Salvador tocaba sin partitura y tenía un repertorio de unas cuantas canciones que se repetían, como un carrusel, a lo largo de la noche. Costaba un tiempo familiarizarse con las peculiares versiones que hacía de las canciones, pero todos terminábamos danzando al son del fuelle de su acordeón. En la época en que todo era música regional, pasodobles, boleros y valses, parecía que el ritmo que Salvador imprimía a su acordeón era el justo. Cuando en los sesenta y tantos comenzaron a llegar los endemoniados
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Así era, tal cual lo cuentas. Recuerdo perfectamente esos tiempos. Salvador era el artífice que hacia posibles las
fiestas. Hubo otro músico, tambien de Villanueva, Ignacio, pero poco tiempo, yo recuerdo de oirlo alguna vez, en
san Pedro, en Cirujales. Pero no sé o se fué a vivir a otra parte o dejó el acordeón.