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POVEDA DE LAS CINTAS: PEQUEÑAS HISTORIAS POVEDANAS: (Dedicadas a mi amigo...

PEQUEÑAS HISTORIAS POVEDANAS: (Dedicadas a mi amigo Eferino). En un día de crudo invierno de allá los años 50, a Poveda arribó un automóvil cuya composición y remiendos hacían imposible identificarle con ninguna de las marcas conocidas, es decir, lo más parecido al que utilizaba Tiburcio el de Cantalapiedra cuando "daba" cine por los pueblos. El motivo de la visita del vehículo no viene al caso. Como la temperatura de aquella tarde osciló entre los 2 y 3 grados bajo cero, cuando intentó ponerle en marcha su dueño para el regreso unas dos horas después, se había enfriado de tal manera que, a pesar de los múltiples "arreones" a golpe de manivela, no hubo forma de conseguirlo. Solución; a empujarlo desde la plaza donde se encontraba por la mejor cuesta-abajo del pueblo, precisamente la que comienza frente a la entonces vivienda de Joaquín Zamarreño y finaliza en la fragua de Constancio Fiallegas. Para ejecutar la operación, el conductor acude a pedir ayuda de dos buenos mozos que al caer la tarde se encontraban en la plaza, a fin de empujarle a base de tracción de sangre. Estos, que para entendernos les llamaremos por los nombres ficticios de Paco y Pepe, aceptaron sin más ya que, en aquellos tiempos podía suponer una buena "propina", tan agradecia por aquel entonces. Tras el primer intento, el auto llega hasta a la altura de la fragua y no "arranca". El esfuerzo titánico que había que repetir para volver al punto inicial de partida, podeis imaginároslo. Iniciada la segunda intentona, tras unos conatos de "arranque" a la altura del comienzo del tejar de Feliciano Ferrándiz, parece que lo consigue, y algo más abajo, prácticamente finalizada la cuesta, el motor "arranca" con fuerza. Paco y Pepe, que iban corriendo tras el auto, logran alcanzarle unos 50 metros antes de llegar al río, pero el conductor, en aquel momento, acelera para cruzarlo de forma que Paco y Pepe, temiendo lo peor, le dan voces para que se detenga pues estaba a punto de rebasarlo. Una vez conseguido, lejos de detenerse, responde a las voces de Paco y Pepe, sacando el cuello por la ventanilla sin parar, y en el mismo tono (a voces), les responde: "MUCHACHOS, UN MILLÓN DE GRACIAS". Al oir esto, Paco, estupefacto y resignado, le dice a Pepe: MEDIO P'A TI Y MEDIO P'A MI". Sin duda, estos chicos tenían sentido salomónico del reparto.

La de Tiburcio es más corta: Tras haber anunciado por el pueblo la proyección de la pelicula "Agustina de Aragón" y "No-DO". Iniciada la función con media entrada, resultó lo siguiente: el no-do resultó un trozo de celuloide lleno de agujeros en el que únicamente aparecieron los aficionados que iban a una plaza de toros, a pie, en tartanas, en automóviles, etc., y el patio de caballos de dicha plaza. Por lo que se refiere a la película, el sonido lo suplía a veces el propio Tiburcio con las explicaciones de rigor, y cuando la cinta se cortaba (yo conté hasta nueve veces), Tiburcio, hombre de recursos, con voz campanuda y solemne decía a cada corte: FIN DE LA TERCERA PARTE, FIN DE LA CUARTA, FIN DE LA QUINTA, FIN DE LA SEXTA, FIN DE LA SEPTIMA, etcétera, y así hasta la última que no sé si fueron nueve o más. No me digan que Tiburcio no sabía resolver las incidencias imprevistas con desparpajo. (Eferino, como verás, cumplo tu consejo... por el momento).