Lo de ir a por la leche era uno de los recados habituales que hacíamos las chiguitas todas las tardes. Yo recuerdo ir donde la Pacita, en la calle Corredera. Me encantaba ver las medidas puestas en fila encima de la mesa y no se me ha olvidado el olor característico que tenía la lechería.
De vuelta a casa con la lechera llena, jugábamos a dar vueltas con el brazo estirado y a toda velocidad, y comprobar que la leche no se caía. Cogimos una habilidad asombrosa, aunque hubo algún "accidente" que otro
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Chus, yo estrellé la lechera de la Piedacita Pérez (la hija de Angelillo) contra la pared. Y creo que su madre nunca me lo perdonó.
También recuerdo ir a por la leche donde Piedad, que estaba casada con Parmenio. Tenía las uñas pintadas y me encantaba el contraste de las uñas rojas, con la leche tan blanca cuando hundía el cuartillo. Ya ves tú en que cosas me fijaba de pequeña.
También recuerdo ir a por leche alguna vez donde la Montse, la madre de Canene. Y luego, ya, de mayor, recuerdo a Isabel,
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