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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

DONDE MENOS SE PIENSA, SALTA LA LIEBRE.

En esta foto se ve cómo los "espectadores" van probando lo que se cocina, no vaya a ser que el cocinero, además de darles con el cucharón en medio de "la coronilla", les de gato por liebre...

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En la liebre, extraordinario y abundante animal en los campos de Alcocnhel, lo único previsible es su imprevisibilidad, por eso decimos aquello de: Donde menos espera uno, salta la liebre...

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Aquella mañana los ladridos de los perros atados debajo de la ventana de la casa rompieron súbitamente el silencio de la mañana de primavera. Al asomarme, vi un grupo de liebres, que tiesas las orejas, se acercaban tranquilamente a los canes...

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No mostraban en modo alguno esa timidez que la creencia popular les atribuye, por el contrario, algunas de las más decididas se acercaron tanto a los perros que la espuma que estos echaban por la boca, como consecuencia de su esfuerzo por liberarse de las correas que los sujetaban, roció el pelaje de los envalentonados intrusos...

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Todos los que han tenido ocasión de observar de cerca a las liebres (En Alconchel creo que han sido muchos), pueden referir multitud de anécdotas sobre caprichosas y hasta insospechadas actitudes de que a veces hace gala este extravagante mamífero...

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Un hombre de campo me contó hace muchos años, que había visto un grupo de liebres brincando bajo el claro de luna, como fantásticos acróbatas de un circo imaginario, una noche de primavera. El guarda de una finca muy conocida en Alconchel, vió en cierta ocasión una liebre retozando al sol y tan aturdida en sus juegos que se abalanzó sobre un zorro, tomándolo por uno de sus compañeros...

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La gente del campo ha sentido desde antigua admiración y respeto por las liebres. En el "Libro de los Secretos de Agricultura, Casa de Campo y Pastoril", de fray Miguel Agustín, prior del Temple en el Monasterio de Perpiñan, publicado en 1617, ya se ensalzaban las cualidades de este animal...

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Dice fray Miguel Agustín: "En la caza de la liebre, el cazador debe tomar aquella que más presto pueda hallar por causa de la ligereza y engaños infinitos de este animalejo, el cual engaña a menudo con su trabajo...". A través de los siglos, el carácter imprevisible de esta criatura salvaje ha continuado atrayendo a los naturalistas...

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La "lepus granatensis", la liebre de color parduzco más común en España, extiende sus correrías en campo descubierto desde Extremadura a Mallorca, pasando por las dos Castillas y Levante, con la ostentosa seguridad de quien puede remontar su linaje a la edad cuaternaria, época de la que proceden los primeros fósiles de liebres encontrados en la Península Ibérica...

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Más numerosa que otros miembros de su clan, tales como la "Lepus europaeus pyrenaicus", variedad de aproximadamente doble de peso que la liebre común y que habita en las montañas, o la "Lepus granatensis gallaecius", de pelo rojizo y que sienta sus reales en la campiña gallega, la "lepus granatensis" recorre a grandes saltos colinas y llanuras en busca de alguna remolacha apetecible o tal vez de compañera, manteniendo constantemente en alerta su oído ultrasensible...

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La liebre comparte con su pariente el conejo un carácter avispado y caprichoso, pero aunque pertenecen a la misma familia de los lepóridos, ambos animales se detestan cordialmente debido a que se nutren de alimentos parecidos, por cuya posesión compiten a diario....

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Si una liebre errara distraídamente por la madriguera de un conejo, éste la expulsaría de su territorio sin contemplaciones...

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Entre el conejo y la liebre existen tantas diferencias como entre un moderno coche de carreras y un Hispano Suiza del año 1915. Tanto el lebrón o macho adulto, como la vejentona o liebre hembra, están dotados de un cuerpo enjuto y musculoso que suele medir de sesenta a setenta centímetros del hocico a la cola...

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La variedad común no suele superar los dos kilos y medio de peso, pero las especies gallega y pirenaica rebasan los cuatro y llegan a los cinco kilos, respectivamente. Las liebres son los mamíferos que con más frecuencia se ven al caminar por la campiña hispana...

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Menospreciando el refugio de las madrigueras, la liebre, que no hace buenas migas con sus congéneres, prefiere errar sola en campo descubierto, donde nadie pueda sorprenderla de improviso. Permanece la mayor parte del día en su "cama", que es un ligero vaciado del terreno obtenido por simple presión con su cuerpo o raspando con las patas...

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En invierno las liebres construyen sus "camas" de forma tal que no sólo quedan disimuladas perfectamente por el terreno, sino que las orientan de tal modo que los rayos del sol las bañan el mayor tiempo posible...

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Un pelo áspero y denso la protege del frío, y sus soberbios sentidos, permanentemente alerta, le advierten del menor síntoma de peligro. Incluso cuando dormita, durante unos pocos minutos cada vez, está en guardia, con el hocico en alto, para atrapar el sutil aroma del peligro, los ojos semicerrados listos para abrirse y escudriñar en todas direcciones...

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La vibración de una pisada humana, que puede distinguir incluso desde una distancia de ochenta metros, es suficiente para poner en marcha su sistema de alarma. El primer movimiento instintivo es agacharse y aplastar las orejas a lo largo del cuerpo. También rechina los dientes en una en una ancestral señal de alarma que se propaga hasta cien metros en terreno llano y alerta a todos los miembros de la familia que se encuentren en los alrededores...

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A veces opta por quedarse acurrucada, como perdiéndose en el suelo, utilizando su enorme poder de camuflaje. Tanto es así que el conocido zoólogo don Félix Rodríguez de la Fuente consideraba que "sólo el diez por ciento de las liebres encamadas son vistas por el hombre"...

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Los guardas de cotos de caza dicen que la manera de distinguir a una liebre de una piedra es acercándose al bulto: " Si aumenta de tamaño, es una piedra; si disminuye, una liebre".
Esta costumbre de quedarse quieta a veces le resulta fatal. Un labrador contaba cómo una liebre que había advertido su presencia aptó por no moverse de su sitio para no llamar la atención, y en su obcecación por pasar inadvertida se dejó aplastar por la lenta rueda de un carro tirado por una mula...

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Sin embargo, cuando su instinto le dice que ha sido descubierta, se arranca a correr a través de las trochas y veredas, dando grandes saltos con los que salva distancias de dos a cuatro metros, según su tamaño...

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Es admirable entonces la inteligencia y las aptitudes de la liebre. Un cazador me contaba que cómo una hermosa mañana de octubre fue sorprendido agradablemente por la alegre fanfarria de una docena de perros que habían levantado una liebre de un matorral a unos mil metros de distancia. Vio al animal correr por espacio de aproximadamente unos doscientos metros a toda velocidad; luego, se paró, y dando media vuelta, retrocedió sobre sus pasos durante cincuenta metros; de repente, dio un salto de lado, rodeó un montículo y regresó tranquilamenteal matorral de donde había sido levantada poco antes, mientras los perros seguían desorientados...

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Para eludir a sus perseguidores, la liebre no sólo se aprovecha de su velocidad, sino también de unos mechones de pelo que tiene bajo las patas que, además de amortiguar sus saltos y pasos, le permiten desplazarse sigilosamente...

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Los ojos de la liebre, situados bastante atrás a ambos lados de la cabeza, le facilitan una cierta visión panorámica de sus perseguidores, pero su visión delantera es defectuosa. Tan escasa resulta, -sobre todo cuando, al verse perseguida, se esfuerza en distinguir a sus enemigos- que muchas liebres han caído, en su "ciega" carrera, por un barranco o se ha estrellado contra árboles e incluso automóviles...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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Tal vez ésta sea la razón de su extrema curiosidad acerca de cualquier objeto que a sus oídos o nariz no asocien inmediatamente con el peligro, curiosidad que muchas veces le resulta fatal...