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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: El fin de la Reconquista y el comienzo del Imperio...

El fin de la Reconquista y el comienzo del Imperio

La Guerra de Granada, al ser la última posibilidad de expansión territorial de los reinos cristianos frente a los musulmanes en la península ibérica significó el fin de la Reconquista, proceso histórico de larga duración que había comenzado en el siglo VIII.

La "Reconquista" es un término ideológico dotado de una carga semántica poco neutral, y debe entenderse en sus justos términos: no había significado una continuidad de hostilidades en todo el periodo; y de hecho, desde la crisis del siglo XIV se había detenido (se han contabilizado 85 años de paz por 25 de guerra en el periodo 1350-1460), conformándose el Reino de Castilla, el único con frontera frente a los musulmanes, con el control del estrecho de Gibraltar y el mantenimiento del Reino de Granada como un estado vasallo y tributario en cuya política interior se intervenía en ocasiones. En momentos de debilidad castellana, ocurría al contrario, que los nazaríes ejercían sus propias iniciativas, suspendiendo los pagos, incendiando y saqueando localidades (algunas tan lejanas como Villarrobledo) o recuperando algún pequeño territorio (Cieza y Carrillo en 1477), a veces en connivencia con alguna de las facciones que dividían Castilla (las disputas entre el Marqués de Cádiz y el Duque de Medina Sidonia llevaron a este último a aliarse con los granadinos, que arrebataron el castillo de Cardela al primero con su ayuda).​ La permeabilidad de la frontera en ambas direcciones también produjo la existencia de categorías sociales mixtas: los elches, o cristianos (muchas veces ex-cautivos) que se convertían al islam y los tornadizos que eran la categoría inversa.​ Transitaban sin ningún problema por el territorio fronterizo los ejeas, intermediarios dotados de salvoconductos que negociaban los rescates de prisioneros.

Aunque no faltaron operaciones militares más importantes, fueron puntuales y limitadas en extensión, como la toma de Antequera (1410), que sirvió fundamentalmente para prestigiar a Fernando I de Aragón de Trastámara, que añadió el nombre de la ciudad conquistada al suyo, como los generales romanos, siéndole muy útil para su elección como rey de Aragón en el compromiso de Caspe (1412); o la batalla de La Higueruela (1431), en el reinado Juan II de Castilla, que también en este caso fue objeto de un aparato propagandístico desproporcionado en beneficio del valido Álvaro de Luna.

La noticia de la Toma de Granada fue celebrada con festejos en toda Europa: en Roma se celebró una procesión de acción de gracias del colegio cardenalicio; en Nápoles se representaron dramas alegóricos de Jacopo Sannazaro, en los que Mahoma huía del león castellano; en la Catedral de San Pablo de Londres, Enrique VII de Inglaterra hizo leer una elogiosa proclama:

Este hecho acaba de ser consumado gracias a la valentía y a la devoción de Fernando e Isabel, soberanos de España que, para su eterna honra, han recuperado el grande y rico reino de Granada y tomado a los infieles la poderosa capital mora, de la cual los musulmanes eran dueños desde hacía siglos.

El enfrentamiento entre Cristianismo e Islam dotaba al conflicto de un rasgo inequívocamente religioso, que la implicación vigorosa del clero se encargó de remarcar, incluyendo la concesión por el papado de la Bula de Cruzada. Terminada la guerra, Isabel y Fernando recibieron el título de Católicos (1496) por el papa valenciano Alejandro VI, de la familia Borgia, en un reconocimiento del ascenso de España como potencia europea homologable, en lo que tampoco era ajena la política de "máximo religioso" de los Reyes, que había producido la expulsión de los judíos en 1492, poco después de la toma de Granada. La presión sobre los conversos, a través de la recién instaurada Inquisición española, estaba siendo particularmente dura desde el primer auto de fe (Sevilla, 1481). Por si esto fuera poco, el Papado también les concedió el Nuevo Mundo descubierto y por descubrir (de nuevo en ese mismo año) a cambio de su evangelización, todo ello en el conjunto de documentos conocido como Bulas Alejandrinas. Las referencias a la recuperación de Jerusalén no dejaron de estar presentes como un horizonte retórico.​

Desde una perspectiva más amplia, en el otro extremo del mar Mediterráneo se estaba formando el gigantesco Imperio otomano, musulmán, que había tomado la cristiana Constantinopla en 1453 y aumentaba sus dominios en los Balcanes y el Próximo Oriente, llegando incluso a ocupar temporalmente el puerto italiano de Otranto en 1480. No obstante, los granadinos debieron enfrentarse solos a los cristianos, puesto que sus posibles aliados, los sultanes de Fez, de Tremecén o de Egipto no se implicaron en la guerra.​

Como proceso histórico, el avance territorial español no se detuvo con la toma de Granada y continuó de hecho durante el siglo siguiente, al seguir existiendo las fuerzas sociales que alimentaban esa necesidad expansiva. Esa expansión pudo verse en el exterior que, junto a los azares dinásticos que reunieron diversos territorios europeos, formó el Imperio español: la simultánea conquista de las Islas Canarias y la posterior Conquista de América ("descubierta" el 12 de octubre de 1492, en la expedición prevista en las Capitulaciones de Santa Fe firmadas por Colón y los Reyes frente a la Granada asediada); de la toma puntual de plazas del norte de África; además de la conquista del cristiano reino de Navarra en 1512.

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