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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

SU MAJESTAD EL CLAVEL.

Gracias a la acción conjunta de la naturaleza y de científicos y floricultores, esta atractiva flor es hoy más hermosa que nunca.

Se cuenta que durante la Guerra de la Independencia de 1808, el general francés Dupont ofreció regalar a una joven andaluza la joya que quisiera si le decía dónde estaban acampados los soldados y patriotas españoles. Con una sonrisa desafiante, la muchacha contestó: "Ya tengo la mejor joya del mundo". Y señaló el clavel que llevaba prendida en le pelo.

Más de siglo y medio después, siguió siendo la reina de las flores españolas. Ninguna otra es portadora de tantos mensajes de felicitación y de amor. Aunque ahora rara vez, el clavel presta un especial encanto a los balcones de todo el país, a los famosos patios andaluces, a las Ramblas barcelonesas y a las calles de Sitges, que en el Corpus Christi aparecen alfombradas con los pétalos de esta flor...

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Pero la valiente joven andaluza difícilmente reconocería el clavel de hoy. Comparado con los actuales, el que ella llevaba en el pelo era un pigmeo, y florecía solamente en el otoño. Los cultivadores y criadores han ido transformando al clavel: ahora es más grande, posee nuevos y seductores colores, dura más en los búcaros y floreros, y, lo que es más importante, florece todo el año en los climas cálidos.

La transformación del clavel data de mediados del siglo diecinueve, cuando un floricultoe francés de Lyon, llamado Dalmais, logró tras varios años de cruces y escrupulosa selección, que una variedad floreciera en invierno. Gradualmente, Dalmais y otros colegas franceses consiguieron extender dicho período de floración a todo el año...

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Como flor anual, el clavel resultaba ideal para los que buscaban nuevas variedades que se adaptaran a una amplia gama de condiciones climáticas y de suelo, problemas de transporte y gustos del público.

Hasta que la Primera Guerra Mundial acabó casi completamente con la demanda, Francia e Italia eran los centros más importantes del cultivo de claveles en el mundo. Casi arruinado por las consecuencias del conflicto en su negocio, el floricultor italiano Beniamino Farina probó, en 1922, el mercado de Barcelona...

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Una vez instalado en la Ciudad Condal, sus claveles, más grandes que las variedades españolas, tuvieron un gran éxito. Los 48 ramos que suministró a varios floristas barceloneses se vendieron en seguida, y tuvo que encargar 150 más. A partir de entonces, el clavel en España no volvería a ser el mismo.

Farina decidió establecerse en nuestro país. Montó su negocio en "El Maresme", zona agrícola de la costa mediterránea, a unos veinte kilómetros de Barcelona, y allí, como las condiciones eran buenas para los claveles, logró mediante cruces, claveles que se adaptaron bien a " El Maresme", y pronto tuvo compradores en toda España. Tampoco le faltaron imitadores, así pues, muchos agricultores catalanes abandonaron sus tradicionales cultivos de patata temprana para dedicarse al nuevo y prometedor negocio...

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En 1971 existían alrededor de cuatrocientos cultivadores en aproximadamente cien hectáreas de terreno en El Maresme, y su producción anual, era de unos veinte millones de plantas, que representaban más de la mitad del total nacional.
Madrid era el mercado más importante con más de seiscientas docenas al año, con Barcelona en segundo lugar. Se exportaba alrededor del veinticinco por ciento de la producción, y Alemania Occidental compraba los dos tercios de dicha exportación.
Aunque normalmente es un buen negocio, el cultivo de claveles puede verse seriamanete afectado por las olas de frío en el invierno, ya que el noventa por ciento apoximadamente, de claveles españoles, se cultivan al aire libre, lo cual significó que el año 1970, el mal tiempo causara daños a millones de plantas, perdiéndose la cosecha de un mes. Sin embargo, este tipo de claveles es más resistente al frío que los que se cultivan en invernaderos...

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El doctor don Jorge F. Aguilá, profesor adjunto de Fisiología Vegetal en la Universidad de Barcelona, independientemente de su labor universitaria, se dedicó a la mejora del clavel, y en 1960, tras seis años de cruces, él y un genetista, el doctor don Antonio Prevosti, consiguieron una nueva variedad: el Mireia, de color rosa. Esta flor mostró una asombrosa resistencia a las enfermedades más frecuentes en la zona y al transporte. Se podía cortar casi cerrada; una vez que llegaba a su destino terminaba su desarrollo y se mantenía viva durante muchos días (hasta tres semanas)...

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Las variedades extraordinarias, en los claveles, son poco frecuentes: sólo nace una cada diez o doce años. Un día seis años después del nacimiento del "Mireia", el doctor Aguilá estaba haciendo la inspección diaria de su vivero experimental, de veinte mil plantas, cercano a El Maresme, que dirigía en unión de su esposa, Mercedes. De pronto observó una flor que sobresalía entre los claveles...

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Cuando el doctor Aguilá se acercó para observar de cerca aquella flor, vió que era un clavel de rojo muy intenso que jamás se había visto. Mediante constantes hibridaciones, y sucesiva selección, consiguió que la planta diera retoños con un color aún más vivo (la variedades "2001 y "Sitges"). Cuantro años más tarde de la primera aparición, un nuevo clavel fue patentado con el nombre de "Carmen".
"Dado los pocos años que llevamos trabajando", decía el doctor Aguilá, "Considero que hemos sido muy afortunados con los resultados obtenidos". Aunque es un proceso lento y progresivo, continuamente aparecen nuevas variedades de claveles que son mejores que las anteriores...

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En la hibridación, el polen de una flor es depositado en el pistilo de otra, y ésta se envuelve en una bolsa de papel, para evitar la posible interferencia de insectos o el rocío, hasta que madura. Las semillas de este cruce se plantan luego y, si todo va bien, pueden producir una nueva variedad de clavel. (Hay más de seiscientas en todo el mundo)

Aunque son necesarios muchos años de estudios para conseguir mejoras apreciables, una sencilla parte del trabajo de los hibridadores se basa en el instinto, el cual, naturalmente, está sujeto a errores...

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Las buenas variedades que se obtienen por cuces al azar y selección natural son escasas. Frecuentemente una flor sobresaliente origina una descendencia de calidad inferior, en cuyo caso, no se la vuelve a utilizar como progenitor, aunque, sin embargo, sí es empleada para producir flores de su misma calidad por el procedimiento de reproducción por esquejes.

La ciencia puede eliminar la incertidumbre del hibridador. En los años 60, en la universidad de Barcelona, el doctor don Arturo Caballero, jefe en aquellos años del departamento de Fisiología Vegetal, dirigió la tesis doctoral de María Dolores Vidal, quien tenía a su cargo el estudio de la composición química de los pigmentos de los claveles. En colaboración con el doctor Aguilá, quien agradeció la extraordinaria ayuda que representó para los mejoradores el que los científicos se ocupasen de problemas tales como el de la química del color de las flores, obteniendo resultados que pudiesen tener gran repercusión en la futura evolución de los claveles e introducción de nuevos colores. Estas investigaciones pudieron mejorar grandemente las cualidades del clavel mediterráneo. El conocimiento de la composición química de los pigmentos del clavel y las leyes que regían su herencia permitió a los hibridadores escoger sin margen de error las variedades que quisieron utilizar como progenitores y ha saber exactamente qué flores podrían hibridar y conocer de antemano los colores que iban a obtener...

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Al igual que para los rosales y otras plantas, en los años 70 también se sacaban patentes para las nuevas variedades. Pero según las normas de esta singular industria, cualquiera podía cultivar varieades registradas por otro cultivador, en tanto se abonasen unos derechos por el uso de los esquejes. Estos derechos, en aquellos años, variaban entre una peseta y 1,50 por planta. El cultivador podía vender todas las flores de una planta individual patentada durante un ciclo productivo normal de dieciséis meses, después del cual debía destruir la planta. Mientras la planta fuese de su posesión, el propietario de la patentepodía retirar todos los esquejes que desease, y cuando un cultivador desease más ejemplares de la misma flor había de alquilar más esquejes...

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El soñado objetivo de los cultivadores es el clavel azul, pero hasta ahora, ninguna especie floral ha dado todos los colores del espectro solar, y sólo se podrá producir con una mutación inesperada.

En general, el clavel es una de las flores de más fácil cultivo, ya que han sido muchos los que la han estudiado a través de los años, y, en consecuencia, ofrece más garantías de éxito...

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El clavel necesita mucho sol, temperaturas moderadas y protección contra el viento. Si se planta en marzo o abril, las flores nacen en septiembre u octubre. Los particulares pueden cultivarla en una maceta corriente siempre que empleen la adecuada mezcla de tierra y arena (Se vende en tiendas de flores) y la cubren con un pedazo de vidrio. Hay que dejar dos dedos de espacio entre la tierra y el borde del recipiente. Las semillas, extendidas uniformemente, deben cubrirse después con una delagada capa de tierra, ligeramente comprimida. Los recipientes deben estar a la sombra.
A los primeros indicios de germinación, hay que acostumbrar a la planta a la luz, unas pocas horas cada día durante tres o cuatro días, antes de colocarlas directamente al sol...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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El rojo es el clavel más popular. "Es el color de la sangre del toro", decía don Rafael Massó, de los Viveros Kanda, de Barcelona. Su manual sobre el cultivo de claveles, valía cinco pesetas, y estaba reconocido en todo el mundo como la guía ideal para el principiante.

Como Kanda, muchos establecimientos de este tipo tenían sus sistemas de ventas por correo de esquejes. Las raíces de las plantas enteras se envolvían en musgo y luego se cubrían con un plástico fuerte...