Tenía otro primo que me llevaba unos cuantos años, y su hermano y yo nos enteramos que corría los
encierros, aunque lo ocultaba para ahorrarse la bronca de mis tíos. Y a cambio de nuestro silencio, solía invitarnos en las barracas de la
feria, sin que nos hiciéramos mucho de rogar. Cuando llegué a Pamplona no sabia quién podría ser Hemingway, un perfecto desconocido del que nunca había oído hablar, pero este primo mayor, el que corría el encierro sin saberlo mis tíos, ya se encargaría durante aquel
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