II parte
Elena se sentó en un tronco junto al
pozo de
agua y miró la tierra, como si allí pudiera encontrar las palabras para explicar a qué había ido a esa
casa. Pensó que había sido una estúpida, ¿cómo pude pensar que esta loca iba a darme una solución, cómo? Aquí, la demente soy yo, sin lugar a dudas.
-Mujer…
-Me llamo Elena.
-Elena, ¿a qué viniste?
-Tengo un amante- largó sin preámbulos, abrupta y decididamente- y… quiero irme con él, pero… no sé…
-Yo no soy una consejera sentimental,
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