"Recuerdo que cuando era niño me parecia mi
pueblo una blanca maravilla, un mundo mágico, inmenso; las
casas eran
palacios y
catedrales los templos; y por las verdes campiñas iba yo siempre contento, inundado de ventura al mirar el limpio
cielo, celeste como mi alma, como mi alma sereno, creyendo que el horizonte era de la tierra el término. No veía en su ignorancia mi inocente pensamiento, otro mundo más hermoso que aquel mundo de mi pueblo; ¡qué blanco, qué blanco todo!, ¡todo qué grande, qué bello!.
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