El prensado del orujo.
La prensa era una máquina muy rudimentaria que se basaba en el principio de la palanca. Ya lo decía el sabio griego Arquímedes: “Dadme un punto de apoyo y moveré la tierra”. Las palancas se clasifican de primer, segundo y tercer grado, según donde tengan su punto de apoyo y puede hacerse una fuerza enorme sobre lo que se pretenda trabajar, en nuestro caso, el orujo para que soltara el vino retenido. Y las prensas se probaron de todas las maneras que se puedan imaginar. Hubo prensas de las tres clases de palancas, según el lugar donde las hacían servir pues cada maestrillo tiene su librillo.
Después que se agotaba el vino en el lagar, se procedía a sacar el orujo con cestas y llevarlo con las mulas en serones, a la prensa. La prensa en Deza era propiedad de un particular que cobraba por su uso. En mis tiempos era del tio Valeriano, abuelo de los actuales carpinteros Gómez. La primera que conocí estaba compuesta por una base, con una canal lateral y un desagüe que iba a parar a una tina. En la base se iba almacenado el orujo al cual se rodeaba de una maroma muy gruesa a medida que iba subiendo la torre y apretándolo con los pies. Cuando alcanzaba la altura de un metro y medio, se ponía encima una tapa que serviría para empujar hacia abajo, obligada por la fuerza ejercida sobre la tuerca de un enorme tornillo de madera. Precisamente de madera de azarollo. Con estos artilugios se quedaba la mitad del vino en el orujo puesto que la presión ejercida prácticamente, era inapreciable. Quienes ganaban eran las fábricas de alcoholes a las que se vendería posteriormente el residuo que quedaba, por poco dinero.
Hay museos donde muestran al público enormes y complicadas prensas que en su día fueron la estrella del momento. Una muy buena está en Vilafranca del Penedés
Mas tarde, como todo evoluciona, vinieron otras prensas mucho más sencillas de manejar, también de tornillo mecanizado de acero y dejaron de funcionar las de soga. El rendimiento fue mucho mayor y el trabajo mucho menor. Hoy día las hay que podrían transformar todo el orujo de un lagar en poco más que en una caja de zapatos o como se dice ahora, en unas briquetas insignificantes. Prensas accionadas por una bomba hidráulica o mediante vapor seco que podrían alcanzar la presión de cincuenta mil toneladas por centímetro cuadrado.
Pero ya estamos; con el sistema antiguo el orujo tenía aceptación porque el que lo compraba extraía beneficios y ello daba para que los que habían trabajado en aquella faena pudiesen juntarse a celebrarlo con una o varias meriendas, en mismo lugar, sin poner una peseta. Algo era algo…Allí se comía y se bebía en camarería; qué más ibas a esperar de la vida.
Un abrazo.
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