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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Hechos de su generalato...

Hechos de su generalato

La II Congregación General de los jesuitas se inclinó por su elección debido al enorme prestigio del otrora duque de Gandía. El electo revisó las reglas de la orden y, por influjo de las prácticas de ciertos jesuitas españoles, fijó el tiempo dedicado a la oración: una hora diaria, por la mañana (Ignacio no había establecido esa norma, dejando que cada miembro de la Compañía decidiera al respecto). Francisco de Borja se preocupó de que cada provincia jesuítica tuviese su propio noviciado: personalmente fundó el Noviciado de San Andrés del Quirinal, en el que se formaron san Estanislao Kostka, el predicador polaco Piotr Skarga y el futuro Padre General Claudio Acquaviva.

Una de las tareas más delicadas de este gobierno fue negociar con el papa Pío V, quien deseaba reintroducir el oficio cantado (o rezo en coro) en la Compañía. De hecho, esta medida empezó en mayo de 1569, pero solamente en las casas profesas y sin interferir con otras tareas. Ya lo había intentado de manera generalizada Paulo IV durante once meses entre 1558 y su muerte, lo que había prorrogado su sucesor y enemigo, el papa intermedio Pío IV. Pío V también ordenó que ningún candidato al sacerdocio de ninguna Orden pudiera ser ordenado hasta después de su profesión; esto causó grandes problemas a la Compañía. Por este motivo, todos los jesuitas debían profesar tres votos solemnes hasta que Gregorio XIII (en diciembre de 1572) restauró la práctica original, tal como estaba en las Constituciones escritas por San Ignacio. Su secretario fue Juan Alfonso de Polanco, quien había sido el secretario de los dos superiores generales pasados.

Los Colegios prosperaron: de 50 en 1556 pasaron a 163 en 1574. Borja promulgó la primera Ratio Studiorum en 1569. Para su gobierno se apoyó en Visitadores. Se inició la remodelación de la Iglesia del Gesù en Roma. En general, siguió muy de cerca la evolución de la Contrarreforma en Alemania. Muchas fundaciones jesuitas atendieron a reforzar la causa católica.

Dio también gran impulso a las misiones. Una expedición misionera enviada por él a Brasil fue exterminada por los protestantes en alta mar (Inácio de Azevedo y sus compañeros mártires, el 5 de junio de 1570).

Francisco de Borja recibió encargos especiales de Su Santidad, al igual que Laínez. De viaje a Portugal y a España — pese a sus achaques — fue muy agasajado. Atendió negocios de la Compañía y delicados encargos diplomáticos en las cortes de ambos países. El regreso a Roma fue penoso; llegó a la Ciudad Eterna desahuciado. Murió a la medianoche del 30 de septiembre de 1572, diciendo: «Solo quiero a mi Señor Jesucristo.» El Papa Urbano VIII lo beatificó en 1624.


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