CUENCA: 8-CUENCA (KUNCA)...

8-CUENCA (KUNCA)
Los primeros vestigios humanos proceden del Paleolítico Superior alrededor del 90.000 a. C.
Las principales tribus del lugar fueron en un principio los beribraces y arévacos, llegando luego los olcades, que dominaron la mayor parte de la actual provincia y los lobetanos que tenían su capital en Lobetum.
En época romana la serranía conquense, se vio envuelta en varias de las Guerras Celtíberas.
No obstante, en la provincia existieron tres importantes ciudades romanas (Segóbriga, Ercávica y Valeria) pero la zona de la capital estuvo muy poco poblada, habiéndose encontrado vestigios de un pequeño asentamiento cercano al puente del Castellar.
El sistema poblacional romano se perpetuó a la llegada de las invasiones bárbaras, aunque con una decadencia de los centros urbanos romanos.
Es posterior cuando la presencia musulmana cuando aparece constancia de poblamiento en el emplazamiento actual de Cuenca.
Aunque no está clara su fundación, si es cierto que existía en el año 784 la ciudad de Qūnka o Kūnka, donde se establecieron los Banu Di-l-Nun, e integrada en la Cora de Santaver.
La plaza fue creciendo en importancia y demográficamente, hasta que consiguió convertirse en capital de la Cora.
No obstante al desintegrarse el Califato de Córdoba en 1031, formo parte de la Toledo, sirviendo de base para la conquista de los reinos de Valencia y Córdoba.
Tras la derrota de Alfonso VI en Sagrajas por los almorávides, el rey sevillano Al-Mu'tamid aprovechó la oportunidad para apoderarse de Cuenca pero en 1091 los almorávides atacaron Sevilla y el rey Al-Mutamid se vio obligado a cederla.
En 1108 Cuenca pasó al control de los almorávides tras la derrota de las tropas del rey castellano leones Alfonso VI en la batalla de Uclés.
Sería el rey Alfonso VIII quien puso cerco a la ciudad el día de la Epifanía de 1177 y completaría su reconquista entrando triunfante en Cuenca el 21 de septiembre de ese mismo año.
Tras la ocupación de la ciudad por las tropas cristianas se hizo una nueva distribución de la ciudad de acuerdo con la religión profesada por la nueva sociedad y así los musulmanes quedaron relegados a la zona del alcázar (actual plaza de Mangana), los judíos se establecieron en el entorno de la actual calle de Zapaterías y el resto de la ciudad se asigno a la población cristiana y se dividió en parroquias católicas.
Acabada la conquista, se formo el concejo y la sede episcopal y se llevó a cabo la repoblación, con el otorgamiento del Fuero de Cuenca concedia privilegios y libertades al nucleo poblacional siendo el prototipo de muchos de los subsiguientes fueros de Castilla, León, Aragón y Portugal.
Seria Alfonso X quien la otorgaría el título de ciudad en 1257. Durante los siglos XIV y XV se desarrollo notablemente la configuración de la parte baja de la ciudad, inagurando los barrios de San Antón y de Tiradores.
Dentro de las disputas entre el rey Alfonso XI y el Infante D. Juan Manuel, Cuenca formo parte durante algunos años del Señorío de Villena, volviendo a pertenecer al rey cuando este le otorgó plena amnistía al señor de Villena.
La ciudad fue asediada varias veces por las pretensiones de los aragoneses, pero jamás llegaron a tomarla.
Cuenca se convirtió en un relevante emporio económico tranformandose en un centro de producción textil y ganadera. El comercio de paños y la producción de alfombras llevo consigo una extensa industria de transformación de lanas que provoco un incremento demográfico que origino que la población de la ciudad en el siglo XVI alcanzara los 15.000 habitantes.
Cuenca se erigió como cabeza del sistema judicial y se le concedió el voto en Cortes, repercutiendo que la bonanza económica trajo consigo una imparable actividad constructiva.
No obstante la aparición de la desdichada epidemia de peste de 1588, fue la iniciación del declive de la ciudad que se prolongaría durante todo el siglo XVII.
A la epidemia le seguiría un periodo de larga sequía y la desafornunada aparición de varias plagas de langostas hicieron descender drásticamente la población hasta tan solo 1.500 habitantes en toda la ciudad.
Con los vaivenes de los precios del mercado de la subida del precio de la lana conllevó la decadencia de la trashumancia y, como consecuencia, el hundimiento de la industria de producción de paños conquense. A lo largo del siglo XVII la economía se recuperó poco a poco y el siglo XVIII comenzó con otra crisis que afectó especialmente a la actividad textil y conllevó la clausura de la Casa de la Moneda y de los molinos de papel.
Durante la iniciación del siglo XVIII y el comienzo de la Guerra de Sucesión Cuenca se monstro leal a Felipe V, que luego tras la victoria reconoció su fidelidad y la distinguío añadiendo los títulos de «Fidelísima y Heroica» a los de «Muy Noble y Muy Leal» que ya ostentaba.
La crisis de la industria textil provoco que de los 80 telares existentes en 1735, solo quedaban 22 en 1763.
El arcediano y posteriormente obispo D. Antonio Palafox, decidió impulsar la industria textil pero su intento resultó infructuoso por la prohibición de Carlos IV de abrir talleres textiles, con el fin de evitar la competencia con la Real Fábrica de Tapices.
Durante el siglo XIX se conformó urbanísticamente la ciudad actual, convirtiendo a la calle Alfonso VIII en la principal vía que comunicaba con la Plaza Mayor. Sin embargo, las convulsiones políticas del periodo hicieron que la ciudad se mantuviera en un estado precario hasta bien entrado el siglo XX.
En la Guerra de la Independencia la ciudad resultó muy afectada por las tropas invasoras siendo saqueada más de nueve veces, y la población resulto diezmada.
Tras la Guerra de la Independencia en el siglo XIX, fue lugar de correrías del famoso guerrillero el Brigadier Francisco Abad Moreno “El Chaleco” y Juan Martin “El Empecinado”quienes dirigían su partida de patriotas y fue el azote de los invasores franceses por sus acciones bélicas en la comarca de La Mancha.
En 1833 tras la nueva división administrativa de los reinos de España por Javier de Burgos se convirtió en la capital de la nueva provincia de Cuenca.
Las Cortes de Cádiz suprimían los Señoríos jurisdiccionales mediante el Decreto del 6 de julio de 1811, pero una vez derrotados los franceses y expulsados de España, los avatares políticos (vuelta al absolutismo) hicieron frenar las reivindicaciones de los ayuntamientos de recuperar la plena jurisdicción sobre el territorio del municipio y sería en 1834, cuando tras la introducción del régimen liberal, definitivamente queda abolido el régimen señorial.
A lo largo del siglo XIX, durante la vigencia de los distintos gobiernos liberales se van a producir las “desamortizaciones” que es un proceso de expropiación o nacionalización de las propiedades de la Iglesia en concepto de venta de los llamadas “manos muertas”, nombre que recibieron las instituciones como la Iglesia y los Consejos que no podían vender sus tierras.