Por la inseguridad que suponían las incursiones musulmanas, en 1062 el rey Fernando I de
León y Castilla ordenó que los restos fueran trasladados al
monasterio de
San Pedro de Arlanza (
Burgos) hasta que en 1175, con el avance de la Reconquista y el desplazamiento de la frontera hacia el sur, los cuerpos regresaron a su lugar de enterramiento original.