y la Universidad de Leicester, liderados por el británico Mark Jobling y publicado por American Journal of Human Genetics, los marcadores genéticos muestran que un 19.8% (1 de cada 5) de los actuales españoles y portugueses tienen marcadores de judíos sefardíes (ascendencia directa masculina para el Y, peso equivalente para las mitocondrias femeninas) y un 10.6% de musulmanes norteafricanos. Esto implicaría que el cruzamiento genético (el Y es transmisión exclusiva por línea paterna) de la mezcla con ancestros judíos en España sería muy alta. Estando la población de origen magrebí concentrada en Galicia, la mayor proporción de ascendencia directa judía es Asturias con casi un 40% (2 de cada 5), siendo el componente norteafricano testimonial (los apellidos son indicadores de ascendencia directa masculina; el apellido materno se pierde). Los sefardíes en el Imperio otomano
Los sefardíes formaron cuatro comunidades en el Imperio otomano, por mucho, más grandes que cualquiera de las de España, siendo las dos mayores la de Salónica y la de Estambul, mientras que las de Esmirna y Safed fueron de menor tamaño. Sin embargo, los sefardíes se establecieron en casi todas las ciudades importantes del Imperio, fundando comunidades en Sarajevo, Belgrado, Monasti r, Sofía, Russe, Bucarest, Alejandría, E dirne, Çanakkale, Tekirdağ y B ursa. Buena parte de los judíos expulsados fueron acogidos en el Imperio otomano, que a la sazón estaba en su máximo apogeo. El sultán Bayaceto II permitió el establecimiento de los judíos en todos los dominios de su imperio, enviando navíos de la flota otomana a los puertos españoles y recibiendo a algunos de ellos personalmente[cita requerida]  en los muelles de Constantinopla. Es famosa su frase: Gönderenler kaybeder, ben kazanırım — «Aquellos que les mandan pierden, yo gano» (Pulido, 1993). Los sefardíes rara vez se mezclaron con la población autóctona de los sitios donde se asentaron, ya que la mayor parte de estos eran gente educada y de mejor nivel social que los lugareños, situación que les permitió conservar intactas todas sus tradiciones y, mucho más importante aún, el idioma. Los sefardíes continuaron hablando, durante casi cinco siglos, el castellano antiguo, mejor conocido hoy como judeoespañol que trajeron consigo de España, a diferencia de los sefardíes que se asentaron en países como Países Bajos o Inglaterra. Su habilidad en los negocios, las finanzas y el comercio les permitió alcanzar, en la mayoría de los casos, niveles de vida altos e incluso conservar su estatus de privilegio en las cortes otomanas. La comunidad hebrea de Estambul mantuvo siempre relaciones comerciales con el Diván  (órgano gubernamental otomano) y con el sultán mismo, quien incluso admitió a varias mujeres sefardíes en su harén. Algunas de las familias sefardíes más prominentes de la ciudad financiaban las campañas del ejército otomano y muchos de sus miembros ganaron posiciones privilegiadas como oficiales de alto rango. Los sefardíes vivieron en paz por un lapso de 400 años, hasta que Europa comenzó a librar sus dos Guerras Mundiales, con el consiguiente colapso de los antiguos imperios y el surgimiento de nuevas naciones. La amistad y las excelentes relaciones que los sefardíes tuvieron con los turcos persiste aún a la fecha. Un prudente refrán sefardí, que hace alusión a no confiar en nada, prueba las buenas condiciones de esta relación: Turko no aharva a cidyó, ¿i si le aharvó? — «Un turco no golpea a un judío, ¿y si en verdad lo golpeó?» (Saporta y Beja, 1978).,, NAZARIO MATOS..